Cuando las sanciones económicas son instrumentalizadas como armas disuasivas, estas suponen un modelo de “guerra de desgaste” que puede ser asumido por países acomodando políticas proteccionistas de emergencia, pero no por los que poseen economías dependientes del libre mercado. Como menciona Batmanghelidj, las políticas de “sanciona primero y evalúa después” generalmente terminan consumiéndose en un efecto boomerang. Efectos que, francamente, hacen pensar que quienes imponen o agitan las sanciones debiesen ser los sancionados, o que al menos nos dirige a la necesaria pregunta ¿quién sanciona a los sancionadores? No obstante su impotencia a nivel económico, hay un aspecto distinto donde las sanciones se prueban como el arma más efectiva jamás antes vista: la militarización de la cultura y la formación de bandos a nivel global. En efecto, durante febrero y lo que llevamos de marzo, asistimos a un curioso momento donde se reeditan y superponen distintas capas de imágenes y estrategias de representación, que tienen, al menos en el universo arrastrado por la OTAN, el objetivo de involucrarnos social y personalmente en el conflicto.
por Afshin Irani
Imagen / Stand with Ukraine; No Standing. Fuente.
Las sanciones no mitigan conflictos, los escalan
Si la de Lenin fue la primera reflexión sistemática de cómo el capital financiero es utilizado como un instrumento para la guerra[1], la de Keynes fue la primera de cómo este es utilizado como instrumento para la paz. En su poco conocido ensayo Las consecuencias de la paz, el economista británico expone sus conclusiones del proceso de negociación e implementación de sanciones internacionales impuestas por la Liga de Naciones a Alemania, luego de la proclamación de su derrota en la Primera Guerra Mundial.
Lo que para el mundo fue la primera arma diseñada por los ministerios de economía de las potencias globales, consistió en bloqueos y multas que fueron ampliamente criticadas por Keynes. De acuerdo con él, las sanciones impuestas a Alemania permitirían un desarrollo mucho más dependiente del proteccionismo local que de la interdependencia de los mercados libres. Apenas estos pudiesen asegurar una cadena de recursos para alimentar su economía local, su deseo de volver a competir con las potencias aliadas llevaría a otro desequilibrio notable[2]. Es más, lo que perturbaba al economista era que con el deseo de “destruir a Alemania”, la economía europea nunca lograría un nivel adecuado de crecimiento para terminar con la depresión económica después de la guerra y, en último término, podría terminar enterrado en otra. Ahora lo sabemos, esas predicciones tuvieron un corte profético y pueden ser una buena guía para entender el escenario actual, pero no son las únicas.
En 1973, luego de la dolarización de la economía mundial impuesta por la política de no convertibilidad del dólar al oro, Estados Unidos aseguró la hegemonía de su moneda a nivel global, lo que a su vez permitió que el endeudamiento internacional de los demás países rebasara los límites que permitía el patrón del metal dorado. Con ello, también dejó sembrada una amenaza a todo país que se escape de su esfera de influencia, aunque esta no sería explorada sino años después de la implementación del sistema neoliberal a escala global. Fue en 1990, en el contexto de la guerra del Golfo de Saddam, donde el país del norte tuvo su primer ensayo con estas “armas monetarias de destrucción masiva”[3]. Sólo cuando Irak saboteó las reservas petroleras del reino de Kuwait, el principal proveedor estadounidense en ese entonces, los norteamericanos lanzaron un inédito paquete de sanciones inflacionarias al gobierno de Hussein y al pueblo iraquí. Así, se implementaron bloqueos y embargos con el objetivo de garantizar la pérdida del poder adquisitivo de su población, dejándola en una delicada línea de vulnerabilidad económica y social. Con estas sanciones[4], Estados Unidos buscó incitar al pueblo a rebelarse y al mismo tiempo disuadir al gobierno de tomar acciones más decisivas. Sabemos que la historia no fue esa, que Hussein llevó sus políticas de dominio en la región hasta las últimas consecuencias y que para sortear las sanciones sólo tuvo que contener a la oposición nacional, para luego aplastarla. Otra cosa que sabemos con certeza, es que el afectado no fue Saddam, pero sí casi dos millones de civiles[5], y que murieron más niños de hambre en Iraq que personas por la detonación de la bomba nuclear de Hiroshima[6]. Todo esto antes de la invasión definitiva en 2003.
