Lo primero es recobrar la confianza de esa militancia que quedó herida en este proceso, volver a activarla para que sean un aporte al proceso refundacional y den fuerza al partido en el momento político en que nos encontramos. Antes que todo necesitamos un partido vivo y robusto en todo el país para lograr empujar el programa de Gobierno y aprobar el nuevo texto constitucional. El proceso refundacional es abrir el partido a una discusión franca y honesta sobre cómo queremos organizarnos de cara a los desafíos del presente. Debemos repensar nuestro modelo orgánico y nuestros principios políticos, en particular qué izquierda queremos ser para el actual ciclo de cambios. Pero esto no es una discusión queramos dar solo los que estamos en Comunes actualmente, sino que también queremos abrir el partido a más grupos políticos y sociales que se encuentran organizados. No queremos acomodarnos solo entre nosotros, queremos ofrecer a la sociedad un instrumento político que sirva para las luchas sociales vivas y que estas puedan encontrar en Comunes una casa.
por Revista ROSA
Imagen /Marco Velarde. Fotografía: Equipo de Comunicaciones, Lista Unidxs.
El domingo 8 de mayo el partido COMUNES vivirá una jornada decisiva, las elecciones internas de una nueva Dirección Nacional, sus direcciones regionales y comunales, y sus consejos políticos. Las expectativas son altas, pues se espera que tras estos comicios la colectividad supere la profunda crisis en que lo sumió el escándalo de la candidatura de Karina Oliva. Los pormenores de esta elección son seguidos de cerca por Apruebo Dignidad. Los esfuerzos de reorganización del partido son claves para reforzar el proceso de instalación del gobierno de Gabriel Boric y enfrentar en orden las tareas que impondrá el Plebiscito Constitucional del 4 de septiembre. ROSA conversó con Marco Velarde, el candidato a la presidencia de la Lista Unidxs, que ha propuesto a la militancia un proceso de refundación que aspira a democratizar y descentralizar la colectividad sirviendo de puente para proyectar a la institucionalidad las luchas sociales que abrieron este nuevo ciclo político. Con una infancia dividida entre La Florida y el barrio Club Hípico, hijo de una trabajadora de casa particular y un preparador de caballos, sociólogo, activista por las disidencias sexo genéricas, y ex candidato a Consejero Regional, Velarde repasa aquí parte de su trayectoria como dirigente en el movimiento estudiantil (fue presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central) y profundiza en las convicciones que hoy lo llevan a disputar la conducción de su partido. “Se puede perfectamente tener un pie en la calle y otro en la institucionalidad”, afirma en esta entrevista con ROSA, pues “lo que defendemos no es el lugar alcanzado como si fuera un altar sagrado, sino las demandas y las banderas de lucha que nos llevaron a estar ahí”.
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ROSA: La actual Dirección y la lista que encabezas –Unidxs– han señalado que las expulsiones de Jorge Ramírez, Karina Oliva y otros militantes constituyen una señal importante de Comunes sobre el partido que quieren forjar. ¿La actual crisis tiene que ver solo con las prácticas de algunos ex militantes o hay cuestiones más de fondo a las que atender?
Marco Velarde: La actual crisis no se debe solo a un hecho puntual como el caso de la rendición de boletas que todos conocemos, sino que a un conjunto de prácticas que nos hicieron llegar hasta ese punto determinado donde la crisis se hizo visible y muy pública. Si bien se tomaron las sanciones individuales correspondientes, eso fueron las expulsiones, hay que mirar las cuestiones de fondo que fueron naturalizadas en la organización hasta el punto de que tuvieron que ser denunciadas por la prensa para que se tomaran acciones. A nuestro entender, la pasada dirigencia naturalizó una forma de administrar las finanzas y las decisiones del partido de una forma discrecional y poco democrática. Eso es lo que debemos observar con mayor detención, y eso es lo que debemos cambiar en la nueva forma orgánica que nos queremos dar a partir del proceso refundacional que estamos proponiendo para el partido.
R: Pero más allá de los eslóganes, ¿cómo se logra eso de cara a la militancia y la ciudadanía? Imagino que en la lista tienen claro que el prestigio del partido está erosionado, por decirlo de una forma amable.
