Agustín Laje y la construcción de las “Nuevas Derechas” latinoamericanas

Agustín Laje rescata elementos doctrinales del Tradicionalismo católico mas busca su superación, ya que éste dificulta la composición del “nosotros” para las “Nuevas Derechas”, el cual debe enfocarse rápidamente a lo político y superar la subsunción de éste a la identidad religiosa. Por eso, y a pesar que comparta la doctrina de aquél, rechaza su estrategia porque obtura la articulación política de ese “nosotros”. En otras palabras, las “Nuevas Derechas” precisan de mayor pluralidad, donde diferentes identidades religiosas puedan formar parte de un mismo proyecto político. En esa senda, se reconoce al campo cultural como el espacio de esta articulación.

por Javier Molina Johannes

Imagen / Agustín Laje en el I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación, 2018, Soria, España. Fuente.


“Ni los muertos estarán a salvo si el enemigo vence”
Walter Benjamin

En este texto se analiza la obra de Agustín Laje, uno de los principales intelectuales de las derechas latinoamericanas actuales. A partir de sus últimos libros, La Batalla cultural (2022) y Generación idiota (2023), esbozamos dos elementos claves de su producción: aquella construcción de un “nosotros” y la propuesta subjetiva del “emboscado”, los que entretejidos componen esa “Nueva Derecha”. En gran medida, revisar la propuesta lajeana nos permite entender los efectos de arrastre de los sectores más radicales de las derechas, lo que posteriormente se materializaría electoralmente a través de figuras como Milei. Por consiguiente, esbozamos la producción de una subjetividad de derechas y cómo la “incorrección política” posibilita una ultraderechización no sólo de las derechas sino de la discusión política en general.

Primero, como sabemos, diferentes fracciones de las derechas se han reapropiado de la obra de Gramsci, donde Laje se presenta como un caso paradigmático. De hecho, ya en El Libro Negro de la Nueva Izquierda, destacaba la muerte de la lucha de clases y la emergencia de la “batalla cultural”[1]. Además, en diferentes intervenciones y entrevistas vislumbra la importancia del sardo en sus trabajos, donde ha fagocitado nociones gramscianas para promover una vía política derechista abocada a la batalla cultural, entendiéndola como una “guerra de guerrilla por el sentido común”[2]. En esa línea, su interés está puesto en la creación y modificación de disposiciones, es decir, “(…) disponer una forma de ver el mundo y de estar en él” (Laje, 257)[3]. Por eso, su trabajo tiene como horizonte la sociedad civil y no la disputa directa por el poder político.

Agustín Laje rescata elementos doctrinales del Tradicionalismo católico mas busca su superación, ya que éste dificulta la composición del “nosotros” para las “Nuevas Derechas”, el cual debe enfocarse rápidamente a lo político y superar la subsunción de éste a la identidad religiosa. Por eso, y a pesar que comparta la doctrina de aquél, rechaza su estrategia porque obtura la articulación política de ese “nosotros”. En otras palabras, las “Nuevas Derechas” precisan de mayor pluralidad, donde diferentes identidades religiosas puedan formar parte de un mismo proyecto político. En esa senda, se reconoce al campo cultural como el espacio de esta articulación.

Por ello, buscando superar los obstáculos de una diversidad de identidades, recupera el concepto de “cadenas equivalenciales”, directamente de Laclau y Mouffe, y tomando elementos gramscianos, define a la “hegemonía” como el momento verdaderamente político donde “(…) un grupo social imprime su visión particular sobre grupos subordinados y de esta articulación redunda una voluntad colectiva nueva, no mecánica” (Laje, 431)[4]. Es más, enmarca su propia actividad en dicho campo, porque “(…) la hegemonía se realiza generando cambios al nivel cultural, y no es una simple alianza económico-política (…)” (Laje, 34)[5]. Entonces, el ideólogo neoconservador cordobés comenta que entender la política bajo este prisma es “construir un algo” mediante la batalla cultural. Ese “algo” es lo que debe anudar diferentes tipos de sujetos en una lucha común, es decir, la composición del “nosotros”. Bajo estos parámetros, la propuesta lajeana se configura como la fusión entre diferentes posiciones dentro de las derechas que admite conjugar diversos discursos, símbolos y marcos de referencia que enfrenten a un enemigo común. En definitiva, Laje destaca cómo la disputa política estaría puesta en la modificación de las mentalidades y los corazones y no en la toma del poder gubernamental, lo que vendría solamente a posteriori.

Desde ahí busca aglutinar un “movimiento derechista más laxo” que, en función de la disputa política contingente, sea capaz de incorporar nuevas aristas. En otras palabras, no pretende una homogeneidad ideológica, sino una “(…) articulación de libertarios no progresistas, conservadores no inmovilistas, patriotas no estatistas y tradicionalistas no integristas” (Laje, 484)[6]. Ese “nosotros” no puede ser producto del mero espanto, ya que esas alianzas se tornan siempre pasajeras. Por ello, debe fomentar lo que cada corriente tiene para ofrecer en su especificidad, es decir, descubrir en la práctica política las especializaciones y relevos de cada corriente (Laje, 484)[7]. De este modo, Laje muestra una de las vertientes de las derechas latinoamericanas, como también la potencialidad discursiva para la radicalización de las derechas a nivel global. Su interés es la recomposición del bloque político de las derechas, por eso no le preocupa si sus militantes son creyentes de tal o cual dios, o feligreses de esta u otra iglesia, lo que le importa es crear esas “cadenas de equivalencias” para producir ese “nuevo pueblo de derecha”.

