Que hoy figuras como Warnken, Rincón, Waissbluth, e incluso Poduje o Navia -en un momento u otro tenidos por moderados, centristas o aun “centroizquierdistas”- respalden al Rechazo no implica necesariamente una postura extremista, pero sí lo son las coordenadas bajo las cuales se alinean en dicha posición -junto a la extrema derecha de la UDI y Republicanos-: con mentiras, con argumentos abiertamente clasistas, extremando un discurso que más que convencer, busca extender el miedo al cambio. La rabia y el terror parecieran ser los elementos centrales de su posición ante la irrupción de las masas -desorganizadas, instintivas, pero no por ello tontas- a la discusión política en estos últimos dos años.
por Felipe Ramírez
Imagen /Banderazo por el Apruebo frente a La Moneda. Santiago, 26 de febrero, 2020. Fuente: Wikimedia.
El impacto de la revuelta social de octubre de 2019 en nuestro país se expresa en numerosas esferas, y posiblemente sea difícil identificar en este momento todas las aristas y los efectos que tiene y tendrá sobre la política. Sin embargo, si podemos adelantar una pequeña hipótesis, es que el trauma que significó para la élite gobernante fue tremendo.
Este hecho se expresa de manera particularmente dramática en un segmento de ella que hasta el 18 de octubre se identificaba con el “progresismo”, o al menos con las coordenadas de la “centroizquierda” tal como se la entendía en el marco de la transición, identificada a nivel mundial con la “tercera vía” social-liberal. Aquellos políticos, intelectuales, académicos vieron con horror la irrupción repentina de las masas en la discusión política, haciendo saltar por los aires las formas políticas transicionales, y en general el “orden” articulado entre el Estado, sus partidos políticos, centros de pensamiento, medios de comunicación, fundaciones y parte relevante de la academia.
Ese horror solo se ha agudizado desde que en ese particular y agitado mes que medió entre el 18 de octubre y el 15 de noviembre -con masivas e históricas movilizaciones, protestas pacíficas y violentas, e incluso exitosas huelgas generales- terminó con un esquema de transformación constitucional al que se vieron forzados a concurrir, bajo la presión de un precepto aún incomprensible para ellos: “no son 30 pesos, son 30 años”. Arenga que representaba no solo una impugnación al neoliberalismo como modelo, sino también a su propio “legado” político.
El arrollador triunfo del Apruebo en el plebiscito de entrada, la práctica desaparición del centro político en la Convención Constitucional, y sus enormes dudas y titubeos en la primera y segunda vuelta presidenciales, constituyen una seguidilla de traumas que fueron consolidando su radicalización, desde una supuesta “moderación” hasta su posicionamiento abierto con el conservadurismo en el país. En el fondo, se transformaron de manera abierta en fuerzas auxiliares y sustentadoras de las posturas defendidas por la extrema derecha en el plebiscito de salida, y en duros opositores al gobierno de Gabriel Boric, sustentado por Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático.
Que hoy figuras como Warnken, Rincón, Waissbluth, e incluso Poduje o Navia -en un momento u otro tenidos por moderados, centristas o aun “centroizquierdistas”- respalden al Rechazo no implica necesariamente una postura extremista, pero sí lo son las coordenadas bajo las cuales se alinean en dicha posición -junto a la extrema derecha de la UDI y Republicanos-: con mentiras, con argumentos abiertamente clasistas, extremando un discurso que más que convencer, busca extender el miedo al cambio.
La rabia y el terror parecieran ser los elementos centrales de su posición ante la irrupción de las masas -desorganizadas, instintivas, pero no por ello tontas- a la discusión política en estos últimos dos años.
Detrás de todo este contexto se ve con cierta claridad el desconcierto que sufre una parte de la intelectualidad orgánica de la transición, del “centrismo”. La reticencia ante este cambio tectónico que se insinúa, aunque aún no se consolida, tras la revuelta. Los límites de la política ya no están más definidos por el “consenso” transicional “civilizado” en el que estos personajes y pensadores se encontraban cómodos, en que sus voces eran muy influyentes en el debate político y en donde sus pergaminos les daban autoridad.
El grado de impugnación política de la post-revuelta es tan profundo que les afecta personalmente al transformar el modo en que se aproximan a la política, sin embargo parecen ser incapaces de procesar ese cambio, ya que sus propuestas aparentan no coincidir con aquellas expresadas por una parte importante de la sociedad chilena. Y esa disociación se traduce en su actual agresividad y radicalismo, algo propio de élites que se sienten amenazadas.
