¿Por qué el Estado de Israel se siente tan amenazado por un alto al fuego?

Detener los combates en Gaza significa reconocer que los objetivos militares de Israel eran irreales, y que no puede escapar a un proceso político con los palestinos. Un alto al fuego podría forzar al público judío a enfrentar preguntas más profundas. Si el estatus quo no funciona y una guerra constante con los palestinos no puede alcanzar la victoria deseada, entonces lo que queda es la verdad: que la única forma de que los judíos vivan seguros es a través de un compromiso político que respete los derechos de los palestinos.

por Meron Rapoport. Traducción: Felipe Ramírez.

Imagen / Massive – Ceasefire Now march to US Embassy, London 11th November 2023. Foto: Steve Eason


La decisión de EE.UU. de no vetar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU demandando un cese al fuego inmediato en Gaza –la primera vez desde el comienzo de la guerra que ha permitido que una resolución de este tipo fuera aprobada- envió fuertes ondas de choque a lo largo de Israel. La consecuente cancelación por parte de Benjamin Netanyahu de una reunión planificada entre un equipo israelí y la administración Biden en Washington solo aumentó la impresión de que Israel ha quedado aislada en la arena internacional, y que Netanyahu estaba poniendo en peligro el activo más importante del país: su alianza con Estados Unidos.

Pero aunque hubo una amplia crítica al manejo de Netanyahu de este sensible tema, incluso sus oponentes –tanto del campo “liberal” como de la derecha moderada- tomaron una posición unánime rechazando el voto de la ONU. Yair Lapid, quien encabeza el partido opositor Yesh Atid, dijo que la resolución era “peligrosa, injusta, y que Israel no la aceptará”. El ministro Hili Tropper, un aliado cercano del rival de Netanyahu, Benny Gantz –quien según las encuestas ganaría cómodamente si se realizara hoy una elección- dijo “La guerra no puede detenerse ahora”. Estos comentarios no difieren mucho de las reacciones molestas de los líderes de la extrema derecha como Bezalel Smotrich o Itamar Ben Gvir.

Este casi unánime rechazo a un alto al fuego refleja el apoyo transversal entre los partidos a una invasión de la ciudad de Rafah en el sur de la Franja de Gaza, aunque Netanyahu ni siquiera afirma que esa operación pueda lograr la tan esperada “victoria total” que ha prometido.

La oposición a un alto al fuego puede parecer extraña para algunos. Muchos israelíes aceptan que la continuación de la guerra por Netanyahu busca promover sus intereses políticos y personales. Las familias de los rehenes israelíes, por ejemplo, se están volviendo más críticos de Netanyahy y están amplificando sus llamados a “un acuerdo ahora”.

Incluso dentro del “establishment” de la seguridad israelí, más personas están planteando abiertamente que “eliminar” a Hamas no es una meta alcanzable. “Decir que un día habrá una victoria completa en Gaza – Esa es una completa mentira”, dijo recientemente Ronen Manelis, antiguo vocero del ejército israelí. “Israel no puede eliminar completamente a Hamas en una operación que dure sólo algunos meses”.

Así que si la visión de que Netanyahu está continuando la guerra por intereses personales está creciendo, si la futilidad de continuar la guerra es cada vez más clara tanto respecto a la victoria sobre Hamas como en la liberación de los rehenes, si se está volviendo obvio que continuar la guerra puede dañar la relación con EE.UU. ¿cómo se explica el consenso en Israel entorno al “peligro” de un alto al fuego?

Preguntas fundamentales

Una explicación es el trauma provocado por la masacre del 7 de octubre por parte de Hamas. Muchos israelíes se dicen a si mismos que mientras Hamas exista y tenga apoyo popular, no hay una alternativa a la guerra. Una segunda explicación tiene que ver con el innegable talento retórico de Netanyahu, quien a pesar de su debilidad política, ha tenido éxito en instalar el eslogan de una victoria total incluso entre quienes no creen en una palabra de su boca, y aquellos que entienden, consciente o inconscientemente, que esa victoria no es posible.

Pero hay otra explicación. Hasta el 6 de octubre, el consenso entre el público judío de Israel era que el “tema palestino” no debería molestarnos mucho. El 7 de octubre destruyó ese mito. El “tema palestino” regresó con fuerza, una sangrienta fuerza, a la agenda.

Hubo dos respuestas aparentes a la destrucción de este estatus quo: un acuerdo político que genuinamente reconociera la presencia de otro pueblo en esta tierra y su derecho a una vida de dignidad y libertad, o una guerra de extinción contra el enemigo más allá del muro. El público judío, que nunca internalizó realmente la primera opción, optó por la segunda.

Así, la misma idea de un alto al fuego aparece como amenazante. Forzaría a los ciudadanos judíos a reconocer que los objetivos propuestos por Netanyahu y el ejército –“destruir Hamas” y liberar a los rehenes a través de presión militar- eran simplemente irreales. El público tendría que aceptar lo que podría ser percibido como un error, incluso una derrota, frente a Hamas. Luego del trauma y la humillación del 7 de octubre, es difícil para muchos aceptar una derrota de ese tipo.

Pero hay una amenaza más profunda. Un alto al fuego podría forzar al público judío a enfrentar preguntas más profundas. Si el estatus quo no funciona y una guerra constante con los palestinos no puede alcanzar la victoria deseada, entonces lo que queda es la verdad: que la única forma de que los judíos vivan seguros es a través de un compromiso político que respete los derechos de los palestinos.

El rechazo total a un alto al fuego y su presentación como una amenaza para Israel muestra que estamos lejos del reconocimiento de esa verdad. Pero extrañamente, podríamos estar más cerca de lo que la gente piensa. En 1992, cuando los israelíes fueron forzados a elegir entre una pelea con Estados Unidos –debido a que el entonces Primer Ministro Yitzhak Shamir se negó a dar su apoyo a la propuesta presentada por los estadounidenses para las conversaciones con los palestinos- o reparar la grieta, escogieron la segunda. Yitzhak Rabin fue electo Primer ministro y un año después, los acuerdos de Oslo fueron firmados.

¿Podrá la tensión con el gobierno de EE.UU. convencer a los judíos israelíes de abandonar la idea de una guerra perpetua, y que acepten darle una oportunidad a un acuerdo político con los palestinos? Es muy poco claro. Pero lo que si es evidente es que Israel va rápidamente a una coyuntura en la que tendrá que decidir: un alto al fuego y la posibilidad de dialogar con los palestinos, o una guerra sin fin y un aislamiento internacional como el que nunca han visto. Porque la opción de retroceder al estatus quo del 6 de octubre, es claramente imposible.

 

* Este artículo fue publicado en colaboración entre The Nation y Local Call, además de +972.

 

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).