El boicot a las universidades de Israel: una urgencia y obligación moral

Las universidades israelíes son parte fundamental del mecanismo de legitimación del apartheid y la ocupación, siendo indistinguibles de la política del Estado de Israel, más allá de que personas individuales dentro de la academia no la apoyen: han sido claves en la consolidación del discurso colonial sionista que sustentó y sustenta la negación de la nación palestina y justifica su limpieza étnica. Fueron centrales además, en el levantamiento y expansión de la industria militar israelí, e incluso sus edificios han sido construidos como piezas defensivas clave en el dispositivo de opresión de los palestinos.

por Felipe Ramírez

Imagen / Protesta en Santiago a favor de Palestina. Autor: Felipe Ramírez.


En los últimos días la brutalidad de la masacre que Israel lleva adelante en Gaza ha alcanzado nuevos niveles de barbarie, al atacar los mismos campos de refugiados en la zona de Rafah que había declarado como zonas “seguras”, y en donde se habían concentrado los civiles palestinos escapando de la violencia.

A esto se suma que el gobierno de Israel, encabezado por el Primer Ministro Netanyahu pero que incluye ministros de la oposición de centro que no han renunciado ni siquiera ante estos gravísimos hechos, se negó a acatar la orden de la Corte Internacional de Justicia de detener la ofensiva en el sur de Gaza.

De igual forma Israel, con el apoyo activo de Estados Unidos y sus aliados, desafía y amenaza abiertamente a los integrantes de la Corte Penal Internacional –The Guardian junto a la revista israelí +972 develaron los detalles de la guerra encubierta de distintas agencias secretas israelíes contra la CPI[i]-,que solicitó órdenes de arresto contra Netanyahu y el ministro de defensa Yoav Galant por posibles crímenes de guerra, poniendo en entredicho el orden internacional establecido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Dados los hechos y el altísimo costo que han debido pagar los palestinos en medio del actual genocidio en Gaza -35.500 muertos y aumentando-, y la limpieza étnica que Israel lleva a cabo en Jerusalén Oriental y Cisjordania, el boicot al Estado de Israel y sus distintas instituciones es urgente, y una obligación moral.

Es urgente porque la evidencia demuestra que el Estado de Israel no detendrá su guerra contra la nación palestina si no es obligada por presión externa, en gran medida porque buena parte de la población israelí apoya ya sea al gobierno de coalición que sostiene a Netanyahu , o porque rechazan la noción básica de la solución de 2 Estados: uno israelí y otro palestino.

En esto es fundamental tener claro que Netanyahu ha contado con una sistemática mayoría electoral desde hace más de una década a pesar de su progresiva radicalización, y que las fuerzas de centro y centro-derecha tampoco han tomado una postura clara de quiebre con los principios supremacistas del sionismo. Mientras tanto, la izquierda se mantiene en posiciones extremadamente minoritarias, ya sea en su vertiente sionista –con el laborismo y Meretz reducidos a su mínima expresión- o anti-sionista, expresada preferentemente en Hadash y los partidos palestinos israelíes, y por lo mismo, aislada por el resto del sistema político.

Es por ello que resulta indispensable impulsar el boicot a Israel en todos los niveles, apuntando a los productos israelíes que se comercializan en nuestro país, a su industria de defensa que sostiene el genocidio, y a los vínculos internacionales del Estado israelí, entre los que destacan sus universidades.

Si bien los primeros puntos listados más arriba resultan poco polémicos, en la medida en que el primero requiere solamente una toma de posición individual, y el segundo una decisión fundamentalmente del Estado –aunque se requiere una fuerte movilización social para instalar la necesidad de cortar los lazos con la potente industria militar israelí-, es el último punto, el boicot a las instituciones universitarias, el que causa más debate.

Durante los últimos meses se han vivido fuertes movilizaciones en campus universitarios de todo el mundo, especialmente en Europa y Norteamérica, llamando a cortar los lazos con las instituciones de educación superior israelíes, lo que ya tiene efectos en ellas[ii]. La respuesta ha sido clarísima por parte de los supuestos defensores del orden liberal y la libertad de expresión: una fuerte represión policial, masivos arrestos, violentos desalojos de campamentos pacíficos, una creciente legislación anti-palestina, y acusaciones de antisemitismo como pantalla para proteger a Israel de cualquier crítica a su violencia.

Cabe recordar que esta situación no es nueva: la campaña pacífica de Boicot, Desinversión y sanciones contra Israel (BDS) ha sido duramente reprimida durante los últimos años en Occidente, con diferentes leyes que han ilegalizado organizaciones que la difundían, y perseguido judicialmente a quienes planteaban esta alternativa pacífica para luchar contra el régimen de ocupación colonial que Israel ha impuesto en Palestina.

