DOSSIER LOS CHALECOS AMARILLOS (parte II): Ludovic Mamant y Amélie Poinssot, entrevista a David Graber.

Segunda parte de este especial de cinco textos sobre los Chalecos amarillos de Francia. Los textos fueron publicados en la revista francesa Mediapart, traducidos por Javier Rodríguez Aedo, historiador chileno residente en París. Esta segunda entrega está compuesta por el texto de les periodistes Ludovic Mamant y Amélie Poinssot, llamado “¿Chalecos amarillos, una especificidad francesa?”; y una entrevista a David Graber, antropólogo de la LSE y militante de Occupy Wall Street.

Imagen / Manifestación en Vieux-Nice, Francia. Fuente: Wikipedia.


¿Chalecos amarillos, una especificidad francesa?

Ludovic Mamant y Amélie Poinssot [Publicado el 17/12/2018 en Mediapart]

Desde hace diez años que han aparecido movimientos de protestas en Europa, alejados de los aparatos políticos tradicionales. ¿La revuelta de los chalecos amarillos tiene puntos comunes con las revueltas italianas, griegas o las desarrolladas por los partidarios del Brexit en el Reino Unido?

La cólera de los chalecos amarillos se propagó más allá de las fronteras francesas. Numerosas manifestaciones ya han tenido lugar en Bruselas, acompañadas del bloqueo de los depósitos de combustible, mientras que los independentistas catalanes pertenecientes a los Comité de Defensa de la República (CDR, de izquierda), vestidos de amarillo, llamaron a bloquear la región el 21 de diciembre. Chalecos amarillos se han visto también en manifestaciones en Polonia, en Serbia y en Montenegro. En Alemania, es la extrema derecha quien llama a marchar vestidos con chalecos amarillos.

Por doquier en el continente, la rabia ha estallado durante estos últimos años. Desde los Indignados españoles hasta los griegos golpeados por la austeridad, desde los partidarios del Brexit en 2016 hasta los miembros del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) en Italia. ¿Toda esta rabia tiene puntos en común con la revuelta popular que afecta a Francia desde noviembre?

Sin fijar la realidad de un movimiento francés que tiene sus contornos aún en evolución, y por tanto difíciles de identificar, dos fenómenos parecen intervenir plenamente: el rechazo al mundo político tradicional y a las élites establecidas y, en mismo tiempo, una fuerte voluntad de participar de las decisiones políticas del país. Tentativa de comparación.

2009, Italia: el M5S, un movimiento dirigido por un nuevo líder.

Como los chalecos amarillos, Los cinco estrellas se estructuran en torno al rechazo del sistema de representación tradicional. Incluso, un prerrequisito para unirse al movimiento italiano, cuando se crea formalmente en el 2009, era no haber militado antes en ninguna organización. Desde el inicio los chalecos amarillos y los Cinco Estrellas están en contra de la mediación política común, explica el investigador en ciencia política, especialista en Italia, Christophe Bouillaud. “Ellos encarnan el fracaso completo de la representación política y de la representación sindical tal como existía”.

En el origen del M5S se encuentran, al igual que en los chalecos amarillos, grupos locales arraigados en un territorio. En Italia, estas resistencias se vuelven en primer lugar contra los proyectos impuestos por el poder, potencialmente nocivos para el medio ambiente (vía férrea Lyon-Turín en el Valle de Susa; gaseoducto en Apulia, por ejemplo); y luego encuentran salida en en el Movimiento Cinco Estrellas.

Otra semejanza: “en los dos países, estos movimientos son la consecuencia de 30 años de una política económica que no funciona -destaca Christophe Bouillaud- Las clases medias se las arreglan cada vez con más dificultad. Y esta política económica ha sido defendida por los medios de comunicación dominantes”. De hecho, en ambos lados, se observa un recelo frente a los medios tradicionales.