Las sanciones a Rusia implementadas desde 2014, luego de la anexión de Crimea, fueron intensificadas desde el 2 de febrero de este año con la invasión a Ucrania, a un nivel que provocó el mismo escándalo en el mundo que la invasión misma: lo que comenzó con el bloqueo del espacio aéreo europeo para aerolíneas rusas, rápidamente escaló a bloqueos individuales al presidente Putin y su círculo, la exclusión de agentes rusos del sistema bancario SWIFT, el cierre del nuevo gasoducto Nord Stream 2, el ban a los medios de comunicación estatal y privados y, entre muchas más, la exclusión del deporte ruso de virtualmente todas las competiciones internacionales. Con estas maniobras, países de la OTAN, la UE y otros –teóricamente– neutrales como Suiza, han buscado disuadir a Rusia de seguir con su aventura colonial en Ucrania. Sin embargo, para sorpresa de todo el mundo libre –o de nadie que venga de algún país sancionado como Irán, Venezuela o Cuba– estas sanciones no han funcionado. El paralelismo que acabo de ofrecer no es arbitrario, ha nacido desde los distintos congresos y cámaras parlamentarias de los países y organizaciones que han impuesto las sanciones, lo que sugiere que aún no se entiende su futilidad[7]. Así que nos tomaremos las siguientes líneas con el propósito de evaluarlas.
Como lo ha recalcado Nicholas Mudler, las sanciones internacionales son un arma inflacionaria débil e inviable en el tiempo[8]. Consideremos el ejercicio al que nos invita el intelectual iraní Esfandyar Batmanghelidj[9], y enfoquémonos en las similitudes generales entre los planes de emergencia de Irán y Rusia: de acuerdo con el economista, ambos son países que han implementado maniobras proteccionistas, que no están completamente liberalizados, que fueron capaces de asegurar en un periodo breve materias primas para alimentar una base industrial mínima que permita movilizar la economía interior. Asimismo, ambos países cuentan con acceso a mercados alternativos al hegemónico, por lo que también en el terreno de las transacciones internacionales no se han visto completamente asfixiados por la prohibición del uso de la moneda estadounidense. Estos argumentos, en el caso iraní, han permitido que, a pesar de la devaluación absoluta de la moneda, la economía nacional absorba la presión de las sanciones en una contracción de sólo un 2% del PIB en 10 años, mientras se descarga todo el peso inflacionario de estas en las clases medias y pobres. La comparación con Rusia debiese ser desalentadora para cualquiera que piense que las sanciones podrían poner término a esta locura[10]: Rusia posee un orden de 10 veces el volumen de recursos naturales que Irán, y ya ha asegurado una cadena de transacciones con mercados de consumo inmensos como la India, Pakistán o China. Llevando el argumento a un espacio mucho más desigual, los gobiernos tanto de Venezuela como Cuba han mitigado el impacto de las sanciones con procesos de diasporización forzosa. Y si bien esto ha sido terrible para quienes dan un paso fuera del país, son sus remesas y el gasto estatal mínimo los que permiten que la cadena de consumo funcione a niveles básicos.
Por otro lado, y cerrando este punto, las guerras económicas desorganizan los equilibrios del mercado mundial. Un buen ejemplo de lo anterior es que ante la falta del petróleo ruso, muchas de las sanciones a otros países petroleros, como los mismos Venezuela o Irán, han tenido que ser revisitadas por Biden. El riesgo de no asegurar estas nuevas cadenas de abastecimiento es incrementar forzosamente el precio del petróleo y gas a niveles históricos y con ellos la inflación a nivel global –Rusia es el segundo proveedor a nivel mundial. Esto no es un dato trivial, ya que si bien puede ser entendido en algunas naciones del norte como un mero aumento de los precios, este fenómeno puede ser dramático en países donde gran parte de la población vive bajo la línea de la pobreza.
En resumen, cuando las sanciones económicas son instrumentalizadas como armas disuasivas, estas suponen un modelo de “guerra de desgaste” que puede ser asumido por países acomodando políticas proteccionistas de emergencia, pero no por los que poseen economías dependientes del libre mercado. Como menciona Batmanghelidj, las políticas de “sanciona primero y evalúa después” generalmente terminan consumiéndose en un efecto boomerang. Efectos que, francamente, hacen pensar que quienes imponen o agitan las sanciones debiesen ser los sancionados, o que al menos nos dirige a la necesaria pregunta ¿quién sanciona a los sancionadores?
