Como han declarado las bases de las izquierdas francesas, la falta de unidad, de claridad y proyección respecto de un proyecto común, las lógicas meramente electoralistas y la renuncia o el acomodo de los principios e ideales del sector, solamente contribuyen a una derechización cuya radicalidad no solamente pone en cuestión al sistema democrático, sino que implica serios peligros para los derechos e incluso la integridad de sectores sociales que por años han luchado por la igualdad y la justicia.
por Roberto Fernández Droguett
Imagen / Manifestación por los derechos de las mujeres y de apoyo al Nuevo Frente Popular, París, Francia. Fuente.
En el marco de un éxito electoral sin precedentes del Rassemblement National [RN] (ex Frente Nacional, partido de extrema derecha) en las elecciones europeas y de la posterior disolución de la Asamblea Nacional por el presidente Macron para elegir un nuevo parlamento, la posibilidad real de la llegada de RN al poder –después de un ascenso electoral sostenido durante los últimos años–, generó una movilización de las izquierdas que conviene analizar, tanto por sus éxitos como por sus limitaciones y sus fracasos.
El mismo día del resultado de las elecciones europeas, en una operación política que nadie terminó de entender y que llevó al debilitamiento de su propio gobierno, el presidente Macron disuelve la Asamblea Nacional y convoca a elecciones para nuevos representantes en el plazo de tres semanas, desordenando un tablero político ya bastante precario y fragmentado. Sin embargo, frente al miedo de la llegada de RN al poder, las izquierdas comenzaron a coordinarse para levantar lo que llamaron el Nuevo Frente Popular [NFP], en un guiño simbólico a los frentes populares que se levantaron contra el fascismo durante la primera mitad del siglo XX.
De ese modo, los partidos Socialista, Comunista, Verde y la Francia Insumisa entre los más importante lograron articular una coalición que pudo presentar una gran cantidad de candidatos a dichas elecciones. Cabe destacar que esta coalición logró reunir sectores muy opuestos entre sí, que en otras circunstancias no hubieran logrado esta alianza electoral. Sin embargo, lo que ha tenido menos visibilidad es la importancia de la movilización de movimientos sociales y sindicales, agrupaciones territoriales, artistas, incluso influencers, y de una gran cantidad de personas sin vínculos políticos orgánicos, que no solamente clamaron por la unidad de las izquierdas, sino que participaron como nunca de los despliegues territoriales a favor de las y los candidata/os del NFP, bajo con la consigna de parar el avance de la extrema derecha.
En la primera vuelta, celebrada el 30 de junio, el RN obtuvo el primer lugar con un 33,15% de los votos, mientras que el NFO obtuvo un 28,14%, dejando en tercer lugar a la coalición gobernante con un 21,27%. Luego, de modo de dificultar el éxito de RN, muchos candidatos del FNP desistieron de su participación en la segunda vuelta, favoreciendo a los candidatos del gobierno con posibilidades de ganar a sus contrincantes de RN. Luego, y contrariamente a todo lo esperado, el NFP no solamente logró dejar en tercer lugar a RN y sus aliados, sino que logró ubicarse en primer lugar de las elecciones, dejando en segundo lugar a la coalición de gobierno. Encuestadores, consultores, analistas y ellos mismos quedaron profundamente sorprendidos por el inesperado resultado. Sin embargo, este éxito no permitió que el NFP obtuviera una mayoría absoluta, por lo cual hasta el día de hoy no se logra configurar un nuevo gobierno, y dada la relación de fuerzas entre los distintos sectores políticos, es probable que ninguno de ellos logre afianzarse sin hacer concesiones importantes y aliarse con otros sectores con los cuales las diferencias son significativas.