MV: Lo primero es recobrar la confianza de esa militancia que quedó herida en este proceso, volver a activarla para que sean un aporte al proceso refundacional y den fuerza al partido en el momento político en que nos encontramos. Antes que todo necesitamos un partido vivo y robusto en todo el país para lograr empujar el programa de Gobierno y aprobar el nuevo texto constitucional. El proceso refundacional es abrir el partido a una discusión franca y honesta sobre cómo queremos organizarnos de cara a los desafíos del presente. Debemos repensar nuestro modelo orgánico y nuestros principios políticos, en particular qué izquierda queremos ser para el actual ciclo de cambios. Pero esto no es una discusión queramos dar solo los que estamos en Comunes actualmente, sino que también queremos abrir el partido a más grupos políticos y sociales que se encuentran organizados. No queremos acomodarnos solo entre nosotros, queremos ofrecer a la sociedad un instrumento político que sirva para las luchas sociales vivas y que estas puedan encontrar en Comunes una casa. Creo que un buen ejemplo son las compañeras y compañeros de UKAMAU, quienes militan en la lucha por la vivienda y el derecho a la ciudad en un espacio autónomo al partido, pero que han decidido militar también en COMUNES para desarrollar desde esta otra arista la lucha por la transformación democrática de nuestra sociedad.
R: ¿Y se puede sostener esa vocación bifronte con honestidad? Hay otros partidos que lo han intentado y al final el imán del poder institucional –por razones a veces materiales, a veces simbólicas– tiende a ser más fuerte que el imán de los movimientos sociales. En términos concretos: ¿cómo se conduce un partido sometido a esos niveles de tensión?
MV: Si se actúa con honestidad y no se teme a la crítica se puede perfectamente tener un pie en la calle y otro en la institucionalidad. Lo que defendemos no es el lugar alcanzado como si fuera un altar sagrado, sino las demandas y las banderas de lucha que nos llevaron a estar ahí. El rol de los movimientos sociales no es defender el lugar del gobierno, sino que hacer avanzar las demandas a las que nos comprometimos en el programa. Desde esa posición se puede apoyar al gobierno de cambios y también ser lo suficientemente crítico. Nuestra generación viene desde los movimientos sociales y está preparada para enfrentar estos desafíos. Sobre la tensión, creo que eso es parte de la política, más en estos tiempos vertiginosos donde todo es repentino. El que tengamos una sociedad viva, donde las demandas sociales ya no se pueden solucionar desde arriba, es parte de los desafíos del presente y hay que acostumbrarse a lidiar con ello. Hay que promover muchos espacios de diálogo en la institucionalidad para que la diversidad de actores pueda ser parte del proceso de cambios desde adentro y no mirando desde afuera. La Transición cerró las puertas. En este nuevo ciclo, donde los actores que venimos de la sociedad somos los protagonistas, nuestra tarea es abrirlas.
R: ¿Y será un partido la forma de empujar esas luchas? Los problemas que ha tenido Comunes, que también han experimentado otros partidos, quizás muestran que las transformaciones de este tiempo demandan otros instrumentos. ¿Se lo han planteado? ¿No hay algo de inercia y falta de imaginación política en seguir insistiendo en orgánicas que la ciudadanía mira con distancia?
MV: Los partidos no bastan para ello y no son las únicas formas de organización válida. Hay otras instancias de reunión de actores y grupos organizados que también pueden y tienen derecho a incidir en el debate político, como los movimientos sociales. Ahora, yo me considero parte de una generación que perdió el miedo a actuar en aparatos institucionales para conquistar transformaciones. Si bien esto puede sonar estrecho o reducido a una finalidad práctica y concreta, en parte gracias a ese tipo de organizaciones que son los partidos es que conseguimos llegar al gobierno. Con todo lo que acarrean los partidos de la Transición, la historia que nos legaron, y las limitaciones y trabas que siguen existiendo para levantar y sostenerlos, los partidos siguen siendo instrumentos políticos viables para llegar a la institucionalidad y conseguir cambios. Por cierto, no milito en una organización como si esta fuera una iglesia o un equipo de fútbol, lo hago porque hay objetivos políticos que cumplir entre grupos de personas que piensan distinto, pero se ponen de acuerdo democráticamente para conseguir cosas. Por ello, esta propuesta de abrir el partido a la sociedad, a grupos que puedan ser parte del instrumento sin perder su autonomía, es uno de los mayores desafíos que tenemos. Ahora bien, no quiero desnaturalizar lo que significa simbólicamente el espacio “partido”, porque hay una historia que se va construyendo con el tiempo, y los partidos de nuestra generación, como los del Frente Amplio, todavía son muy jóvenes y están acomodándose y buscando su lugar en la historia, al igual como lo hicieron los partidos del siglo XX.
