Parece ser, que el desmonte del neoliberalismo pasará, por un lado, por la resolución de la próxima elección presidencial, pero también de la capacidad que tengan las fuerzas de izquierda y populares de imponerse en las parlamentarias. Tal como en la Constituyente, los lazos que se estrechen entre los partidos de izquierda y las nuevas fuerzas del mundo popular pueden ser gravitantes. El Congreso necesariamente deberá acompañar la implementación de un programa popular.
por Camila Aguayo
Imagen / Nueva Constitución, 31 de octubre 2019. Fotografía de Rocío Mantis.
Luego del 18 de octubre los grandes relatos instalados en nuestro país parecen haberse caído. La izquierda irrumpió y la movilización y protesta callejera se tornó fundamental.
Tras la contundente victoria de Apruebo Dignidad y los sectores de izquierda en las elecciones de mayo, sin duda, la consolidación del pacto Apruebo Dignidad en la primaria presidencial es un hito relevante para los sectores antineoliberales. Lo anterior, da cuenta de años de organización, errores y aciertos de una izquierda fragmentada.
A pesar de la esperanza que nos entrega este hito, cabe preguntarse si este pacto se traduce efectivamente en la consolidación de un bloque antineoliberal o si se agota en un momento electoral. En ese sentido, parece relevante no realizar una lectura por separado de las presidenciales, sino más bien, ponerlas en contexto junto a las parlamentarias y el rol de la Convención Constitucional.
La confrontación de ideas fue central durante la campaña y ambas candidaturas pusieron a disposición programas robustos, pero con el énfasis en su capacidad de realización en 4 años de gobierno. Lo anterior, no implicó el abandono de la épica ni del horizonte emancipador. A pesar de eso, hubo una clara diferencia en la forma de transmitir estas ideas y en a quiénes apelaba cada uno de los candidatos.
No es casual que la campaña de Daniel Jadue se instalara desde un tono confrontacional, encarnando la indignación y la rabia. Por su parte, Gabriel Boric se ha mostrado como un articulador entre el votante descontento de la Concertación y el frenteamplista. Podríamos pensar que la anécdota de la once con Paula Narváez no es baladí y que si bien, para ambos candidatos hubo apoyos explícitos de rostros de la ex concertación, la apuesta del Frente Amplio parece seducir más a esos sectores.
Con los resultados en mano, queda mucho por sacar en limpio. La derrota de la derecha (con ninguno de sus candidatos pudiendo ganarle a un comunista), y la gran participación en la primaria de la izquierda son una oportunidad histórica para ser Gobierno. La pregunta es: ¿con quiénes? Sabíamos que la distancia se había acortado, pero la gran diferencia entre el Frente Amplio y Chile Digno es sorpresiva. Sin la presencia de Narváez en la primaria, la apuesta del candidato de Convergencia Social dio resultado.
Ahora bien, el despliegue empleado en una primaria no basta para ganar la presidencial. Así como ganar la presidencial, no basta para la implementación y posterior defensa del programa. En primer lugar, la irrupción de la Lista del Pueblo es un elemento del que aún no se ha hecho un análisis profundo y no sabemos cuál será su rol en noviembre. Por eso, el diálogo en la Convención Constitucional es fundamental. Está la oportunidad de construir un efectivo polo antineoliberal que supere al pacto electoral que, además, apunte a disipar el clivaje partidos políticos vs independientes y que tenga la capacidad de derribar el murallón institucional de la Constitución del 80’. En esa línea, los puentes que ha tendido el PC en la CC aparentemente apuntan en esa dirección.
Por otro lado, la candidata más fuerte de la Concertación parece haber esperado a estos resultados para confirmar o no su candidatura. Yasna Provoste es un fantasma en la apuesta de Apruebo Dignidad, pero Gabriel Boric se convirtió es un fantasma para Yasna Provoste. Hoy, no están las condiciones para ceder cancha a los sectores que profundizaron el modelo durante 30 años, la apuesta está en convocar no sólo a las capas medias, sino también al 50% del electorado que no votó en estas primarias y sin duda, en trabajar por una reconstrucción de lo popular.
Parece ser, que el desmonte del neoliberalismo pasará, por un lado, por la resolución de la próxima elección presidencial, pero también de la capacidad que tengan las fuerzas de izquierda y populares de imponerse en las parlamentarias. Tal como en la Constituyente, los lazos que se estrechen entre los partidos de izquierda y las nuevas fuerzas del mundo popular pueden ser gravitantes. El Congreso necesariamente deberá acompañar la implementación de un programa popular.
Finalmente, la capacidad que tenga Apruebo Dignidad de convocar a las grandes mayorías a defender las conquistas, es profundamente relevante. Eso respecto a la forma en que se entabla una relación de lo social y lo político que garantice a futuro el beneficio de los pueblos y de las grandes mayorías del país.
Camila Aguayo
Licenciada en Psicología de la U de Chile. Activista feminista.