En las izquierdas, la incapacidad del NFP de designar una persona como candidato a primer ministro ha generado mucha molestia y decepción a sus bases de apoyo, llevando incluso al desarrollo de manifestaciones callejeras como forma de impugnar no solamente esta incapacidad, sino también las formas de relacionarse entre partidos de la coalición, quienes han sido impugnados por volver a prácticas de aparatos que no consideran a las bases y sus demandas y que privilegian sus propios intereses y cálculos electorales. Lo que muchos no han dudado en llamar “un triste espectáculo”, cuando no una traición a la gente que votó y se movilizó por NFP, muestra las limitaciones y debilidades de esta alianza y también (quizás sobre todo) las malas prácticas y falta de renovación, democratización y proyecto de los partidos políticos de las izquierdas, lo que en parte ha permitido el avance de la extrema derecha.
Recordemos que el RN ha tenido sus mayores progresos electorales entre la juventud y los sectores populares, muchos de los cuales votaban antiguamente por el Partido Comunista y otros partidos de izquierda, y que los gobiernos socialistas de Miterrand y de Hollande promovieron políticas neoliberales en evidente transgresión a sus historia y principios, alejando a sus tradicionales bases de apoyo popular. Asimismo, el movimiento de los Chalecos Amarrillos, levantado e integrado por sectores de las clases sociales más precarizadas de la sociedad, tomaron distancia de todos los sectores políticos, incluyendo las izquierdas, justamente porque consideraban que nos los representaban ni interpretaban.
Al igual que en Chile con la revuelta del 2019, el movimiento de los Chalecos Amarrillos se fue apagando por distintas razones, entre las que destacan la denostación o la indiferencia de los medios de prensa y de amplios sectores de los partidos políticos, quedando en una suerte de nebulosa política a la cual nadie parece acomodarle hacer referencia. Sin embargo, en ambos casos, las causas que generaron esos movimientos sociales siguen estando ahí, y los mecanismos políticos de las izquierdas para abordarlas siguen siendo ineficientes, más allá de las eventuales alianzas electorales que si bien pueden permitir el acceso al poder, como en el caso del gobierno de Boric, no aseguran nada en términos de implementación de políticas de izquierdas y anti neoliberales.
Otro elemento a destacar de la realidad francesa, que puede tener sentido para la nuestra, es que si bien temas como la inmigración, el racismo, la ecología y las discriminaciones de diverso tipo, hacia las mujeres, los jóvenes populares y la comunidad LGTBQ+, fueron centrales en la campaña, otros temas altamente relevantes y de preocupación de los franceses no recibieron la importancia que merecían, siendo más bien apropiados por la derecha y la extrema derecha, como son el poder adquisitivo de la ciudadanía, la seguridad pública y las pensiones. En este sentido, aun cuando las problemáticas culturales y de integración son de alta relevancia para las izquierdas, la experiencia francesa y de otras partes del mundo parecen indicar que el descuido de la dimensión económica de la vida social y del componente de clase en la participación política requiere de propuestas que resulten atractivas y factibles para los sectores más precarizados de la sociedad.
Finalmente, si se sigue dando la dinámica de falta de acuerdo y de apego al programa levantado por el NFP, la decepción seguirá yendo en aumento, generando aun mayor distancia de la ciudadanía y los movimientos sociales con los partidos políticos, lo cual entre otros elementos contribuiría a generar condiciones para un éxito electoral ya no relativo sino completo de la extrema derecha. Como han declarado las bases de las izquierdas francesas, la falta de unidad, de claridad y proyección respecto de un proyecto común, las lógicas meramente electoralistas y la renuncia o el acomodo de los principios e ideales del sector, solamente contribuyen a una derechización cuya radicalidad no solamente pone en cuestión al sistema democrático, sino que implica serios peligros para los derechos e incluso la integridad de sectores sociales que por años han luchado por la igualdad y la justicia.
Lamentablemente, el comportamiento de los partidos y de sus líderes parecen no estar a la altura del desafío histórico en que se encuentran, lo que obliga una vez más a pensar cómo actuar colectivamente desde las organizaciones y los movimientos sociales de modo que sea el pueblo soberano el que puede darle conducción al sistema político y no al revés.
Roberto Fernández Droguett
Académico Departamento de Psicología, Universidad de Chile. Integrante del Programa Psicología Social de la Memoria y del Grupo de Trabajo CLACSO Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.