Para el centenario de la revolución de 1917 en Rusia, retomamos a continuación bajo la forma de notas, algunos propósitos contenidos en esta obra sobre el tema de la experiencia soviética. En dicho análisis, el concepto de “capitalismo de Estado” proveniente de las oposiciones comunistas y anarquistas en el Partido bolchevique sigue siendo de los más pertinentes. Pero está unilateralmente orientado sobre los únicos debates alrededor de la manera de conducir la revolución cuando no hace más que tematizar la cuestión de la apropiación del “plusvalor”. Si ello permite pesar el rol del Estado como capitalista colectivo poniendo ideas en acción el capitalismo del Este les corresponde bien la configuración Estado-céntrica propia de la restructuración del capitalismo después de la Primera guerra mundial, no permite de todas formas de tomar de manera adecuada la realidad de lo que surgió en los países del Este, al menos en su nivel más profundo y fundamental.
por Clément Homs
Traducción de Emilio Guzmán Lagreze
Imagen / Familia de clase trabajadora soviética, 3 de septiembre 1976, Kiev, Ucrania. Fotografía de Boris Kavashkin.
En su obra, El colapso de la modernización. Del colapso del socialismo de cuartel a la crisis del mercado mundial aparecido en 1991, traducido ahora en portugués y recientemente en español (2016) y en italiano (2017), Robert Kurz desarrolla por la primera vez en dirección a un amplio público varias de las primeras características de la crítica del valor.
Para el centenario de la revolución de 1917 en Rusia, retomamos a continuación bajo la forma de notas, algunos propósitos contenidos en esta obra sobre el tema de la experiencia soviética. Si ésta no tiene nada de “revolución traicionera”, el concepto de “totalitarismo” es desde un largo tiempo criticado por los historiadores del fascismo, del nazismo o del comunismo (ver por ejemplo la obra de Ian Kershaw así como la de Pierre Ayçoberry, La question nazie). Es poco decir huele bien a las ideologías de auto-legitimación provenientes de la Guerra Fría a las cuales contribuyeron un determinado número de filósofos al servicio de una crítica afirmativa de lo existente y así todavía encerrada dentro de los límites de la matriz fetichista a priori.
El concepto de “capitalismo de Estado” proveniente de las oposiciones comunistas y anarquistas en el Partido bolchevique sigue siendo de los más pertinentes. Pero está unilateralmente orientado sobre los únicos debates alrededor de la manera de conducir la revolución cuando no hace más que tematizar la cuestión de la apropiación del “plusvalor”. Si ello permite pesar el rol del Estado como capitalista colectivo poniendo ideas en acción el capitalismo del Este les corresponde bien la configuración Estado-céntrica propia de la restructuración del capitalismo después de la Primera guerra mundial, no permite de todas formas de tomar de manera adecuada la realidad de lo que surgió en los países del Este, al menos en su nivel más profundo y fundamental.
En un sentido, el concepto de “capitalismo de Estado” tenía aún el inconveniente de contener implícitamente una forma de anticapitalismo truncado que identificaba de manera superficial al capitalismo solamente con las clases dominantes (una forma de “clasismo”) no tomando en cuenta por tanto, que la crítica de la “plusvalía” en un sentido puramente superficial y sociológico, a saber, en el sentido de su “apropiación” por la “clase capitalista”, lo que luego hizo la URSS, por medio del”Partido-Estado”. Ello no era la forma del valor funcionando en bucle y de forma fetichista enrollándose alrededor de esta substancia del capital que es la abstracción-trabajo, que eran denunciadas como escandalosas, pero únicamente su “distribución desigual” en dirección de ahora en adelante no más de la clase burguesa sino de la nueva clase burocrática en la URSS. Ese “marxismo del trabajo” transmitido por oposiciones comunistas a los Bolcheviques por tanto indudablemente más simpáticas políticamente hablando, seguía en verdad prisionera de la ideología de una simple “justicia redistributiva”, afirmando positivamente al trabajo, el modo de producción industrial percibido como puramente técnico y extracapitalista y la riqueza abstracta capitalista (el valor). En tomando por dinero en efectivo la apariencia transhistórica del “trabajo”, este último fue percibido por la “ultra-izquierda” marxista como un