Si lo que se quiere ver es un documental sobre el Estallido, quizá sea una decepción. Si, por otra parte, se desea una opinión personal sobre el tema, quizá sea de interés. Pero lo ocurrido a partir de aquel octubre de 2019 es una historia sobre la que falta mucho para que se diga la última palabra, y esta es una de las primeras líneas que se realiza al respecto.
por Cristian Orellana Garrido
Imagen / Afiche de “El que Baila Pasa”.
Las palabras del escritor español Julio Llamazares que dan título a este artículo vinieron a mi mente tras ver “El que baila pasa”. El documental de Carlos Araya Díaz se presenta como una historia del Estallido Social de 2019, pero es más que eso. O, en realidad, es menos que eso. Es como rememorar esos días y decir “vaya, no fue un sueño, esto pasó de verdad”.
Moviéndose entre el archivo y registros propios, la película juega con los contrastes de rápido-lento, paz-violencia, vacío-lleno y, por supuesto, ricos-pobres (es un buen documento acerca de la lucha de clases). Fue una apuesta arriesgada optar por la apertura vertical (9:16, o sea, una pantalla más alta que ancha), en parte forzada por los registros que se utilizaron. Es un estilo que no termina de convencerme (porque soy del siglo pasado), pero ya se ha usado en varias películas.
Tiene una mirada más distante y ácida que “Mi país imaginario”, de Patricio Guzmán. Se nota bien cuál se hizo antes y cuál después del plebiscito del 4 de septiembre. Mientras Guzmán usa una perspectiva más épica y heroica, Araya Díaz recurre a la anécdota más pequeña y a los momentos de absurdo para ilustrar los turbulentos días de 2019, al mismo tiempo que rescata frases de autoridades, desde Pinochet en adelante, para dar marco a lo que se desarrolla ante nuestros ojos.
A mi juicio “El que baila pasa” agarra vuelo con las escenas de “cuicos” en pánico o aquellas de abusos policiales y en las que se nos muestra lo ideologizado de nuestras fuerzas armadas y carabineros, apoyando abiertamente a la derecha. Los textos a los que recurre el documental van divagando de un lugar a otro y nos terminan dejando donde mismo. Tal como pasó en la vida real. A veces (en mi opinión) estos párrafos pecan de ser demasiado crípticos o “de nicho”, y me parecía que en esos momentos la fuerza de la obra se diluía.
En resumen, si se quiere ver un documental sobre el Estallido, quizá sea una decepción. Si se desea una opinión personal sobre el tema, quizá sea de interés. Pero lo ocurrido a partir de aquel octubre de 2019 es una historia sobre la que falta mucho para que se diga la última palabra, y esta es una de las primeras líneas que se realiza al respecto.
Colofón
Como estamos en Chile, un par de diputados de derecha acusaron que el documental fue un uso indebido de fondos públicos porque “promueven ideologías” (?) y “hacen apología a la violencia”. Amenazaron con recurrir a la Contraloría y, fieles a su conocimiento del medio cultural y audiovisual, confundieron a María Paz González, productora del documental, con la exsubsecretaria de Cultura, Andrea Gutiérrez. ¿O sería con la actual subsecretaria, Carolina Pérez? La cosa es que es otro “pataleo” más de un sector que hace más de medio siglo no genera un imaginario propio y solo pide censura, a veces con éxito. Lo sigue haciendo hoy, incluso habiéndose terminado la Dictadura y derogado el Decreto N°376 de 1975, en el que las FF.AA. integraban el Consejo de Calificación Cinematográfica y que prohibía películas contrarias a los valores patrióticos y que hicieran apología de la violencia y el marxismo.
Cristian Orellana Garrido
Escritor, bibliotecario y cineasta. Columnista de Cooperativa y autor de la novela El Robo del Niño(LOM Editores, 2018), obra ganadora en los Juegos Literarios Gabriela Mistral 2018 y del Premio Medalla Colibrí 2022.