“Hay dos motores comunes”, añade Jérémy Dousson (autor del libro ¿Un Populismo a la italiana? Entender el Movimiento 5 Estrellas). La idea que no estamos representados y que se hace necesario recuperar el control: los políticos no hacen lo que prometieron, ya sea por incompetente o por corruptos. Y la idea que el trabajo no paga lo suficiente. Por esto pienso que no se trata de movimientos apolíticos, sino de movimiento hiperpolíticos”. Los dos se organizan a través de un uso importante de internet y de las redes sociales. En el caso de los chalecos amarillos, esto se hace entre iguales, mientras que en los Cinco Estrellas se hace siguiendo la dirección establecida por un líder que todos reconocen.

Los dos movimientos permiten la entrada de personas que nunca antes habían ocupado el espacio público: gente que no tiene experiencia militante, pero también mujeres, en una proporción mucho más importante que en las formas habituales de protesta. Si el M5S, hoy en el poder, es un partido dirigido por hombres, hizo del tema de la representación de las mujeres un objetivo político y se ha esforzado en presentar lista casi paritaria a las elecciones, en un país donde el acceso a las funciones políticas ha sido profundamente desigual. Hoy en la cámara de diputados, 94 de los 220 parlamentario del M5S son mujeres. Es la tasa de representación femenina más alta de todos los grupos parlamentarios italianos.

Sin embargo, la temporalidad introduce una diferencia de tamaño entre el movimiento francés y su paralelo transalpino: es difícil poner en un mismo plano un movimiento nacido hace más de diez años, que se ha estructurado desde entonces como un partido político y que hoy codirige el poder ejecutivo italiano, y un movimiento que no tiene más de cuatro semanas de existencia. Sobre todo, desde el comienzo el M5S ha sido dirigido por el extravagante Beppe Grillo. Es lo que le ha permitido estructurarse, elaborar la transición, resolver los conflictos. Los chalecos amarillos están lejos de esto: “Por el momento, el movimiento francés esta completamente dividido entre diferentes grupos locales, observa Christophe Bouillaud. Sin líder, es bastante poco probable que llegue a estructurarse”.

En resumen, de un lado al otro de los Alpes, las consignas no son las mismas. Al comienzo de los Cinco Estrellas, las principales reivindicaciones se relacionan con la corrupción del personal políticos y la preservación del medio ambiente. No es sino en un segundo momento, a partir del 2013, que el movimiento se preocupa por el poder de compra de los italianos – una posición que les permite el éxito electoral en el sur de Italia. Paralelamente, se aleja de los problemas medioambientales y hoy, a la cabeza de un gobierno de colación con la extrema derecha, el M5S abandonó completamente este aspecto.

2011, Grecia: el movimiento de plazas, de la movilización a la solidaridad.

Grecia, primavera del 2011. Cuando la crisis toca fondo, mientras se prepara un segundo memorándum de austeridad, la plaza Syntagma en Atenas (lugar del parlamento), al igual que numerosas plazas en otros barrios de la ciudad, fue ocupada. Noche y día, durante varias semanas, la población se manifiesta y se reúne en asambleas generales, sobre un modelo de autogestión que revindica la democracia directa, tal como los Indignados españoles.

Para el profesor de filosofía política Stathis Kouvélakis que, durante la época, observó de cerca la movilización en Grecia y ha podido seguir más recientes las movilizaciones de los chalecos amarillos en París, hay similitudes evidentes. En primer lugar, son movimientos sociales que estallan en reacción a políticas neoliberales destructivas: por un lado, los memorándums de austeridad, y del otro, “las reformas de Macron al estilo blitzkrieg”.

Tienen también un fuerte carácter “nacional”, con la omnipresencia, en ambos casos, de banderas nacionales. Y de la misma manera, ambos rechazan el sistema político existente y permiten la entrada de nuevas personas al espacio público – mujeres, no sindicalistas, personas que en principio están poco politizadas, poblaciones de origen social modesto-, hasta entonces sub-representados.

