Verónica Gago, cientista política y militante de #Niunamenos Argentina: “la potencia de la lectura feminista de la deuda es problematizar la explotación financiera desde un punto de vista concreto, situado, realmente existente”

Hace algunas semanas, la cientista política, investigadora Conicet y militante del movimiento #NiUNaMenos argentino Verónica Gago visitó nuestro país en el marco de la escuela de formación política Feminismos críticos para el Chile actual, organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo Buenos Aires y Fundación Nodo XXI en Santiago. En dicho contexto, Gago destacó algunos de los aspectos más relevantes de su investigación sobre la precarización de la vida de las mujeres y disidencias en el estadio actual del capitalismo, el endeudamiento femenino como un nuevo fenómeno aleccionador, y las posibilidades de resistencia antipatriarcal dentro de un entramado mercantil en que miles de sujetas expropiadas de derechos y libertades encuentran una expresión de desacato. “Es muy importante cuando hacemos una crítica acerca de los patrones de consumo y el endeudamiento de los sectores populares, no tener un juicio moral a priori. Nos parece relevante aterrizar los dispositivos financieros en los distintos territorios, experiencias y cuerpos, y desde ahí pensar que tipo de obediencia estructuran y que maneras habría o se están experimentando de desacatarlas.”, comentó en conversación con Revista ROSA.

por Valeria Vargas

Imagen / Gabriela Carvahlo, Acampe feminista #8M 2019 en Santa Fe, Argentina. Fuente: Wikipedia.


 

El pasado viernes 23 y sábado 24 de agosto, la cientista política, investigadora Conicet y militante del movimiento #NiUNaMenos argentino Verónica Gago participó de la escuela de formación política Feminismos críticos para el Chile actual, organizada en Santiago de Chile por la Fundación Rosa Luxemburgo Buenos Aires y Fundación Nodo XXI. Como parte del panel “Trabajo y endeudamiento en Chile. Desafíos para el feminismo”, comentó algunos de los aspectos más relevantes de su investigación sobre la precarización de la vida de las mujeres y disidencias en el estadio actual del capitalismo, el endeudamiento femenino como un nuevo fenómeno aleccionador, y las posibilidades de resistencia antipatriarcal dentro de un entramado económico neoliberal en que miles de sujetas expropiadas de derechos y libertades encuentran una expresión de desacato. En conversación con Revista ROSA, Gago nos aproximó a este largo trabajo de investigación, así como a la realidad coyuntural del movimiento feminista argentino y sus hipótesis “en caliente”.

 

En tu último libro La potencia feminista se revisa desde dentro del #NiUnaMenos los acontecimientos que han llevado al feminismo argentino a protagonizar el escenario político local y regional durante los últimos años. A partir este ejercicio de elaboración “en caliente” ¿Cuáles crees son los saberes y aprendizajes “clave” en la elaboración política del feminismo latinoamericano en este ciclo de movilización?

 

Verónica Gago: Entre los aprendizajes destacables, desde mi punto de vista y desde la experiencia en Argentina, señalaría cinco cuestiones. La primera tiene que ver con el cruce que hemos logrado hacer de las distintas violencias. Es decir, hablar de violencia domésticas de manera interconectada con la violencia laboral, con la violencia racista, con la violencia colonial, con la violencia policial, con las violencias económicas, con las violencias financieras. Así, hemos ido elaborando un diagnóstico complejo de las violencias, de manera tal de no quedar enclaustradas en la violencia doméstica: este modo de comprender y hacer pedagogía desde los feminismos, entender cómo hoy la avanzada del capital se concentra contra los cuerpos de las mujeres lesbianas, trans, travestis, y cuerpos feminizados, nos ha dado otra capacidad de acción. En este sentido, esta “otra” capacidad de actuar es la posibilidad de construir prácticas y lugares de enunciación que se desplazan del lugar de la víctima, donde en general se nos quiere poner como mujeres al hablar de violencia. Desde este interés, desafiamos y desobedecimos ese lugar de la víctima como único espacio legítimo para interpretar y activarnos frente a toda esta serie entramada de violencias que nos afectan como mujeres. Al desplazarnos del lugar de víctima, adoptamos una posición de sujetas en lucha, y por lo tanto -como dicen las compañeras aquí en Chile- nos podemos articular como mujeres y disidencias que luchan como un principio organizativo y como vector de radicalización central en el movimiento.

