Los malos resultados en la PAES son sin duda alguna multicausales, pero hablar de destrucción de la educación pública desde la voz de los más ricos del país, no puede sino generar rabia en quiénes estudiamos en estas instituciones emblemáticas y vivimos en carne propia el abandono heredado de Dictadura y la falsedad de la meritocracia.
por Yanny Santa Cruz H.
Imagen / Ministro de Educación Gerardo Varela entrega resultados educativos Simce, 17 de mayo 2018, Maipú, Santiago. Fuente.
En los hogares de las y los estudiantes que rindieron la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) esperaron ansiosos los resultados, algunas familias esperanzadas, otras resignadas y un grupo pequeño siempre confiados y respaldados por los años de educación que se le brindaron. Pero lo que se esconde en lo privado e individual son problemas sociales y estructurales de larga data. Año tras años la prensa y diversos sectores políticos “se hacen” los y las sorprendidas por los resultados, las críticas abundan y los titulares se repiten una y otra vez. Los diversos cambios de la prueba de selección universitaria, solo se han quedado en un cambio de sigla y no se ha logrado romper el abismo existente entre los colegios particulares y municipales. Y la verdad es que poco puede cambiar una prueba que precisamente lo que busca es seleccionar en un contexto educativo profundamente desigual: no le pidamos a la PAES que sea otra cosa, sino el reflejo de las brechas en el sistema educativo.
El 3 de enero del presente año, no solo se mantuvo la diferencia sustantiva entre instituciones pagadas y públicas, sino que llamó la atención que los y las alumnas de Liceos tradicionales o emblemáticos, que constituían una excepción a esta regla, no estuvieron en el listado de los puntajes más altos, como sí fue en años anteriores. Esto sin duda alguna ha generado críticas en torno al “…abandono de la educación pública”, hecho que se ha vinculado con la eliminación de la selección de dichos Liceos, las protestas estudiantiles e incluso hemos escuchado (de manera más soterrada y en palabras de los “orgullosos pechoños” ex alumnos del Instituto Nacional), que el cambio de monogenéricos a liceos mixtos, también ha provocado esta destrucción a los Liceos que, albergando a sectores pobres y medios, escapaban de los malos puntajes aparejados a otros municipales.
Este último tiempo, y de manera retórica, la derecha ha tomado como bastión los Liceos emblemáticos, estos fueron instituciones útiles a su discurso meritocrático y la ética del esfuerzo, pero hoy, que chocan con la realidad y el completo desmantelamiento que ellos y ellas mismas han construido, se sorprenden y se espantan, se asustan de que los marginales y pobres hayan entrado a estas instituciones. Su cinismo inunda sus palabras y rehúyen de una educación pública fortalecida y amplia. A su vez, apuestan por el financiamiento a individuos, a las excepciones, porque cambiar el sistema permitiría una real equidad, y que ciudadanos y ciudadanas se empoderen de sus diversos saberes construyendo una sociedad más crítica y menos sectorizada. Con las excepciones se puede abogar al mérito, justificando el sistema y manteniendo la desigualdad, junto con desproveer de derechos sociales a toda una nación, apostando por un régimen basado en el discurso de la meritocracia y la libertad de educación, que sólo unos pocos pueden elegir.
Los malos resultados en la PAES son sin duda alguna multicausales, pero hablar de destrucción de la educación pública desde la voz de los más ricos del país, no puede sino generar rabia en quiénes estudiamos en estas instituciones emblemáticas y vivimos en carne propia el abandono heredado de Dictadura y la falsedad de la meritocracia. No digo con esto que no exista el mérito, el esfuerzo y otras virtudes, sino que hay un sistema que funciona estructuralmente como aducen algunos (las excepciones no constituyen un sistema, sino una justificación de la liberalización de la educación). Tal como lo mencionan diversos trabajos de las ciencias sociales:
“Esta relación entre meritocracia y legitimación del statu quo ha concitado gran interés en la literatura científica en psicología política (así como también en otras disciplinas), debido a que existe una extensa cantidad de ejemplos que, en su conjunto, nos muestran que el mundo no es tan justo como este discurso propone. La posición social que tenemos, en gran medida, es determinada por nuestro origen social, más que por el “esfuerzo” (Salvador Vargas “Meritocracia en la sala de clases” 2017. El Mostrador)
Por esto, nos produce resquemor la crítica que realizó Luksic, empresario que no tuvo que esforzarse ni un poco para lograr lo que tiene, que no debe más de 15 millones por estudiar en instituciones públicas, de quienes, ilusamente creyeron (creímos), años tras año, en la meritocracia. Esto no significa que no podamos opinar o discutir de otras realidades, diferentes a la nuestra, pero si lo hacemos, tengamos la decencia y la suficiente capacidad de comprender la multiplicidad de factores que esto involucra, porque el abandono de la educación pública se ha construido históricamente y han sido precisamente los más ricos y los sectores de derecha quienes contribuyeron a ello, ya sea con su rechazo a pagar más impuestos o al Royalty, o su oposición a diferentes reformas sociales, incluyendo sus críticas a los sistemas de eliminación de la selección, que hace que todos y todas puedan acceder a estos liceos.
