Regreso a Reims: la clase obrera, la derecha y el plebiscito

Morder la tierra de la derrota intensificó el amargo sabor del tiempo que desenterraba con esta victoria al bando de la dictadura. La amargura se sintió como un plomo que hizo naufragar nuestra línea de flotación. Una de las premisas del triunfo del rechazo y de la masiva participación popular se explica por las prédicas sobre el descontento y la disconformidad contra la política, el gobierno y la convención. El ímpetu de la disconformidad transversal sepultó con un martillazo una oportunidad histórica para destrabar la desigual correlación de fuerzas entre los sectores dominantes y las fuerzas de cambio.

por Nicolás Román

Imagen / Felvalen, “Arte callejero en Santiago de Chile, creado tras el estallido social de Octubre de 2019”. Fuente: Wikimedia.


Cae una llovizna delgada y tengo un ticket mojado para ver Regreso a Reims[1] a mediados de julio cuando recién comienza la campaña por el plebiscito. La película es un documental de Jean-Gabriel Périot basado en un libro autobiográfico del intelectual francés, filósofo y sociólogo, Didier Eribon[2] de quien solo sé que es el biógrafo de Michel Foucault[3]. La película a partir del montaje de imágenes de archivo de la clase obrera francesa relata la vida y cultura de los proletarios desde los cincuenta hasta la actualidad. Reims es la ciudad de origen del escritor y el lugar donde reside su familia proletaria, mientras él migra a París. Didier fue el único de sus hermanos en continuar estudios universitarios y su origen obrero es inusual entre los miembros de la intelligentsia parisina.

La voz en off del filme ofrece pasajes de la pluma de Eribon y es acompañada por innumerables imágenes de la vida cotidiana de les trabajadores. Una clase que del antifascismo pasó a ser el botín electoral para la regenerada bestia parda, los fascistas del Frente Nacional, críticos del status quo liberal de la Unión Europea. Una de las justificaciones centrales de este giro en la película se explica por cómo las principales dirigencias de izquierdas en Francia se mimetizaron con las prerrogativas de la gubernamentalidad hasta hacerse indistinguibles de aquello que antes fueron críticos. El punto ciego de sus programas progresistas los lleva a dirigir el timón del Estado bajo la ruta del gran capital.

El documental, desgarrador en cierto modo, muestra cómo el mundo obrero de fuerte tradición izquierdista y antifascista abraza al final las posiciones a las que se enfrentó. Paradójico quizá, pero de ningún modo incomprensible, más bien real y evidente. Una de las sensaciones que tuve después de ver el filme fue cómo la tesis del odio y la exclusión se propaga en el mundo obrero donde antes existía la resistencia y la solidaridad.

La película rinde tributo a la difundida tesis de las derechas anti establishment[4]que, por qué no decirlo, usan la misma técnica que orquestó la campaña del rechazo bajo el objetivo de interceptar esos afectos del resentimiento contra la política.

Las horas posteriores al plebiscito para muchos fueron incomprensibles, tal vez era un tiempo análogo al viaje de Eribon en su recorrido personal e histórico de la clase obrera que muestra el documental. Morder la tierra de la derrota intensificó el amargo sabor del tiempo que desenterraba con esta victoria al bando de la dictadura. La amargura se sintió como un plomo que hizo naufragar nuestra línea de flotación. Una de las premisas del triunfo del rechazo y de la masiva participación popular se explica por las prédicas sobre el descontento y la disconformidad contra la política, el gobierno y la convención. El ímpetu de la disconformidad transversal sepultó con un martillazo una oportunidad histórica para destrabar la desigual correlación de fuerzas entre los sectores dominantes y las fuerzas de cambio.

La masa crítica de esta derrota expresada en las urnas, en que triunfaron los sectores conservadores, fue la misma clase obrera condescendiente con la dominación, cuyos sentimientos y posiciones políticas se situaron del lado de los pregones del rechazo: la plata es mía, esta es mala, una que nos una, etc. Sin lugar a dudas, esta situación expresa la sustancia del sentido común, premisa de la hegemonía. Todos esos votantes que no iban a las urnas por la ineficacia del voto para expresar su disconformidad, una vez acudieron, no expresaron la esencia antagonista de su clase que le atribuye un marxismo vulgar; por el contrario, exponen su más resentida disconformidad ante la ausencia de la conducción política de su descontento. Esto posiblemente no era obvio hasta los recuentos masivos y decepcionantes que exhiben la enorme distancia que tuvo el apruebo del rechazo que, de todos modos, no era impensable, en la medida que la desaprobación al gobierno de Apruebo Dignidad se estima en la misma cifra obtenida por la opción que sepultó el cambio constitucional.

El tiempo analógico con Regreso a Reims se mantiene, las dirigencias de izquierdas francesas se levantaron contra los trabajadores precarios migrantes, subsaharianos y argelinos, que fueron tratados como ciudadanía de cuarta por los representantes de la ciudadanía de segunda –obreros blancos contra migrantes de color– tal como ocurre hoy con el clamor moralista posterior a la derrota en las redes sociales contra quienes votaron rechazo en los sectores populares. Los derrotados en las urnas contra las facciones derrotadas por el sistema. Esas ovejas rebeldes del redil progresista que no siguieron la prédica del libro, cuyo encanto –innegable encanto para quienes somos lectores– se vio sepultado bajo una prédica más cruda: inflación, inseguridad, precarización, acoso mediático, incertidumbre, etc. Lamentablemente no supimos leer la situación por la seducción de nuestra pastoral y la fragilidad de esta lectura para enfrentar la coyuntura.

Aunque el tiempo posterior a la derrota puede inmovilizar el recorrido incierto posterior, el giro a la moderación puede ser otro espejo mágico que abone una falsa seducción. Las vueltas de timón en un mar tempestuoso son paradójicas. Las aguas no son tranquilas y las estrategias para recuperar la ruta con coordenadas inciertas fuerza a decisiones, cuyo realismo político, implican tomar por el mango la sartén caliente que nos instala nuevamente en la lógica del consenso que, en el horizonte de lo próximo, se avizora como la única salida posible ante la trabazón del conflicto debido a la hecatombe producida por el rechazo.

Regreso a Reims, en su desenlace, quizá como el retorno de lo reprimido, no vuelve concretamente a la ciudad obrera cuna de Eribon, vuelve a París. El filme muestra el levantamiento de los chalecos amarillos en las principales ciudades francesas, el espíritu de esa revuelta se avizora como la emergencia de una nueva subjetividad política, sin embargo, omite que en el reciente balotaje de la elección presidencial francesa los contendores fueron la ultraderechista Marine Le Pen y el neoliberal Emmanuel Macron, paradójico.

 

Notas

[1] Tráiler Regreso a Reims, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=L0lrA1jiQxk&ab_channel=Cinemaldito

[2] Álex Vicente. “Didier Eribon: ‘Milagros sociológicos como yo existen pocos’”, El País,

https://elpais.com/cultura/2018/05/15/babelia/1526383950_588797.html

[3] Didier Eribon, Michel Foucault (Barcelona: Anagrama, 2006).

[4] Pablo Stefanoni, ¿La rebeldía se volvió de derechas? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), (Buenos Aires: Siglo XXI, 2021)

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Doctor en Estudios Latinoamericanos y parte del Comité Editor de revista ROSA.