Como segundo punto, propongo el eje en que venimos apostando a una masividad del movimiento feminista. A construir instancias cada vez más colectivas, más complejas y más heterogéneas, con el horizonte de seguir nutriendo la masividad que hemos visto en las calles, pero que también que observamos en las formas organizativas y en la manera de expandir una sensibilización hacia las cuestiones que está poniendo el feminismo a discutir de manera nueva en lo público: desde la cuestión el deseo y la educación sexual hasta la las diferencias salariales, pasando por la situación de las mujeres en las cárceles y la criminalización de las mujeres migrantes. Es decir, la capacidad de ir incluyendo todos estos conflictos y mostrando ciertos hilos en común que los pueden tejer. Esa es una de las claves por las cuales el movimiento ha conseguido expandirse.

Un tercer aspecto es la dimensión internacionalista y/o transnacional, que me parece es un componente fundamental de este movimiento y se ha traducido como fuerza concreta para las distintas luchas. El encontrarnos en distintas geografías, abrir la dimensión de lo plurinacional -que se está discutiendo con claves diferentes en distintas partes- ha sido lo fundamental. El internacionalismo que se está produciendo hoy tiene que ver con un encuentro plurinacional y pluriarticulado de conflictividades sociales: esa es una perspectiva clave a la hora de asumir los conflictos y luchas locales, así como para construir una capacidad de resonancia regional para las demandas del feminismo en el continente.

Una cuarta cuestión es la capacidad que está teniendo el feminismo de experimentar nuevas formas organizativas y nutrir la imaginación política. Esto en relación a qué significa ocupar la calle, pero también sobre que implica ocupar de otras maneras nuestros espacios en la cotidianidad. Veo una relación muy estrecha entre los momentos de masividad y visibilidad pública del feminismo y su capacidad de organización cotidiana en las escuelas, en los barrios, en las relaciones sexoafectivas, de poner en discusión muchísimas de las jerarquías y subordinaciones organizadas por el pacto machista. Ello abre paso a un momento de redefinición de la política, en el que el feminismo está proponiendo muchos conceptos que se integran al vocabulario cotidiano para conceptualizar en el día a día nuestras prácticas de lucha y para pensar qué tipo de política estamos haciendo.

Por último, quisiera destacar el diagnóstico común que estamos realizando como feministas sobre la contraofensiva a nivel regional y global frente a nuestras luchas. Por contraofensiva me refiero al tipo de respuesta económica, militar y religiosa que de alguna manera busca responder a esta capacidad de fuerza y conmoción de los feminismos. Me refiero a la moralización bajo el nombre de la “ideología de género”, que organiza la avanzada de los movimientos religiosos en todo el continente. Me refiero también a la criminalización y persecución de luchas y liderazgos territoriales de compañeras que enfrentan a las empresas neoextractivistas. Y por cierto me refiero a las formas de empobrecimiento y ajuste económico que recaen especialmente sobre los cuerpos de las mujeres y las diversidades.

 

 

Hace algunas semanas junto a Luci Cavallero pudieron lanzar en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) su libro Una lectura feminista de la deuda, que aborda el endeudamiento neoliberal y su vínculo con la precarización de las mujeres. ¿Qué debería comprender una mirada feminista sobre la deuda, y cómo ese análisis puede llevarnos a un “plan de escape” respecto de un capitalismo orientado actualmente a la acelerada proletarización de las mujeres en su conjunto?

 

Verónica Gago: Me gusta la idea de “plan de escape”. En esa línea, nosotras lo que trabajamos en el libro fue tratar de pensar cuáles son las posibilidades prácticas ya existentes de sobrevivencia financiera. Eso es investigado en el libro a partir de conversaciones y entrevistas con compañeras de distintas organizaciones, y también con la pequeña construcción de lo que llamamos “el archivo del no pago”, tratando de indagar en experiencias que han problematizado en distintas geografías la cuestión de la deuda: sea la deuda por vivienda, deuda por tierras, deuda por tarifas de servicios dolarizados, deuda por migración. En esa clave, creo que la potencia de la lectura feminista de la deuda es en primer lugar problematizar la explotación financiera desde una perspectiva feminista. Vale decir, mirar lo financiero desde un punto de vista concreto, situado, realmente existente. Lo que empezamos a hacer es a instalar la cuestión de la violencia financiera, la explotación financiera, como un mecanismo que repercute de manera material y diferencial sobre mujeres y diversidades. En esa clave, nos parece muy importante aterrizar los dispositivos financieros en los distintos territorios, experiencias y cuerpos, y desde ahí pensar que tipo de obediencia estructuran y que maneras habría o se están experimentando de desacatarlas.