El Sistema de Admisión Escolar (SAE), fue creado en el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet a través de la Ley de Inclusión y es un mecanismo centralizado de asignación de estudiantes a diferentes establecimientos públicos y subvencionados, hecho que constituye un cambio no solo educativo, sino también cultural de ingreso al sistema escolar, porque no se incorporan entrevistas a las familias, pruebas de admisión o diferentes presentación de antecedentes “extras”. La eliminación de la selección en el ingreso significa que la educación pública, la mal llamada “tómbola”, se hace cargo de problemas estructurales que viven las y los estudiantes de Chile, pues ahora los capitales culturales y económicos distan en demasía de los antes “seleccionados”. El propósito del fin de la selección fue creado en base a la justicia, pero sin equiparar los liceos, aunque más importante aún, con una base social que NO cree en la calidad de educación para todos y todas (Duk &Murillo, 2016), y que se aferra a que solo unos pocos tengan acceso a altos estándares educativos Probablemente allí radique parte importante de su debilidad, en palabras de Canales, Bellei y Orellana:
“La elección de escuelas privadas en un sistema regido por el mercado como el chileno se alinea sensiblemente con preocupaciones de orden social, específicamente, el interés de sectores medios de distanciarse y diferenciarse de los más pobres, a quienes se asocia con las escuelas públicas o gratuitas”
Por otro lado, cuando Oscar Landerretche, publica las posiciones de las pruebas estandarizadas, comparadas desde el 2005 al 2022 escribiendo “previo al movimiento Pingüino”, lo que hace es otorgarle un carácter negativo y dándole una responsabilidad suprema a las protestas por la baja de estas cifras[1]. Sin embargo, si miramos otros indicadores, ni siquiera culturales y sociales, sino cifras económicas, tal como lo hacen varios estadistas ciegos de contextos sociales, podemos observar el aumento del endeudamiento en las familias chilenas, los bajos salarios en función del costo de la vida o la profunda desigualdad económica[2].
A su vez, han sido precisamente los y las jóvenes de liceos públicos, quiénes han puesto en la palestra diferentes malestares sociales, denunciando y demandando mayores derechos que hoy parecen incuestionables, desde el cambio de administración del pase escolar de privados a la JUNAEB, la instauración de su uso las 24 horas los 7 días a la semana, hasta beneficios como la gratuidad (relativa), la disminución del interés en el CAE, e incluso la demanda por mayor igualdad y espacios libres de acoso en las universidades y liceos. Ellas y ellos han sido quiénes, al adoptar una visión crítica de sus realidades y de la sociedad, se han hecho parte de “lo público”, no con las Fundaciones de sus familias o trabajos de beneficencia que no transforma las relaciones económicas. Así, fortalecer la educación pública implica también una educación donde los y las jóvenes comprendan su entorno y su quehacer social, implica conocer diferentes realidades y cuestionarlas, para así mejorarlas, hacerlas más justas y democráticas, y en eso, los movimientos estudiantiles han sido fundamentales en las últimas dos décadas.
Por último, es importante mencionar que la educación es parte de un sistema, no solo una inyección de dinero haría más equitativa la educación, sino que debe existir un cambio en los salarios, la salud y otros derechos sociales, porque el sistema educativo por si mismo no cambia de la nada, es parte de un cuerpo anclado actualmente en una sociedad individual, tristemente sin interés de que vuelvan a fortalecerse las instituciones públicas.
Notas
[1] Protestas que distan bastante de lo que actualmente ocurre con los encapuchados y overoles blancos post estallido social.
[2] Aunque ha tendido a disminuir estos últimos 30 años, continúa manteniéndose bajos los estándares internacionales.
Referencias
Canales, Manuel, Bellei, Cristián, & Orellana, Víctor. (2016). ¿Por qué elegir una escuela privada subvencionada? Sectores medios emergentes y elección de escuela en un sistema de mercado. Estudios pedagógicos (Valdivia), 42(3), 89-109. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-07052016000400005
Duk, Cynthia, & Murillo, F. Javier. (2016). La Inclusión como Dilema. Revista latinoamericana de educación inclusiva, 10(1), 11-14. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-73782016000100001
Salvador Vargas “Meritocracia en la sala de clases” 2017. El Mostrador. https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/10/01/meritocracia-en-la-sala-de-clases/
Yanny Santa Cruz H.
Candidata a doctora en historia de la Universidad de Santiago de Chile. Coordinadora y fundadora de "Memorias y archivos liceanos".