Chile, la vía al golpe de estado

Siempre es tentador ver el golpe de Estado de 1973 como un evento espontáneo e ineludible. En este texto de Daniel Bensaïd, publicado apenas 3 días después del 11 de septiembre de 1973, se encuentra una crónica que relata cómo esta ruptura es el momento cúlmine de un proceso largo de degradación política.

por Daniel Bensaïd

Traducción por Emilio Guzmán / Texto original publicado en Rouge, 14 de septiembre 1973

Imagen / Allende gobierna con los militares, 1972. Fotografía de Armindo Cardoso.


El golpe de Estado no estalla como un trueno en el cielo sereno. Los acontecimientos que han seguido la tentativa abortada del 29 de junio trazan bien el proceso que ha llegado hoy en día: reagrupamiento de las fuerzas de la burguesía y del imperialismo, la agonía del gobierno reformista, reacción real sino empírica de las masas y de las vanguardias obreras.

 

1. La ofensiva fascista

Como en octubre de 1972, ella se articula en un comienzo alrededor del movimiento de los camioneros que comienza hacia el 20 de julio. Esta corporación de pequeños empresarios es dirigida por una mafia vinculada a la CIA, así como al movimiento Patria y Libertad, y agrupa a los camiones alrededor de las grandes flotas, elabora una plataforma de reivindicaciones e impide mediante el terror toda circulación, bloqueando el aprovisionamiento de víveres y materias primas para las ciudades.

Las tentativas del gobierno para requisar los camiones, bajo la autoridad del Secretario de Estado [Ángel] Faivovitch (del PS de izquierda) sirviéndose de las fuerzas policiales a comienzos de agosto, fracasan. Con el nuevo gabinete militar, el general [César] Ruiz se convierte en el Ministro de Transportes. Designa a interventores militares en todas las provincias que hacen prolongar las cosas discutiendo complacientemente con los camioneros.

El gobierno cede en todos los aspectos, destituyendo a Faivovitch y aceptando las exigencias de la mafia (prometiendo también facilitar quinientos camiones nuevos para renovar la flota). Los “dirigentes” derriban entonces su juego, formulando una nueva exigencia, la dimisión de Allende, bloqueando así toda posible salida.

Simultáneamente, Patria y Libertad recluta bandas de lumpen con el dinero de la CIA, organiza atentados a gran escala para “apoyar” a los camioneros: clavos (los llamados “miguelitos”) en las rutas, sabotaje de puentes y túneles, bombas dentro de los camiones, y los talleres de los camioneros no asociados a sus huelgas, así como asesinato de los choferes de izquierda.

Los atentados tienden también a desorganizar el abastecimiento de energía: el 13 de agosto el sabotaje de las líneas de alta tensión priva a cinco provincias de corriente eléctrica durante más de una hora.  En Valparaíso es una parte del agua potable la que se boicotea, en Concepción se boicotea un oleoducto. Acciones más clásicas golpean a personajes políticos: muerto Arturo Araya, el edecán del presidente, se hacen atentados a diplomáticos cubanos, a diputados del PS. Últimamente locales del PC han sido atacados.

No obstante, ni las fábricas, ni los barrios obreros han recibido la visita de los comandos fascistas, quienes han preferido crear un clima general de inseguridad más que atacar frontalmente a la clase obrera.

Diarios y radios derechistas no desaprueban tampoco el resaltar temáticas propiamente nazis, antisemitas y xenófobas: Faivovitch es tratado de judío polaco por parte de La Prensa, diario de la Democracia Cristiana (PDC), que en otra ocasión escribe: “además de las catástrofes naturales, los rotos chilenos tendrán que extirpar un quiste de origen judío y comunista que se ha apoderado de Chile”.

 

2. Las maniobras de los políticos burgueses

La ofensiva fascista es relevada en el plano político por el juego de los partidos: Partido Nacional (PN) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Mientras que el PN es pura y simplemente el alto-parlante de Patria y Libertad dentro del parlamento, el PDC lo hace con mucha prudencia jugando en la estrategia colaboracionista de la Unidad Popular (UP). En julio finge aceptar el “diálogo”, que rompe luego de haber explicitado sus exigencias: la participación “institucional” de los militares en el gobierno, es decir, la nominación de oficiales en todos los puestos clave de los ministerios entregados a los generales, lo que devendrá en instalar la dictadura militar con Allende como adorno. Lo vemos, la burguesía pone en relieve soluciones políticas que tienden más y más hacia el golpe de Estado, pero con el fin de crear las condiciones más favorables para su estallido: profundización de la rendición reformista, desmoralización de las masas producto de la prolongación de la crisis y también la cobertura “legal”.

