Las expectativas acerca de este 8M y sus significados son elevadas en el más cabal sentido de esta palabra: se espera con atención a un gobierno de izquierda que, en el lapso de un año, remonta y exhibe unas políticas públicas propias en materia de mujeres y género. Se espera así que este paso de la oposición a la institucionalización plena de la izquierda en el gobierno aporte en esta conmemoración algo más que un hermoso símbolo.
por Carolina Olmedo Carrasco
Imagen / Paro Internacional de Mujeres, marcha feminista sobre Avenida 18 de Julio, 8 de marzo 2021, Montevideo, Uruguay. Fuente.
Sin duda las expectativas acerca de este 8M y sus significados son elevadas en el más cabal sentido de esta palabra: hay una noble ansia por la plena libertad de expresión, alejadas ya de un gobierno que estigmatizó sistemáticamente las manifestaciones políticas de todo tipo; se imagina una perspectiva superior acerca de nuestra expresión pública, que posibilite la visibilización de las violencias sufridas de manera cotidiana en un entorno libre y seguro para este cometido; y sobre todo se espera con atención a un gobierno de izquierda que, en el lapso de un año, remonta y exhibe unas políticas públicas propias en materia de mujeres y género. Se espera así que este paso de la oposición a la institucionalización plena de la izquierda en el gobierno aporte en esta conmemoración algo más que un hermoso símbolo.
Asumiendo la realidad del momento político actual, se espera sin duda que la coordinación entre el gobierno nacional y los gobiernos locales en la coalición política gobernante aumente y cobre cada vez más protagonismo. Esto pues no se trata ya de seguir financiando las políticas fugaces de un Estado subsidiario, sino de sentar las bases de una acción permanente que encare de manera seria las problemáticas “privadas” puestas en público de manera clara por el feminismo de la última década. Agravios estructurales y crónicos que afectan la vida cotidiana de la mitad de la población. En este sentido, y aunque las políticas actuales encaran en cada oficina pública los escombros de las políticas parciales e insuficientes del pasado, deben buscar en la propia sociedad organizada (en sociedades, institutos, redes, colectivos sociales y políticos, etc.) la fuerza para superar la inmovilidad que ha caracterizado a dichas instancias en el pasado y llevar adelante los seis ejes estratégicos prometidos por el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (MinMujeryEG).
En Chile, la violencia sufrida por las poblaciones LGBTQI+, migrantes y las mujeres de manera estructural y sistemática resulta una barrera ineludible para el desarrollo social actual. Los efectos negativos de las distintas violencias sufridas por estas colectividades (física, emocional, psicológica, económica, simbólica, sexual) en el desarrollo pleno de sus posibilidades han sido ampliamente documentados por organizaciones especialistas en la materia como la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, Corporación Humanas y Amnistía Internacional. La existencia de estos antecedentes y su diagnóstico, ampliamente conocidos, así como la abrumadora realidad de los constantes femicidios y otras brutalidades sufridas por las mujeres de todas las esferas en el país, invitan a la acción rápida y sin matices, en una dimensión superior a los litigios conservadores que ciertos sectores de la oposición más recalcitrante quieren atravesar en el camino.
Esta urgencia se da afortunadamente en un momento propicio para demoler este porfiado pilar del patriarcado chileno. Se conjugan la existencia de un gobierno nacional y múltiples gobiernos locales que posibilitan la permanencia de acciones realmente transformadoras; con la presencia en la sociedad de miles de profesionales de las ciencias sociales y otras áreas afines capaces de ejecutar estas nuevas políticas, sujetas además formadas en el contexto de la movilización feminista más grande de la historia de Chile, de la que además fueron agentes protagonistas. A ello se suma una población que necesita con urgencia dichas transformaciones, y que intuitivamente se aproxima a las políticas “de mujeres” para mejorar su precaria postura en una realidad social cada vez más agreste.
De este modo, resulta urgente avanzar en medidas concretas que encaren la violencia como una barrera a cualquier desarrollo social igualitario. En palabras sencillas, es imprescindible saltar del “bus violeta” a una red concreta de casas de acogida, oficinas de empleo y guarderías de acompañamiento para mujeres víctimas de la violencia, así como políticas de integración efectiva para las mujeres migrantes y sus descendientes.
Resulta igualmente apremiante la defensa política y social del sistema público y judicial con perspectiva de género, más aún en un contexto de auge y crecimiento social de las derechas conservadoras y los neofascismos, que en sus programas políticos proponen retroceder en los distintos derechos sociales conquistados por los movimientos feministas chilenos de las últimas cuatro décadas. La impugnación constante a los fallos judiciales que incorporan estas políticas, y el contraejemplo dado por la repetición del juicio a Martín Pradenas Durr por el suicidio femicida de Antonia Barra, deben ser respondidos con medidas que apunten a implementar esta perspectiva en una cantidad cada vez mayor de mujeres agraviadas que no tienen la cobertura mediática de este caso.
También juega un papel importante el actual proceso de reconocimiento del trabajo en áreas históricamente precarizadas como la ciencia, las artes, la cultura y el deporte, en que cada vez con mayor frecuencia destaca el trabajo de mujeres y personas LGBTIQ+. Un protagonismo que prospera a pesar de la precariedad actual de estos ámbitos, lo que plantea un gran desafío de sensibilidad y amplitud a los ministerios tocantes a estas materias.
Es por estos motivos y muchos otros que las expectativas sobre este 8M abundan. Justamente porque la oportunidad es histórica, y la memoria sobre este momento marcará el proyecto ofrecido por el gobierno actual en los próximos años a quienes conmemoramos en demanda estas fechas.
Historiadora feminista del arte y crítica cultural, integrante fundadora del Comité Editorial de Revista ROSA.