El 20 Congreso del Partido Comunista de China: algunas oportunidades y desafíos para Chile

¿Qué tiene que ver esto con nuestro país? Hace mucho tiempo que está claro que la actual matriz productiva llegó a un tope y necesita repensarse si queremos no sólo reimpulsar el crecimiento, si no cambiar los patrones productivos y de distribución de la riqueza, de manera de terminar con su actual concentración. En ese sentido, los énfasis planteados por el PCCh en su último congreso representan una oportunidad para obtener inversiones que podrían orientarse al desarrollo de iniciativas industriales en áreas estratégicas que dejen atrás la mera exportación de recursos naturales, enfocándose en innovación, por ejemplo.

por Felipe Ramírez

Imagen / Conferencia de prensa de la Embajada China en Chile por el 20 Congreso del Partido Comunista. Gentileza del autor.


Hace algunas semanas terminó el 20° Congreso del Partido Comunista de China, evento político que, si bien se repite cada cinco años, en esta oportunidad dejó a pocas personas indiferentes. Mal que mal, el mayor país gobernado por una organización marxista en el mundo es una de las principales potencias debido entre otras cosas a la fuerza de su economía, encontrándose actualmente en una abierta disputa con Estados Unidos por la posición de primera potencia global.

Noticias como la ratificación de Xi Jinping como máximo líder del PCCh por un tercer período -superando el límite de dos establecido en los 90-, la advertencia de que la potencia asiática no descarta ningún medio, incluido el militar, para asegurar la reincorporación de la isla de Taiwán a su soberanía, y el incidente de la abrupta salida del ex secretario general del partido, Hu Jintao, del evento, llenaron titulares en los principales medios de comunicación.

Sin embargo, para nuestra región y en particular para nuestro país, hubo otros aspectos que pueden resultar de mayor relevancia en este hito internacional. Sin desmerecer materias incluidas en el informe presentado por Xi Jinping, como el énfasis en la educación y la innovación, el desarrollo de lo que denominan “democracia popular de proceso entero”, el desarrollo verde o la chinización del marxismo, hay una serie de temas que revisten especial relevancia: su visión sobre el escenario internacional, y sus objetivos en materia de comercio y economía mundial.

Así, el informe de Xi Jinping reafirmó que para 2049, el año en que la República Popular China cumplirá cien años, buscarán alcanzar la meta de transformarse en un “poderoso país socialista moderno” como culminación de lo que denominan “gran revitalización de la nación china”. Para ello establecieron dos fases: una primera entre 2020 y 2035 para el cumplimiento básico de la modernización socialista, y entre 2035 y 2049 para ser un país próspero, democrático, civilizado, armonioso y bello, que esté “situado a la cabeza en fortaleza nacional integral e influencia internacional a mediados de este siglo”.

Este proceso, sin embargo, enfrentaría un escenario internacional que el liderazgo comunista identifica como marcado por grandes desafíos, producto por una parte de cambios acelerados a nivel científico-tecnológico e industrial, con un ajuste profundo en la correlación de fuerzas a nivel internacional, y por otro por el auge de “la corriente ideológica desglobalizadora” y de ideas relacionadas con el unilateralismo y el proteccionismo, junto a la crisis económica mundial, los efectos de la pandemia de COVID-19, y conflictos localizados.

¿Cómo se expresaría ello en los próximos cinco años? Xi Jinping planteó en su informe que continuarán impulsando la conformación de zonas de libre comercio de alto estándar y fortaleciendo el proyecto de la Franja y la Ruta, apostando además a la internacionalización del yuan y a la atracción de nuevas inversiones y a la creación de un “entorno de negocios de primer orden” protegiendo los derechos e intereses de inversores extranjeros en China.

Ello se sustentaría en la idea de construir una “comunidad de destino de la humanidad” defendiendo el multilateralismo “genuino”, la equidad y justicia internacional, así como “el sistema internacional nucleado en torno a la ONU, del orden internacional basado en el derecho internacional y de las normas básicas de las relaciones internacionales cimentadas en los propósitos y principios de la Carta de la ONU”,  y combatiendo las manifestaciones de hegemonismo y de políticas de fuerza, así como expresiones de unilateralismo, proteccionismo y matonismo buscando nuevos tipos de relaciones internacionales, en línea con su “camino del desarrollo pacífico” y cuestionando otras vías de modernización relacionadas con la guerra, la colonización y el saqueo.

Mecanismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio o el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), espacios de cooperación como el BRICS o la Organización de Cooperación de Shanghái, tendrían un papel relevante en esta arquitectura internacional defendida por China, junto a los países emergentes y en vías de desarrollo.

Estas definiciones no dejan de resultar importantes tomando en consideración que China es actualmente el principal socio comercial de al menos 140 países o regiones del mundo, incluido Chile, así como la principal potencia mundial en volumen total de comercio de bienes, y Latinoamérica no se queda atrás: en las últimas dos décadas el comercio entre el gigante asiático y la región creció 26 veces y podría duplicarse al 2035, siendo ahora el principal socio comercial de Sudamérica excepto en los casos de Colombia, Paraguay y Ecuador[1].

Las inversiones también han crecido de manera sostenida, en sectores como el energético, pero también en transportes, infraestructura, e incluso en la producción de vacunas en el caso de Chile tras la pandemia (como parte de lo que se ha llamado “diplomacia covid”), sin tomar en cuenta que varios de los países de la región participan de la Franja y la Ruta, proyecto que ha sobrepasado los 130 mil millones de dólares de inversión a nivel mundial[2]. Y si bien la pandemia afectó a la economía china, fue la única del G20 que logró crecer durante ese período, transformándose por primera vez en el primer destino de inversión extranjera directa superando a Estados Unidos.