Dicho esto, sociológicamente los movimientos son diferentes. “La categoría de profesionales precarizados no es tan presente en los chalecos amarillos, revela Stathis Kouvélakis. Sin embargo, lo era en la Plaza Syntagma. De manera general, la participación en el movimiento era mucho más masiva en Gracia, donde la política económica había afectado a todo el mundo, mientras que la base social de los chalecos amarillos es más limitada, más popular, aún si goza del apoyo mayoritario de la opinión pública”. En Grecia, el 2011, la población actuaba en bloque contra el memorándum de austeridad y la intromisión de la Troika (tríada formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional), pero también contra una clase política corrompida y un sistema clientelar al borde del colapso.

Otra diferencia: “en Grecia, el epicentro del movimiento era la capital. No existía fuera de los grandes centros urbanos, mientras que en Francia, se trata esencialmente de un movimiento de la periferia, donde París fue “tomada” por manifestantes que venían de otras partes”, nota Stathis Kouvélakis.

¿El movimiento de las plazas se constituyó políticamente? En Syntagma, el movimiento rápidamente retrocedió. Pero en los barrios periféricos, esas asambleas populares se transformaron en círculos locales de solidaridad, mientras continuaba el desastre económico. Sopas populares, apoyo escolar, consultorios de salud gratuitos. Numerosos colectivos se instalaron, de los cuales muchos continúan activos hoy. Syriza, en ese entonces partido de oposición de izquierda radical, financió la red Solidaridad para todos, donde se reunía numerosas instancias. Pero esas asambleas de barrios funcionaron de manera autónoma, sobre todo luego de la llegada al poder de Syriza en 2015. Esta movilización en los barrios ha inspirado, a su vez, una solidaridad significativa al interior de una sociedad que por largos años ha estado marcada por el individualismo y el consumismo.

“Es muy temprano para decir lo que políticamente puede resultar de los chalecos amarillos, estima Stathis Kouvélakis. Pero es evidente que un movimiento profundo como este provocará desplazamientos electorales. De la misma manera que los griegos movilizados en 2011, los miembros de los chalecos amarillos se posicionan electoralmente en un eje que va desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. En Syntagma, esto era visible incluso espacialmente: las personas con discursos nacionalistas, muchos de extrema derecha, se localizaban en la parte superior de la plaza, mientras que la parte inferior de la plaza se transformó rápidamente en el bastión de movimientos libertarios y de izquierda. Había una gran porosidad entre la parte “superior” e “inferior”: lo que jugó un rol importante en la dinámica de politización de la ocupación.

Diferentes organizaciones de la izquierda griega aseguraron, en ese entonces, una presencia cautelosa, realizando un importante trabajo en el terreno para impedir las infiltraciones de la derecha radical y de los neonazis de Amanecer Dorado. “Pero en ese entonces, en Grecia, todo el mundo tenía conciencia del hecho que se había producido un sismo en el sistema político bipartidista y que nada sería igual. La izquierda radical tenía confianza, sentía que el viento soplaba a su favor. Pero este no es el caso en Francia: el paisaje político es mucho más fragmentado y el peso de la extrema derecha francesa mucho más importante. La situación aún es muy líquida”.

2016, Reino Unido: el Brexit muestra la rabia de “los dejados de lado”

A primera vista, las situaciones son muy distintas: el movimiento de los chalecos francesa surgió de la calle, mientras que la movilización de los opositores al Brexit responde en primer lugar a la estrategia de partidos tradicionales. Si los chalecos amarillos exponen la crisis estructural de los partidos franceses, los brexistas consagraron la victoria de UKIP [Partido de la Independencia del Reino Unido], formación dirigida por Nigel Farage, y de las plataformas que promovieron el “Leave”, conducidas por políticos profesionales.

