El urgente desafío orgánico de un cambio de cultura política
por Cristóbal Cortés R.
En un escenario político cada vez más complejo y dinámico, en ocasiones las organizaciones experimentan un vacío de definiciones que, en el marco de estas formas asamblearias, provocan conflictos que suelen canalizarse en recriminaciones a las llamadas “vocerías”. En muchas ocasiones, el tema del rol de las llamadas “vocerías”, surge por las diferencias políticas con algo que dijo alguien, lo cual es totalmente legítimo. El problema es que, ante ello, la discusión se centra mucho más en la potestad orgánica de decir lo que se dice, y mucho menos en qué es lo que se dice, ocultando una diferencia de contenido que es mucho más fructífero enfrentar directamente. Dado que se comprende la figura de las y los dirigentes como “voceros” sin agencia ni flexibilidad política (cuyas intervenciones deben ser “visadas”), el problema está incluso más allá de lo dicho: está en “decir algo”. Puesto así, surgen preguntas como, por ejemplo, ¿cuáles son los criterios para definir a las y los militantes que pueden dar su opinión en las discusiones políticas?
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