Fugas, posibilidad y desafíos en el huracán del octubre chileno

El franco intento de criminalizar la protesta social y los estúpidos relatos sobre los manifestantes “buenos y malos” tuvo por objetivo polarizar y con ello dividir a las masas, en ese sentido, todo lo que escapara de esta dicotomía impuesta por su “civilidad neoliberal” se intentó de ocultar, nos referimos a las agresiones hacia los derechos humanos realizadas por las fuerzas represivas del Estado. Tuvieron que sentir la respiración de los manifestantes en las afueras de los canales para bajar el tono, esto sumado a la crítica sistemática y al absurdo intento de encontrar una cuña afín a sus intereses editoriales, lo que hizo que fueran matizando sus relatos, sin embargo, no fue hasta la marcha del 25 de octubre del millón y medio de personas que comprendieron que el movimiento arrollaría de todas maneras su descarado intento de generar un cerco mediático.

por Gabriel Lagos

Imagen / Días de indignación, Paulo Slachevsky. Fuente: Flickr


A dieciocho días de iniciado el levantamiento de masas en territorio chileno, han comenzado a aparecer perspectivas y esfuerzos por la politización del devenir de la revuelta, por su parte, la derecha despótica que ha manejado este país desde la dictadura, independiente de las administraciones transitorias del bloque social-liberal, ha demostrado una completa disociación tanto con el régimen de vida, como con las demandas que comienzan a surgir de una multitud que ha expresado un cansancio terminal frente al modelo neoliberal, a pesar de esto, la clara ausencia de orientaciones políticas convincentes por parte de la constelación que se reclama del anticapitalismo, ha generado suspensos que permiten el esbozo de salidas reaccionarias por parte de sectores más frescos del bloque dominante. Lo cierto es que frente a esta posibilidad y a la nueva experiencia traumática que ha sido para la población chilena la salida criminal de las fuerzas militares a la calle y la policía sin correa al cuello -que ha dejado como saldo incierto sobre las espaldas de ambas instituciones violaciones, torturas, mutilaciones, desapariciones y asesinatos-, la pregunta sobre un abrupto qué hacer debe ser pensada primero en la sobrevivencia de la revuelta, mientras se empuja por su politización.

A continuación adjuntamos cuatro puntos de fuga vinculados al devenir político de un territorio repleto de posibilidades, pero también de monstruos y esperpentos que urge sean suturados lo antes posible.

Primera fuga: La bestialidad de las fuerzas represivas

El octubre chileno, independiente de sus resultados políticos concretos, será recordado por un nuevo episodio de agresión por parte de las fuerzas armadas y de orden sobre la población desarmada. Esta bestialidad ha ido desde violaciones y vejaciones sexuales contra manifestantes1, hasta la quema de cuerpos que acusaban asesinatos de bala, sumando además, la triste práctica de la desaparición. Este oscuro e indigno aspecto debe ser complementado con los trabajos de infiltración de la protesta por parte de agentes provocadores de la policía y las acciones vinculadas al amedrentamiento, consumo de drogas y gestas vandálicas propias del crimen organizado, en ese sentido, cuando el pusilánime pero ególatra Piñera le declaraba la guerra a los manifestantes por cadena nacional, sus agentes represivos hicieron en la práctica eco de ello y se comportaron como un ejército invasor sobre la multitud en lucha en territorio chileno. Frente a esta bestialidad que ha mostrado el poder del Estado neoliberal y que ha impactado y estremecido a un sector importante de la población trabajadora, urge el levantamiento de una política irrestricta en la defensa de los Derechos Humanos que busque incansablemente no sólo las responsabilidades políticas de estos actos, sino que además, busque individualizar a los autores de estas atrocidades. Es estratégico levantar una política de masas en torno a este punto, la que debe tener en perspectiva estratégica, la demolición total de la actual institucionalidad y configuración de las fuerzas armadas y de orden, para esto, el debate clásico sobre su “democratización”, debe elevarse a la pregunta sobre sus labores y objetivos, repensando radicalmente su funcionamiento y su relación con la población.

Segunda fuga: El posicionamiento de los medios de comunicación

El octubre chileno develó la uniformidad de los medios de comunicación en el territorio, los que se cuadraron casi sin excepción2, con el relato terrorista de Chadwick. En un primer momento esparcieron con potencia la noción de terror acompañada de articulaciones discursivas de todo tipo sobre los saqueos. El peligro inminente que transmitían a través de sus dispositivos tecno-comunicacionales repercutió fuerte en algunos sectores de la población, siendo los chalecos amarillos, respuesta de “autodefensa” casi intuitiva de sectores medios y bajos insertos en el ciclo neoliberal, que vieron con horror la posibilidad de perder sus mercancías de años de trabajo y endeudamiento a manos de otros. Esto sumado a los periodistas-rostro comportándose como miembros activos del bloque en el poder, llegando incluso a justificar la patética declaración de guerra del Presidente -como fue el caso de Matías del Río- y haciendo durísimas declaraciones contra la masa enardecida y llena de bronca3.