 

 

Ya en tu libro La razón neoliberal (Traficantes de Sueños, 2012) venías planteando la cuestión de la apropiación y generación de nuevas condiciones dentro del neoliberalismo “desde abajo”, entre sectores que en su autonomía económica tienen la potencia de modificar el carácter social de este orden por medio de prácticas autogestivas cotidianas ¿Cómo crees que el feminismo latinoamericano actual contribuye a la politización de estas prácticas económicas “desde abajo” ejercidas por mujeres? ¿Sirven ellas como potencialidad aunque hayan surgido en contexto de intensa privatización neoliberal de la vida como el que vivimos en Chile?

 

Verónica Gago: la precarización de los trabajos, la precarización laboral es al mismo tiempo una precarización existencial, de la reproducción de la vida, y funciona como una suerte de engranaje que afecta de manera diferencial a las mujeres y las disidencias. Como sabemos, las mujeres son las primeras en poner el cuerpo ante la crisis: quienes asimilan en primera persona la reducción de alimentos para distribuir en la casa de la mejor manera posible, la extensión de jornadas laborales dentro y fuera del hogar, e incluso la manera en que se intensifican las desigualdades en términos del trabajo remunerado y trabajo no remunerado. Esto hace que en la crisis económica se intenten enjambrar las “economías de la obediencia”, que proponemos en dos sentidos a partir del acceso a diferentes recursos: por un lado, una economía de la obediencia que organiza las finanzas y perfila la deuda como un alivio temporal para una situación urgente de crisis, ello a cambio de una obediencia a futuro en términos de explotación de tiempo y trabajo a tasas de interés altísimas, con costos físicos y psíquicos muy altos; y por otro lado, una otra economía de la obediencia que se hace actualmente en los fundamentalismos religiosos y su despliegue financiero. Actualmente vemos que las distintas iglesias tienen grandes recursos en los territorios más afectados por la crisis, y los entregan a cambio de una moralización de las formas en que se organiza la reproducción de la vida. En esta segunda dimensión hay recursos vinculados a mandatos de género asociados al cumplimiento de una norma familiar heteronormada; ello mientras en los distintos territorios lo se discute precisamente es otra forma del deseo, otra forma de la vida, otra forma de los cuidados que desbordan y disputan este otrora “único” modo de hacerlo.

Respecto de la moralización del consumo, creo que es muy importante cuando hacemos una crítica acerca de los patrones de consumo y el endeudamiento de los sectores populares, no tener un juicio moral a priori. Esto en el sentido de no se tiene -en general- la misma perspectiva cuando se habla del endeudamiento y del consumo en las clases medias y las clases medias altas, ¡Y ni hablar de cuando es en las clases altas! En las formas del consumo también vemos un intento de desacatar mandatos de austeridad, que en general son proyectados solo para los sectores populares: son las y los pobres los que deberían no gastar, concentrarse en lo que llama “necesidades básicas”, representando un claro gesto de naturalización y de imaginación de esos sectores sociales en términos de la mera sobrevivencia. Para analizar los consumos tenemos que, por un lado, dar cuenta de los despojos estructurales que hacen que tengamos que organizar gran parte de la reproducción de la vida y la provisión de servicios por medios privados y financializados. Por otro lado, debemos dar una discusión acerca de los patrones de consumo en términos más amplios, construyendo una perspectiva no moral sobre ellos, teniendo en cuenta qué buscan expresar esas dinámicas de consumo en las diferentes clases sociales. R.

 

Valeria Vargas

Periodista y militante feminista, conductora del programa radial Emprendedora en acción e integrante del Frente Feminista del partido político Comunes, perteneciente al Frente Amplio Chile.

Verónica Gago

Cientista política y doctora en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, en la cual actualmente es docente e investigadora Conicet, al igual que en la Universidad de San Martín. Formó parte de la agrupación de investigadores militantes Colectivo Situaciones, e integra desde años recientes el espacio de activismos y editorialidad radical Tinta Limón. Como librepensadora y feminista militante, es parte activa del colectivo feminista argentino #NiUnaMenos.