R: De triunfar en las elecciones internas, ¿qué papel crees que tu partido debe jugar al interior del Frente Amplio y en el gobierno de Apruebo Dignidad?
MV: Este gobierno se encuentra enmarcado en un proceso político mayor, un momento de transformación social que está en sus cimientos, y que históricamente lo excede. Desde esa base es que analizo el momento político en el que nos encontramos. Por ende, para las izquierdas y fuerzas progresistas estar en el gobierno es un avance y nos tiene que ir bien para seguir obteniendo conquistas sociales en el futuro. Si al gobierno le va mal, el proceso histórico del que somos protagonistas queda trunco. Nuestro partido es una fuerza de izquierda y será leal al gobierno porque queremos que avance el programa de Apruebo Dignidad para así materializar una salida política y democrática del neoliberalismo. Sin duda que esto no se consigue solo con el hecho de llegar al poder, sino que es algo que tomará tiempo, con todas las dificultades políticas que trae consigo, sumado a que en el Congreso Nacional no hay mayorías, que hemos visto mucho descuadre en las filas de la ex Concertación y sido testigos del oportunismo de algunas actorías de izquierda. Nosotros queremos que al gobierno le vaya bien, que avance su programa, y ello lo haremos desde los cargos que nos confió el presidente, desde el partido como espacio de articulación entre las demandas de la calle y la institucionalidad, y también siendo críticos cuando corresponda serlo.
R: Por la omisión en la respuesta, parece resultar más fácil pensarse en relación al gobierno, y no tanto respecto al Frente Amplio o Apruebo Dignidad. ¿Están resentidas las relaciones entre los partidos de la coalición?
MV: El sustento político principal de este gobierno son los partidos de Apruebo Dignidad y, por ende, son indispensables en este momento. Los partidos necesitarán mucha reflexión e imaginación política para ser un aporte al proceso y no un mero adorno. Es necesario volver a generar un espacio de diálogo y discusión política como en algún momento tuvo el Frente Amplio, ahora sumando a las fuerzas que conforman Apruebo Dignidad. Y debemos hacerlo de manera más periódica, porque este gobierno necesitará una coalición ordenada y crítica para materializar su proyecto, movilizar a la sociedad y sortear todas las dificultades que impone la contingencia.
R: Durante la campaña has tenido la oportunidad de viajar y escuchar a militantes de diversas regiones. ¿Qué impresiones has recogido de esa militancia respecto a la construcción de un partido cuyo anclaje está en Santiago? ¿Pueden descentralizarse los partidos, como dice el programa de la Lista Unidxs y como se está proponiendo en la Convención para el diseño del Estado?
MV: Efectivamente, durante este periodo me ha tocado poner harta oreja a toda la crítica militante sobre el centralismo. En esos relatos hay varias cuestiones en común, sobre todo los cuestionamientos a la democracia interna a partir de las decisiones que se toman, y también a la alienación que provocan prácticas que no siempre sopesamos, como la irregularidad de instancias en que podamos escuchar y ser escuchados. Creo que la cultura centralista del país ha hecho demasiado daño a las instituciones políticas, lo que ha determinado que las regiones, y en este caso de los regionales de los partidos, queden relegados a un segundo plano. En su programa, nuestra lista considera dar relevancia a los territorios respetando su soberanía, dejando que ellos tomen las decisiones sobre sus representantes, pero también entregándoles financiamiento, visibilizando sus construcciones políticas locales y, sobre todo, estando presentes cuando necesiten a su partido. Activar a nuestros regionales también es relevante para el proceso político en curso, sobre todo porque la votación de la última presidencial demostró que nuestro esfuerzo es más grande en las grandes urbes. Los regionales y comunales pueden ser la conexión con esa ciudadanía que mira desde lejos, geográfica y políticamente, nuestro proyecto.