El flujo emanado de estos dispositivos generó de manera sistemática un ambiente propicio para el despliegue de la más brutal represión. El franco intento de criminalizar la protesta social y los estúpidos relatos sobre los manifestantes “buenos y malos” tuvo por objetivo polarizar y con ello dividir a las masas, en ese sentido, todo lo que escapara de esta dicotomía impuesta por su “civilidad neoliberal” se intentó de ocultar, nos referimos a las agresiones hacia los derechos humanos realizadas por las fuerzas represivas del Estado. Tuvieron que sentir la respiración de los manifestantes en las afueras de los canales para bajar el tono, esto sumado a la crítica sistemática y al absurdo intento de encontrar una cuña afín a sus intereses editoriales, lo que hizo que fueran matizando sus relatos, sin embargo, no fue hasta la marcha del 25 de octubre del millón y medio de personas4 que comprendieron que el movimiento arrollaría de todas maneras su descarado intento de generar un cerco mediático. Todo el accionar de los medios nos lleva a abrir la discusión sobre métodos de financiamiento de los medios alternativos y las responsabilidades que deberían asumir rostros y periodistas frente a situaciones de esta envergadura. Hoy acusar a ciertas líneas editoriales y rostros de cómplices de las violaciones hacia los derechos humanos no sólo adquiere sentido, sino que adquiere un carácter estratégico vinculado al rol de los dispositivos tecno-comunicacionales y la concentración de este poder en manos de una burguesía despótica y disociada de la realidad.

Tercera fuga: La potencialidad política detrás de la sublevación

El levantamiento en territorio chileno inició con el llamado a evadir el pago del metro por parte de los estudiantes secundarios de la educación pública, el impulso de este movimiento sumado a la manifiesta indolencia de un empresariado y sus agentes políticos que buscó rapiñar de la clase trabajadora a través de un aumento sistemático del coste de la vida, graficado además en su fanfarronería al momento de hablar en los medios de comunicación, desencadenó una bronca contenida contra el modelo que apunta a cambiarlo desde sus cimientos, en ese sentido, las familias populares viven y conocen casos vinculados a la precarización y el empobrecimiento a causa de enfermedades catastróficas que deben costear con bingos y completadas, deben enfrentarse a pensiones de hambre, el subcontrato y el alto coste de los productos de primera necesidad. En torno al problema de la movilidad social, el valor monetario de una educación escolar que entregue una chance real de desenvolverse en las universidades tradicionales y prestigiosas excede el salario mínimo, lo que ha llevado además a la creación de universidades privadas para ricos y para pobres, en definitiva, el modelo chileno al comportarse como un capitalismo extremadamente favorable para los grandes empresarios y que mantiene cierta estructura estamental en la relación entre clases, hace que el endeudamiento y el exceso de trabajo bajo condiciones precarias sean difícilmente soportables. Todo esto reventó sin vuelta atrás el 18 de octubre y en ese sentido, el empujar cambios en esas materias a través de medidas políticas que apunten a un cambio estructural no sólo es posible, sino que necesario, sobre todo, proyectando la oleada de desesperación subsidiaria con la que responderá la administración neoliberal de Piñera. Hoy la lucha debe adquirir este cariz político, el que ha sido brillantemente sintetizado en la consigna “hasta que vivir valga la pena”.

Cuarta fuga: El repudio generalizado hacia la administración Piñera

Durante estas dos semanas de manifestaciones y revueltas la administración Piñera ha generado una importante animadversión entre la población, el desborde con la declaración del Estado de Emergencia, la salida de los militares a la calle y su comportamiento en los sectores periféricos, además de la falta de respuestas y habilidades comunicacionales por parte del mandatario, ha generado un tránsito del presidente despistado y excéntrico hacia el político autoritario e incapaz de manejar un país. Esta perspectiva bien afincada entre la población, la sufren también sus diferentes ministros, los que han tenido además, enfrentamientos y luchas sociales que no han podido manejar, como son los casos de Salud y Educación, por su parte, el “renunciado” Chadwick es el que está bajo la mayor presión ya que arriesga una inminente acusación Constitucional. En este marco de desprestigio generalizado la canalización de ese rechazo hacia una respuesta política-electoral que entierre a la vieja guardia neoliberal se vuelve fundamental, sin embargo, esta canalización debe ser sólo una expresión de una comprensión más acabada y profunda vinculada a que el bloque en el poder, no sólo no gobierna para el pueblo trabajador y los oprimidos de esta sociedad de clases, sino que además, siente un profundo desprecio por ellos y que de ser necesario, no duda en dañarlos y aniquilarlos físicamente. La transmisión de este conocimiento popular puede no sólo abrir a ciclos políticos más favorables hacia la idea del socialismo, sino que además, se puede comportar como un gran catalizador para la auto-organización y la auto-defensa popular, ambos conceptos clave para preparar una nueva embestida que busque enterrar este modelo de miseria.

Notas

1 Se pueden revisar los datos oficiales del INDH en https://www.indh.cl/

2 Una excepción bastante interesante fue el canal Red Televisión.

3 En la entrevista completa que Matías del Río le hizo a Carlos Peña, el periodista desplegó todos los lineamientos de una prensa aliada al bloque dominante: https://www.youtube.com/watch?v=XaVZd94-FcM

4 Estremecedora captura de una de las marchas más grandes en la historia de Santiago de Chile: https://www.youtube.com/watch?v=eWTsKIui6lI

Alejandro Gabriel Lagos
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Periodista, Magister en Comunicación Política y Coordinador Operativo del Magister en Comunicación Política de la Universidad de Chile.