Editorial #3: Ir por todo

Hay que ganar un proceso constituyente. Lo que sea que ocurra allí nos pesará mucho tiempo y determinará vidas completas. Hay que elaborar una política amplia y de unidad que centre toda la fuerza en conquistas radicales y estratégicas que mejoren la posición del pueblo. Hay que pelear desde ya el proceso constituyente, forzar a abrir lo acordado para integrar lo más posible al campo popular, hacer comandos de base para vencer en el plebiscito y perfilar las luchas sociales hacia constitucionalizar la salida del neoliberalismo vía reformas sociales de urgencia. Hay que dejar toda pequeñez de lado y prepararse en serio para vencer. Guardar recursos para otra oportunidad es suicida y es quitarle fuerzas a la lucha.

por Comité Editor revista ROSA


A un mes del inicio de la revuelta de octubre, no queda ya piedra sobre piedra en el mapa simbólico del poder. Insistir en todo lo que se han modificado los otrora firmes contrapesos del Chile neoliberal es, a estas alturas, un cliché necesario. Esta revuelta nos devuelve certezas. La primera y más importante es que se puede pelear y que en esa pelea podemos vencer. La segunda, más amarga, es que el grado de descomposición de la izquierda y las fuerzas de transformación es profundo. Sus crujidos y rupturas en la coyuntura denotan tanto el peso de los hechos como la poca capacidad de estas fuerzas para procesarlos y conducirlos políticamente. La tercera, desconcertante, es la forma del pueblo que emerge, y cómo se engaña quien cree que su rebeldía de masas calza perfecto con la radicalidad anticapitalista. Así y todo, quienes nos ubicamos del lado de las clases populares y de su historia de emancipación, sabemos que hemos conquistado otra vez el derecho a tutear el porvenir. Y eso no solo es motivo de alegría, sino también de preocupación: lo que viene es enorme, y requiere frialdad en la altura. Desde ROSA proponemos algunas notas sobre algunos desafíos y problemas urgentes para el amplio campo de la izquierda.

Si gracias a la revuelta la resistencia pasó a ser ofensiva, la política anticapitalista ha sido lanzada a aguas desconocidas. Lo que se sabe de ella es en general el sabor de su fracaso; cuando algo ha salido bien, las formas grises y opacas de sus aciertos generan temor. La izquierda necesita desarrollar una visión secular de la política, abandonando tanto los misticismos épicos de molde bíblico como los que nacen del estatismo y la comodidad parlamentaria. Precisamos una izquierda que no se maree en los salones honorables y que no tema escupir el suelo al salir de ellos. Que no celebre acuerdos que sabe que no son triunfos, pero que tampoco tenga complejos en firmarlos. Secularizar la comprensión de la política significa asumir que no existen derrotas ni victorias totales, y que no se exageraba cuando se afirmaba que cada día es continuar. Estamos en vagones abiertos de un tren en movimiento. Que la izquierda haya entrado en una lógica fratricida tras la firma de un acuerdo en medio de una revuelta, con acusaciones deshonestas y moralistas de lado y lado, da cuenta del escaso desarrollo del sentido histórico-político de sus organizaciones. Que haya quiebres o parálisis en vez de intentos de apropiación del escenario, o al menos una apuesta por conducir y vencer en la disputa por el itinerario constituyente que se abre, parece profundamente irresponsable. La izquierda debe asumir con frialdad el vértigo del momento: entender que la lucha abierta contra el neoliberalismo es la nueva normalidad y que hay una cancha estatal en que jugarse algunos tiros ¿Qué nuevo nivel de anormalidad afirmativa puede producir la izquierda en ese itinerario constituyente? Esa es la pregunta estratégica. Lo demás es ruido o vano espejismo.

El momento nos exige actualizar al máximo nuestro potencial histórico: transformarnos, ahora sí, en la alternativa política de los subalternos. Tenemos la responsabilidad de ser un instrumento político de lucha en la guerra social, con una perspectiva de análisis propia y libre del viejo hábito de defender los intereses de otras clases como propios. Un instrumento capaz de evaluar las fuerzas en lucha y los costos de nuestras acciones, de producir táctica y estrategia, definir objetivos y, sobre todo, procurar que todo lo que hacemos nos lleve más cerca de aquellos. En fin: un instrumento que ofrezca prácticas concretas y acciones posibles, que dé una lucha secular y sin misticismos, y que vea en la revuelta una oportunidad de apertura y posibilidad en vez de una condena al encierro y la hostilidad.

En la discusión formal sobre el método constituyente, se ha perdido la crítica desde abajo al modelo, al orden social productivo del país. Si en las primeras semanas de la revuelta era fundamental el malestar contra el neoliberalismo, a medida que pasó el tiempo la discusión constitucional fue opacando todo. Desde la ultraizquierda más radical hasta la extrema derecha, todo volvía al eje de los políticos, incluyendo a los que dicen estar contra toda la política. Es el lenguaje del orden del juego político, que trata de representar el lenguaje de la lucha de clases. Reducir la distancia entre ambos lenguajes es la apuesta de izquierda como proyecto histórico. Al encerrarnos en la discusión sobre métodos, cocinas o proporciones de veto, hemos dejado de lado el eje de clases. Del eje moral –traidores por un lado, coherentes por el otro– o el eje estatista y formal –conservadores y republicanos–, debemos volver al clasismo básico: hay malestar en la mayoría porque su pobreza es causa de la riqueza de la minoría. Las estaciones del Metro no ardieron por una nueva Constitución. Esa es una verdad incómoda por donde se le trate de tomar. La conciencia de aquello y la necesidad de reforma social profunda ha sido olvidado por la izquierda, tanto por aquella que lo desplazó de la prioridad de lo negociable con el Gobierno, como de aquella que lo agita para acumular para una indefinida próxima vez. La política para afirmar lo conquistado luchando, parece estar contenida por miedos de todo color.