Así, una moción ha sido votada hace dos semanas por el PN y la Democracia Cristiana, refiriéndose a una serie impresionante de infracciones a la Constitución por parte del gobierno de Allende, y permitiendo, entonces declararlo fuera de ley en cualquier momento.

 

3. La afirmación al descubierto y el reforzamiento de corrientes derechistas en el seno de las Fuerzas Armadas

El tancazo (el ataque a La Moneda con tanques) del 29 de junio, marca una aceleración del proceso de toma de posición política de las Fuerzas Armadas. Contrariamente al pasado, no se trataba de algunas declaraciones fascistas escandalosas, pero aisladas, inmediatamente sancionadas, sin mayores incidentes que los del retiro de sus autores.

El tancazo hizo parte de un verdadero plan implicando a muchas unidades dentro del país, aliadas en este caso con Patria y Libertad. Porque ese plan fue desenmascarado a tiempo, es que la salida del Coronel [Roberto] Souper a la cabeza del Regimiento Nº2 de blindados (tanques) no fue más que una tentativa desesperada por entregar a sus oficiales ya apresados.

Pero durante muchos días numerosas unidades han rechazado desautorizar explícitamente al sublevamiento y, sobre todo, la verdad estallaba en los ojos del propio Ejército y de las masas: decenas de oficiales se reconocían ideológicamente en Patria y Libertad y se encontraban dispuestos para pasar a la acción.

No debemos subestimar el golpe psicológico llevado inevitablemente por el tancazo al mito del legalismo, del profesionalismo y del apoliticismo de las Fuerzas Armadas, tan alardeado por los reformistas. En el seno del mismo PC, ciertas informaciones demuestran que el pleno del Comité Central, justo después del 29 ha rechazado a comprometer al partido en la línea de la dirección de preparación pacífica de las elecciones (presidenciales) de 1976, a causa de la probabilidad de una inminente guerra civil.

La desconfianza de los obreros, en vez de poder cristalizarse alrededor de perspectivas claras, es expresada por la poca afluencia y las pifias a la concentración convocada el 9 de agosto por la CUT o la dirección de la misma que trata de ratificar el nuevo gabinete “de los cuatro Comandantes en Jefe”.

A lo largo del mes de agosto se afirman abiertamente y se refuerzan las corrientes derechistas en el seno del Ejército.

Luego de la constitución del nuevo gabinete del 9 de agosto, la mayoría del alto mando no se contenta con su rol de intermediario que se le había asegurado después de octubre de 1972 –so pretexto de estricta aplicación de la constitución– sino de complicidad con la Democracia Cristiana, que impulsa más y más al paso puro y simple del cuerpo de oficiales dentro de la oposición declarada a la Unidad Popular y a la reivindicación de todo el gobierno por él.  Es el general Ruiz, Comandante en Jefe de la FACH, quien da la señal de maniobra:  bombardeado a su solicitud de Ministro de Transportes, dimite del mando a los 10 días, argumentando que no tiene los medios políticos para resolver el conflicto de los camioneros.  Retoma así la exigencia de la Democracia Cristiana de participación militar institucional (ver más arriba).

Dimitiendo, Ruiz busca entrenar en el pronunciamiento a sus subordinados y más allá al resto de las Fuerzas Armadas. Allende desactiva in extremis esta “bomba” tocando los apetitos de promoción de los generales y fuerza a Ruiz a abandonar. Pero es solo un aplazamiento de lo que vendrá. La derecha lleva el golpe decisivo: decenas de oficiales de muy alto rango se pronuncian cuasi abiertamente contra Allende, enviando a sus mujeres a hacerle presión a la esposa de Prats, Comandante en jefe del Ejército y Ministro de Defensa, instándola a intervenir para que su marido solidarice con su camarada Ruiz y finalice toda colaboración con los traidores que han llevado al país al abismo… El 23 de agosto, exactamente dos semanas después de su proclamación, el “gabinete de la última oportunidad” –como Allende mismo lo había bautizado– se derrumba de facto cuando Prats, el jefe de fila de los “constitucionalistas”, franco-masón y amigo personal de Allende, abandona el ministerio y el Ejército declarando textualmente: “En la manifestación frente a mi casa se encontraban muchas esposas de generales. Entre ellas, un determinado grupo no tuvo una actitud correcta. Yo no podía quebrar el Ejército. Debí haberlos retirado a todos y ello no hubiese hecho otra cosa que precipitar el golpe de Estado.”