Ahora, bosquejamos aspectos de la subjetividad que promueve Laje, la que desenvuelve con mayor profundidad en Generación Idiota (2023), donde expone que “la rebeldía política, lejos de ser una ideología determinada, es la negación que cualquiera de ellas puede desplegar contra cualquier tipo de statu quo” (Laje, 209)[8]. Una práctica bien difundida en las “Nuevas Derechas”, visible tanto en el intento golpista del bolsonarismo el 8 de enero del 2023 como en la toma del Capitolio por los trumpistas un año antes, entre otras irrupciones. En fin, y en continuidad con lo que se venía presentando, el horizonte subjetivo de la propuesta lajeana estaría anclado a esta “rebeldía” entendida como una fuerza de oposición: “el rebelde se define no tanto por lo que acepta, sino más bien por lo que rechaza” (Laje, 209)[9]. En consecuencia, se compone una praxis política que trajo bastante rédito a personajes como Trump, Bolsonaro o el propio Milei y que distintos políticos chilenos han venido implementando.

En esta línea, Agustín Laje compone un modelo de sujeto para las masas derechizantes: el emboscado. Esta tipología se enfrenta al modelo de rebeldía política que denomina “idiota deconstruido”, que se sustentaría en las obras de Deleuze, Foucault y Preciado, entre otras, ofreciendo un horizonte inverso. Así, mientras aquel bando pruemeve la inmanencia, el emboscado va por la restitución de la Trascendencia; el primero busca componer un “cuerpo sin órganos”, el segundo “lo arborescente”. En este sentido, convierte al emboscado en alguien que tiene coraje, porque se enfrentaría a la cultura supuestamente hegemónica. Por consiguiente, retorna a significaciones ya existentes, por lo cual defiende la Patria, la Familia y la Propiedad, asemejándose en varios puntos a movimientos contra-revolucionarios de antaño, como la noción de “Familia” del Tradicionalismo católico, o bien, aspectos de los populismos de derechas como el “nativismo” promovido por Orbán en Hungría y Modi en la India, entre otros. El sujeto que se “embosca” procura de raíces sólidas, y Laje comenta que a pesar de que dicha decisión puede no modificar resultados políticos inmediatos, esta subjetivación tiende a una modificación cultural. Asimismo, existe una épica que enmarca al emboscado lo que le permitiría “superar los miedos y el nihilismo” (Laje, 226)[10]. Bajo estos parámetros, se constituye una figura de “sujeto heroico”, logrando recomponer una fuerza mítica para la construcción de las “Nuevas Derechas”. En breve, consigue una movilización afectiva, una narrativa épica que, hasta cierto punto, permite quebrar ese anclaje de la rebeldía como algo propio de las izquierdas.  

Para ir finalizando, y en continuidad con los análisis de Nancy Fraser[11], podemos comentar que el “neoliberalismo progresista”, que unifica “fuerzas progresistas” y “fuerzas del capitalismo cognitivo” en el mismo proyecto político, sería lo que abre el hiato para que emerjan fuerzas reaccionarias como la presentada, es decir, un conservadurismo, incluso de tintes integristas, que aparenta ser novedoso por su nuevo embalaje e ímpetu heroico. Por eso, como ha quedado demostrado, una mera gestión de la crisis capitalista no es suficiente para derrotar estas nuevas máscaras contrarrevolucionarias: aparecen personajes como Laje, que combinan una crítica cultural reaccionaria con nuevas estrategias lingüísticas a través del activismo digital y reposicionan ideas y valores que parecían “superados”. Estas dinámicas que han conseguido las derechas a través del ciberactivismo y la diversificación tanto de lenguajes como de plataformas nos obliga a repensar la estrategia utilizada por el “neoliberalismo progresista”, el cual parece llevar inexorablemente a la derrota no sólo electoral, sino también cultural, frente a estas “Nuevas Derechas” – bien entrecomillas –.

Por último, cabe recordar que nos enfrentamos a un discurso, donde muchas veces abundan gritos e insultos, que moralizan la discusión entre las “personas de bien” – sean republicanos en Chile, mileístas en Argentina o bolsonaristas en Brasil – y los demás, que esclarece una de las técnicas de radicalización de las derechas contemporáneas, y con ella de la polarización de las opiniones políticas. Con Agustín Laje estamos frente a uno de los divulgadores de estas estrategias derechizantes que buscan recomponer un sentido común reaccionario. En consecuencia, esta “Nueva Derecha” no es más que una “derecha a secas”, o como prefieren decir sus propios militantes: “una derecha sin complejos”. Y junto a ella, vemos un proceso de moralización y por tanto de radicalización de las derechas en su conjunto, a través de una fundamentación casi siempre teologizante de sus posiciones, lo que imposibilita cualquier tipo de diálogo.

 

Notas

[1] Agustín Laje, “Postmarxismo y feminismo radical”, El libro negro de la nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural (Madrid: Unión), 21-153.

[2] Agustín Laje, La batalla cultural. Reflexiones críticas para una Nueva Derecha (México: Harpercollins, 2022).

[3] Ibid., 257.

[4] Ibid., 431.

[5] Agustín Laje, “Postmarxismo y feminismo radical”, El libro negro de la nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural (Madrid: Unión), 34.

[6] Agustín Laje, La batalla cultural. (México: Harpercollins, 2022), 484.

[7] Ibid.

[8] Agustín Laje, Generación idiota. Una crítica al adolescentrismo (Bs. Aires: Hojas del Sur, 2023), 209.

[9] Ibid.

[10] Ibid., 226.

[11] Nancy Fraser. “El final del neoliberalismo progresista”, Sin Permiso, https://www.sinpermiso.info/textos/el-final-del-neoliberalismo-progresista