En esta entrevista, publicada originalmente en francés en la revista “Kedistan“, Joseph Andras comenta su último libro escrito en nombre de la prisionera política kurda y artista Nûdem Durak, quien se encuentra encarcelada en Turquía acusada de pertenecer al PKK. A lo largo de la conversación, Andras profundiza en el régimen represivo del AKP, recién reelecto, y en su impacto cotidiano en Turquía y más allá de sus fronteras.
Por Equipo Kedistan
Traducción de Rodrigo Barra Valenzuela
Imagen / Revista Kedistan
Kedistan: Empecemos por lo simple. Hay decenas de miles de prisioneros políticos en Turquía: ¿por qué un libro sobre Nûdem Durak en particular?
Joseph: Estaría tentado de responderte tan simple como: no lo sé.
K: ¿No lo sabes?
J: Lo que quiero decir, es que no sé por qué este “caso” me atrapó con tanta fuerza al punto de pasar cuatro años de mi vida trabajando en él. Su caso es banal. Ella no es sino una detenida entre muchas otras. Idénticas. Tristemente idénticas. La represión estatal es a tal punto masiva que impide la distinción: los presos son cifras en los resúmenes de la prensa. Un día me topé con un reportaje de 9 minutos emitido por Al Jazeera: mostraba la historia de esta cantante en las vísperas de su último encarcelamiento, en abril de 2015. Eso produjo en mí una suerte de conmoción. Creería que así es como escribo –había sido, previamente, capturado por los “casos” de Fernand Iveton y Alphonse Dianou. Me fue imposible actuar como si no hubiera visto lo que vi. Su vida había entrado en la mía, irrumpiendo: fue necesario seguirla. La tristeza es una emoción sana pero te vuelve impotente. Pasa lo mismo con el lamento. Entonces tuve que ir a Kurdistan y reunirme con su familia, sus cercanos, su abogado. Escribirme con ella. Revisar su expediente. Investigar como pudiera. Y, al final de todo, proponer este libro escrito junto a ella. Se trata, de alguna manera, de transformar una inquietud individual en un acto político colectivo, porque, ¿qué es un libro, sino un espacio compartido?
K: Uno podría decirte: eres francés, ¿en qué te concierne todo esto?
J: Respondería tres cosas. La primera: lo que concierne a la especie humana, y más ampliamente al mundo de los vivos, le concierne a todos. El mundo se ha vuelto minúsculo así de interconectado en el presente. De Loiret a la región japonesa de Kansai, es una historia de vecindades. La segunda, es que Nûdem Durak lucha por un orden social más justo y, para ello, en orden a lograrlo, moviliza a la tradición revolucionaria, democrática y socialista. En tanto que socialista, estoy vinculado de facto a todos los míos, a los nuestros, dondequiera que estén. Tengo más en común con un revolucionario cuya lengua no entiendo que a un capitalista francés –estoy casi avergonzado de decir una banalidad como esa. Y la tercera cosa es que, siendo francés, y por tanto un ciudadano francés, soy corresponsable, como todo francés, de las políticas discursivas, militares y económicas conducidas por mi país. Resulta que hay militantes kurdos ahora encarcelados, acá mismo, en este momento. Que tres dirigentes de la revolución kurda fueron asesinados en París, en 2013, y que en vano aún se esperan respuestas oficiales. Que el pasado 23 de diciembre otros tres militantes kurdos fueron asesinados en París, en dudosas condiciones, por un fascista que reivindicó haber cometido un “atentado”. Que el gobierno de Macron ha condenado la resistencia kurda. Que Francia fue signataria en 1916 de los acuerdos Sykes-Picot sobre la división de Medio Oriente. Que el Estado Turco es miembro de la OTAN junto con el Estado Francés, y que este último mantiene al Partido de los Trabajadores del Kurdistán –el PKK- en la lista de “organizaciones terroristas”. ¿Cómo no sentirse involucrado?
K: ¿De qué está acusada, en los hechos, Nûdem Durak?
J: De ser una miembro del PKK, por lo tanto de ser una “terrorista”. Cuando los hechos son los siguientes: ella no es una miembro del PKK, es una resistente.
K: ¿Y si hubiera sido una miembro del Partido?