principio transhistórico-ontológico de estructuración de la vida social de todas las sociedades humanas. Se oponía la riqueza social producida por todos (y por tanto universal) gracias al gasto de ese trabajo concebido como fundamento ontológico, a su apropiación con fines particularistas, dicho de otra forma se oponía la producción industrial naturalizada y percibida como “extracapitalista”, a la propiedad privada y al mercado que eran solo identificados al capitalismo. Necesariamente, la revolución socialista, luego comunista era entonces percibida como una transformación del modo de distribución, una simple crítica del mercado y de la propiedad privada que proyecta dentro del comunismo, el trabajo y el modo de producción industrial característicos del capitalismo. La revolución que no era más la auto-abolición del proletariado y del trabajo, sino la auto-realización del proletariado y la afirmación del trabajo, implicaba en lo sucesivo la “misión civilizatoria” de la implementación reforzada de la forma de vida capitalista y no su abolición. Ese marxismo tradicional compartido por la crítica comunista del bolchevismo al igual que para ese último, reducía de manera sociológica la cuestión de la dominación social y de la explotación bajo el capitalismo a una simple dominación y explotación de clase al seno de un frasco de formas sociales basales olvidadas, no cuestionadas, ahí con ello olvidaría el núcleo de la crítica marxiana de la economía política, la crítica categorial y del fetichismo como inversión real (ver Anselm Jappe, Les Aventures de la marchandise, La découverte, 2017). Esta forma de anticapitalismo truncado no podía lógicamente e históricamente más que pasar al lado de la crítica radical de la naturaleza de la producción, del crecimiento, de la producción industrial como materialización adecuada del proceso de valorización, del trabajo y del valor comi riqueza abstracta específica a la forme de vida social capitalista.
Como lo ha remarcado Gabriel Ferreira Zacarias mostrando que Debord se aproxima a una caracterización marxiana del capitalismo como un “sujeto autómata” principalmente cuando ha evocado a la URSS [1], es claro que Debord comenzó a ir más allá del concepto de ultra-izquierda de “capitalismo de Estado”, incluyendo ahí dentro de su teorización la de Castoriadis y Socialisme ou Barbarie. Su crítica va en efecto mucho más lejos cuando en la tesis de La société du spectacle señala : “ella [la burocracia] es la continuación del poder de la economía, la salvación de la esencia de la sociedad mercantil manteniendo al trabajo-mercancía. Es la prueba de la economía independiente, que domina la sociedad al punto de recrear por sus propios fines la dominación de clase que le es necesaria : lo que significa que la burguesía ha creado una potencia autónoma que, en tanto que subsista esta autonomía puede llegar hasta sobrepasar la de una burguesía”.
Dentro de su obra, Kurz no busca una alternativa teórica al concepto de “capitalismo de Estado”, sino que completar y profundizar su pertinencia a través de la elaboración de un concepto con el fin de tomar la experiencia soviética esta vez, más fundamentalmente – ir a la raíz ! – a partir del plan de abstracción de lo que constituye para Marx la esencia del capitalismo y no simplemente sus formas fenomenales superficiales, mostrando el problema de la a-sincronización de la génesis histórica del capitalismo en el mundo entero. La iniciativa era un reto inédito, ya que la producción teórica debía comprender tanto la realidad del modo de producción soviético a partir de las formas basales del capitalismo – el trabajo, el valor, el dinero et la mercancía – así como relatar aquello que ya formaba parte dentro del marxismo tradicional Bolchevique – y no solamente -, de una forma de anticapitalismo truncada ontologizante et afirmativa lo que paradojalmente estaba en el núcleo mismo del capitalismo. La recuperación de un objeto fenomenal histórico a partir de la reanudación de los debates teóricos de fondo en relación al plano de abstracción de la esencia del capitalismo, formaba parte del método indicado por Marx – “elevarse de lo abstracto a lo concreto” (Introducción de 1857 a los Grundrisse) – e iba a ser una nueva demonstración de la importancia de hacerse de la teoría critica para interpretar de manera adecuada la historia y considerar la posibilidad misma de la emancipación.
