Brasilia 2023: el neofascismo latinoamericano al asalto del poder

En América Latina vivimos tiempos de incertidumbre y de crisis, momentos que dan fuerza a salidas extremistas y reaccionarias como la que representan hoy los seguidores de Bolsonaro en Brasil. Frenar el crecimiento de la extrema derecha -representada en Chile por fuerzas como los autodenominados “Patriotas” pero también por sectores de Republicanos, la UDI y el PDG- requiere no sólo la declaración de intenciones, sino una acción decidida por parte de todas las fuerzas de izquierda y que estén comprometidas con el combate al fascismo, entregando respuestas concretas a las necesidades del pueblo chileno y una agenda transformadora que se aleje de los gestos y simbolismos y se afirme en las demandas más sentidas del mismo.

por Felipe Ramírez

Imagen / Graffitti en ruta BR-060, Brasil. Fuente: Brasil de Fato.


Este domingo 8 de enero todas las señales y amenazas que se acumulaban desde hace semanas se transformaron en realidad: en Brasilia miles de neo-fascistas, seguidores del ex presidente Bolsonaro, asaltaron los tres poderes del Estado en un intento de forzar un Golpe de Estado que derribara al Presidente Luis Inacio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores, quien tomara posesión de su cargo una semana antes.

Aprovechando una jornada en que las autoridades no se encontraban ni en el Congreso, ni en el Tribunal Supremo ni en la Presidencia, los extremistas intentaron tomarse el verdadero corazón del poder en Brasil, contando con la desidia y la inacción de la Policía Militar del Distrito Federal, que los escoltó sin hacer esfuerzos para detenerlos entre su campamento ubicado frente al Cuartel General del Ejército hasta la Plaza de los Tres Poderes.

El inédito ataque a la democracia brasileña recibió el rápido repudio de los gobiernos de la región, algunos de los cuales expresaron incluso su disponibilidad de enviar fuerzas policiales para apoyar a Brasilia, así como de gobiernos de otras latitudes incluido Estados Unidos, aislando rápidamente a los golpistas.

Tras tres horas de confusión, en la que pudieron verse imágenes contradictorias de policías intentando controlar a los extremistas y otros uniformados no sólo actuando con desidia -llegando a abandonar sus puestos para tomar jugo en un carrito- si no que en algunos casos confraternizando abiertamente con los golpistas.

Tras tres horas y luego de la decisión del gobierno de intervenir a nivel federal el Distrito Federal hasta el 31 de enero, lo que le permitió tomar el control de la seguridad pública, la policía recuperó los edificios gubernamentales y tomó detenidos a gran número de manifestantes -las cifras en los medios de comunicación varían entre 200 y 400-.

En un discurso televisado en directo, Lula calificó los hechos como terroristas y advirtió que los fascistas serán identificados y castigados al igual que sus financistas, apuntando sin mencionarlo al ex presidente Bolsonaro quien huyó a fines de diciembre a Estados Unidos. Además, en quizás la arista más preocupante en este minuto, denunció abiertamente que la Policía MIlitar de Brasilia no había cumplido con su misión, y que se investigarían los hechos.

Por su parte Alexandre de Moraes, Ministro del Supremo Tribunal Federal de Brasil, ordenó la salida de su cargo del gobernador de Brasilia, el bolsonarista Ibaneis Rocha por 90 días, mientras se investiga si cumplió algún papel en la fallida asonada ya que aseguró que los hechos no podrían haber ocurrido sin la anuencia o la participación efectiva de las autoridades responsables de la seguridad pública y la inteligencia. El ministro dio además instrucciones a todas las fuerzas de seguridad del Estado para liberar todas las vías y edificios públicos ocupados por la extrema derecha en la capital.

El diario Folha de Sao Paulo incluso ha dado a conocer un audio en el que el “número dos” de la Secretaría de Seguridad de Brasilia, Fernando de Sousa Oliveira, le informaba al suspendido gobernador Rocha que habían negociado con los fascistas su ingreso ordenado y pacífico a la Explanada de los ministerios, momentos antes de que iniciaran el asalto a los edificios gubernamentales.

Rocha había intentado horas antes desmarcarse del intento de golpe de Estado con un video en el que pedía disculpas al Presidente Lula y a los poderes del Estado por los hechos, y había destituido al secretario de Seguridad y ex ministro de Justicia de Bolsonaro, Anderson Torres, quien coincidentemente se encontraba de vacaciones en Florida -igual que Bolsonaro- desde la semana pasada, aunque ha negado toda relación con los hechos.

En momentos en que termino de escribir este breve artículo, se confirmó la noticia de que los campamentos bolsonaristas fueron desalojados por la policía y el ejército, luego de una noche plagada de rumores de tensiones entre ambas ramas de las fuerzas de seguridad y con un cerco que impidió que quienes huían de la Explanada de los Ministerios pudieran refugiarse con sus aliados. Mientras tanto, se espera la identificación de miles de fascistas prófugos mediante las numerosas imágenes y videos que circulan en redes sociales y que ellos mismos publicaron.

Un golpe anunciado ¿una reacción contundente?