A ello se debe justamente su insistencia en argumentos inexactos y extremos, que tienden a desnaturalizar la propuesta Constitucional con el fin de impactar en el electorado; así como sus llamados a realizar conteos paralelos, insinuando la posibilidad de fraudes electorales, siendo Mario Waissbluth un grosero ejemplo de esos dos tipos de engaños, así como la senadora Ximena Rincón, que no se queda atrás con sus tuits. Una acción nociva que acontece en medio de intensas maniobras cuyo objetivo es generar las condiciones para recuperar el sitial que creen merecer en virtud de su posición social.
Esta semana hemos presenciado dos hitos que terminan de consolidar a este grupo de radicalizados centristas: la columna “¿Resistir o abdicar?” de Cristian Warnken en El Mercurio, y el lanzamiento del grupo “Centroizquierda por el Rechazo”. Vamos por parte.
La primera es un ejemplo notable de una reacción conservadora a un fenómeno que ha sido destacado durante semanas: la masiva venta de ejemplares del proyecto de Nueva Constitución a lo largo y ancho del país, que demuestra un interés enorme por parte de la ciudadanía por informarse más allá de lo que cualquiera de las dos campañas pueda decir al respecto. El hecho es que librerías, kioscos y comerciantes callejeros venden decenas de ejemplares en distintos formatos y calidades cada día, e incluso se puede ver en algunas ciudades a personas haciendo fila para poder obtener un ejemplar.
Sin embargo, lo que para algunos es evidencia de un tremendo compromiso democrático por parte de la población, para Warnken no sería más que un acto de “marketing electoral”. En una tremenda muestra de desprecio elitista hacia la ciudadanía, para este “intelectual” lo relevante no es el interés por leer el texto, sino que las personas no serían capaces de entenderlo sin la mediación de otras gentes cultas, más inteligentes y preparadas. Personas como él y similares, por supuesto. Lo peor es que su escrito asimila un abierto desprecio por las personas, con la “resistencia”; y, para mayor cinismo, con la resistencia a la dictadura militar sustentada por sus actuales aliados.
El segundo hito mencionado denota además una tremenda carga generacional: en la foto que tanto difunden los autodenominados “centroizquierda por el Rechazo” hay solo personas pertenecientes a las generaciones responsables por los “30 años”: políticos tradicionales e integrantes de la misma casta que delineó el modelo impugnado por las mayorías. Un ejemplo emblemático es el de Javiera Parada, no porque no tenga derecho a cambiar de postura política -que por supuesto que lo tiene y de forma totalmente legítima-, sino por la profunda deshonestidad intelectual y política que significa haber apoyado activamente la candidatura presidencial derechista de Ignacio Briones, para ahora de forma oportunista intentar retornar a la categoría de “centroizquierda”, a fin de revivir al precario abanico de simbolismos de la alicaída campaña del Rechazo.
Ambos ejemplos demuestran una bancarrota política profunda de un “centro político” que ha estado en coma tras la revuelta, incapaz de entregar respuestas concretas a los problemas y desafíos del país más allá del temor atávico de una élite acorralada por los cambios que se fraguan en Chile. En contraste, la campaña del Apruebo se sustenta en miles de voluntarios -algo que desde el Rechazo no logran computar- que recorren día a día los hogares de las y los chilenos para difundir el contenido de la propuesta constitucional. Es cierto que la Nueva Constitución no es perfecta, y que existen numerosas lecturas sobre qué se podría mejorar en ella con el avance del proceso, sin embargo ante los impulsos de algunas voces en el Apruebo que buscan establecer ahora, antes incluso del plebiscito, compromisos para realizar reformas, lo que corresponde es entregar certezas sobre la propuesta, no jugar a acuerdos con las mismas fuerzas políticas que desde la mentira intentan extender el miedo al cambio.
En ese sentido, el gobierno acertó completamente al postergar cualquier compromiso de cambios hasta después del 4 de septiembre, de manera de conocer claramente el panorama político a la hora de conversar sobre qué hacer en materia constitucional. El camino más sólido es aquel que se estaría trabajando desde Apruebo Dignidad para definir una serie de propuestas legislativas, con el objetivo de aterrizar la eventual Nueva Constitución en su detalle, antes que rendirse a cambios en el documento antes de pasar por la prueba de la ciudadanía. Los ajustes deben acompañarse de resultados y aplicación en mano, de forma responsable.
Confiemos por una vez en el pueblo de Chile, que durante estos años ha impulsado con fuerza y tenacidad un proceso democrático inédito en nuestra historia. Dejemos que el Rechazo y su élite continúe su espiral de agresividad y falsedad sobre el vacío, y que nuestros pequeños Donald Trumps locales se ahoguen en un callejón sin salida. Mientras tanto, el amplio campo del Apruebo se va rearticulando a partir de una vasta multiplicidad de actores sociales y políticos que el 18 de octubre se expresaron en contra de la desigualdad, abriendo la puerta a esta oportunidad única en el mundo. Queda un mes de campaña, y tenemos la historia al alcance de la mano. Es hora de redoblar el esfuerzo.
Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).