Podríamos suponer que el retraso de 15 días que ha transcurrido hasta el “golpe”, corresponde al deseo de la reacción de dejar pasar a la gran manifestación aniversario del 4 y esperar la llegada en vistas de la costa de la VI flota americana.

 

4. Un Ejército de guerra civil

Además de los graves acontecimientos de estas últimas semanas, ellos demuestran bien cual es el instrumento de guerra civil que ha forjado la burguesía.

Apoyándose en la “Ley de Control de Armas” votada en octubre con la voz de los reformistas que autoriza los allanamientos para buscar armamentos, a partir de simples denuncias, la burguesía ha suscitado numerosas “redadas” en las fábricas del país: las revelaciones sobre el “allanamiento” que implicó un muerto en la fábrica Lanera Austral el 4 de agosto muestran que esas operaciones constituyen un verdadero entrenamiento para la represión anti-obrera y para la guerra civil. Los paramilitares de la FACH con el rostro pintado con hollín y utilizando sobrenombres para hablar entre ellos, han registrado brutalmente a los obreros, los han interrogado largamente sobre los detalles de la vida política y sindical de las fábricas (nombre de dirigentes, la frecuencia de sus reuniones, etc.) y han amenazado de muerte a quienes osaran adherir a un cordón industrial.

La represión ha sido también desplegada al interior de las Fuerzas Armadas, principalmente en la Marina, en donde las relaciones son particularmente tensas entre los oficiales y la tripulación: los oficiales han multiplicado los briefings provocadores, dando a entender la proximidad de un golpe de Estado a la primera tentativa de discusión y de agrupamiento de los personales de tripulación, han ofrecido a la infantería de la marina y puesto en prisión a más de una centena de hombres tomados en distintos barcos y arsenales. Muchos de ellos han sido torturados: metidos en tinas llenas de basura y de orina, abandonados durante muchas horas en las rompientes amarrados a una boya; Las lecciones de las escuelas “especiales” americanas, como puede verse, han sido bien aprendidas.

 

5. La capitulación de los reformistas

Después de la seria alerta del 29 de junio, los reformistas han persistido en su esquema de alianza con la burguesía nacional en el marco de la etapa anti-imperialista y democrática, devenida por la circunstancia, antifascista. Con ello, durante julio, han buscado el “diálogo” con la Democracia Cristiana que presentaba las exigencias habituales: delimitación definitiva de las tres zonas de propiedad (lo que implicaba devolver a sus patrones una serie de empresas ocupadas por los trabajadores, etc.) y, sobre todo, la participación institucional de la cual hemos hablado más arriba. Allende y el PC han aceptado un compromiso en donde, sin llegar a acordar este diktat, ya se hundían en la capitulación, que juzgamos por la declaración inaugural de Allende sobre el gabinete de los cuatro Comandantes en Jefe: “Este gabinete es el de la seguridad nacional. Está encargado de defender a Chile, de impedir que las fuerzas armadas se separen del pueblo, que éste se separe del gobierno y el gobierno del pueblo (…) No habrá armada paralela, yo preservaré la verticalidad de la comandancia y advierto que el gobierno rechazará toda tentativa de infiltración subversiva en el seno de las Fuerzas Armadas y de la policía.”

Designaba aquí la supuesta tentativa de subversión en el seno de la Marina, y en una lógica bien reformista que nos recuerda al “único Estado, única Armada, única Policía” de Maurice Thorez, Allende ataba las manos a toda tentativa de sus propios partisanos en el seno de las Fuerzas Armadas para frustrar el golpe militar.

No obstante, ello no ha sido suficiente para la Democracia Cristiana, que después de haber aceptado a regañadientes el nuevo gabinete, haya desarrollado su política de aislamiento hacia el gobierno de Allende, terminando con la salida de Prats. Pese a ello, el presidente ha continuado tenazmente moviendo la carnada de una posibilidad de diálogo, poniendo en relieve al único diputado “constitucionalista” de la DC hasta las vísperas del golpe de Estado.