A pesar de la facilidad con la que los golpistas pudieron actuar este domingo, lo cierto es que la trama estaba anunciada hace semanas, incluso desde antes de que Lula tomara posesión de su cargo. El 12 de diciembre ya habían atacado la sede de la Policía Federal en la capital, y el 24 de diciembre un mediano empresario bolsonarista, que había participado de los campamentos en Brasilia y que tenía un arsenal en su casa, fue atrapado cuando preparaba un atentado explosivo en un camión de combustible en el aeropuerto capitalino, en un intento de generar caos que justificaran un Golpe militar.

Tras más de dos meses de campamentos y de presiones por parte de los fascistas sobre el ejército para que tomaran el poder, y el silencio permisivo de Bolsonaro quien se ha negado hasta hoy a reconocer su derrota en una actitud muy similar a la de su padrino Trump, con la llegada del nuevo año las cosas se aceleraron.

Según informa O Globo y el sitio web 20minutos, el 5 de enero comenzó a organizarse el asalto a Brasilia, con casi 17 mil grupos de whatsapp difundiendo la información. El domingo en la mañana de hecho miles de personas se movilizaron hacia la capital en buses para participar de las acciones golpistas, en un movimiento imposible de ignorar por parte de los aparatos de seguridad e inteligencia del Estado.

La alusión al asalto al Capitolio de Washington hace dos años es innegable: no sólo Bolsonaro es íntimo de Donald Trump, si no que el discurso que ha levantado y su actitud ante su derrota electoral es la misma, alimentando los delirios conspiranoicos de sus seguidores y sus ánimos golpistas. Nadie podía ignorar lo que se estaba preparando, la duda es ¿por qué las instituciones de seguridad se demoraron en actuar y permitieron que la situación escalara de esta manera?

En este momento las principales dudas recaen en si la reacción por parte del gobierno será lo suficientemente dura como para disuadir nuevas intentonas golpistas, o si permitirá, tal como en Estados Unidos, que el fantasma de la extrema derecha continúe campando en completa impunidad.

Los resultados de la última elección dejan al gobierno del PT con la necesidad de negociar con un amplio espectro de partidos políticos para desarrollar su programa, y de hecho en el Congreso la bancada del Partido Liberal, de Bolsonaro, es la más grande. Por todo ello, la nueva correlación de fuerzas que emerja de esta crisis será clave para ver si el gobierno saldrá fortalecido o no.

Como comentábamos en una columna escrita en 2021 (https://www.revistarosa.cl/2021/01/11/washington-2021-otro-munich-1923/), la falta de una reacción contundente puede permitir una rearticulación de las mismas fuerzas sociales que impulsaron el fallido golpe, pero de una forma más sofisticada, similar a los cambios impulsados por los nazis entre Munich en 1923, y su toma del poder una década después.

En ese sentido, cobra gran importancia la declaración emitida por el Partido Socialismo y Libertad de Brasil, que entre otras medidas que incluían casi todas las implementadas por el Presidente Lula y el Tribunal Supremo, incluye el “refuerzo de la movilización popular contra el golpe bolsonarista, con la convocatoria inmediata de actos callejeros con todos los sectores comprometidos con la defensa de la democracia”, de manera de galvanizar y dotar de dirección al amplio campo que hoy se ha negado a ser partícipe de la farsa fascista.

Al mismo tiempo, si bien los gobiernos de América del Sur reaccionaron rápidamente en contra del golpe fascista, queda claro que urge la generación de un espacio regional que permita tomar posiciones comunes ante este y otros desafíos, como ya se hiciera al alero de UNASUR frente a las crisis en Bolivia y Ecuador. El retorno de Lula en Brasil abre la puerta a que podamos contar con espacios de esa categoría, ajenos a rencillas ideológicas y que permitan fortalecer las ventajas comparativas de nuestros países en el concierto internacional.

En los años 30 se comentaba en los deprimidos ambientes obreros, golpeados por la sucesiva cadena de triunfos reaccionarios y fascistas en Europa, que preferían “morir como en Viena que rendirse como en Berlín”, aludiendo a los intentos desesperados de los socialdemócratas y comunistas austríacos en febrero de 1934 para detener la imposición de la dictadura de extrema derecha, en contraposición a la derrota sin resistencia vivida en Alemania tras el triunfo de Hitler y las leyes especiales aprobadas luego del incendio del Reichstag.

En América Latina vivimos tiempos de incertidumbre y de crisis, momentos que dan fuerza a salidas extremistas y reaccionarias como la que representan hoy los seguidores de Bolsonaro en Brasil. Frenar el crecimiento de la extrema derecha -representada en Chile por fuerzas como los autodenominados “Patriotas” pero también por sectores de Republicanos, la UDI y el PDG- requiere no sólo la declaración de intenciones, sino una acción decidida por parte de todas las fuerzas de izquierda y que estén comprometidas con el combate al fascismo, entregando respuestas concretas a las necesidades del pueblo chileno y una agenda transformadora que se aleje de los gestos y simbolismos y se afirme en las demandas más sentidas del mismo.

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).

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