Al contrario de lo que algunos han estado clamando por la izquierda, las violaciones a los Derechos Humanos producto de la represión estatal debe quedar fuera de cualquier acuerdo político. En esa vereda debemos vencer a quienes se oponen a la verdad. El juicio y castigo a los responsables de las violaciones a los derechos humanos no debe ceder un ápice. Esto no es sólo un asunto de principios, sino también defensivo: es una forma de establecer líneas claras de preservación de la lucha social. Es una condición mínima para seguir avanzando en medio de un entorno institucional adverso. No se puede abandonar a los presos, a los mutilados, a los muertos. No se puede dejar impune lo sucedido, ni permitir que se criminalice la protesta de ahora en más. Los asesinos del pueblo, los que le declararon la guerra causando daños terribles, deben pagar con cárcel. Nunca tanto como en estos casos, la disputa legal ha sido en lo fundamental una disputa por los límites de la política subalterna y anticapitalista.

La altura histórica nos exige elaboración, unidad y lucha por los cambios de fondo. No sirven las agendas personalistas que trizan los partidos, ni agitar mentiras o distorsiones sobre líderes o posiciones políticas. Lo único útil es la crítica radical a dichas posiciones siendo leales a la verdad y a su necesidad de avanzar. Hay que ganar un proceso constituyente. Lo que sea que ocurra allí nos pesará mucho tiempo y determinará vidas completas. Hay que elaborar una política amplia y de unidad que centre toda la fuerza en conquistas radicales y estratégicas que mejoren la posición del pueblo. Hay que pelear desde ya el proceso constituyente, forzar a abrir lo acordado para integrar lo más posible al campo popular, hacer comandos de base para vencer en el plebiscito y perfilar las luchas sociales hacia constitucionalizar la salida del neoliberalismo vía reformas sociales de urgencia. Hay que dejar toda pequeñez de lado y prepararse en serio para vencer. Guardar recursos para otra oportunidad es suicida y es quitarle fuerzas a la lucha.

Hay que darlo todo y hay que hacerlo ahora si es cierto que queremos ir por todo.

Comité Editor revista ROSA, noviembre 2019.

3 repuestas a “Editorial #3: Ir por todo”

  1. De qué forma se consagra la lucha por reformas sociales en el proceso constituyente? La única parte en la que veo algo de eso al final cuando hablan de constitucionalizar una salida al neoliberalismo vía reforma sociales. Cómo es la cosa? Constitucionalizar la salida o hacerlo vía reformas sociales? Si son ambas, ¿cómo se imbrican ambas? Creo que es muy poco riguroso enunciar esa sumatoria de luchas sin entregar una estrategia que nos de la fuerza necesaria para abarcar tanto.
    Por otro lado, lo que en un principio parecía radical, la exclusión de toda negociación de la lucha por derechos humanos, lo dejan en el campo de los tribunales de justicia de este país. ¡Despolitizando completamente el problema de violencia estatal!
    Siento que en general sus premisas son radicales pero se dan un saltos lógicos para hacer propuestas para nada radicales, sin explicación alguna…

    • Hola Manuel,

      Muchas gracias por el comentario. No habíamos tenido tiempo de responderlo. No es “poco riguroso”, sino que “poco aterrizado en lo fino”, porque no somos un partido político, sino que una revista, que propone ideas, pero no busca conducir ni liderar ningún proceso. Por eso, no tenemos por qué entregar una estrategia ni menos fuerza, porque es algo que nos supera y no nos corresponde, ni siquiera le corresponde solo a un partido o vanguardia.
      Lo segundo, puede ser que se entienda así. Más bien, aclarando, las consecuencias de las violaciones a los DDHH no pueden ser moneda de cambio en negociaciones de otro tipo, no deben ser “un tema”. Lo que no significa que deban ser dejadas en manos de tribunales únicamente, sino de una amplia movilización y un programa de reformas profundas del Estado y sus aparatos represivos y límites legales. Pero, de nuevo, no tenemos cómo ni por qué producir un trazado fino de cómo se hace eso, eso lo hace una vanguardia o ‘aspirantes a’, no una revista que solo pretende construir campo público para el debate de izquierda.

      Saludos.
      LTH, parte del CE de ROSA.

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Amelia Peterson

On the other hand, we denounce with righteous indignation and dislike men who are so beguiled and demoralized by the charms of pleasure of the moment, so blinded by desire, that they cannot foresee the pain and trouble that are bound to ensue; and equal blame belongs to those who fail in their duty through weakness of will, which is.