En la misma perspectiva legalista, de miedo de quebrar la tienda de porcelana de las instituciones burguesas, la desmovilización de las masas se convierte en principio de acción. Leemos en El Siglo del 15 de agosto, órgano del PC, el enunciado de las tareas del momento: “Movilizar las masas es el día de hoy una tarea revolucionaria. Movilizar las masas es una empresa patriótica. Las masas, movilizadas, defienden Chile y a los chilenos. Y, para defender Chile, y a los chilenos, las masas se movilizan trabajando.”

 

6. Vigor y límites del movimiento de masas

A pesar de la poca información que disponemos, podemos afirmar que los golpistas tendrán dificultades para poner el pie sobre la clase obrera y las masas populares.

Las formas de organización y la toma de conciencia política habían tenido ya un gran salto cualitativo en octubre de 1972, y luego del tancazo del 29 de junio son todas las empresas del país que son ocupadas por los trabajadores. Desde ese momento, y en las semanas siguientes, los “cordones” se multiplican: en los lugares más avanzados se trata de verdaderos soviets de delegados elegidos por las empresas de una misma población industrial: en otros lados, es el reagrupamiento de los dirigentes sindicales más combativos de cada zona; finalmente existen formaciones de cuadros constituidos por la burocracia de la CUT (sindicato único). Sea cual sea, se trata de estructuras en las que la dinámica impulsa a la constitución de verdaderos órganos de doble poder.

Por otra parte, ciertas zonas poseen comandos comunales, ellos reagrupan al conjunto de organizaciones de masa de la localidad: cordón o en su defecto, sindicatos fabriles JAP[1], organización de madres de familia, pobladores y estudiantes.

Esos órganos han permitido la aplicación de medidas de autodefensa a la escala de grupos de empresas o de barrios enteros (barricadas a las salidas de los barrios).

El último intento de allanamiento por parte de las Fuerzas Armadas en Santiago, contra el bastión que es la empresa textil Sumar, señala la capacidad de respuesta que existe aquí y allá. Pero, especialmente, poco tiempo después, la población del barrio alertada los toma por detrás y los obliga a retirarse.

Por muy ejemplar y portador de esperanza que pueda parecer este episodio, hay que señalar que ni una sola vez a lo largo de decenas de allanamientos de esas últimas semanas, hemos asistido a ningún atisbo de resistencia. Por otro lado, la ola de atentados fascistas no ha podido suscitar tentativas de controlar el terreno fuera de las empresas y de los barrios obreros.

Aparentemente, los trabajadores, incluso los más avanzados, han continuado pidiendo “mano dura” al gobierno que no ha podido más que tenerle confianza a un puñado de policías controlados por el PS  para realizar algunas detenciones espectaculares.

La agudización de la crisis pre revolucionaria chilena ha producido que decenas de miles de trabajadores de vanguardia rompan empírica y puntualmente con la línea reformista (tipo PC).

En ausencia de un partido marxista revolucionario implantado, esos trabajadores han sido fácilmente ganados por las tesis centristas que teorizan la coexistencia en el seno del “proceso” revolucionario del gobierno reformista de la UP, como “palanca” de una política revolucionaria y los órganos del doble poder naciente. Esas tesis son el destino común del ala izquierda del PS, subdividida en muchos matices (Aurora de Chile, Posición) del MAPU Garretón que ha conocido una evolución espectacular en la izquierda desde octubre, en fin, del MIR que, hasta el 9 de agosto no había puesto el problema de la dirección revolucionaria alternativa a la UP.

A esta fecha, la capitulación de Allende aparece como algo tan evidente que los intentos de constitución de un Frente Único Revolucionario han tenido lugar, luego de los meetings políticos, pero sobre todo a la ocasión de una vasta campaña por la defensa de los marinos torturados, campaña dirigida por el MAPU y el MIR así como otros militantes revolucionarios, incluidos nuestros camaradas del PSR.

La toma de La Moneda y la muerte del presidente son dos grandes victorias ganadas por los golpistas, sobre todo en el plano moral habida cuenta del mito desarrollado alrededor de Allende.

Pero las tradiciones obreras, y más recientes de organización y de conciencia de los trabajadores chilenos permiten pensar que no se trata más que de las primeras batallas de una lucha dura y sangrienta.

París, 12 de septiembre de 1973.

 

Notas

[1] Juntas de Abastecimiento y Control de Precios

Emilio Guzmán
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Sociólogo de la Universidad de Valparaíso y miembro del Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano (CEPIB-UV).