Recuparada por ese plano de abstracción más fundamental a la luz de la crítica categorial marxiana, la URSS no ha sido más que una variante de la sociedad mundial de la mercancía, ella fue una “Revolución francesa en el Este” : se trataba según Kurz, de una “modernización de recuperación”, es decir, la introducción violenta por el Estado de los mecanismos de base de la producción del valor dentro de un país atrasado que de otra forma no hubiera podido jamás devenir una parte autónoma del mercado mundial. Los métodos del capitalismo de Estado Soviético eran, por otra parte similares a aquellas puestas en obra en occidente entre el siglo XVI al XIX . La modernización de recuperación no debe ser reducida a su aspecto socio-técnico, en el sentido de una simple industrialización de recuperación como lo podría pensar una crítica anti-industrial. Lo que está en juego, fundamentalmente, es la puesta en lugar tardía de las formas sociales de un nuevo sistema de producción de mercancías, implicando el reemplazo de las relaciones sociales premodernas por la monetarización y la economización de todas las relaciones sociales : la constitución de una nueva comunidad material del capital.
La elaboración del concepto de “modernización de recuperación” fue uno de los primeros resultados prometedores de la “revolución teórica” inaugurada por Krisis en 1987, por lo que encontraremos una presentación más detallada en el artículo siguiente “Modernisation de rattrapage : capitalisme d’Etat, socialisme réellement existant, URSS, décolonisation et développement”. En vista de ese nuevo concepto que interpreta lo concreto a partir de sus determinaciones abstractas más simples, si la URSS no era “socialista”, ello no fue entonces debido solamente a la dictadura de un estrato de burócratas, como lo afirmaba la izquierda anti-Stalinista que oponiéndose al Estado, la forma-consejo y luego la “autogestión” de las empresas, dejando intacta y fuera de su alcance a la ontología capitalista la cual no dejaba a su vez, de afirmar positivamente. La verdadera razón del carácter no socialista de la URSS era que las categorías centrales del capitalismo – mercancía, valor, trabajo, dinero –no estuvieron para nada abolidos. Se pretendía solamente gestionarlos “mejor”, al “servicio de los trabajadores”. Así entre 1989-1991, ello no era una “alternativa” al sistema capitalista que se estaba cayendo, sino que el “eslabón más débil” de ese mismo sistema. Ilustraremos sus notas mediante citas de Lenin, de Stalin y mostraremos como la Rusia contemporánea se reclama positivamente en el siglo XXI , en los discursos de Vladimir Putin de la herencia directa de la modernización de recuperación operada por el partido Bolchevique.
1. Sociologismo de la lucha de clases y presupuesto de la forma burguesa
La ilusión del Estado social capitalista se encuentra de manera ejemplar en Lenin quien declara que el Imperio alemán era un modelo para la economía soviética naciente. Se conocía su apología del correo alemán que toma como modelo de organización para su socialismo en «El estado y la revolución” escrito a partir de finales del verano de 1917 :
“Un ingenioso socialdemócrata alemán de la década del setenta del siglo XIX dijo que el correo era un modelo de economía socialista. Nada es más justo. Actualmente, el correo es una empresa organizada sobre el modelo de un monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va transformando poco a poco todos los trusts en organizaciones de este tipo. En ellos vemos esa misma burocracia burguesa entronizada sobre los “simples” trabajadores, agobiados por el trabajo y hambrientos. Pero el mecanismo de la administración socialista ya está preparado aquí. Solo hay que derrocar a los capitalistas, destruir, con la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de estos explotadores, romper la máquina burocrática del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del “parásito” y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por los mismos obreros unidos, contratando a técnicos, inspectores y contables y retribuyendo el trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios “del Estado” en general, con el salario de un obrero. Tal es la tarea concreta, práctica, realizable inmediatamente con respecto a todos los trusts, que libera a los trabajadores de la explotación y que tiene en cuenta le experiencia iniciada ya prácticamente (sobre todo en el terreno de la organización del Estado) por la Comuna. Toda la economía nacional organizada como el correo, para que los técnicos, los inspectores, los contables y todos los funcionarios en general perciban sueldos que no sean superiores al “salario de un obrero”, bajo el control y la dirección del proletariado armado: tal es nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que necesitamos y la base económica sobre la cual debe descansar”.
