La cuestión no es tanto que antes nos entendíamos y ahora ya no, como sí es que antes no se escuchaban voces que ahora son ineludibles. Y esas voces son disruptivas con respecto a la situación actual de las cosas. Por lo tanto, el “sentido común” debe cambiar.
por Enrique Riobo Pezoa
Imagen / Edward Penfield, “people reading books” (1895)
En una reciente columna, Tomás Sánchez plantea una serie de ideas que son interesantes para distinguir aquellos puntos en común de las diferencias. Hago esto, porque entiendo de interés general el buscar diálogos genuinos entre sectores políticos diferentes, cuestión que efectivamente se logra a través de la construcción de ciertos mínimos, que el autor define como “sentido común”.
El punto de partida de la columna comentada es, al menos, un elemento relevante para pensar el momento actual: existen diferencias radicales en las formas de darle significado a la realidad por parte de diversos grupos en el Chile actual, cuestión que dificulta el diálogo y la democracia. Por lo mismo, puedo afirmar estar de acuerdo en este punto. También me parece adecuado el uso del concepto atomización para caracterizar este fenómeno.
También estoy de acuerdo con su conclusión: esta situación amenaza la convivencia pacífica y democrática, puesto que si el diálogo es inefectivo para abordar los conflictos, entonces la fuerza aparece como una herramienta cada vez más inevitable.
Sin embargo, hay dos puntos centrales de su argumento que me parecen errados, o a lo menos, insuficientes para comprender el fenómeno de la falta de “sentido común”. El primero es la idea de un “antes” donde este sentido común existía. En este caso, tiendo a creer que el problema es mucho más político que cronológico. La cuestión es que la democracia en Chile se está ampliando, y eso implica la participación activa de nuevos grupos sociales que antes eran invisibles para la discusión pública.
Y esto está ocurriendo con razón de los procesos políticos que habilitó el estallido social, que fue una ruptura en la disposición social para aceptar el orden vigente hasta el minuto. Este orden, tenía entre sus características precisamente la exclusión de posiciones ajenas al pacto de la transición.
Entonces, la cuestión no es tanto que antes nos entendíamos y ahora ya no, como sí es que antes no se escuchaban voces que ahora son ineludibles. Y esas voces son disruptivas con respecto a la situación actual de las cosas. Por lo tanto, el “sentido común” debe cambiar.
Ahora bien, la dirección de ese cambio está en juego. Y ahí concuerdo con Sánchez en la peligrosidad de que posiciones conspiranoicas -usualmente asociadas a la extrema derecha- ganen espacio en la sociedad. Pero difiero del que asume como factor explicativo principal para ello. Este es el segundo disenso.
Las redes sociales son un medio, pero las ideas que allí se vierten no son espontáneas. De hecho, se entroncan con formas narrativas y políticas de larga data. Las conspiraciones que instalan chivos expiatorios y explicaciones simples a los pesares del minuto son muy antiguas, y algunas de las más modernas han tenido consecuencias nefastas. Pero lamentablemente siguen reproduciéndose hasta el día hoy, incluso siendo enaltecidas en medios de comunicación nacionales a través de homenajes a jerarcas nazis.
Por cierto, la masividad e instantaneidad de las redes sociales actuales implican magnitudes incomparables, pero su función social no es nueva. En ese sentido, creo que no deben ser consideradas como un factor primario para entender el problema, pero ciertamente nuestro comportamiento en ellas puede ser un grano de arena para buscar mejores formas de entendernos en el Chile actual.
Es muy útil que tendamos puentes de entendimiento genuino entre quienes pensamos diferente. Este es un proceso que toma tiempo y requiere paciencia. Además es muy delicado, y se desarrolla en un contexto de estridencia, exageración y falsedad que lo amenaza constantemente. Por ejemplo, con el uso al voleo del concepto totalitarismo.
Pero lo que más dificulta el diálogo genuino, es cuando quienes han tenido la voz cantante por décadas se presentan como víctimas por no ser los únicos que pueden hablar. Creo que es necesario conversar con quienes no transmiten en esa sintonía.
Enrique Riobó Pezoa
Historiador y presidente de la Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades. Miembro de Derechos en Común.
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