“El Brexit no se jugó en la calle, la rabia se exprimió, pero no desembocó en un movimiento social”, revela Geoffrey Pleyers, sociólogo de movimientos sociales en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Pero para el, desde los brexista y el M5S italiano hasta los chalecos amarillos, “hay un mismo cuestionamiento a la división derecha-izquierda, por actores que deciden formar coaliciones estratégicas diferentes”. “Estas personas hacen política en conjunto, pero no hablan de política en términos tradicionales, de tal o cual partido”, destaca Geoffrey Pleyers.

La estructura es bastante comparable: si uno se apoya en los primeros resultados de una encuesta de investigadores publicada por Le Monde, los chalecos amarillos tienen en promedio 45 años, por encima del promedio de edad de la población francesa, mientras que en el Reino Unido los mas jóvenes habían votado, 75%, por mantenerse en la Unión Europea. Los chalecos amarillos parecen formar un movimiento más bien mixto, con mujeres provenientes de medios populares a la cabeza. En 2016, 53% de los brexistas de entre 25 a 40 años eran mujeres (la proporción se invertía para los hombres mayores de 50 años, con más de 60% de hombres).

“El voto para el Brexit fue más fuerte en las antiguas zonas industriales del norte y del este de Inglaterra. De la misma manera, el Movimiento Cinco Estrellas en Italia está más arraigado en el sur, que es más pobre. Hay una tendencia evidente en el fondo, relacionada con la política económica en Europa, en una era de bajo crecimiento y de incremento de las desigualdades”, explica Chris Bickerton, politólogo de Cambridge, quien fuera en 2016 uno de los portavoces del Brexit de izquierda (el Lexit, contracción de left y Brexit).

Los dos levantamientos parecen dibujar una geografía comparable, con una brecha neta entre los centros urbanos y los espacios abandonados (periferias, suburbios, zonas rurales). Inglaterra votó por el “leave”, con excepción de Londres y grandes ciudades como Leeds. Gales también se pronunció a favor de la separación, a contrapelo de su capital, Cardiff, favorable al mantenimiento en la UE. En cuanto a los chalecos amarillos, es una movilización de los olvidados, lejos de los centros urbanos, con múltiples áreas en el territorio francés.

“Lo común tiene que ver con el sentimiento de hartazgo, de desencanto, de parte de los que se han llamado, en el Reino Unido, “los dejados de lado”. Hay por tanto una clara dimensión económica que es compartida”, prosigue Chris Bickerton, ante de matizar: “pero me parece que la crisis de los chalecos amarillos nos dice también mucho acerca de la presidencia de Macron, y en ese sentido, tiene algo propiamente francés”.

2011, España: la corrupción política, fuente de la indignación.

El movimiento de los Indignados apareció en centenas de plazas de España el 15 de mayo del 2011, de ahí el nombre en clave de “15-M”. Entre sus filas, estudiantes del colectivo Juventud Sin Futuro se mezclaban con militante por el Derecho a la Vivienda y activistas opuesto a la Ley Creación e Internet. Este movimiento, que rechazaba ser catalogado de derecha o de izquierda, reclamaba el fin de las políticas de austeridad en España, denunciaba la corrupción de la vida política y criticaba el mecanismo de representación en política, prefiriendo la democracia directa.

El 15-M tuvo numerosos cambios. Luego de la ocupación de las plazas, hasta septiembre del 2011, se transformó en una serie de movimientos sectoriales contra los recortes presupuestarios (salud, educación, etc.) o contra las expulsiones hipotecarias. A partir del 2014, algunos cambiaron optando por la política institucional: es la aparición de Podemos y también de las confluencias ciudadanas que permitieron el triunfo en las municipales, entre ellos en Barcelona y Madrid. Hoy, el espíritu del 15-M se encuentra aún en las movilizaciones masivas por los derechos de las mujeres y contra las violencias sexistas (el movimiento del “8-M”).