En mayo de 1918 Lenin lo señala mejor en su texto “Sobre el infantilismo de izquierda y las ideas pequeño burguesas”, en el cual buscará directamente instrumentalizar el capitalismo de Estado (lo que será el fundamento del horizonte revolucionario truncado) :
“El capitalismo de Estado es, desde el punto de vista económico, infinitamente superior a nuestra economía actual. He ahí un primer punto. En seguida, no tiene ninguna cosa a la que el poder de los Soviets deba temer, ya que el Estado soviético es un Estado en el cual se está asegurado tanto el poder de los obreros como el de los pobres. […]Para aclarar aún más la cuestión, demos antes que todo un ejemplo muy concreto del capitalismo de Estado. Todo el mundo sabe cual es este ejemplo: El de Alemania. Encontramos en ese país la “última palabra” de la técnica moderna del gran capitalismo y de la organización metódica al servicio del imperialismo burgués y de los junkers. Supriman las palabras mencionadas, reemplacen el Estado militar, el Estado de los junkers, el Estado burgués e imperialista, por otro Estado, pero que este sea un Estado social diferente, teniendo un contenido de clase, a saber, por el Estado Soviético, es decir, aquel del proletariado, y ustedes obtendrán todo el conjunto de condiciones y beneficios que otorga el socialismo. El socialismo es imposible sin la técnica del gran capitalismo diseñado a partir de lo más actual de la ciencia más moderna, sin una organización de Estado que sea metódica, que ordene las decenas de millones de hombres con la observación más rigurosa propia de una normativa única en la producción y en el reparto de los productos”.
En El colapso de la modernización (1991), Kurz muestra que tales afirmaciones son no solo características de Lenin y de los Bolcheviques, sino que de todo el movimiento obrero (igualmente en Occidente), e incluso entre los “radicales de izquierda” quienes se oponen a Lenin en las disputas que les siguen. El fundamento teórico e ideológico de tal forma de pensar se caracteriza por tener una comprensión extrañamente sociológica de la socialización y de las formaciones sociales históricas. La teoría marxista convirtiéndose en marxismo vulgar, nos ha quitado la crítica formal del sistema de reproducción moderno-burgués. El desarrollo agudo de la crítica marxiana de la forma-mercancía que conduce al concepto de fetichismo ha sido eliminado, proscrito más allá de la teoría y de la historia, y ha sido considerado como obscuro, así como también ha sido degradado considerándose como un simple fenómeno subjetivo de la conciencia.
En lugar de un concepto que captara la forma del sistema productor de mercancías y de la historia de sus condiciones de desarrollo, apareció una comprensión reductora de la “lucha de clases” como supuesto fundamento de la socialización, el cual de constitutum se transforma en constituens, el fenómeno derivado de las clases sociales fue entonces convertido en fundamento indiscutible. No se critica más al capital propiamente tal, como forma-relación, sino que a “los capitalistas”, quienes devienen en sujetos que personifican la relación social mercantil, en realidad desprovistos del carácter del propio sujeto. Las “clases” mitificadas en tanto que meta-sujetos sociales, adquieren un carácter familiar, tales como los dioses antiguos quienes se presentan con caracteres terrestres. Así, la categoría social analítica de la “clase obrera” se convierte en una persona colectiva inmediata dotada de una identidad consistente, que obra históricamente independiente de las personas realmente empíricas.
La identidad de clase encuentra su fundamento dentro de una ontología del trabajo errónea, que no se comprendía como un momento y un elemento del fetichismo de la mercancía, sino que en un sentido casi bíblico (más precisamente “protestante”) como la esencia eterna de la humanidad la cual no podía ser violada desde el exterior, por la acción de los sujetos “explotadores” que eran”los capitalistas”. A la inversa, podríamos ver ello desde el otro lado, a través de la pretendida liberación de la relación con el capital concebido como simple pérdida de poder de los “capitalistas”, o peor, bajo la forma de una liquidación jacobina. La posición de las críticas a los “radicales de izquierda” de Lenin, eran en mayor medida burgues-jacobinista [2] proponiendo simplemente “la eliminación total de la burguesía” como pretendida alternativa al “capitalismo de Estado”. La argumentación de Lenin tenía necesidad de ser plausible por la comprensión de los viejos movimientos obreros. Cuando el trabajo estaba afirmado como fundamento positivo por todo el “socialismo” visto, independientemente de su determinación formal socio-histórica, ello debía ser igualmente válido para las categorías de base del sistema productor de mercancías. Una teorización completa del trabajo abstracto como substancia del capital, le faltaba a Lenin (y no solamente a él). Para Lenin, el trabajo reaparece como reflexión positiva dentro de su grosera comprensión, difusa y desconceptualizada propio de la “contabilidad económica” o del “mecanismo de la gestión social de la economía”. Esta construcción conceptual fue una comprensión naïve de la lógica del capital, y tomó el camino de lo que podríamos llamar hoy en día como un pensamiento “socio-tecnológico”.
