La férrea división de clases que articula la actual configuración del ejército es un peligro permanente para la democracia en el interior del territorio chileno. Sumado esto al tristemente célebre récord de ataques que ha realizado dicha institución al pueblo que habita el país, deja entrever que para avanzar en la generación de un territorio distinto en torno al reparto de riqueza y la concepción de mundo progresista dentro de un eventual marco de un postcapitalismo liberador, se requiere transformar tanto el funcionamiento del ejército como algunas de sus funciones.
por Gabriel Lagos
Imagen / Fuente: Flickr.
Para un pueblo que actualmente se encuentra empujando una enorme protesta de masas frente a la democracia tutelada comandada por Piñera y los dueños del capital, el octubre chileno ha abierto una arista dolorosa en materia de correlación de fuerzas. El actual proceso de acumulación de fuerzas, a través de la protesta y la auto-organización, ha tenido como costo social manifestantes abusad-s sexualmente, tortura-s, mutilad-s y asesinad-s por las fuerzas represivas del Estado chileno. Estos horrores nos empujan a preguntarnos sobre el qué hacer con las organizaciones que monopolizan la fuerza del Estado, las cuales han demostrado resueltamente servir a los intereses de los poderosos por sobre los de l-s trabajador-s y oprimid-s de los pueblos que habitan este territorio.
El actual documento busca hacer un aporte en esta área de la discusión política. Es un franco intento por generar un espacio colectivo, en el que los grupos que abogan por un post-capitalismo liberador piensen en tácticas vinculadas a una desactivación efectiva de estas fuerzas que se muestran decisivas para la conservación del actual régimen autoritario que azota a Chile.
I.- La larga marcha de la democratización
El poder destituyente que comenzó a tomar forma el 18 de octubre de 2019 ha dejado en claro que un levantamiento múltiple no estaba en los planes del gobierno y el gran capital, los que con desparpajo y descaro intentaron profundizar la carestía de vida. Al acompañar su indolencia y despotismo con despliegues televisivos, avivaron aún más la rabia entre la población. Las manifestaciones, saqueos y desmanes que comenzaron a ganar envergadura el sábado 19 de octubre tuvieron como respuesta la salida de los militares a las calles y una intensificación en la violencia por parte de la policía. Los días que siguieron a esta crisis estuvieron marcados por abusos de todo tipo, los que, a pesar de la vuelta de los militares a los cuarteles, han seguido siendo ejecutados por las fuerzas policiales las que parecen no quebrarse frente a las demandas populares. Por su parte, las estructuras de base militares, salvo casos a esta altura emblemáticos, tampoco mostraron trizaduras en su composición. En ese sentido, el mayor quiebre se dio en la cúspide del Estado entre el General Iturriaga y el presidente Piñera frente a su declaración de guerra al pueblo chileno. Todo esto nos lleva necesariamente a pensar con urgencia un trayecto hacia la refundación del ejército desde sus cimientos.
II.- Escuela para ricos y escuela para pobres
La férrea división de clases que articula la actual configuración del ejército es un peligro permanente para la democracia en el interior del territorio chileno. Sumado esto al tristemente célebre récord de ataques que ha realizado dicha institución al pueblo que habita el país, deja entrever que para avanzar en la generación de un territorio distinto en torno al reparto de riqueza y la concepción de mundo progresista dentro de un eventual marco de un postcapitalismo liberador, se requiere transformar tanto el funcionamiento del ejército como algunas de sus funciones. Algunas nociones que consideramos estratégicas en este proceso son las siguientes:
- La necesidad de generar una única escuela de formación militar, destruyendo la división de clases generada por la existencia de una escuela de oficiales y otra de suboficiales. Esta medida abriría una reestructuración de carácter meritocrático que modificaría fuertemente la oficialidad.
- La generación de una única escuela de formación de carácter meritocrático no asegura por sí misma la lealtad de un ejército a la soberanía popular, es por esto que se requiere que existan organismos civiles vinculados al control de las materias que los soldados en formación deben recibir. Estas materias guardan relación con la historia, la civilidad y, por sobre todo, los DD.HH.
- La ampliación y especialización en la formación de los soldados a tareas vinculadas al apoyo de la sociedad civil, por ejemplo, en materias de crisis ambientales y catástrofes naturales que puedan afectar al territorio nacional. Es clave que los militares en tiempos de paz social sean capaces de apoyar activamente a los cuerpos de rescate, combatir catástrofes ecológicas y apoyar a la sociedad en materias de reconstrucción si el contexto lo requiere.
- La activa búsqueda, a través de cuotas de paridad, de incorporación de mujeres al ejército.
- En conjunto con los soldados profesionales, la generación de milicias de reservistas que sean convocadas con diversos fines vinculados a las tareas del ejército. Estos grupos deben ser diversos y de un carácter rotativo, con el objetivo de democratizar el conocimiento en materia de defensa y apoyo a un régimen auténticamente democrático.