El impacto cultural de las sanciones
No obstante su impotencia a nivel económico, hay un aspecto distinto donde las sanciones se prueban como el arma más efectiva jamás antes vista: la militarización de la cultura y la formación de bandos a nivel global. En efecto, durante febrero y lo que llevamos de marzo, asistimos a un curioso momento donde se reeditan y superponen distintas capas de imágenes y estrategias de representación, que tienen, al menos en el universo arrastrado por la OTAN, el objetivo de involucrarnos social y personalmente en el conflicto. Me es imposible resumirlas todas en este texto, pero pienso en una cantidad considerable de acciones corporativas o de masas, a las que hemos estado expuestos estos días.
Primero, los medios de comunicación a nivel global y local buscan sensibilizar al público a tomar bando por occidente con daños causados a “pueblos civilizados europeos” [sic] en contraposición a los “incivilizados orientales” que estarían “acostumbrados a las guerras en su territorio” [sic][11]. Curiosamente, lo hacen descuidando otros elementos críticos en la cobertura de la invasión, como el racismo con el que se ha discriminado a la población no blanca a la hora de evacuar.
Segundo, en el basto mundo del columnismo, se amplía el consenso de que es necesaria la reedición de la misma membresía al mundo “occidental”, por un lado, dándole una versatilidad que incluye tanto a Israel, como a Arabia Saudita y Japón; mientras que, a modo de castigo, se expulsa de este a Putin por perder los “valores europeos” y en cambio, se le acusa de devolver a Rusia a los valores “autoritarios asiáticos”[12]. Asimismo, se vuelven a conformar bandos de deseados e indeseados[13], siendo estos últimos países cuyos gobiernos, sin necesariamente haber prestado apoyo a Rusia, se rehúsan a comprometer la vida de su población en una guerra incitada por la OTAN: China e Irán, pero también Pakistán, India o Venezuela. Para el incomprobable ojo crítico de The New York Times[14], parecen ser, como profesaría Huntington, el bando más homogéneo del mundo, aunque no parece ser relevante que algunos de este selecto grupo ya no se pueden ni sentar en la misma mesa que Rusia[15].
Tercero, hay aspectos de la “cultura de la cancelación” de las redes sociales y de la industria del entretenimiento y del consumo que tiene como objetivo arrasar con todo el legado cultural de Rusia, incluso con su mismo nombre: holdings y franquicias internacionales como McDonalds han decidido “castigar” a Putin terminando sus operaciones en Rusia. A esta empresa se le suman desde movimientos académicos que buscan retirar las referencias a la cultura rusa de los currículos universitarios, pasando por restaurantes que buscan retirar sus ensaladas rusas o vodkas[16], llegando a orquestas que se rehúsan a tocar piezas de Tchaikovsky[17]. Por otro lado, el apoyo a Ucrania incluye desde el crowdfunding para su ejército a través de Internet hasta sitios web porno que usan de banner la bandera como señal de apoyo.
Por último, y de manera menos irónica, me parece que el aspecto más grave ha sido la persecución a la prensa rusa y a sus corresponsales en occidente[18]. La reedición de una cortina informativa sacrifica la libertad de prensa en nombre de la propaganda, lo que nos debe convencer que este es el movimiento definitivo de censura, no sólo a “las mentiras del Kremlin”, sino a todo quien se distancie de la narrativa de la OTAN y, dios no quiera, sea capaz de criticarla[19].
Todas estas acciones son lo que el intelectual iraní, Hamid Dabashi –inspirado por la crítica al orientalismo de Edward Said, entendida como la militarización del conocimiento de “el otro” de occidente[20]– ha denominado la “endosmosis epistémica”[21], acción a partir de la cual se reeditan y acumulan distintas capas de representación binaria (orientalismos), bajo un sólo objetivo militar. Estas estrategias, de acuerdo con Dabashi, tienen el triste resultado de socializar consensos en torno a planes de la agenda estadounidense, los cuales son altamente controversiales y belicistas. Pienso, por ejemplo, cómo esta conceptualización nos permite entender el apoyo de “los artistas críticos” estadounidenses a la petición del presidente Zelensky de declarar el espacio aéreo ucraniano una zona de no vuelo[22] –medida que, ha confirmado el Kremlin, escalaría a una potencial tercera guerra mundial. O, en menor medida, pero igualmente importante, pienso en el error –en el que incluso cayó nuestro, entonces, presidente electo[23]– que es sensibilizarse con el relato de cualquiera de los dos jefes de Estado involucrados, pues ambos han probado paradójicamente que están más dispuestos a “pelear hasta el último ucraniano”, antes que a lograr consensos mínimos para terminar la guerra de una vez.
