El resentimiento y la imaginación afectiva de la política

In girum imus nocte y quemarlo todo son consignas paralelas de una impotencia nihilista frente a la lectura de la derrota en el plebiscito y el cierre del ciclo político asociado con el proceso constituyente. La calle, la mecha, quemarlo todo son una política del fracaso, una agonía febril, voluntarista e individualista que hoy propone nada y clama dolorosamente por un enfrentamiento candente contra la inercia del sistema. La política de la mecha no tiene sociedad, colectividad ni masas, es puro fuego pero no refugio. La luz cegadora de la pasión por quemarlo todo es un harakiri estético, una consigna que se desborda en su forma, pero se apaga en su contenido, una consigna útil al calor del resentimiento, pero inútil al fin al cabo frente al clamor de justicia social.

por Nicolás Román

Imagen / Juntos llegaron, juntos gritaron, juntos se fueron, 23 de octubre 2019, Santiago, Chile. Fotografía de Sebagodoyb.


Los afectos han vuelto fuertemente hoy con un despliegue de pasiones que han sacudido la arena política. El resentimiento pareciera que nos enfrenta a una disputa con las derechas cuando tímidamente se cita en foros literarios como una pasión de las izquierdas[1]. Tenemos claridad de que las derechas han capitalizado el resentimiento, han apelado inusitadamente a los expulsados de la clase trabajadora donde hace un rato la izquierda y la socialdemocracia han moderado sus prédicas, las primeras por la melancolía y las segundas por la razón de Estado[2]. En el caso chileno, el resentimiento se ha vuelto conservador, la derecha ha usado este afecto para situar a la política en su propio terreno bajo las preocupaciones por la propiedad, la familia y la patria con un fuerte énfasis de restablecimiento de lo privado[3]. Frente a esto, quizá desde la izquierda con la apelación al resentimiento más bien estamos cavando nuestra propia tumba antes que nuestra trinchera.

Sigamos con los afectos, en particular el resentimiento, familiar del odio y movilizador negativo. En nuestro caso este es un gatillo de pasiones que se movilizan contra la injusticia en el campo de las izquierdas, pero ¿es efectivo hoy convocarnos detrás de las banderas del resentimiento? Incluso siguiendo el efecto agitador del resentimiento ¿Es posible hoy reunirnos bajo la consigna de quemarlo todo? Así simple: ¿es viable liberar peroratas incendiarias para perseguir nuestros anhelos de justicia social y convocar una pasión destructiva –a la Bakunin– para que sus efectos se transformen en una pasión creativa?

Probablemente este nihilismo incendiario tiene una tradición en historia de la izquierda, puede tener vínculos con la propaganda por el hecho anarquista o con los vindicadores y las acciones de ajusticiamiento, aunque todos estos actos tampoco fueron un llamado a quemarlo todo, pero sus causas y efectos son los más cercanos a un llamado de hacerlo, pasar al acto para promover con encono una forma de lucha ciega contra las condiciones de explotación.

En América Latina las consignas más febriles de la izquierda se desplegaron con las luchas guerrilleras y la resistencia a las dictaduras. La política, en ese caso acosada por la persecución, perpetró su paso al acto –no a través de la política precisamente– sino que por medio de las armas, hubo una lectura al calor del momento que inclinó la balanza hacia una respuesta armada. Entre guerra y política se eligió la primera en desmedro de la segunda con consecuencias que Hugo Vezzetti[4] es muy claro en identificar. La guerra remplazó a la orgánicas de masas, la política se vio opacada por una cruzada que en muchos casos derivó en martirologio, donde las consignas enfundadas en las armas sepultaron a una generación de izquierdista bajo el oscuro peso de la noche de los servicios secretos.

Sin embargo, esos izquierdistas tampoco buscaban quemarlo todo, ¿qué significa quemarlo todo cuando en ese mismo síntoma de la ruptura se nos va la vida?. Esa consigna me recuerda el título de la película de Guy Debord[5] que es un palíndromo en latín: in girum imus nocte et consumimur igni, frase que leída en ambos sentidos ofrece el mismo contenido: en el giro de la noche nos consumimos en el fuego. Debord, quien fue también crítico de la violencia armada por su separación de las luchas de masas, recupera está oración latina que describe el giro de los insectos en torno al fuego que son consumidos por las llamas en una deriva que los ahoga en una pasión destructiva.