Todas estas medidas en su conjunto generarían una vinculación orgánica de los militares con la sociedad civil, superando traumas, dolores y quiebres que sólo reflejan el reparto de la política y el poder controlado por una élite despótica, incapaz de generar dispositivos políticos vinculados a una articulación hegemónica en base al consenso.
III.- El inquebrantable gusto por el abuso de poder de Carabineros de Chile
El mes y medio de movilizaciones ha tenido a Carabineros de Chile como los grandes perdedores del proceso, con miles de acusaciones en su contra, sumado al escándalo reciente del paco-gate y los cientos de videos filtrados en las redes sociales en donde carabineros tienen un comportamiento propio del crimen organizado. Su credibilidad y su funcionamiento mismo han sido puestos en tela de juicio por la población en general. En ese sentido, que carabineros siga funcionando tal y como lo conocemos (afortunadamente) es algo difícil de asegurar, ya que el costo social vinculado a violaciones, mutilaciones, secuestros y asesinatos ha sido tan grande, que, sin un juicio y castigo efectivo para los responsables de dichas atrocidades, es difícil que puedan transitar con libertad por las calles en un futuro próximo. A esto se suma la manifiesta falta de liderazgo y capacidades del General Rozas, hombre de escritorio y poco respetado entre las bases policiales, las que hoy operan a través de bonos de productividad y una protección gubernamental que les brinda impunidad en su accionar. Sin embargo, es sabido que dicha impunidad es transitoria y que es muy difícil que puedan escapar en su totalidad los violadores de Derechos Humanos que forman parte de la institución. En ese sentido, no sólo surgirán condenas aleccionadoras, sino que el mismo trato de la población hacia el cuerpo será cada vez peor. Por todo esto, es fundamental una refundación total de la institución en la que se diferencien claramente las tareas y funciones. Es claro que se requiere socialmente una policía para el problema del tránsito, sólo por dar un ejemplo. Sin embargo, no es tan claro que se requiera una policía especializada para la asfixia de la manifestación social. Ahondar en una hiper-complejización de la policía tampoco es una solución, sobre todo considerando que fenómenos como el delito común bajarían notoria y sostenidamente con la modificación del régimen político. Lo cierto es que, al igual que los militares, la policía requiere observadores permanentes del mundo de la sociedad civil, además de todas las medidas vinculadas con una gestión meritocrática y de cooperación social. Si esto escapa de lo que ha sido históricamente la policía, quizás deberíamos comenzar a pensar otro tipo de institución. Sin embargo, lo único claro y que subsiste es que la actual institución de carabineros debe ser radicalmente transformada para siempre.
IV.- Los cientos de rostros de un mismo problema
La ejemplificación realizada tanto con el ejército como con carabineros, las instituciones más icónicas en torno al despliegue represivo durante el octubre chileno, sólo devela un problema estructural que golpea al conjunto de las FF.AA. y de Orden: todas ellas están sujetas a las presiones de los sectores que dominan la sociedad a través de la explotación, la opresión y el despojo de la soberanía popular. Actualmente, desconocer el control del monopolio de la violencia como el problema central al que nos enfrentamos, implica desconocer el dolor más notorio que guardan los pueblos de Chile. Hoy las fuerzas armadas y de orden son organismos de clase que apoyan estratégicamente las actuales formas de concentración y reproducción del capital.
Urge para el anticapitalismo militante comprender la necesidad de articular una sostenida ofensiva política que busque modificar estructuralmente las condiciones en las que nos desenvolvemos como sociedad. Esto es central si se piensa en disputar el poder político, es en ese espacio en el que contar con el apoyo, o al menos tener asegurada la no intervención hacia el mundo civil de parte de los profesionales de las armas, se vuelve fundamental. Lo queramos o no, el actual proceso dejó (entre otras muchas lecciones) demostrado que la inexistencia de fuerzas armadas y de orden auténticamente republicanas, que hicieran eco de las necesidades de las mayorías, fue un elemento sustantivo para la preservación en el poder de un presidente que ha devenido en un bolsonarismo sui generis. Uno que sólo entiende a la seguridad y al orden público como el despliegue de dispositivos represivos acompañados de una impunidad sostenida y sistemática. Con esto el especulador devenido en tirano busca preservar un mandato debilitado y carente de toda retórica capaz de avanzar en algún grado de paz social. Es por esto que frente a la intensificación de la agenda represiva, sólo queda para los pueblos de Chile la intensificación de una agenda política para las mayorías, capaz de neutralizar a una élite inquieta, portadora de relatos de terror producto de la cobardía histórica que guarda frente a los pueblos de Chile; quienes son, a su vez, los que producen la riqueza y el bienestar en el territorio local.
Alejandro Gabriel Lagos
Periodista, Magister en Comunicación Política y Coordinador Operativo del Magister en Comunicación Política de la Universidad de Chile.