¿Queda algún pacifismo posible?
Resiste a todo este análisis la pregunta de cómo desescalar esta guerra. De que si las sanciones no funcionan para esto, qué otra cosa podría hacerlo. Durante todo el siglo XX, especialmente en Europa en los años 60 o en el caso de la Guerra Estadounidense en Vietnam, un poderoso movimiento pacifista anclado en una clase obrera buscó desmarcarse y ser la firme oposición ante la guerra. Por otro lado, la pérdida del referente obrero ha llevado a muchos intelectuales, parte del otrora movimiento antibelicista, a urgir a que este sea reconstruido en torno a estas demandas[24].
Otros, en su lucidez, nos recalcan que no basta estar “ni con Putin ni con la OTAN”[25], sino que hay que buscar y practicar la forma de estar “contra Putin y contra la OTAN”[26]. Si bien hoy estamos en un momento de dudas y la socialización del espectáculo capitalista hace casi imposible desarrollar lecturas colectivas y críticas de estos fenómenos, especialmente en Latinoamérica, vamos a resentir la escasez un pensamiento alternativo no alineado capaz de vincular críticamente guerra y capital, para volver a contar con oposiciones efectivas a estas amenazas.
Otros más voluntaristas y nostálgicos de las primaveras árabes o incluso de la revolución rusa, plantean que esperemos la rebelión de las facciones oprimidas[27]. Si bien deben llevarse todas estas alternativas al tribunal de la crítica, no hay nada más humano que el deseo de demostrar solidaridad a través de fronteras con quienes sufren de la peor barbarie, que es la guerra. Sin embargo, en estos momentos las acciones no se evalúan por intenciones sino por efectividad. No basta estar haciendo lo que se cree que es bueno, hay que asegurarse que sus efectos sean coherentes. Por el momento, en el movimiento anti-guerra hemos visto el despliegue masivo de eso que le llamaba la atención a Hannah Arendt cuando juzgaban por sus crímenes al burócrata nazi de Eichmann, que era el narcisismo y la sencillez moral que producía en los tribunales la justificación de cualquier medida, legal o no, útil o no, con tal de hacerle frente al peor mal de todos. Pero, como vimos, las cosas siempre pueden ser peor.
Notas
[1] “[L]os monopolios públicos y los privados se entretejen formando un todo en la época del capital financiero, como tanto los unos como los otros no son en realidad sino distintos eslabones de la lucha imperialista entre los grandes monopolistas para repartirse el mundo”. Lenin, V.I. El Imperialismo, fase superior del Capitalismo. Fundación Federico Engels, Madrid. p. 45
[2] Keynes, J.M. The Economic Consequences of the Peace. Online Library of Liberty. https://oll.libertyfund.org/title/keynes-the-economic-consequences-of-the-peace
[3] Expresión popularizada por Warren Buffet, empresario e inversionista estadounidense.
[4] Vid. U.S. Department of the Treasury. Iraq-Related sanctions. En línea: https://home.treasury.gov/policy-issues/financial-sanctions/sanctions-programs-and-country-information/iraq-related-sanctions
[5] Shehabaldin, A. & Laughlin Jr. W. “Economic sanctions against Iraq: Human and economic costs”. The International Journal of Human Rights 3 (4): 1999, pp. 1-18.
En línea: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13642989908406841?journalCode=fjhr20
[6] Habibzadeh, F. “Economic sanction: a weapon of mass destruction”. The Lancet, 20 de agosto de 2018. En línea: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(18)31944-5/fulltext
[7] Vid. “Russia-Iran sanctions measure hits new snag in Congress”. The Washington Post, 27 de junio de 2017. En línea: https://www.washingtonpost.com/powerpost/russia-iran-sanctions-measure-hits-new-snag-in-congress/2017/06/27/248ca780-5b2e-11e7-a9f6-7c3296387341_story.html
[8] Nicholas Mulder, The Economic Weapon: The Rise of Sanctions as a Tool of Modern War. New Haven: Yale University Press, 2022.