¿Los Indignados del 15-M tienen algo que ver con la cólera de los chalecos amarillos? Los dos movimientos participan de la lógica de la ocupación de los espacios públicos: la plaza en España, los cruces y peajes en Francia. Ambos han puesto al descubierto la crisis de las organizaciones políticas tradicionales, desde los partidos hasta los sindicatos, que han sido sobrepasadas. Han señalado los límites de la democracia representativa (“ustedes no nos representan”, era una de las consignas del 15-M contra los diputados). Otro punto en común: hasta la creación del Podemos, en enero de 2014, ningún líder carismático surgió del movimiento español, el cual revindicaba una organización horizontal y una multitud de portavoces, lo que desconcertaba a los medios de comunicación del país.

El movimiento español fue rápidamente criticado por los responsables políticos tradiciones, en razón de lo confuso de sus reivindicaciones, muchas veces heterogéneas, que variaban de una plaza a otro a lo largo del país. Ahí también hay un punto en común con los chalecos amarillos franceses, cuya naturaleza parece evolucionar de acuerdo a la ubicación geográfica (al parecer con una presencia más fuerte de militantes de la Agrupación Nacional [antiguo Frente Nacional] en el norte y sudeste). Finalmente, ambos lados de los Pirineos, ha sido victimas de una represión policial intensa.

Hasta allí llega la comparación. El 15-M se construyó en torno a un discurso contra la corrupción política muy marcado, lo que no se encuentra en el caso francés. Inclusive, este no ha parado de extenderse a otros sectores de la sociedad golpeados por la crisis, durante las primeras semanas, hasta el verano, cuando los chalecos amarillos, hoy, parecen preocuparse más por las reivindicaciones de los sectores populares maltratados por la política económica del gobierno francés.


David Graeber: “los chalecos amarillos forman parte de un movimiento revolucionario más amplio”

 Entrevista realizada por Joseph Confavreux y Jade Lindgaard [Publicada el 14/12/2018 en Mediapart]

David Graeber es antropólogo del London School of Economics. Figura del movimiento Occupy Wall Street, se ha hecho conocido gracias a su libro En Deuda: una historia alternativa de la economía. Ha escrito también, en concordancia con sus textos sobre la burocracia y los “bullshit jobs” [trabajos de mierda], un análisis pionero acerca de lo que denomina caring class [todos aquellos se ocupan del cuidado]. Para él, si queremos pensar las revueltas y emancipaciones del futuro, se hace necesario redefinir los contornos y el imaginario de la clase obrera sobre bases menos productivistas y más feministas. Sus temas de estudio y actividades militantes lo motivaron a visitar París, el sábado 8 de diciembre, para observar el movimiento de los “chalecos amarillos”. Entrevista a la espera de una nueva jornada de movilización.

¿Cuáles son los puntos comunes y las diferencies entre los chalecos amarillos, que vio en acción el fin de semana pasado, y el movimiento Occupy Wall Street de Nueva York en 2011, del cual participó activamente?

David Graeber: el principal punto en común es el rechazo total a la política tradicional y a la autoridad de los responsables políticos. Lo que constituyó la especificidad de Occupy Wall Street, no fueron las reivindicaciones particulares, sino el hecho que no se trataba de pedir a los responsables políticos resolver lo que no funcionaba. El mensaje principal de Occupy era decir que vivimos en un sistema institucional corrompido, democrático solo en la fachada. Participar de este sistema, pretendiendo cambiarlo, no tenía sentido.

Este rechazo a legitimar el sistema, pidiéndole soluciones o esperando que se reforme por sí mismo, se encuentra en el movimiento de los chalecos amarillos. Históricamente, los movimientos que ponen en entredicho la legitimidad del sistema resultan más eficaces que los que se basan en reivindicaciones específicas.

En Argentina en 2001, el movimiento social comenzó a avanzar cuando hizo suyo los métodos y las exigencias del movimiento por la justicia global [movimientos altermundialistas], funcionando a través de asambleas, creando sus propios medios de comunicaciones, retomando las reivindicaciones radicales. Los argentinos no hubiesen podido esperar que alguno de sus responsables políticos enfrentara verdadera y directamente al FMI. Mandando al carajo al gobierno y a todos los políticos, auto-organizándose, creando sus propios medios de intercambio, funcionado bajo la forma de asambleas populares, los argentinos obligaron a todo el país a una auténtica ruptura con el FMI, lo que contribuyó que este último se deslegitimara por todo el planeta.

El sociólogo Immanuel Wallerstein subrayó este importante punto: las verdaderas revoluciones son revoluciones mundiales, porque formamos un sistema-mundo. Pensemos en la Revolución francesa. En cierto modo, podemos decir que Dinamarca cambió mucho que Francia entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX. Pero, Dinamarca no habría cambiado sin la Revolución francesa. La revolución francesa sacudió todo, transformando el sentido político común. Veinte años antes de la Revolución francesa, si usted hubiera examinado lo que pasaba en Francia, habría podido notar algunos cambios sociales, personas leyendo a Voltaire en los cafés, por ejemplo. En 1848, 1917 y 1968 también vivimos mutaciones del sentido político común. Estos momentos revolucionarios también son revoluciones en el sentido preciso de lo que es una revolución.

¿Esto significa que puede haber algo revolucionario incluso sin el cambio de gobierno o del poder?

Después de 1848, no hubo una toma del poder. Pero, acto seguido, todos los países europeos debieron adoptar medidas como la ayuda social o la educación para el pueblo, por ejemplo.

Pero, en Francia, hoy, también preocupa que la explosión de la cólera social que vemos en las calles pueda provocar un desastre político, permitiendo la victoria electoral de la extrema derecha…

Si, así es como el neoliberalismo funda su autoridad, queriendo hacer creer que tendríamos como única elección el liberalismo o la barbarie. Pero, en realidad, es exactamente lo contrario. Es la negativa en atender los motivos de la cólera social lo que ha permitido a la extrema derecha presentarse como una opción posible.

¿Le parece pertinente el término “movimiento social” para designar lo que pasa con los chalecos amarillos?

Para mi, se trata de un levantamiento. El levantamiento es algo que parte de abajo hacia arriba, mientras que el movimiento está organizado por alguien y tiene una dirección definida. En un movimiento social, las reivindicaciones son más precisas y dirigidas.

¿Se trata del levantamiento de la “caring class” que analizó en sus trabajos anteriores?

Quisiera creerlo, pero habría que saber mucho más acerca de la composición sociológica de los chalecos amarillos. Hay muchos trabajadores independientes en su seno. Sin embargo, haber visto a los conductores de ambulancias enfrentarse a la policía en París, la semana pasada, me parece significativo de un movimiento general. Por todas partes, incluso en Nueva Zelanda, ya no son los obreros, en el sentido tradicional del término, quienes protestan y van a la huelga, sino que son los enfermeros, los profesores, los profesionales paramédicos, las empleadas domésticas…

Esto tiene una explicación. La productividad en el área de la educación o la salud decae, mientras que aumenta en el sector manufacturero tradicional, por la robótica y la digitalización. Eso permite pagarles correctamente a los trabajadores, sin dejar de obtener ganancias. En el trabajo de cuidados, resulta a la inversa. Los directores deben cada vez justificar más sus sueldos para organizar el trabajo y la productividad de un personal que aumenta cada vez más y que reclama pasar cada vez más tiempo ocupándose no del cuidado de los demás sino del papeleo y las evaluaciones que suponen medir su productividad y justificar así el trabajo de quienes los dirigen.

A causa de esta burocracia de la evaluación, la productividad se reduce, y es necesario contratar cada vez más personal para mantener el mismo nivel de servicios, y por lo tanto pagarles cada vez menos. Esta realidad se conjuga con el hecho que en general, en el sistema económico tal como está, cuanto más socialmente útil sea tu trabajo, menor será tu salario y trato. Todo eso lleva a una explosión social.