2. Lenin: “Meternos en la escuela del capitalismo de Estado de los Alemanes”
Otra cita de Lenin muestra la naturaleza del modelo bolchevique como modernización de recuperación burguesa, viene nuevamente desde el texto de Lenin escrito en mayo de 1918 “Sobre el infantilismo de “izquierda” y las ideas pequeño-burguesas” :
“Mientras la revolución tarde aún en “eclosionar” dentro de Alemania, nuestro deber es el de meternos en la escuela del capitalismo de Estado de los Alemanes, de aplicar todas nuestras fuerzas en asimilarlo, de no escatimar en los procedimientos dictatoriales para implantarlos en Rusia aún más rápido que lo hecho por Pedro I° para las costumbres occidentales en la vieja Rusia bárbara, sin retroceder ante el empleo de métodos bárbaros contra la barbarie. Si se encuentra entre los anarquistas y los socialistas revolucionarios de izquierda (sin querer me acuerdo, de los discursos pronunciados por Karelin y Gue en el Comite ejecutivo), capaces de razonar a lo Narciso que no es digno de revolucionarios “aprender” del imperialismo alemán, habrá que decirles una cosa: una revolución que creyera en serio a semejantes hombres se hundiría sin falta (y lo tendría bien merecido).”
Vemos ahí la identidad (y la continuidad) dentro del esfuerzo de modernización que Lenin establece entre los políticos Zaristas y lo que debían hacer los Bolcheviques. Encontramos la misma continuidad modernizante entre los reyes franceses, los fisiócratas y la obra de los revolucionarios franceses, un vínculo interno apuntado en L’Ancien régime et la Révolution por Tocqueville, para lo que es la modernización de las formas del Estado francés. En la Revolución Rusa, es el problema de la modernización burguesa de recuperación que llevó la máscara de un “problema del socialismo real” y fue reescrita como tal. La violencia de la modernización de recuperación Soviético-burguesa era un condensado en aceleración de los doscientos años de fuego y de sangre de la acumulación primitiva del Oeste-Europeo : estatismo neo-mercantilista, revolución francesa y jacobinismo, “acumulación primitiva socialista” (Preobrazhensky), ética “protestante” del trabajo, procesos de industrialización y modelo de la economía de guerra del Imperio Alemán (la famosa referencia a los correos alemanes y a los ferrocarriles). La forma fenomenal del lado abstracto del trabajo, es decir, el lado concreto del trabajo, en su nueva configuración taylorista, debía también servir según Lenin a una racionalización de toda la sociedad : porque solo el proceso de trabajo debía beneficiarse? (francamente…). Es claro que la modernización recuperatoria Alemana de la segunda mitad del siglo XIX, había sido percibida como un modelo por cantidad de personas dentro del movimiento obrero y no solamente ese, también ver principalmente el imperio Otomano y el Japón de Meiji. En efecto, el “socialismo” iba a ser idéntico al “Estado Racional” de J.-G. Fichte (en El Estado comercial cerrado), quien desde comienzos del siglo XIX, había facilitado ya, sin saberlo el modelo de todas las futuras oleadas de modernización recuperatorias, Europea, Japonesa, Rusa como aquellas procedentes de las descolonizaciones que siguieron después de la Segunda guerra mundial (las dictaduras de modernización).