J: Podría haberlo sido. Pero ella no hizo más que cantar canciones populares, patrióticas o revolucionarias y enseñar música como voluntaria a la juventud de su región. Fue condenada a 19 años de cárcel por sus opiniones. No pertenece al partido. Nunca ha portado armas. Digamos que ella es una simple simpatizante del movimiento democrático kurdo, en su sentido más amplio, así como muchos de sus compatriotas. Añadiría que, evidentemente, el PKK no es una “organización terrorista”. Es una formación que practica la auto-defensa armada contra la política colonialista, negacionista y exterminadora aplicada por el Estado Turco. Es un método bien conocido de los Estados: calificar de “terrorista” a cualquiera que se oponga a sus maniobras. Los Estados tienen el monopolio del terror y la mano sobre las palabras. Baldwin lo dice en uno de sus libros, a propósito del jefe del FBI: “Nadie nunca trató de terrorista al difunto J. Edgar Hoover bien fuera eso precisamente lo que era”. Los “terroristas” eran, por supuesto, los Panteras Negras. Los luchadores de la resistencia argelina, irlandesa, sudafricana, palestina o francesa entran en el mismo saco. Cuando uno se dedica a escribir, lo mínimo por hacer es volver a poner las palabras en su lugar. Entonces, sí, Nudem Durak resiste con su arte. Y, sí, el PKK resiste con las armas, mientras pide, desde hace décadas, una paz negociada y desarmada.
K: La mitad de tu libro es, en realidad, un libro que Nûdem Durak escribió en la cárcel. ¿Por qué esa decisión?
J: Quería que la leyeran. Que se sepa, sin intermediario, sin embajador ni intercesor, lo que ella tiene que decirnos. Está viva, está condenada a permanecer en la cárcel hasta 2034 y, mientras tanto, se expresa: escuchémosla. Mis palabras no hacen más que escoltar las suyas. Escribió este libro tras las rejas, en lengua turca, y deseaba que se publicara algún día. Logró sacarlo en forma de hojas manuscritas y pude conseguirlo. Lo hemos traducido junto a otros compañeros. Ahora puede leerse en francés; esperemos que pronto se traduzca a otros idiomas.
K: Uno de tus libros está traducido y disponible en Turquía. ¡Imaginamos que con éste eso sería imposible!
J: Los libros regularmente son censurados y destruidos. Periodistas y escritores, sean kurdos o turcos, pueblan las cárceles. De momento, no veo cómo Nûdem Durak podría encontrarse en las librerías. Pero Turquía no está condenada a vivir bajo un régimen fascista…
K: En tus páginas evocas a varias figuras turcas, comenzando por el poeta Nâzim Himket.
J: Es un hombre que leo de hace mucho. Me acompaña: lo leo y lo releo. Tiene una pureza soberbia. Una hermosa simplicidad. Hablo igualmente de la escritora Pinar Selek, quien vive en el exilio en Francia, o de la escritora Asli Erdoğan, que vive exiliada en Alemania. Me encontré con ella durante este trabajo de escritura. Ella apoya abiertamente a Nûdem Durak, así como a todos los prisioneros políticos. Ella ha sido, creo, destrozada por la detención y el exilio. Es obvio que los disidentes turcos tienen mi simpatía y mi admiración. Pagan un precio alto por su deseo de dignidad. Nûdem Durak no tiene, por cierto, ninguna animosidad hacia el pueblo turco: denuncia a las instituciones, las autoridades y el poder del Estado.
K: Tu libro está directamente ligado a la campaña internacionalista Free Nûdem Durak. Pero haces referencia a otra campaña, más antigua, dirigida por Gisele Halimi y Simone de Beauvoir en favor de la prisionera argelina Djamila Boupacha. ¿Les sigues los mismos pasos?
J: Les rindo homenaje. El libro Djamila Boupacha, escrito por la abogada Gisèle Halimi a partir de una idea de Simone de Beauvoir, me acompañó durante todo el proceso de escritura. Ella toma la defensa de esta joven detenida, arrestada y torturada por el ejército francés. Nos permite comprenderla más de cerca, conocer sus motivaciones y acercarnos a su verdadero ser. Destruye el relato del Estado construyendo otro relato. Es este gesto el que he querido continuar, 60 años después: aprehender una situación colectiva a través de un caso circunscrito.
K: Pero, ¿crees que tu libro pueda tener algún impacto? La campaña Free Nûdem Durak ya cuenta con voces prominentes como Angela Davis, Noam Chomsky, David Graeber, Yannis Varoufakis, Ken Loach…
J: No lo sé. Es por ello que este libro forma parte de una campaña internacional. Los libros no tienen más que una influencia limitada, eso lo sabemos. No tienen los medios para socavar el orden social. Pero alimentan imaginarios, perpetúan tradiciones de emancipación y arrojan un poco de luz sobre la opacidad ordinaria. Incluso pueden, a veces, influir en el tiempo: frente al flujo mediático diario, a la información efímera, obligan a detenerse. A ver lo que no se puede ver el resto del tiempo. Este libro, además de reunir en un mismo espacio todo lo que ha tenido que ver con el “asunto”, no tiene otro objetivo que esa obligación. No sacará a Nûdem Durak de su celda, eso es seguro; pero podrá esclarecer, eventualmente, junto con muchas otras fuentes, su vida, su voz y el orden que propicia esa celda. Angela Davis estuvo detenida, en el pasado, en las cárceles norteamericanas: al apoyar a Nûdem Durak ella sabe, supongo, que no logrará su liberación. Pero contribuye a hacer existir su encarcelamiento, porque una presa sin nadie que lleve su voz afuera, está encerrada dos veces. Y un libro permite esta curiosa experiencia: pasar, en silencio, alejado de la actividad frenética del mundo, 250 páginas junto a una prisionera desconocida, una artista marginada. A veces sucede que un lector se ve afectado; se retira del mundo para regresar más fuerte, más agudo, más obstinado. Y esta fuerza, modesta, se unirá tal vez a fuerzas más amplias. Políticas. Así que ya veremos. Creo que puedo decir, fríamente, factualmente, que he dado voz a Fernand Iveton; y que otras veces, nada, silencio, solo meter la pata. Una vez que el libro ha salido, ya no me pertenece. Hice lo que podía hacer.
