Dicho todo esto, es importante reiterar que una victoria siempre es relevante, por más que obedezca a una derrota del contrincante antes que a los aciertos que el propio bando haya logrado. El objetivo de este breve texto es poner la alerta respecto a los riesgos asociados a una lectura superficial de los resultados obtenidos en ambos países, relevantes dado el carácter central que ocupan en la estructura económica global.
por Felipe Ramírez
Imagen / Keir Starmer, 1 de febrero 2020, Bristol, Reino Unido. Fuente.
La derrota de la extrema derecha en Francia tras la conformación de un nuevo Frente Popular por los partidos de la izquierda, y la arrolladora victoria de los laboristas en Reino Unido tras décadas de gobierno conservador, generaron muchísimas expectativas entre la izquierda a nivel mundial, asustada por un posible retorno de Trump al gobierno de EE.UU., y a un nuevo avance de la derecha a nivel internacional.
No cabe duda de que ambas noticias son muy positivas, y permiten un poco de oxígeno en un escenario en el que abundan las dudas e incertidumbres, y el ambiente de crisis no termina de disiparse, con dos guerras descontroladas en Palestina y Ucrania, y una permanente rivalidad entre EE.UU. y China.
Pero ¿qué desafíos emergen de estos resultados, a primera vista tan promisorios para la izquierda? ¿qué lecciones podemos sacar de la política expresada tanto por el NFP como por los laboristas?
Francia: el Frente Popular en 2024 ¿homenaje o eco trágico de 1936?
Así, luego de que el Presidente Macron llamara a elecciones luego del importante avance electoral de la “Agrupación Nacional” -el antiguo Frente Nacional de tendencia neofascista- en las elecciones europeas, cuatro partidos de izquierda -Francia Insumisa, el Partido Comunista, el Partido Socialista y los Verdes- se unieron en una alianza de emergencia denominada “Nuevo Frente Popular”, que en la línea de la tradición del antiguo Frente Popular de 1936, buscó detener a la extrema derecha con un muro que reuniera a todas las fuerzas de izquierda, transformadoras y democráticas. Para ello, no sólo unió las fuerzas de estos cuatro partidos, sino que también retiró 132 candidaturas que habían salido terceras en la primera vuelta, donde la AN obtuvo un triunfo indudable, para que sus seguidores votaran por candidaturas centristas más fuertes y derrotaran a la AN, en lo que se denominó “Frente Republicano”.
Su programa postula dejar sin efecto la polémica reforma de pensiones del Presidente Macron, unir el cálculo de los sueldos a la inflación, introducir un impuesto a la riqueza, impulsar una agenda medioambiental incluyendo la neutralidad de carbono para 2050, y apoyar un alto al fuego en Gaza y el reconocimiento del Estado de Palestina, entre otras medidas.
Su propuesta obtuvo un gran apoyo del electorado en la segunda vuelta, transformándose en la primera fuerza en el Congreso con 182 de 577 escaños, delante de “Ensemble” de Macron, con 150, y los 125 de Agrupación Nacional. Muy atrás quedaron los 38 escaños de “Republicanos”, de la tradicional derecha conservadora.
Sin embargo, este promisorio resultado debe ser analizado son calma, en la medida en que presenta numerosos desafíos para poder salir adelante. Tomando en consideración que Macron no podrá llamar a nuevas elecciones antes de un año, la gran fragmentación del Congreso representa sin duda un gran problema, en la medida en que parece no haber acuerdo entre los cuatro partidos del NFP respecto a cómo avanzar su agenda teniendo minoría parlamentaria. A ello se suma la fuerte rivalidad entre el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, y el Presidente Macron, y la falta de una tradición de un trabajo en coaliciones en el país, por lo que la posibilidad de un acuerdo de gobierno en minoría entre la izquierda y el centro se ve difícil, más aún por la gran distancia programática que existe entre ambos bloques.
Otro elemento a tener consideración es que, así como el NFP retiró más de un centenar de candidaturas para beneficiar las opciones de centro, más de 80 centristas les dejaron la vía abierta a candidaturas de izquierda, de manera de detener a la externa derecha. Así, al menos una parte de la votación recibida por los partidos del Nuevo Frente Popular no fue de izquierda, o en apoyo a su programa, sino que un voto táctico para detener la opción neofascista.
Estos elementos complejizan el escenario, en donde si bien se obtuvo una importante victoria y un espaldarazo de gran relevancia al programa propuesto por el NFP, el gobierno que se forme y la agenda que impulse difícilmente obedecerá a lo que el NFP puso sobre la mesa el día de la elección. La misión para su militancia será definir las prioridades, los elementos centrales de su propuesta que deban ser impulsadas este año de manera de construir en torno a ellos una correlación de fuerzas más claramente transformadora, que pueda ser expresada parlamentariamente las próximas elecciones.
Esa difícil maniobra debe ser realizada con cuidado, de manera de no generar desafección entre el votante más duro, pero al mismo tiempo desplegando iniciativas que respondan a las necesidades y anhelos más urgentes de las masas que han optado por respaldar a la extrema derecha en zonas de tradicional mayoría trabajadora, como el norte y nor-oeste del país, otrora bastión izquierdista, o de las áreas rurales abandonadas por el Estado y que se han transformado en bolsones importantes de votos para la extrema derecha.