El “mercado planificado” de los países del Este, como su nombre lo indica, no reniega en nada las formas sociales y las categorías del sistema productor de mercancías. En consecuencia, en el «socialismo real” aparecen todas las categorías fundamentales de la relación-capital : salario, valor y beneficio. Este vínculo interno entre la Revolución de Octubre y la Rusia de Vladimir Putin es lógicamente reconocida y afirmada por este último cuando reconoce la función modernizante fundamental avalada por la URSS y por la Rusia de hoy en día :
“Lo que les presento aquí, son mis conclusiones personales. La economía planificada tiene ciertas ventajas, ella ofrece la posibilidad de concentrar los recursos del Estado hacia la realización de las tareas esenciales. Es así que han sido resueltas las cuestiones de salud pública, lo que es un mérito indiscutible del Partido Comunista de aquella época. Así como han sido resueltas las cuestiones de educación – mérito incuestionable del Partido Comunista del aquella época. Es así como han sido resueltos los temas de industrialización y particularmente en materia de defensa nacional. Pienso yo que sin la concentración de los recursos estatales, la Unión Soviética no habría podido prepararse para la guerra en contra de la Alemania Nazi. Así habría sido muy grande la posibilidad de un fracaso, con consecuencias catastróficas para nuestra estructura estatal, para el pueblo Ruso así como los otros pueblos de la Unión Soviética. Y, por tanto para mí existen, efectivamente, innumerables ventajas con una economía planificada” (discurso de Vladimir Putin del 24 de Enero del 2016).
Solo un pensamiento “clasista” que tropieza con la alfombra del sociologismo y del reduccionismo fenomenológico, podría y puede aún perder de vista la identidad formal entre las diferentes vías y etapas de la “modernización” burguesa. Esta tradición estatista de la modernidad primitiva, mantiene la herencia directa del estatismo de la izquierda actual y un obstáculo mayor para toda transformación radical del presente.
3. Stalin y la modernización burguesa-soviética
Sobre el hecho que no se trataba de la “construcción del socialismo”, sino que más bien de una construcción retardada del capitalismo, Joseph Stalin tenía por otro lado toda su razón en el manual de su Historia del partido comunista de la URSS (1938) :
“Es indudable que la construcción de obras básicas tan gigantescas no podía realizarse sin una inversión de miles de millones de rublos[…] Y el país Soviético no era todavía, por aquél entonces, un país rico. En esto estribaba una de las principales dificultades de este período. Los países capitalistas solían crear su industria pesada a expensas de los recursos que afluían a ellos desde fuera: a costa del saqueo de las colonias, de las contribuciones impuestas a los pueblos vencidos y de los empréstitos extranjeros. El país de los Soviets no podía recurrir, por principio, para financiar la industrialización, a estas sucias fuentes de ingreso que brinda el saqueo de los pueblos coloniales o de los pueblos vencidos. En cuanto a los empréstitos extranjeros, la negativa de los países capitalistas a concedérselos cerraba a la URSS este camino. Había que encontrar dentro del país los recursos necesarios.”.
Si el capital-dinero no podía ser alcanzado exclusivamente más que a partir de los medios propios del país, ello significaba que el “material humano” debía ser cuajado sin piedad a fin de alcanzar la rigurosa producción de riqueza abstracta (el valor), a fin de transformar así el dinero en más dinero. No fue la falta de medios externos que fortaleció la presión de la acumulación interna, sino que más bien el carácter rezagado de todo el proceso, que exigía gastos considerablemente más importantes que lo que había sido necesario para establecer la acumulación primitiva en Occidente. Es fácil comprender que dentro de tal configuración histórica específica, el estatismo debía tener un rol más grande aún que en Occidente. Lo que los observadores burgueses tomaron siempre como un momento del “socialismo”, y que Johann-Gottlieb Fichte había llamado “el Estado racional” (en 1800 en su obra El estado comercial cerrado), debía devenir así una realidad. Stalin estuvo aquí en la continuidad de Lenin, y continúa poniéndose el problema de la modernización burguesa de recuperación reescribiéndola como un “problema del socialismo real”. Si là encore se lee correctamente y en laissant à la porte la ilusión histórica, encontramos à l’oeuvre cette même réflexion et formulación del problema en el manual de la Historia del partido comunista de la URSS de Stalin. A propósito de sus ”recursos necesarios al interior del país”, escribía :