R: ¿Cuál de las dos listas está más cerca de la calle?
MV: Es bastante burda la frontera que viene dibujando el candidato de la otra lista cuando señala que ellos tienen más calle que nosotros o cualquier otro. No hay políticos serios que hagan eso y tampoco me interesa entrar en ese debate, porque además hay bastante diferencia entre lo que ellos consideran “calle” y lo que nosotros denominamos “lucha social”. Me ha tocado compartir espacios políticos con esos compañeros, he observado críticamente sus prácticas en estos años y lo que hacen en el espacio que llaman “calle” es más cercano a formas que se pueden confundir con asistencialismo y que a fin de cuentas obstaculizan la emergencia de un sujeto popular autónomo. Eso no favorece al partido ni a la práctica política de nuestra militancia. Por otra parte, hay muchos compañeros que se organizan diariamente y luchan por diversas demandas bajo formas que sí caracterizan nuestro quehacer político, como es el caso de Doris González en vivienda, el liderazgo feminista y disidente de Emilia Schneider, o la lucha medioambiental de Eduardo Acuña en Lampa, por poner algunos ejemplos.
R: Pero más allá de tu opinión personal, ¿cómo entiendes políticamente la caracterización que la otra lista hace de la actual Dirección, con la que ustedes comparten trayectoria, y también del proyecto que pretendes encabezar? La lista del alcalde Montoya señala en su programa que la actual Dirección se habría dejado guiar por diseños políticos ajenos y habría apostado por construir un partido de funcionarios que da la espalda a la militancia popular.
MV: Esos dichos tienen que ver con cuestiones netamente electorales. Lo que señalas lo han dicho como parte de la campaña, pero en las instancias internas sus mismos adherentes se han quejado bastante por las escasas oportunidades que han tenido para acceder a puestos de gobierno. Sobre este punto yo puedo señalar lo siguiente. Las negociaciones con el gobierno se dieron en un contexto adverso para el partido, estábamos pasando por la mayor crisis que ha enfrentado la organización, una crisis que estuvo muy expuesta y nos dejó en una situación bastante compleja para negociar. Esto es evidentemente endosable a la situación creada por las boletas, y si el partido no hubiera resuelto expulsar a esos militantes, la situación habría sido aún peor. Como un aspecto más importante, o que al menos a mí me interesa desarrollar, está la crítica que hemos desarrollado sobre la incorporación de nuestros cuadros políticos en el Estado. Nosotros no estamos por la estrategia de copamiento estatal, como sí lo estuvieron en su minuto los partidos de la Concertación. Creemos que vaciar nuestra organización es un error, porque el tiempo y dedicación que requiere la maquinaria estatal deja poca cabeza para la reflexión sobre lo que sucede en la sociedad organizada; y también hay otro riesgo, y es que desde el Estado terminemos desarrollando una mirada tecnócrata sobre las políticas públicas. Hoy ocupamos lugares relevantes en el Estado, y esa presencia demanda mucha imaginación política, la misma que concentraremos en fortalecer nuestra posición en el partido, en Apruebo Dignidad y en el mundo social.
R: Tú provienes de las luchas estudiantiles, fuiste presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central. ¿Cuáles fueron los aprendizajes de la experiencia de liderar a estudiantes de una universidad privada en un momento en que todavía no se había desnaturalizado la frontera entre planteles privados y “tradicionales”?
MV: Efectivamente, estaba naturalizada una frontera entre los estudiantes de las tradicionales y de las universidades privadas, tanto en aspectos académicos como políticos. Un compañero de militancia recuerda que cuando los estudiantes de las tradicionales pasaban por fuera de las instituciones privadas, gritaban hacia adentro “300 puntos”, con una mirada bastante ingenua sobre los resultados de las pruebas de admisión a las universidades. En términos de organización política, recuerdo que cuando intentamos ingresar al CONFECH, había un prejuicio de los dirigentes de las universidades tradicionales, quienes señalaban que nosotros veníamos a defender a los empresarios de la educación. Eso era una limitante para que las nacientes organizaciones estudiantiles de las universidades privadas pudieran ingresar a un espacio de discusión amplio, dinámico y que determinaba el futuro de la movilización, como era el caso de la CONFECH. Sobre los aprendizajes que tuve como dirigente de la Universidad Central, lo más relevante fue el proceso de construir organización en tiempos difíciles. A nosotros nos tocó enfrentar a un grupo económico ligado a la Democracia Cristiana que quería comprar la universidad y, sin ninguna historia ni trayectoria política importante detrás de los estudiantes de esta institución, logramos organizarnos, generar lazos con académicos y funcionarios, y defender lo que nos parecía justo. Esto llevó a que la organización de estudiantes se hiciera relevante, tuviera un peso en el mundo de las universidades privadas, pero que también lograra abrir una puerta en la organización a nivel nacional. Lo que hacíamos era defender una educación justa para la mayoría de los estudiantes. Hay que recordar que el 70% de la matrícula sigue estando en las universidades privadas, y estos son los espacios donde se expresa con más fuerza el modelo educativo implantado en Dictadura. Este tipo de estudiantes es el que más padece las consecuencias del modelo neoliberal en educación, y entonces no se les podía abandonar, no se les podía dejar fuera, y creo que contribuimos bastante a que el conjunto de la organización estudiantil nacional entendiera que éramos relevantes para la lucha y el movimiento que se estaba levantando en 2011.
R: Ya que mencionas el 2011, ¿cómo empalma esa lucha con la experiencia de otras orgánicas que componen la lista y que no tienen que ver con lo estudiantil, sino con otras dimensiones de la lucha contra el neoliberalismo y la mercantilización de la vida? Esta es una pregunta que atañe a Comunes, pero que también podríamos hacer extensiva al actual gobierno, sobre todo si miramos la composición de sus primeras líneas.
MV: El 2011 es un antecedente o capítulo más de lo que es la lucha política contra el neoliberalismo y la mercantilización de la vida. Con el tiempo uno mira hacia atrás y se da cuenta que estamos arriba de un proceso histórico que lleva tiempo y tomará muchos años más todavía. Me reconozco parte de una generación donde están los pingüinos de 2006 y quienes hoy se encuentra en el poder, pero que también es parte de una historia que incluye a quienes lucharon por la recuperación de la democracia años atrás, otros que lucharon contra la exclusión de la izquierda durante la Transición, y que de seguro también incluirá a generaciones más jóvenes que tomarán nuestra posta en unos años más. Durante este tiempo, las luchas contra las expresiones del neoliberalismo en ámbitos como educación, salud, pensiones o el extractivismo en los territorios, se dieron por fuera de la política tradicional. Ahí se comenzaron a forjar los movimientos sociales y políticos que hoy son protagonistas del actual ciclo político, no solo en el gobierno, sino que también en la conformación de la Convención Constitucional, que es un escenario favorable para la izquierda de este nuevo ciclo. Para llegar a este escenario de discusión constitucional donde hay un mayor protagonismo de colectivos de izquierda, activistas sociales e independientes, tuvo que correr mucha agua bajo el puente. Creo ser parte de un proceso que mirado con más tiempo y detención se verá más grande aún.
R: La Convención Constitucional, como dices, es otro pasaje ineludible en ese proceso. ¿Qué papel te gustaría que Comunes cumpliera –con su historia, con las trayectorias de militancia que lo pueblan– en la ruta al plebiscito de salida y en el largo proceso de implementación del nuevo orden?
MV: Para el plebiscito de salida, la coalición de gobierno tiene que cumplir un fuerte rol en comunicar a la sociedad que el texto constitucional que emanará la Convención es favorable para el país y su futuro. Los resultados hasta el momento son buenos para alcanzar dignidad en derechos y recogen gran parte de las banderas que se han levantado en las últimas décadas. El voto será obligatorio y tendremos la tarea de que la campaña alcance cada rincón del país. Nuestra militancia tiene que salir a las calles y unirse a la del resto de organizaciones sociales, políticas y territoriales que estarán haciendo campaña por el Apruebo. Confío en la organización del pueblo chileno, en su creatividad y en sus ganas de transformar el país. No será sencillo este proceso, la derecha ya ha comenzado una campaña del terror contra la Convención y está ocupando las redes sociales para alcanzar a un número mayor de personas. Tenemos que ganarle el quien vive a la derecha, ya no podemos solo cancelarla, hay que discutirle de frente y develar sus fake news.