Piñera, estallido y Pandemia: desde el desfondamiento del sistema político a la irrupción de la maquinaria de guerra neoliberal

La crisis, primero social y luego vírica, ha demostrado que no puede ser gestionada por el stablishment de otra manera que no sea el despliegue represivo. Para Piñera y su coalición conservadora y neoliberal la solución es simple: emplear un lenguaje militarista apelando a “el enemigo poderoso”, y ahora, posicionar al virus como un adversario equivalente al manifestante encapuchado que hay que vencer en la “batalla de Santiago”. Se trata siempre de la exacerbación de la lógica del enemigo interno, de un “cáncer” que hay que identificar y vencer, y ante todo, dejar en claro que proviene de las fauces mismas del corpus social.

por Claudio Salinas y Alejandro Gabriel Lagos

Imagen / Protestas en El Bosque durante la cuarentena. Fuente: DW.


En el marco de una pandemia global que tuvo su primer caso durante la primera quincena de diciembre de 2019 en Wuhan[1], China, las medidas sanitarias de todos los gobiernos del mundo han sido más o menos insuficientes en distinta medida producto, principalmente, de una decidida administración neoliberal de la salud[2]. Dicha forma de hacer las cosas se caracteriza, como si se tratara de una “receta”, de una disminución paulatina (recorte presupuestario) de camas, equipos e instalaciones médicas, lo que ha ocurrido tanto en China como en Estados Unidos, y ciertamente, está ocurriendo en Chile, aunque el gobierno de Sebastián Piñera, señale cada mañana, a eso de las 10:00 AM por una cadena nacional siempre imbricada a los matinales televisivos, que se han integrado nuevos respiradores o que el centro hospitalario de emergencia en Espacio Riesco ha comenzado a funcionar adecuadamente. A pesar de la abundante propaganda estatal y un costoso programa de marketing político desplegado, pareciera que la crisis real está ad-portas de colapsar un debilitado sistema sanitario marginado por la razón neoliberal.

El bombardeo mediático desplegado en las últimas semanas ha hecho que “sepamos” mucho de lo que está ocurriendo con la pandemia, al menos desde su televisación espectacular que repara en el “caso humano” y en la tragedia individual o migrante. Desde matinales (todos con un importante staff de especialistas de todo tipo, doctores, políticos de profesión y ministros o ministras del bloque en el poder) hasta noticiarios, hacen toda clase de notas y reportajes vinculados con el virus. Sin embargo, poco y nada se ha dicho de la instrumentalización política del riesgo sanitario desplegada por el gobierno de Piñera, lo que le ha permitido llevar adelante un conjunto de medidas de excepcionalidad jurídica con fines menos altruistas que controlar el contagio del Covid-19. Se trata más bien -siguiendo el guión del poder desde el “Estallido social de octubre”-, de limitar la libertad de reunión y de justificar, ahora sí, el despliegue de profesionales militares y de todas las fuerzas de seguridad del Estado. En ese sentido, todo el aparato represivo del gobierno, tan afinado desde fines de 2019[3], tiene como objetivo primario contener la movilización social y el descontento generalizado  que, con la Pandemia, ha mostrado justificación frente a la precarización e indefensión en la que vive la mayoría de la población chilena, debido a décadas de políticas neoliberales en el país.

La crisis, primero social y luego vírica, ha demostrado que no puede ser gestionada por el stablishment de otra manera que no sea el despliegue represivo. Para Piñera y su coalición conservadora y neoliberal la solución es simple: emplear un lenguaje militarista apelando a “el enemigo poderoso”[4], y ahora, posicionar al virus como un adversario equivalente al manifestante encapuchado que hay que vencer en la “batalla de Santiago”. Se trata siempre de la exacerbación de la lógica del enemigo interno, de un “cáncer” que hay que identificar y vencer, y ante todo, dejar en claro que proviene de las fauces mismas del corpus social. Las mismas metáforas añejas que, desde la dictadura de Pinochet, nos tienen tan acostumbrados los sectores más reaccionarios que habitan el territorio local.  Es como si esta interpelación de un lenguaje bélico insuflara de épica a un sector de la población leal al gobierno y los convirtiera en disciplinados soldados de la razón de Estado, omitiendo, con todo esto y de manera estratégica, todo el contexto de pauperización social y de diferencias de clase expresadas en el precario autocuidado que puede darse un importante sector del pueblo de Chile frente a la Pandemia[5], esto principalmente por la sombra tenebrosa de la pérdida de trabajo y la baja paulatina del salario.