K: En tus libros hablas de Argelia, de Kanaky (Nueva Caledonia), de Vietnam. La cuestión anticolonial parece algo central en tu trabajo. ¿Se inscribe ahí también este libro?
J: Sí. El Kurdistan lleva una lucha contra cuatro Estados imperialistas y los revolucionarios kurdos se declaran abiertamente parte de la lucha anticolonial mundial. Nûdem Durak, en sus páginas, no deja de hablar de esto. Hace unos días leía en la prensa anglosajona el testimonio de un combatiente kurdo, capturado y luego apaleado por agentes israelíes. Decía: “Si conoces Vietnam, conoces el Kurdistan… un nuevo Vietnam en nuestros corazones”, Sami ha escrito en un poema: “Al prisionero indefenso de Diyarbakir, a la hoja de árbol de Vietnam, al ser vivo de Hiroshima y Nagasaki, al bebé huérfano de Sabra y Chatila”. Por su parte, un escritor palestino, Mazen Safi, ha escrito: “Que todo el mundo se dé cuenta que la sangre kurda y árabe estuvo y sigue estando unida, pura, en defensa de la dignidad y la libertad de los pueblos kurdo y palestino”. Entonces sí, sin duda, despliego este largo hilo.
K: Pareces indeciso con el término de “investigación”. Y, de hecho, no está clara cuál es la naturaleza de este libro: ¿es un extenso reportaje periodístico? ¿Un diario de viaje? ¿Un alegato de abogado? Sin embargo, mencionas a varios escritores: Jean-Paul Sartre, Jean Genet, Víctor Hugo, André Gide…
J: Es un formato bastante compuesto, entiendo. Pero como lo fue Kanaky. No soy periodista ni abogado, solo escritor, lo que significa que a veces puedo ir y tomar algunas de sus herramientas. Hablábamos de Halimi, pero existe una tradición literaria internacionalista francesa a la que me siento particularmente cercano. Poco después de la Comuna, Louise Michel publicó Légendes et chants de gestes canaques. En la década de 1920, los escritores Léon Werth y André Gide publicaron Cochinchine y Voyage au Congo. En 1982, Genet escribió sobre las masacres de Sabra y Chatila y después, con Un captif amoureux, sobre las Panteras y los fedayín. Podríamos hablar también de Maspero en los Balcanes. Tengo la impresión de seguir el camino que ellos, hace mucho tiempo, indicaron.
K: ¿Y Sartre?
J: Una día se le pidió que explicara su atracción por las vidas vividas, las vidas no ficticias. Él respondió: “Mi propósito es tratar de mostrar el encuentro entre el desarrollo de la persona, tal como el psicoanálisis lo esclarece, y el desarrollo de la Historia […] Lo que me gustaría mostrar es cómo un hombre llega a la política, cómo es captado por ella, cómo es que se hace otro por ella”. Lo entiendo muy bien.
K: Una última cuestión. Tus seis primeros libros fueron publicados por Actes Sud. Éste, en cambio, fue publicado por una pequeña editorial independiente de izquierda radical. ¿A qué se debe?
J: Es simple. Me había comprometido con ellos para publicar un libro sobre poesía, un libro que al final no quise terminar. Así que les debía un texto, moralmente hablando. Y para publicar un libro de luchas, me pareció natural recurrir a la edición revolucionaria. Además, Ici-bas ha hecho de la cuestión anticolonial uno de sus centros de interés.
K: Muchas gracias, Joseph.
Joseph Andras (1984) es un escritor francés radicado en Normandía. Las novelas A lo lejos el cielo del sur & Así les hacemos la guerra (2021) son sus únicos libros traducidos al español. Además, ha publicado las novelas De nos frères blesses (2016) y Pour vous combattre (2022). El texto poético S’il ne restait qu’un chien (2017). La crónica Kanaky. Sur les traces d’Alphonse Dianou (2018) y ahora recientemente Nûdem Durak. Sur la terre du Kurdistan (2023) escrito por Nûdem y Joseph.
Andras escribe en torno a historias y el presente de la tradición socialista, democrática y revolucionaria, combinando géneros y voces, develando los estratos del conflicto.
Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).