La diversidad es la regla, la tradición parece sucumbir y los viejos paradigmas caen. La escuela, al igual que otras instituciones, hoy sigue siendo un espacio de disputa donde la emergencia de lo nuevo está supeditada a todo aquello que se niega desaparecer. Cuarenta años de neoliberalismo radical han calado profundamente. Por lo mismo, el desafío de hoy es mayor y transformar en práctica lo teorizado es una centralidad. Desde luego que no estamos descubriendo la pólvora, pues ya otros dijeron esto mismo mucho antes. La única diferencia es que hoy tenemos menos tiempo.
por Aníbal Navarrete Carrasco
Imagen / Colegio Municipal Marcela Paz, La Florida, Chile. Fuente.
Las niñas, niños y adolescentes de hoy son parte de una generación bastante particular, altamente conectada con el mundo y con un nivel de conocimiento que traspasa los umbrales a los que estábamos históricamente acostumbrados. No nos debería sorprender el constante cuestionamiento o la referencia a opiniones “vistas en internet”. Dos años de virtualización de la vida han impactado profundamente en lo que tradicionalmente hemos conocido como “la escuela”.
En ese sentido, el rol del espacio educativo está en un proceso de transformación que va de la mano con los cambios que hoy experimentan las sociedades en el mundo. La pandemia, las guerras en directo, los migrantes, la crisis de legitimidad y el cambio climático son algunos de los elementos que hoy están insertos en el proceso educativo.
Si ya no basta con el curriculum oficial, los “objetivos e indicadores” presentes en los planes y programas quedan cortos frente a las inquietudes y preguntas de quienes son hoy nuestros estudiantes. Si somos honestos, hoy existe mayor motivación para aprender a “editar” que por dominar las tan necesarias tablas de multiplicar. El mundo cambia, y así también las y los “educandos”. Nuestra tarea colectiva es asumir esa realidad.
El 2022 está lleno de desafíos. Transformar la escuela en un lugar acorde y pertinente a las niñas y niños de hoy es una prioridad. Imaginar la “nueva educación” es parte de una tarea que requiere desafíos necesarios e ineludibles, como superar la estandarización y crear nuestra pedagogía. Al lado tenemos un proceso constituyente que debe estar a la altura de esta misión, trazando lineamientos que nos permitan avanzar de una vez por todas hacia una escuela crítica, liberadora y democrática, capaz de hacerse cargo de una realidad muy diferente a la que estábamos acostumbrados.
La diversidad es la regla, la tradición parece sucumbir y los viejos paradigmas caen. La escuela, al igual que otras instituciones, hoy sigue siendo un espacio de disputa donde la emergencia de lo nuevo está supeditada a todo aquello que se niega desaparecer. Cuarenta años de neoliberalismo radical han calado profundamente. Por lo mismo, el desafío de hoy es mayor y transformar en práctica lo teorizado es una centralidad. Desde luego que no estamos descubriendo la pólvora, pues ya otros dijeron esto mismo mucho antes. La única diferencia es que hoy tenemos menos tiempo.
Aníbal Navarrete Carrasco
Profesor de Historia y Ciencias Sociales. Fue candidato a diputado por el Distrito 20.