En un panorama que asoma desolador para los sectores laboriosos, la fórmula frente a la crisis general de la administración Piñera se reduce principalmente a aparatos represivos en las calles más un lenguaje recargado de metáforas militares y acompañado de una fuerte y costosa campaña de marketing político[6]. Una tríada que ha tenido como único fin, suturar el descontento de buena parte de los chilenos y chilenas. ¿Y cómo se realiza esto?, a través de la fuerza desnuda del poder estatal y el despliegue de los relatos de amenaza latente, que van desde el daño a la economía hasta el aumento exponencial de los contagios por coronavirus. Todo para justificar la conculcación de la libertad en beneficio del orden o de una “nueva normalidad” que consiste para las y los trabajadores en realizar sus labores productivas expuestos a un permanente riesgo de muerte. Piñera, al no tener una oposición suficiente al frente, puede cometer un sinnúmero de errores políticos-administrativos vinculados en la aplicación de medidas contradictorias a un bajo costo. Este contexto le permite seguir gobernando y exigiendo que se aprueben todas sus medidas asistenciales que sirven muy poco para apalancar a una gran población de trabajadores y trabajadoras que no cuentan con los recursos más mínimos para su subsistencia.

El despliegue de los dispositivos securitarios, desde octubre hasta hoy, ha sido de un carácter masivo. Territorios como Lo Hermida en Peñalolén y Villa Francia en Estación Central han debido presenciar la instalación de puntos fijos en materia de seguridad, en los que la impunidad policial y militar están a la vuelta de la esquina, tal como aconteció, luego del estallido, con los allanamientos varios realizados por policías en distintas y populosas comunas y barrios. Por redes sociales y medios independientes se han filtrado informaciones relacionadas con disparos y agresiones por parte de la policía[7] a personas  que, presuntamente, violaron el actual toque de queda, el que en materia sanitaria no se explica por ninguna parte, ya que un toque de queda nocturno no guarda relación alguna con la contención efectiva de la propagación del virus[8].

Todo este contexto de acción política marcado por el desprecio hacia los trabajadores y trabajadoras sumado a un pésimo e improvisado manejo por parte del ejecutivo, ha operado como un catalizador del enojo acumulado en buena parte de la población. Los trabajadores provenientes de comunas periféricas, los que aglomerados en las instalaciones de Metro en las madrugadas de la semana hábil ven con angustia la instrumentalización mediática de la pobreza y la puesta en juego de su salud, viven en carne propia un despotismo neoliberal que está marcando la pauta en el giro autoritario local. La violencia institucional, acompañada del total abandono de la vejez y de los trabajadores auto-explotados, manifiesta la violencia y los rasgos autoritarios de un régimen económico que, poco a poco, ha ido abandonando sus ropajes democráticos y que ha dejado a la fuerza como mecanismo exclusivo de control de una población cada vez más cansada. En ese sentido, la imagen del boina negra portando una AR-15 y haciendo controles de identidad[9] a la altura de calle Teatinos en Santiago centro, es tanto un mecanismo que grafica la excepcionalidad jurídica ocasionada por la pandemia, como el recordatorio vivo de que el Estado no va a permitir un nuevo levantamiento como el de octubre.