Durante Occupy Wall Street, este fenómeno de base fue muy sensible. Había muchas personas que trabajaban en el sector de la educación, de la salud, o personas que decían: “al menos, quiero hacer un trabajo que no lastime a nadie y que, de ser posible, ayude a los demás”. Pero, si decides hacer esto, eres tratado tan mal y por tan poco salario que incluso no puedes cuidar a tu propia familia. ¡Es una situación ridícula!

Entre los chalecos amarillos, hay pequeños emprendedores, dueños de restaurantes, directores de escuela de conducir, corredores de seguros….

Son la pequeña burguesía, pero no son proletarios. Y ellos constituyen clásicamente la parte del pueblo que es capaz de pasar de un lado al otro durante un movimiento revolucionario. Por eso es tan difícil ponerlos en tal o cual lugar. Su nivel de vida es a menudo comparable al de los proletarios, pero, al mismo tiempo, tiene sensibilidades y aspiraciones burguesas.

Usted escribió en Le Monde que el levantamiento de los chalecos amarillos se enfrenta a un poder cuya particularidad proviene de la fusión de la autoridad política y el privilegio del control monetario. ¿Qué quería decir con esto?

Hubo un cambio en el centro de gravedad del sistema económico. En la forma clásica del capitalismo, el rol del Estado es proteger la propiedad industrial y las empresas comerciales. Las ganancias provienen de la expoliación hecha sobre los trabajadores, según el análisis marxista, pagándoles menos del valor de lo que producen. Pero, hoy, más de la mitad de las ganancias provienen del sector financiero: finanzas, aseguradoras, inmobiliarias. E incluso, esto está muy subestimado, porque tendríamos que tomar en consideración las actividades financieras de las empresas industriales. Según las estadísticas más recientes que he visto, casi todas las ganancias de la General Motors provienen de sus actividades financieras. No ganan dinero fabricando vehículos, sino prestando dinero para que las personas compren sus vehículos.

En un sistema financiarizado, si tu fuente de ganancia son los arriendos, la finanza, la creación de deudas, la relación con el Estado cambia. ¿Por qué? El Estado no se contenta con proteger tu propiedad o solucionar las disputas del trabajo. El Estado es el medio por el cual se extraen las ganancias. No sorprende entonces que se produzca una fusión entre el Estado y las finanzas. Cuanto más reguladas son las industrias, mayor son sus ganancias. Porque son las empresas quienes escriben las regulaciones. Se habla de “desregulación”, pero se trata más bien de una “re-regulación”. Gran parte de las ganancias de los bancos provienen de las normativas, a pesar de los discursos dominantes. Si las reglas provienen de los bancos, ¿se trata de instituciones gubernamentales o de agentes económicos privados? En este momento, no tiene mucho sentido separar la una de la otra.

¿Cuál rol juega el control monetario en este análisis?

Nos comportamos aún como si el dinero consistiera en lingotes de oro. Como si fuera todo lo que hay y como si los gobiernos tuvieran la necesidad de echar mano a este tesoro para financiarse. ¡Pero esto no es verdad! Es una ilusión. Si tomas la deuda nacional de Estados Unidos, la mitad está compuesta por dinero que el Estado se debe a sí mismo.

Lo que los chalecos amarillos dicen, básicamente, es que el sistema fiscal no sirve para financiar las políticas, que es solo una manera de redistribuir el poder. Se identifica al sistema fiscal como un sistema de poder, donde algunas personas se han apropiado de las herramientas para darse aún más poder a ellos mismos. Hablábamos de esto en el movimiento Occupy, distinguiendo al 1% del 99%. El 1% no son solamente quienes obtienen todos los beneficios del crecimiento económico desde el 2008. Son también los que han hecho todas las donaciones a los partidos políticos durante las campañas electorales. El 99% de las donaciones para las campañas políticas provenían del 1%. Transformaron sus riquezas en poder político y el poder político en riqueza. Es la misma cosa que dicen los chalecos amarillos.

