El feminismo no ha dejado de ser contra-hegemónico: buscamos revertir el orden impuesto y nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de retrocesos propiciados por grupos reaccionarios. Y por otro, es imprescindible que el movimiento feminista le hable a las mayorías y que ponga sus temas en la agenda pública.
por Camila Aguayo
Imagen / Marcha 8M, 8 de marzo 2023, Santiago, Chile. Fuente.
Este 8 de marzo volvimos a ser testigos de una movilización masiva: más de 400 mil mujeres y niñas se congregaron en las calles de Santiago y cientos más en las distintas regiones del país. Es un hito relevante, luego de tres años de pandemia y la derrota sufrida el 4 de septiembre.
Esta masividad no debe darse por obvia: el movimiento feminista ha logrado hacer sentido común, mostrándose como una herramienta de cambio, principalmente en la denuncia y acción frente a la violencia de género. Pero tampoco debe encandilarnos. Luego del triunfo del rechazo, el movimiento feminista (en su amplia y diversa composición) se encuentra en un momento de repliegue que demanda repensar estrategias y alianzas, ya sea desde los movimientos sociales o desde los espacios institucionales.
Para ello, es importante recordar que el Proceso Constituyente propició un necesario y profundo debate en las feministas. Logramos zanjar acuerdos relevantes y articularnos con nuestras respectivas diferencias. Como señalé, el triunfo del rechazo fue un duro golpe e implicó un repliegue, pero el debate constitucional dejó un importante programa para el movimiento feminista, un proyecto que busca mejorar la vida de todas y cada una de las personas. La democracia paritaria y feminista, el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados y la garantía de nuestros derechos sexuales y reproductivos trazan una hoja de ruta clara y robusta para la acción de las feministas.
¿Significa aquello que el feminismo se ha vuelto hegemónico? La filósofa Alejandra Castillo [1] dice que “sí y no”, ya que existe una disonancia importante entre la extrendida subjetividad feminista y las formas en que todavía se perpetúa la subordinación hacia las mujeres. Un planteamiento relevante dado el contexto en el que nos encontramos. Ya que, por un lado, el feminismo no ha dejado de ser contra-hegemónico: buscamos revertir el orden impuesto y nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de retrocesos propiciados por grupos reaccionarios. Y por otro, es imprescindible que el movimiento feminista le hable a las mayorías y que ponga sus temas en la agenda pública.
La contingencia impone desafíos muy concretos en este sentido. Nos enfrentamos a un momento de crisis económica, que encarece cada vez más el costo de la vida, mientras la mayoría de los salarios se mantienen intactos. Lo que ha implicado un empobrecimiento de las familias chilenas y particularmente, de las mujeres, dada su mayor carga en el trabajo doméstico y de cuidados. Justamente a esto nos referimos las feministas cuando hablamos de la precarización de la vida, que se ha vuelto una de las demandas más relevantes en los últimos 8M. Y, sin embargo, sigue siendo difícil mostrar que el feminismo es capaz de entregar una alternativa concreta y material a la precarización.
Me refiero, con esto, a la capacidad del movimiento feminista para hablarle y hacer parte a la clase trabajadora de forma concreta. A aquellas mujeres que semana a semana ven el aumento de los precios en los supermercados y ferias, a aquellas que debieron dejar sus trabajos remunerados para cuidar a otros/as y aquellas a las que el sueldo les alcanza cada vez menos. En suma: el movimiento feminista necesita proponer ideas concretas para hacer frente a esta crisis. Por ejemplo, respecto al reajuste de los salarios, a políticas efectivas sobre los cuidados y las adversidades que enfrentan las mujeres y las disidencias sexo-genéricas en el mundo del trabajo.
En consecuencia: si la fuerza de trabajo de las mujeres es fundamental para la reproducción de la vida y funcional al mantenimiento del capitalismo, el feminismo resulta clave para paliar la crisis y para proponer un nuevo sistema y forma de vida. Y este feminismo, como señalan Aruzza, Bhattazharay y Fraser, debe ser para el 99% [2].
Las propuestas que hagan frente a la crisis, cabe señalar, deben ir de la mano con garantizar formas de organización para las mujeres trabajadoras. Ya que sin estas formas se hace imposible que la clase trabajadora participe de la movilización. Se trata de asegurar la capacidad de huelga efectiva, de que las mujeres tengan una mayor participación e incidencia en el sindicalismo y en las negociaciones colectivas, y de garantizar condiciones laborales que permitan la movilización. Con esto, claro, nadie está inventando la rueda: se trata, justamente, de pensar en el origen del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
En todo esto, el movimiento feminista tiene un interlocutor claro, no sólo en la participación de la creación de las políticas públicas, sino también como un actor para interpelar. Un Gobierno que se dice feminista, es un personaje clave para mostrar la potencia feminista y exigir el cumplimiento de su programa.
Sin duda hay otras cuestiones fundamentales respecto a las cuales hay que asegurar en este período, principalmente sobre la autonomía de nuestros cuerpos y el acceso al aborto sin causales y ahí, nuevamente tensionar al Gobierno.
Frente al avance de los populismos de derecha que ofrecen salidas “fáciles” en los momentos de crisis, el movimiento feminista tiene un desafío clave, que es mostrarse como alternativa posible para cambiar y mejorar nuestras vidas y para sin duda, debe tener la capacidad de llegar a la gran mayorías de las mujeres.
Notas
[1] Alejandra Castillo, “Contrahegemonía feminista” https://antigonafeminista.wordpress.com/contrahegemonia-feminista/
[2] Cinizia Arruzza, Tithi Bhattacharaya, Nancy Fraser, “Feminismo para el 99%. Un manifiesto” (2019), Rara avis.
Camila Aguayo
Licenciada en Psicología de la U de Chile. Activista feminista.