[9] Para una comparación in extenso, vid. Batmanghelidj, E. “Iran, Russia and the Limits of Financial War”. Brouse & Bazaar Foundation, 28 de febrero de 2022. En línea: https://www.bourseandbazaar.com/articles/2022/2/28/iran-russia-and-the-limits-of-financial-war
[10] Vid. Hess, M. “What’s awaiting Russia may be much worse than the chaos of 1990s”. Al Jazeera, 4 de marzo de 2022. En línea: https://www.aljazeera.com/opinions/2022/3/4/russias-looming-economic-crisis-will-be-worse-than-1991
[11] https://twitter.com/CarlZha/status/1497748092656881664
[12] Trofimov, Y. “Russia’s Turn to Its Asian Past”. The Wall Street Journal, 6 de julio de 2018. En línea https://www.wsj.com/articles/russias-turn-to-its-asian-past-1530889247
[13] NYT Editorial Board. “Mr. Putin Lanches a Sequel to the Cold War”. The New York Times, 24 de febrero de 2022. En línea: https://www.nytimes.com/2022/02/24/opinion/putin-biden-ukraine-russia.html
[14] Meaney, T. “Putin Wants a Clash of Civilizations. Is ‘The West’ Falling for it?”. The New York Times, 11 de marzo de 2022. En línea: https://www.nytimes.com/2022/03/11/opinion/nato-russia-the-west-ukraine.html
[15]Lynch, C. “Russia’s ‘Eleventh-Hour’ Interference in the Iran Deal”. Foreign Policy, 9 de marzo de 2022. En línea: https://foreignpolicy.com/2022/03/09/russia-nuclear-deal-jcpoa-iran-eleventh-hour-interference/
[16] https://twitter.com/FoxNews/status/1497541964090253319
[17] “Zagreb Orchesta cuts Tchaikovsky in lineup”. The Manila Times, 27 de febrero de 2022. En línea: https://www.dailyadvent.com/news/6ef2ad996e5acfcc800ab59cf5431f22-Zagreb-orchestra-cuts-Tchaikovsky-in-lineup
[18] https://twitter.com/sergiogpintado/status/1498351517107200000
[19] Marcetic, B. “Los ataques orwellianos contra los críticos de la OTAN”. Jacobin Latinoamérica, 14 de marzo de 2022. En línea: https://jacobinlat.com/2022/03/14/los-ataques-orwellianos-contra-los-criticos-de-la-otan/
[20] Modelo popularmente conocido como “The West vs. The Rest”.
[21] Dabashi, H. Post-Orientalism: Power and Knowledge in Times of Terror. Transaction Publishers, New Jersey. p. 214.
[22] https://twitter.com/WorldnewsNws/status/1500566406244487173
[23] “Gabriel Boric comparte discurso de Volodimir Zelenski y envía ‘solidaridad’ al pueblo ucraniano”. El Mostrador, 27 de febrero de 2022. En línea: https://www.elmostrador.cl/noticias/multimedia/2022/02/27/boric-comparte-discurso-de-zelenski-y-envia-solidaridad-al-pueblo-ucraniano/
[24] Balibar, E. “El pacifismo no es una opción”. Federación Anarquista, 10 de marzo de 2022. https://www.federacionanarquista.net/etienne-balibar-el-pacifismo-no-es-una-opcion/
[25] https://twitter.com/redfishstream/status/1497201072288448513
[26] Lazzarato, M. “La guerra en Ucrania”. Revista Disenso, 4 de marzo de 2022 (traducción de Iván Torres Apablaza). En línea: https://revistadisenso.com/lazzarato-guerra-en-ucrania/
[27] Roufos, P. “Solidarity with Ukraine doesn’t mean calling for more war”. Jacobin Magazine, marzo de 2022. En línea: https://jacobinmag.com/2022/03/solidarity-ukraine-eu-us-warmongering-sanctions-putin-invasion
Afshin Irani
Licenciado en filosofía y estudiante del Magíster en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile.