La deuda con y del Ejército de todos

Tras esto se hace necesario preguntarse ¿Por qué pensar en el ethos militar? ¿Por qué preocuparnos desde la izquierda de las instituciones castrenses cuando por lógica deberían evolucionar en conjunto con el resto del Estado? A 50 años del golpe de Estado estas son preguntas que no deberían seguir haciéndose. Un Ejército de Todos nos recuerda que las Fuerzas Armadas son instituciones como cualquier otra y que deben cambiar en conjunto con la sociedad. En toda ocasión que se dejó de lado el repensar del ethos militar, esto causó que la relación civil-militar fuera perjudicada o destruida. Ahí es cuando la historia nos golpea en nuestras caras y nos recuerda que las Fuerzas Armadas logran ser de todos cuando no son influenciadas por un bando político.

por Vicente Ramírez Sánchez

Imagen / General Ricardo Martinez Menanteau. Fuente: Wikimedia


Estamos ad-portas de un nuevo 19 de septiembre, el Día de las Glorias del Ejército, y este libro no podía publicarse en mejor momento. En la paradoja de septiembre -cuando se recuerda el Golpe de Estado y 17 de años de los episodios más oscuros de nuestra historia reciente, para que una semana después celebremos las fiestas más importantes de nuestro país- es publicado Un Ejército de Todos, de la autoría del ahora retirado excomandante en jefe del Ejército, General Ricardo Martínez Menanteau.

El texto es una reedición del documento publicado por el Ejército de Chile, bajo el mando del general Martínez, titulado Reflexión sobre las actuaciones del Ejército y sus integrantes en los últimos 50 años y sus efectos en el ethos militar. En conjunto, la publicación es única en su tipo y debe ser la primera vez que, tras la vuelta a la democracia, un efectivo del alto mando logra presentar al mundo civil propuestas y autocríticas a raíz la historia de las Fuerzas Armadas de Chile, asumiendo los altos y bajos de estas, aportes y daños, especialmente cuando se habla de las violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

A través de una lectura ágil, pero sólida en contenido, logra justamente presentarnos un deber ser del ethos militar, su evolución, sus transformaciones y el porqué de estas. Con un recorrido que usa de base la historia militar de nuestro país desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, para pasar a la Dictadura Militar entre 1973 a 1990, y luego abordar lo ocurrido en el actual siglo XXI, construye un relato de la evolución de las Fuerzas Armadas a raíz de un dinámico concepto ethos militar, esforzándose en posicionar el relato a una visión no partidista de los hechos.

En Chile, no es fácil hablar del Ejército, o de cualquier rama de las Fuerzas Armadas, sin sacar a flote lo sucedido hace 50 años, pero el contenido de esta obra nos recuerda que hay una historia que data de mucho más atrás. Una historia de construcción nacional en que lo militar no podía denominarse un actor pasivo, sino como una institución protagonista. Esto permite complejizar los cimientos que crearon al Ejército, algo que el libro menciona como un Ejército que siempre perteneció a Chile, puesto que no fue un caudillo su creador, sino que un conjunto de patriotas que organizaron la fuerza militar para luchar por la independencia del país.

El general Martínez no escribe este libro a modo de autoflagelación culpógena, sino que realiza un esfuerzo intelectual no menor de reflotar la importancia de las Fuerzas Armadas para la nación, el deber que estas deben cumplir en la defensa nacional y cómo no deben actuar. Destaca los caracteres de obedientes, jerarquizados y no deliberantes. Al momento de recibir órdenes, ya sean escritas o verbales, estas se deben acatar, pero siempre y cuando estas se encuentren dentro de la legalidad. El ethos militar permite este discernimiento y capacidad de agencia para cada uno de los integrantes del mundo castrense, puesto que el juramento, que posee una carga tanto legal como simbólica, es hacia la patria y no con sus superiores. Con esto se declaran inaceptables los actos de efectivos militares que concurrieron en violaciones a los derechos humanos, pero recayendo aún más la culpa en quienes daban las órdenes.