Elecciones en Reino Unido ¿triunfo laborista o derrota conservadora?
Hace cerca de 10 días atrás Keir Starmer, actual líder del Partido Laborista, logró lo que su antecesor Jeremy Corbyn nunca pudo: derrotar al Partido Conservador y transformarse en Primer Ministro luego de una aplastante victoria en las elecciones generales.
El 4 de julio el PL logró 412 escaños en las elecciones de un total de 650, con una clara mayoría absoluta, mientras los conservadores se derrumbaron hasta 121, con los liberal demócratas en 72 y los ultraderechistas de “Reform” obteniendo 5 escaños en sus primeras elecciones.
La alegría fue amplia: tras catorce años de gobierno conservador marcados por el abandono de la Unión Europea -el Brexit- y numerosos escándalos, el tradicional partido de la centroizquierda británica lograba retornar al poder con una agenda socialdemócrata moderada, alejada de la plataforma izquierdista levantada por Jeremy Corbyn, pero también con matices relevantes de cara a la Tercera Vía de Tony Blair.
El triunfo llega luego de una durísima ofensiva del liderazgo centrista del Partido Laborista contra su ala izquierda, con numerosas expulsiones y suspensión de parlamentarios, incluido el histórico Corbyn, que debió presentarse a las elecciones como independiente -ganando de forma arrolladora-, y con el partido dañado por la tibia posición asumida ante el genocidio en Gaza.
En esa línea, numerosos analistas destacaron que la anhelada derrota de los tories se habría logrado sólo después de la derrota del ala izquierda laborista, representada por el parlamentario de Islington Norte y el movimiento “Momentum”, y por lo tanto, sería producto de un acercamiento hacia el centro representado por un alejamiento de los sindicatos al interior del partido, y por un “Manifiesto” notablemente más moderado que el presentado en las elecciones de 2019.
Sin embargo, los números cuentan una historia diferente. Más allá de las maniobras utilizadas para utilizar el antisemitismo como un arma arrojadiza en contra del ala izquierda del laborismo durante el liderazgo de Corbyn –alineándose con los sectores más duros del sionismo y adoptando definiciones cuestionables de antisemitismo como la planteada por la IHRA y que ya ha sido utilizada en otros lugares de Europa por años para atacar todo tipo de crítica al Estado de Israel y su política colonialista-, lo cierto es que el laborismo perdió cientos de miles de votos.
Si en 2019 bajo el liderazgo de Corbyn el Partido Laborista obtuvo más de 10.200.000 votos, en 2024 con Starmer sólo obtuvieron alrededor de 9.700.000 perdiendo más de 530 mil votos entre una y otra elección. Es más, si se suman los votos de los conservadores y los de la extrema derecha, que dividió de forma inédita el voto derechista, tenemos que la derecha le ganó al laborismo por más de un millón de votos. Fueron sólo la pésima administración conservadora, que los llevó a sufrir una masiva fuga de votos hacia el extremismo, junto a un sistema electoral que sobre representa a la mayoría, los que permitieron que el laborismo no sufriera una derrota.
De hecho, a pesar de la dura demonización sufrida por Jeremy Corbyn por parte del liderazgo laborista y la prensa, y su expulsión del partido en el que militó durante décadas, el antiguo líder caído en desgracia derrotó cómodamente al candidato oficial del laborismo por más de 7 mil votos, reteniendo el escaño que ocupa desde 1983.
Ante esto, es un claro error creer que en Reino Unido fue el giro hacia el centro el que permitió derrotar a los tories, al contrario, dicho movimiento sólo generó una fuerte pérdida de votos disimulada únicamente por los fracasos y escándalos de las administraciones conservadoras. Una mala lectura de los resultados, y la implementación de una política que obedezca a presupuestos erróneos –la necesidad de una agenda centrista con elementos de reforma social- perfectamente puede ser terreno fértil para la consolidación de Reform UK, el movimiento que le permitió a Nigel Farage ganar el apoyo de más de 4 millones de ciudadanos británicos.
Los desafíos de una política de izquierda en tiempos de crisis
Dicho todo esto, es importante reiterar que una victoria siempre es relevante, por más que obedezca a una derrota del contrincante antes que a los aciertos que el propio bando haya logrado. El objetivo de este breve texto es poner la alerta respecto a los riesgos asociados a una lectura superficial de los resultados obtenidos en ambos países, relevantes dado el carácter central que ocupan en la estructura económica global.
Ni el avance del NFP en Francia es por sí misma una señal de apertura de un ciclo de avances para la izquierda radical, ni el triunfo laborista representa la reafirmación de las tesis centristas propias de la socialdemocracia. Ambos avances son señales de esperanza, y apertura de nuevos desafíos a la hora de construir correlaciones de fuerza favorables a los cambios que impulsamos, a una agenda socialista capaz de dar respuesta a los problemas más urgentes a escala local y mundial.
La pregunta que cabe hacerse ahora es de qué manera la izquierda logra construir condiciones favorables para nuestro proyecto, ancladas en el apoyo activo de las masas trabajadoras, y que permitan realizar nuestra agenda socialista apoyados en mayorías sólidas y no en minorías activas, que por más contundentes que sean, resultan insuficientes para la escala de cambios que creemos necesarios.
Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).