Si el dinero se crea hoy, esencialmente, concediendo prestamos, ¿por qué no puede escribir una carta de reconocimiento de deuda una persona cualquiera? ¿Por qué no puedo hacerla yo mismo? Quizás porque esto disminuiría el poder a quienes lo poseen. En Inglaterra, al principio de 1600, cada tienda tenía su propia moneda. No había verdaderamente cambio [moneda fraccionaria]. Tu comprabas pan, te daban una ficha que podías utilizar en esta tienda. Y como tu podías utilizarla ahí, todas las personas del barrio aceptaban esa ficha. Las viudas creaban dinero. Reparaban calcetines o vestidos, decían por ejemplo que la reparación de una media costaba una ficha, y podían comprar pan a cambio. Todo el mundo podía crear dinero. Pero el sistema de los impuestos hace que esto sea imposible. Impone un monopolio en la creación monetaria.

¿Cómo el monopolio de la creación monetaria está vinculado al sistema de los impuestos?

Lo está en el sentido que solo el dinero aprobado por el gobierno sirve para pagar los impuestos. Y como hay impuesto sobre casi todo, es prácticamente ilegal crear tu propia moneda.

Pero, ¿esto no es contradictorio con una visión de izquierda que defiende al impuesto como un medio de redistribución social?

A fin de cuentas, es un sistema que redistribuye poder a los poderosos. El dinero es el poder. Pienso que hay que reflexionar verdaderamente en la manera en cómo democratizar la creación monetaria. El salario básico universal es una parte de la respuesta, pero no responde todo. Algunos dicen que la quantitative easing [cuando un Banco central busca incrementar la circulación de dinero, aumentando el exceso de reservas del sistema bancario] podría servir para transferir dinero a las cuentas bancarias de todo el mundo. Son pocas personas que no tienen cuentas bancarias. Y se podrían crear para aquellos que no las tienen, distribuyendo el dinero en proporciones iguales para todos.

Desde un punto de vista anarquista, podrían decir: le salario básico universal, es el Estado, entonces no sirve. Pero, de hecho, con este sistema se reduciría considerablemente la burocracia. Y especialmente la parte más arrogante de la burocracia. Aquellos cuyo trabajo es verificar que usted se esfuerza por buscar trabajo. O que usted no se droga o que tiene una moral adecuada para continuar recibiendo ayudas. Todos esos trabajos desaparecerían, y esas personas podrían a su vez recibir un salario básico universal y formar un grupo de música. Lo que aprendí trabajando sobre los bullshit jobs [trabajos de mierda] es que la mayoría de las personas que tienen uno de estos trabajos son infelices.

Esta cuestión de la creación monetaria no ha sido del todo abordada por los chalecos amarillos. Ellos dicen: “! que los ricos paguen impuestos ¡”

Por su puesto que pedir la revisión del sistema monetario es una reivindicación particularmente revolucionaria. Las personas reaccionan al sistema tal como está.

Entonces, usted no cree en la posibilidad de un mejor sistema redistributivo fundado en los impuestos.

Técnicamente es posible. Pero mi respuesta a Thomas Piketty es que lo que él describe se parece a una enorme aspiradora. Frente al capitalismo que aspira cada vez más riquezas en beneficio de una elite, él parece proponer fabricar otra aspiradora, que aspire en el sentido contrario, pero no tan fuerte. Yo digo: ¿y si apagamos la máquina?

Javier Rodríguez Aedo
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Historiador y musicólogo chileno.

David Graeber
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Antrópologo anarquista autor de En Deuda: Una historia alternativa de la economía y Trabajos de mierda: Una teoría.