“Y en la URSS se encontraron estos recursos. La URSS descubrió fuentes de acumulación desconocidas en todos los Estados capitalistas. El Estado Soviético disponía de todas las fábricas y empresas industriales, de todas las tierras confiscadas por la Revolución Socialista de Octubre a los capitalistas y terratenientes, del transporte, de los bancos, del comercio exterior e interior. Las ganancias obtenidas por las fábricas y empresas industriales del Estado, por el transporte, por el comercio, por los bancos, ya no las devoraba la clase parasitaria de los capitalistas, sino que se invertían en seguir desarrollando la industria[…] El Estado Soviético disponía de todas estas fuentes de ingresos. De ellas podían salir cientos y miles de millones de rublos para la construcción de la industria pesada. Lo único que hacía falta para abordar el problema de un modo rentable e implantar un severísimo régimen de economías en materia de gastos, racionalizar la producción, reducir los precios de coste de ésta, acabar con los gastos improductivos, etc”
Con una inocencia teórica total, Stalin describe aquí la lógica de acumulación del sistema productor de mercancías, que produce “beneficios” abstractos encarnados en la forma-dinero alejándose de las necesidades sensibles. “Poco” de dinero se transforma en “más dinero” a través de su propio movimiento en el proceso de administración de los recursos, que bajo el mandato del Estado (expropiador de la “clase parasitaria” de los antiguos “capitalistas”) ya no se presenta más como capitalismo. El “capitalismo de Estado” tan pobremente teorizado por Lenin y tan mal delimitado por el “socialismo”, se diluye en el concepto de socialismo propio del viejo movimiento obrero para formar al ser real del régimen de acumulación estatal.
Anexo
Lenin, la modernización burguesa-soviética y el problema de la constitución de una nueva “worhouse” a cielo abierto
Algunos extractos del texto de Lenin Las tareas inmediatas del poder de los Soviets, publicado el 28 de abril de 1918 en el n° 83 de la “Pravda” y en el Suplemento au journal “Izvestia del Comité ejecutivo central de Rusia” n° 85 :
“Ten tus cuentas con cuidado y conciencia, ajusta sabiamente tus gastos, no te dejes ir en la holgazanería, no robes, ten la más estricta disciplina en el trabajo, estas palabras de orden ridiculizadas con mucha razón por parte del proletariado revolucionario cuando la burguesía tenía dichas máximas para sus objetivos de dominación de clase hacia los explotados, devienen hoy en día, después del derrocamiento de la burguesía, las principales palabras de orden y leitmotiv de la vanguardia obrera”
[…]
“Por lo que se refiere a la segunda cuestión (el significado precisamente del poder dictatorial unipersonal desde el punto de vista de las tareas específicas del momento presente) debemos decir que toda la gran industria mecanizada -es decir, precisamente el origen y la base material de producción del socialismo- requiere de una unidad de voluntad absoluta y rigurosísima que dirija el trabajo común de centenares, miles y decenas de miles de personas. Esta necesidad es evidente desde tres puntos de vista -técnico, económico, e histórico- y cuantos pensaban en el socialismo la han tenido siempre por una condición para llegar a él. Pero ¿Cómo se puede asegurar la más rigurosa unidad de voluntad? Supeditando la voluntad de miles de personas a la de una sola. Si quienes participan en el trabajo común poseen una conciencia y una disciplina ideales, esta supeditación puede recordar más bien la suavidad con que conduce un director de orquesta. Si no existe esa disciplina, y esa conciencia ideales, la supeditación puede adquirir formas tajantes de la dictadura. Pero de un modo u otro la supeditación incondicional a una voluntad única es absolutamente necesaria para el buen éxito de los procesos de trabajo al estilo de la gran industria mecanizada.”