 

Gritos de guerra en medio de la Pandemia

El Presidente Piñera, afectado por la crisis social de octubre e incapaz de esconder sus ropajes autoritarios, ya sea por torpeza política o megalomanía, se fotografió “ingenuamente” en medio de la plaza Dignidad el 3 abril pasado, imagen provocadora que operó como símbolo de victoria de guerra, aunque de carácter efímero, pues meses atrás el mismo lugar había estado copado por la movilización social más grande vista en la historia republicana reciente. En el gesto fotográfico, el Presidente de Chile no tuvo ni el más mínimo interés en utilizar mascarilla, dejando en claro, además, su poca preocupación por la crisis sanitaria, incluso un relevante intelectual orgánico, que el último tiempo ha mostrado ser un leal funcionario –no declarado- del gobierno, como es Carlos Peña, acusó al Presidente de torpeza en su grado máximo. ¿Pero qué estaba en juego con la decisión de fotografiarse solo en una Plaza de la Dignidad vacía? La respuesta es evidente y no admite dobles lecturas. El profundo anhelo de Piñera de derrotar la revuelta social, aunque fuese mediado por la Pandemia. La fotografía fue la expresión concreta de una necesidad de ganar a toda costa, como solo lo sabe hacer un político con orígenes en el mundo de la especulación financiera, acostumbrado a operar en los bordes de la legalidad.

El uso indiscriminado que este gobierno ha hecho de metáforas militares y de gestos como el de la fotografía del 3 abril no resiste un análisis vinculado a la indignación (por lo demás este es un afecto evanescente y sin proyección). Sólo es la manifestación del umbral de respuesta que un gobierno neoliberal y conservador como el de Piñera puede dar,  esto, obviamente, desnuda su ideología y el mundo al cual pertenece. Mundo que no ha cambiado lo suficiente para volverse civil, aunque ya hayan pasado varias décadas de la dictadura de Pinochet[10]. Por lo demás, este avance en el recrudecimiento ideológico conservador y reaccionario, se produce en un contexto en el que se deja entrever una ausencia de una oposición política capaz de enfrentar el giro autoritario del gobierno. En ese sentido, muchos partidos social-liberales[11] se inquietaron tanto o más que la extrema derecha por la revuelta de octubre, por lo que parece que presenciamos más a un desfondamiento del sistema político heredado de la dictadura, que cualquier otro tipo de ajuste menor.

Es en este panorama político, marcado por un franco giro autoritario del bloque que está en el poder y que administra el Estado neoliberal[12], que el futuro se vuelve incierto y no muy halagüeño, al menos en el corto plazo. Por un lado, el virus ha tomado ribetes inestables en términos categoriales, ha sido calificado como resfrío y como enfermedad mortal, sin afán de colocar en tensión esta incapacidad científica de saber qué es exactamente este virus, lo cierto es que su existencia y poder de transmisión, la que no está puesta en duda, ha sido utilizada por el gobierno chileno como un tanque de oxígeno para frenar las protestas sociales que han echado a andar las fuerzas históricas de transformación social producidas por el hartazgo de buena parte de chilenas y chilenos, sin embargo, la administración gubernamental de la Pandemia –muy real y catastrófica- ha resultado ser una  estrategia que se les ha escapado de las manos. Lo que en un momento fue visto como una oportunidad de “mejorar” la cara ante la opinión pública, hoy tiene efectos no esperados para el poder: un desmarcamiento de varias y varios políticos “de profesión” respecto de la actuación errática del gobierno (recién hoy se establece una cuarentena total) marcado por el llamado precipitado a una “nueva normalidad”, “a volver a clases a fines de abril”, a abrir centros comerciales con despliegue mediático[13], entre otras cosas. Hemos presenciado además una inestabilidad permanente por parte del ministro de salud y una constante acusación – a modo de padre castigador- de las autoridades contra el deficiente autocuidado de las personas. Por tanto, siguiendo las últimas advertencias de la Cepal[14] de que un mal manejo de la Pandemia operará, muy luego, como aliciente de un rebrote más potente de las protestas sociales iniciadas el 2019, el panorama político apunta hacia una permanencia de la convulsión social y la crisis sistémica.

En este escenario político y económico, urge un re-empoderamiento cívico y una profundización de la recomposición del tejido social que se hizo latente desde el 18 de octubre pasado. Hacer notar esto es clave para promover y acelerar el cambio de ciclo político de un sistema con evidentes signos de falla multisistémica y que por el bien de las mayorías no debe continuar.