In girum imus nocte y quemarlo todo son consignas paralelas de una impotencia nihilista frente a la lectura de la derrota en el plebiscito y el cierre del ciclo político asociado con el proceso constituyente. La calle, la mecha, quemarlo todo son una política del fracaso, una agonía febril, voluntarista e individualista que hoy propone nada y clama dolorosamente por un enfrentamiento candente contra la inercia del sistema. La política de la mecha no tiene sociedad, colectividad ni masas, es puro fuego pero no refugio. La luz cegadora de la pasión por quemarlo todo es un harakiri estético, una consigna que se desborda en su forma, pero se apaga en su contenido, una consigna útil al calor del resentimiento, pero inútil al fin al cabo frente al clamor de justicia social.

Opuesta con esta posición candente, la política moderada de las fuerzas del cambio –si aun podemos clasificarlas en esa esfera– se nos presentan bajo la clave de un liberalismo políticamente correcto en función de un modelo bien administrado[6].

Una política bien pensante y respetuosa que se opone a una quimera fantasmal radical, donde las posiciones de una y otra se cancelan, la primera con una moderación inusitada y la segunda con una radicalidad impotente. Moderación y desesperación (la del tipo in girum imus nocte) son dos gestos de una respuesta estéril ante la crisis que nos asfixia y nos deja con poco margen de acción. Mientras la política oficial se modera, se nos presenta su opuesto: quemarlo todo, su doppelgänger incendiario que pretende que con el fuego de la noche se puede avivar la claridad de la mañana.

La actitud rebelde y la política sosegada han encallado en la incapacidad de habilitar nuevamente el terreno de las consignas y la movilización de los afectos. Sí, volvemos nuevamente a esta escena, son los afectos los que se juegan también en esta tarea de la política de izquierdas, movilizar nuevas pasiones para desencadenar una transformación alojada en el descontento que persiste. Sin duda los afectos son los que se deben organizar, justamente el descontento y probablemente el resentimiento, pero no para quemarlo todo, sino que para recuperarlo todo. Lo queremos todo -para todos, todo– hoy más que nunca es necesaria una política de la conducción del descontento, incluido el resentimiento, para no caer en una prédica basada en el nihilismo incendiario: in girum imus nocte consumimur igni, que suena bien pero termina mal.

El nihilismo que se consume estéticamente en su propio fuego es un llamado activo a la pasividad, a destruir pero no a crear y ahora más que nunca las fuerzas de cambio deben buscar en las cenizas de lo posible las chispas para renovar el fuego de su renacimiento, recobrar sus fuerzas en los conflictos cuyas consignas movilizan las pasiones afirmativas del resentimiento y las luchas de masas, no por nada, Buenaventura Durruti reclamaba que los obreros llevaban un mundo nuevo en sus corazones, que no importaba la derrota ni la guerra porque el mundo lo construyen los albañiles. Ahora más que nunca en el aniversario de la revuelta las consignas movilizadoras de los afectos deben apelar a recuperarlo todo y, por qué no, si queremos todo gratis y todo gay.

 

Notas

[1] Diego Zúñiga, “¡Viva el resentimiento!”, Eterna cadencia,  https://www.eternacadencia.com.ar/blog/filba/item/viva-el-resentimiento.html

[2] Nicolás Román, “Regreso a Reims: la clase obrera, la derecha y el plebiscito”, ROSA, una revista de izquierda, https://www.revistarosa.cl/2022/09/08/regreso-a-reims-la-clase-obrera-la-derecha-y-el-plebiscito/

[3] Alondra Carrillo y Karina Nohales, “Calibrar la brújula”, ROSA, una revista de izquierda, https://www.revistarosa.cl/2022/09/15/calibrar-la-brujula/

[4] Hugo Vezzetti, Sobre la violencia revolucionaria, https://sigloxxieditores.com.ar/libro/sobre-la-violencia-revolucionaria/

[5] Guy Debord, In girum imus nocte consumimur igni, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=dfOsQL_sDzA

[6] Claudio Aguayo, “Progresismo autoritario y gobierno woke”, ROSA, una revista de izquierda, https://www.revistarosa.cl/2022/04/03/progresismo-autoritario-y-gobierno-woke/

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Doctor en Estudios Latinoamericanos y parte del Comité Editor de revista ROSA.