Una arista que ha disminuido han sido los préstamos, que si en 2015 llegaron a 21.300 millones de dólares por parte del Banco de Desarrollo y el Banco de Exportación e Importación chinos, en 2020 y 2021 se mantuvieron sin movimiento, es decir, ninguna de esas entidades entregó nuevos préstamos a países de la región en los últimos dos años, en parte debido a los coletazos de la pandemia, pero también como parte de un esfuerzo por mejorar la gestión de riesgo relacionada con los proyectos de la Franja y la Ruta[3].

Por supuesto, existen numerosas dudas con respecto a la posibilidad de que exista una “trampa” en los grandes montos de préstamos que China entregó durante los últimos años, no sólo en América Latina si no también en África, donde países como Nigeria han recibido grandes montos para proyectos de infraestructura que ahora enfrentan dificultades para ser devueltos, o Asia, donde Sri Lanka ha sido planteada como un ejemplo de cómo la soberanía nacional es debilitada debido a  una deuda impagable con China. Sin embargo, medios como The Atlantic han cuestionado esta narrativa[4].

¿Qué tiene que ver esto con nuestro país? Hace mucho tiempo que está claro que la actual matriz productiva llegó a un tope y necesita repensarse si queremos no sólo reimpulsar el crecimiento, si no cambiar los patrones productivos y de distribución de la riqueza, de manera de terminar con su actual concentración. En ese sentido, los énfasis planteados por el PCCh en su último congreso representan una oportunidad para obtener inversiones que podrían orientarse al desarrollo de iniciativas industriales en áreas estratégicas que dejen atrás la mera exportación de recursos naturales, enfocándose en innovación, por ejemplo.

En la conferencia de prensa realizada en la Embajada de China en Chile luego del Congreso, el embajador, Niu Qingbao, consultado por nuestra revista sobre qué perspectivas se generaban a partir del Congreso respecto a la relación bilateral, afirmó que existiría disposición desde su país para “optimizar la estructura comercial, aumentar el valor agregado de los productos que Chile exporta a China y para aumentar las inversiones en ciertos sectores con motivo de elevar el nivel de nuestra cooperación y la competitividad internacional de nuestras industrias”.

En la instancia, el representante del gobierno de Beijing enfatizó en que su país impulsará el desarrollo ecológico y bajo en carbono y fundamentado en la innovación, por lo que habría oportunidad de aumentar la cooperación en áreas como la economía ecológica, el área digital, la tecnología 5G y las ciudades inteligentes.

La presión, por lo tanto, recaería en que nuestro país elabore una estrategia productiva e industrial que permita aprovechar dichas oportunidades a partir de las necesidades y potencialidades de Chile, algo que lamentablemente se ve difícil dado el tenor de la discusión en materias como el TPP-11, donde tanto la derecha como el centro neoliberal han buscado torpedear los esfuerzos del gobierno en la materia.

Iniciativas como las impulsadas por el ministro Grau y el subsecretario Ahumada en materias como la Empresa Nacional del Litio -que nuevamente, han levantado tantas críticas desde la derecha- con un esfuerzo conjunto con los países vecinos que permita tener una base más sólida , o el Banco de Desarrollo con énfasis “verde”, o el hidrógeno verde, buscan precisamente dotar a Chile de las condiciones necesarias para incorporarse a las cadenas productivas mundiales en un nuevo papel, distinto al de una economía dependiente de los precios de los commodities.

Un factor clave será la posibilidad de asegurar que nuevos acuerdos, con China aprovechando las definiciones de su congreso, u otros  países, incorporen la transferencia tecnológica para fortalecer nuestro desarrollo industrial. Si bien el embajador Qingbao no lo mencionó en esta oportunidad, si se comentó esta posibilidad a principios de septiembre en el marco del seminario “La Iniciativa para el Desarrollo Global: Nuevo Horizonte para la Cooperación China-Chile” organizado por la fundación Chile 21, en materias como la fabricación de baterías de litio para vehículos eléctricos.

Es cierto que ni la eventual llegada de nuevas inversiones ni la posible transferencia tecnológica, nos aseguran cambios importantes en materia económica ni redistributiva, pero habilitan la posibilidad de generar un nuevo modelo de desarrollo, cuyo énfasis esté en las necesidades del país y no en los intereses de la minoría que hoy detenta el poder económico. Las noticias que llegan desde Beijing, con todas las dudas que se puedan tener, plantean una oportunidad para comenzar a fortalecer esa perspectiva, siempre y cuando seamos capaces de establecer nuestro propio plan de desarrollo nacional y nos decidamos a recuperar el papel de actor protagonista a nivel regional e internacional.

 

Notas

[1] China y América Latina: claves hacia el futuro, http://centroestudiosinternacionales.uc.cl/medios/4821-china-y-america-latina-claves-hacia-el-futuro

[2] La iniciativa de la Franja y la Ruta fue analizada con perspectiva de presente y futuro, https://www.bcn.cl/observatorio/asiapacifico/noticias/foro-permanente-politica-exterior-chile-china-obor

[3] La pausa en los préstamos de China a América Latina refleja un cambio en Beijing, https://dialogochino.net/es/comercio-y-inversiones-es/53526-la-pausa-en-los-prestamos-de-china-a-america-latina-refleja-un-cambio-en-beijing/

[4] The Chinese ‘Debt Trap’ Is a Myth, https://www.theatlantic.com/international/archive/2021/02/china-debt-trap-diplomacy/617953/

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).