Nuestro país no ha sido ajeno a esta creciente movilización, y jóvenes de distintas Casas de Estudio se han unido para impulsar el corte de las relaciones institucionales, aunque por el momento no han tenido mayor éxito en la empresa. La izquierda debe sostener, proyectar y defender este boicot, hasta que no haya ningún espacio que continúe legitimando la ocupación, el genocidio y la limpieza étnica, tal como las instituciones educacionales israelíes han hecho desde antes de 1948.

Al respecto, es indispensable establecer que las universidades israelíes son parte fundamental del mecanismo de legitimación del apartheid y la ocupación, siendo indistinguibles de la política del Estado de Israel, más allá de que personas individuales dentro de la academia no la apoyen: han sido claves en la consolidación del discurso colonial sionista que sustentó y sustenta la negación de la nación palestina y justifica su limpieza étnica. Fueron centrales además en el levantamiento y expansión de la industria militar israelí , pero también sus edificios han sido construidos como piezas defensivas clave en el dispositivo de opresión de los palestinos: la Haganá estableció su Cuerpo Científico en las universidades Hebrea, Tecnológico y el Instituto Weizmann en 1948, conocido hoy como la empresa de armamento Rafael, y los campus de la Universidad Hebrea y de la Universidad de Haifa se construyeron en zonas altas que controlan estratégicamente el territorio circundante, de forma de servir como puestos militares.

Numerosas universidades fueron construidas a lo largo de las décadas para sostener el proyecto de judaización de toda la región, ya fuera dentro como fuera de los límites de 1967, incluyendo Jerusalén Oriental y Cisjordania, entregando un apoyo evidente al movimiento de colonos en los territorios ocupados. Este rol subordinado de la academia israelí no se limitó a programas o carreras ligadas a la industria militar, sino que las áreas humanistas como antropología, arqueología, derecho o los “estudios de Medio Oriente” han sido estratégicos en esta política de Estado.

Mientras tanto, estudiantes y académicos –judíos y palestinos- críticos con el sionismo han sido reducidos al ostracismo en las universidades de Israel, perseguidos e incluso amenazados, como Ilán Pappé, quien hoy ejerce la enseñanza en Reino Unido, o Teddy Katz, perseguido por su investigación de la masacre de Tantura en 1948. Uno de los últimos casos, que ha llamado la atención pública en el exterior, es el de la profesora Nadera Shalhoub-Kevorkian de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien ha sufrido una intensa persecución de las autoridades académicas y policiales[iii].

La situación es peor para los estudiantes palestinos, quienes deben sufrir limitaciones no sólo en la admisión, sino también en el acceso a los dormitorios o el uso de los espacios universitarios, para qué decir a la hora de participar en organizaciones o protestas. Las propias universidades palestinas están sujetas a la arbitrariedad de las autoridades militares de Israel, con allanamientos permanentes, arresto de académicos y estudiantes sin cargos o juicios, y la ilegalización de 411 organizaciones desde 1967 por parte del ejército de ocupación israelí. Para qué recordar que cada una de las universidades en Gaza han sido destruidas, en un esfuerzo sistemático por eliminar el sistema educativo palestino, y por ende, dañar la capacidad de contar con individuos formados profesionalmente para nutrir la sociedad palestina.

Quienes se oponen a un boicot de las universidades israelíes en aras de una eventual defensa de la libertad de expresión, o de los sectores críticos de la sociedad israelí, olvidan el papel estructural que estas instituciones cumplen activamente en apoyo y sustento del horror que hoy se vive en Gaza, pero que durante años se ha extendido también en Cisjordania y Jerusalén Oriental, mucho antes de los atroces ataques del 7 de octubre. Olvidan además, que este boicot apunta a instituciones y no a individuos del mundo académico, siendo una herramienta que ya ha sido utilizada en otros momentos de la historia, como durante la lucha contra el apartheid en Sudáfrica.

Son, por el contrario, actores no estatales ni institucionales, como Standing Together o B’tselem, la izquierda del partido Hadash, las organizaciones de la sociedad palestina dentro de Israel, entre otros espacios, quienes se han levantado en contra del discurso hegemónico sionista y del apartheid y la limpieza étnica, denunciando el genocidio y luchando por un alto el fuego en Gaza, sufriendo las consecuencias de esa toma de posición.

Es hora de que la presión internacional apunte a los intereses concretos del Estado de Israel, de manera de forzarlo a terminar con las atrocidades, a cumplir las decisiones de los organismos internacionales de justicia y a asumir negociaciones concretas que entreguen una salida política al conflicto. Como enfaticé hace algunos meses en estas mismas páginas en el aniversario de la liberación de Auschwitz[iv], debemos movilizar cada recurso para gritar fuerte y claro: nunca más un genocidio, ni en Gaza, ni en ninguna otra parte.

 

Referencias

[i] Surveillance and interference: Israel’s covert war on the ICC exposed

[ii]I Won’t Work With You. You’re Committing Genocide’: Israeli Academia Faces an Unprecedented Global Boycott

[iii] The orchestrated persecution of Nadera Shalhoub-Kevorkian

[iv] Del Holocausto al genocidio en Gaza: nunca más barbarie

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).