 

[1] Las autoridades chinas estiman que el primer caso de Covid-19 fue entre el 12 y el 29 de diciembre de 2020: https://cnnespanol.cnn.com/2020/02/20/cronologia-del-coronavirus-asi-comenzo-y-se-extendio-el-virus-que-pone-en-alerta-al-mundo/

[2] Estas medidas han sido denunciadas tanto por filósofos como por profesionales de la salud, e incluso por activistas políticos y ha tenido un carácter global. En China el grupo Chuang denuncia la precarización de la salud llevada a cabo por el PCCH, por su parte, el filósofo italiano “Bifo Berardi” escribe sobre la incompetencia administrativa en su país, situación que replica el francés Alain Badiu. Desde otra vereda, profesionales de la salud como Izkia Siches en Chile denuncian las incapacidades del sistema de salud público. Todo esto sólo deja de manifiesto el carácter global de una crisis de esta naturaleza, la que tiene un resorte biológico, pero ante todo, una agravante de carácter económico-administrativo.

[3] Es particularmente clarificador ver las políticas de gasto del gobierno chileno en materia de Defensa: https://www.defensa.com/chile/chile-aumenta-presupuesto-defensa-sudamerica-baja-gasto-militar

[4] El 20 de octubre del 2019 Piñera dijo en cadena nacional que los manifestantes habían quemado hospitales y que eran delincuentes sin límite, entre otras cosas: https://www.youtube.com/watch?v=jlxxnm7dGUA

[5] En Ciper Chile se trabajó parte de estos sucesos vinculados a contagios producto de la defensa de la reproducción del ciclo productivo por parte del bloque en el poder: https://ciperchile.cl/2020/03/24/crece-el-brote-de-covid-19-en-el-metro-siete-trabajadores-dieron-positivo-y-87-estan-en-cuarentena/

[6] Con un sistema sanitario carente, el gobierno de Piñera dejó en claro sus prioridades intentando mejorar su imagen pública con una costosa campaña comunicacional: https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2020/04/02/en-medio-de-crisis-sanitaria-subsecretaria-de-salud-publica-contrato-campana-comunicacional-a-raiz-del-coronavirus-por-400-millones/

[7] El medio El Desconcierto hizo eco de algunas de estas denuncias: https://www.eldesconcierto.cl/2020/04/04/video-carabineros-gasea-a-vecinos-de-lo-hermida-tras-haber-atropellado-a-poblador-del-barrio/

[8] Entre otras extravagancias se recuerda la frase del Ministro de Salud sobre el virus: https://www.youtube.com/watch?v=Gps2yvmnvvE

[9] Santiago ha visto este despliegue acrecentarse de manera sistemática: http://lanacion.cl/2020/05/07/cuarentena-total-en-12-comunas-boinas-negras-del-ejercito-patrullaran-la-rm/

[10] Luego de la revuelta de octubre comenzaron a rearticularse grupos pinochetistas, neoliberales y post-fascistas que detrás de la campaña del “Rechazo”, dejaron de manifiesto, que en los sectores acomodados de Santiago subsiste un negacionismo duro y un anticomunismo marcado por un duro sesgo ideológico y antidemocrático.

[11] El Partido Socialista tuvo un claro posicionamiento contra la revuelta de octubre: https://www.latercera.com/politica/noticia/la-democracia-militantes-socialistas-difunden-carta-donde-exponen-vision-las-manifestaciones-sociales/915623/

[12] Nos referimos a los partidos políticos que estaban aglutinados en la Concertación y en Chile Vamos.

[13] En redes sociales se han hecho comunes los “memes” vinculados a la figura de Lavín y los matinales de la televisión abierta.

[14] La Cepal no se refirió sólo a Chile, sino que a otros países del continente: https://www.elmostrador.cl/dia/2019/10/30/cepal-atribuye-el-estallido-social-en-chile-a-la-privatizacion-de-empresas/

Claudio Salinas

Doctor en Estudios Latinoamericanos y Coordinador Académico del Magister en Comunicación Política de la Universidad de Chile.

Alejandro Gabriel Lagos
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Periodista, Magister en Comunicación Política y Coordinador Operativo del Magister en Comunicación Política de la Universidad de Chile.