El ethos militar, la esencia de ser militar y que rige a las instituciones castrenses, se da sólo cuando estas cumplen sus funciones militares ya sea en la defensa de la nación o en operaciones de paz propiciadas por el Estado en conjunto a organismos multilaterales. El militar está formado para dar soluciones militares a problemas militares. Incluso cuando exista el mandato legal y legítimo, se debe entender que son medidas temporales que de todas formas mellan a la institución. Esto incluye la suma del militar a funciones políticas contingentes deteriorando la relación civil-militar al politizar a los mandos y encasillar la toma de decisiones a intereses particulares. Justamente, es esta última situación la que nos muestra el libro como una realidad constante en nuestra historia y que, al momento de grandes crisis sociales y políticas, un sector del mundo civil sumaba a las Fuerzas Armadas para que fueran garantes de la normalidad institucional. Sucedió así en 1973 y en los siguientes 17 años de dictadura, sucedió en la inclusión de efectivos militares a altos cargos del Estado durante la Unidad Popular, sucedió así con la confección de cada una de las constituciones políticas del país.

Tras esto se hace necesario preguntarse ¿Por qué pensar en el ethos militar? ¿Por qué preocuparnos desde la izquierda de las instituciones castrenses cuando por lógica deberían evolucionar en conjunto con el resto del Estado? A 50 años del golpe de Estado estas son preguntas que no deberían seguir haciéndose. Un Ejército de Todos nos recuerda que las Fuerzas Armadas son instituciones como cualquier otra y que deben cambiar en conjunto con la sociedad. En toda ocasión que se dejó de lado el repensar del ethos militar, esto causó que la relación civil-militar fuera perjudicada o destruida. Ahí es cuando la historia nos golpea en nuestras caras y nos recuerda que las Fuerzas Armadas logran ser de todos cuando no son influenciadas por un bando político.

El escrito nos recuerda una tradición que muchas veces la traición de 1973 nos hace olvidar: la impronta Libertadora de las FF.AA. que yace en su origen y a la que aludíamos en un inicio. La podemos ver no sólo en los héroes de Yerbas Buenas, San Carlos y Rancagua, sino también en la Expedición auxiliadora que en 1811 cruza a Buenos Aires a apoyar la independencia del Río de La Plata, en el binacional Ejército de Los Andes y sus batallones de ex esclavos negros libertos que se cubren de gloria en Chacabuco y Maipú, en las expediciones libertadoras de Perú y México, esta última en 1822.

Ese espíritu se proyectó en militares de talante avanzado como el héroe Arturo Prat -basta ver su tesis para recibir el título de abogado sobre la ley electoral en la U. De Chile-, en los militares balmacedistas de 1891, en oficiales como el almirante Fernández Vial, los aviadores Marmaduke Grove y el Comodoro Arturo Merino Benítez insigne allendista y padre de la aviación nacional, y por supuesto, en los esfuerzos de los mártires de los 70: los generales René Schneider y Carlos Prats, cuyos asesinatos menciona en el libro como una vergüenza para la historia militar de Chile; asesinados por mantener unas Fuerzas Armadas no de izquierda ni de derecha, sino que profundamente republicanas. Por no mencionar los miles de integrantes de las FF.AA. y de Orden asesinados por sus compañeros de armas, o exonerados por oponerse al Golpe de Estado.

Como izquierda, poseemos una deuda con el mundo castrense. Aunque justificada, hace daño para quien tenga pretensiones de gobernar. Si bien la búsqueda de verdad, justicia y reparación es una herida que se mantiene abierta, esta obra nos recuerda que, cuando no existe un equilibrio respecto a las Fuerzas Armadas, el vacío lo llenará otro que traspasará sus intereses a las instituciones militares, ya sea un sector de la política nacional u otra nación.

Puede que aún falta que pase agua bajo el puente. Para quienes somos familiares de torturados, asesinados y detenidos desaparecidos, puede que nunca sea suficiente, pero la defensa de unas Fuerzas Armadas que sean profundamente republicanas ya no puede seguir quedando de lado. El general Martínez, en su escrito, nos muestra que las intenciones para no repetir los errores del pasado pueden existir y nosotros, ya desde nuestra vereda de izquierda, debemos trabajar para que estas intenciones se concreten y hasta puedan tomar las propuestas mencionadas al final del libro. Debemos entender que las instituciones militares, como cualquier otra de la sociedad, están cruzadas por contradicciones de clase y el patriarcado. Hoy, con la oportunidad histórica de ser gobierno, es el momento para combatirlas y poder ser el sector político que se hizo cargo de una deuda histórica que mantiene tanto la derecha como la izquierda, que ambas finalmente han sido incapaces de construir unas Fuerzas Armadas que sean para Chile y no para unos pocos.

Vicente Ramírez Sánchez
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Militante Convergencia Social. Sociólogo especializado en temas de seguridad y defensa y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).