[…]
“Hay que afianzar lo conquistado, por nosotros mismos, lo que hemos decretado, legalizado discutido y proyectado ; hay que afianzarlo mediante formas estables de una disciplina de trabajo diaria. Es la tarea más difícil pero también la más grata pues únicamente su cumplimiento nos permitirá implantar un orden socialista. Hay que aprender a conjugar la democracia de las discusiones públicas de las masas trabajadoras que fluye tumultuosa como las aguas primaverales, desbordadas con la disciplina férrea durante el trabajo, con el sometimiento incondicional a la voluntad de una sola persona del dirigente Soviético en las horas de trabajo. Todavía no hemos aprendido a hacerlo. Pero lo aprenderemos”
[…]
«Si los obreros y los campesinos pobres, conscientes y avanzados, ayudados por las instituciones soviéticas, logran en un año organizarse, disciplinarse, poner sus fuerzas en tensión y crear una fuerte disciplina de trabajo, podremos librarnos en un año de ese tributo que incluso podrá ser reducido antes.. […] Cuanto antes aprendamos nosotros mismos obreros y campesinos, a tener una disciplina laboral mejor y una técnica del trabajo más elevada, aprovechando para ello los especialistas burgueses tanto antes nos libraremos de todo tributo a estos especialistas”
[…]
“para lograr el crecimiento económico, todavía hay que desarrollar la disciplina de los trabajadores , su habilidad en el trabajo, su diligencia, intensificar y mejorar la organización del trabajo.”
[…]
“Se debe poner a la orden del día la aplicación práctica y el ensayo de la remuneración por unidad de trabajo realizado el aprovechamiento de lo mucho que hay de científico progresista en el sistema Taylor, la observancia de las proporciones entre salario y los resultados generales de la producción de artículos o de la explotación del transporte ferroviario, marítimo, fluvial, etc., etc.”
[…]
“La posibilidad de realizar el socialismo quedará precisamente determinada por el grado en que logremos combinar el Poder de los soviets y la forma soviética de administración con los últimos progresos del capitalismo. Hay que organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su experimentación y su adaptación sistemática. Al mismo tiempo y con el propósito de elevar la productividad del trabajo hay que tener presentes las peculiaridades del período de transición del capitalismo al socialismo que reclaman, por un lado el establecimiento de las bases de organización socialista de la emulación y por otro, la aplicación de medidas coercitivas para que la consigna de la dictadura del proletariado no quede empañada por una blandenguería del poder proletario en la práctica.”
[…]
“el tribunal es un instrumento para inculcar la disciplina […] Por eso, cuantos infringen la disciplina del trabajo en cualquier fábrica, en cualquier empresa o en cualquier obra son los culpables de los tormentos causados por el hambre y el paro; que es necesario saber descubrir a los culpables, entregarlos a los tribunales y castigarlos sin piedad”
[…]
“Esta supeditación puede recordar más bien la suavidad con que conduce un director de orquesta […] Si no existen esa disciplina y esa conciencia ideales, la supeditación puede adquirir formas tajantes de la dictadura. Pero de una forma u otra, la supeditación incondicional a una voluntad única es absolutamente necesaria para el buen éxito de los procesos de trabajo , organizado al estilo de la gran industria mecanizada. […] que las masas obedezcan sin reservas a la voluntad única de los dirigentes del trabajo”
[…]
“Y toda nuestra misión, la misión del Partido Comunista (bolchevique), interprete consciente del afán de liberación de los explotados, es conocer este viraje, comprender que es necesario, ponerse a la cabeza de las masas cansadas, que buscan con ansiedad una salida, guiarlas por el buen camino , por el camino de la disciplina laboral, enseñarles a compaginar las discusiones públicas acerca de las condiciones de trabajo con el sometimiento incondicional a la voluntad del dirigente soviético del dictador durante el trabajo.”
Notas
[1] Gabriel Ferreira Zacarias, “Eros et civilisation en La société du spectacle. Debord lecteur de Marcuse”, en Illusio n°12-13, Bord de l’eau, 2014.
[2] El carácter burgués-jacobino de los bolcheviques (lo que implica naturalmente el carácter girondino de sus adversarios mencheviques) no es solamente señalado de manera frecuente, sino que igualmente sostenido por ellos mismos y especialmente por Lenin. El hecho que ello les pareciera una comparación histórica gloriosa, al igual que su propia revolución correspondía a “un contenido de clase totalmente distinto”, ello caracteriza solamente una reproducción irónica de su error en un meta-nivel. La visión personificante y sociológicamente reductora del “enemigo”, que parece a primera vista histórica, limita la solución y permite caracterizar al jacobinismo bolchevique como una repetición del carácter esencialmente burgués en las condiciones materiales del siglo XX.