El 18O y la experiencia de masas

Podemos decir que lo que prevalece del 18O es el aprendizaje de la capacidad de lucha y de organización de las masas. Y digamos que prevalece aun cuando las organizaciones se hayan disipado. Estas capacidades permiten: coordinar la protesta (recordemos la labor fundamental de brigadistas y observadores de DDHH), hacer durable la ocupación de calles, convocar y organizar al territorio, distribuir tareas organizativas, reestablecer el contacto entre vecinos, coordinar actividades con distintos grupos, promover talleres de autoformación y autodefensa, fomentar la discusión política, etcétera. Debemos ser conscientes que sin una articulación que discuta políticamente la orientación clasista del movimiento de masas estas capacidades quedarán relegadas al olvido. Y que incluso, si logran ser desarrolladas, será en una nueva coyuntura con una composición distinta de masas, donde habrá que volver a recomenzar el círculo de lo político.

por Rodrigo González O.

Imagen / Plaza de la Dignidad, 22 de octubre 2021, Santiago, Chile. Fotografía de Paulo Slachevsky.


Introducción: Las masas previo al 18O

Las cosas no se aprenden por medio de las palabras” dijo San Agustín (10 29). La frase no apunta a reivindicar, una vez más, la verdad de las cosas sobre la representación de las palabras, sino a mostrar que el aprendizaje no se realiza a través de la enseñanza de signos, sino en la verdad interna de la experiencia más allá del ordenamiento del discurso. Cabría distinguir entonces entre la enseñanza ideológica y el aprendizaje autónomo que se produce en la verdad interna entrecruzada por la propia experiencia. Aplicado a las masas, esto permite entender que la autonomía estriba en el aprendizaje latente, esto es, en la estructura o inconsciente de clase. No porque determine a la consciencia, sino porque permite liberarse de la dependencia ideológica.

Contra esta visión de la autonomía de masas se opone la tradicional crítica a la sociedad de masas, suficientemente retratada por el filósofo burgués Ortega y Gasset, quien señala:  El “hombre-masa” está vaciado de interioridad, de su propia historia, no tiene destino propio, es dócil a las disciplinas internacionales, sólo tiene apetito, sólo cree tener derechos y no obligaciones, no tiene nobleza, y para rematar, “es hostil al liberalismo” (Ortega y Gasset 16 y 17). Podríamos decir que hay una oposición directa entre la visión autónoma y la visión liberal. Y es que el liberalismo constituye un lazo social donde se prioriza el saber cohesionado de un discurso por sobre los efectos de verdad, donde, como se dice hoy, el lenguaje construye realidad. Lo cual, parafraseando a Engels (468), reduce toda la fuerza histórica al material discursivo mediado por el pensamiento. Asimismo, podríamos decir que es esta hegemonía burguesa-liberal la que contuvo el estado latente de masas previo a la coyuntura masiva del 18O. No tanto en términos de la represión iniciada con Piñera (Aula segura, Araucanía), sino en términos del consenso liberal de la escena política, que mantenía a las bases partidistas de izquierda (desde el PC al FA) en una disputa hegemónica frente a un bloque dominante sin necesidad de conducción, y de otro lado, a un activismo libertario extrapartidista, que activaba el equilibrio liberal desde sus extremos. En este contexto, la política ya no buscaba llegar a la realidad externa al discurso dominante, sino introducir a los sectores disciplinados de la masa en un posicionamiento discursivo, lo cual impedía la participación abierta de las masas.

 

Autocrítica del desarrollo de la coyuntura del 18O

La coyuntura del 18O no obedece sólo a una escalada de los movimientos sociales durante el período neoliberal. Designa más bien la interrogación por la base usurpada por el modelo neoliberal e invisibilizada por el funcionamiento superestructural: la soberana dignidad del pueblo. El bloque de fuerzas que se manifiesta el 18O sorprende por un salto de magnitud respecto a los actos de desobediencia civil previos, y por apuntar a la dignidad antes que a la demanda de transporte que lo gatilla. Los mega incendios a estaciones de metro (que parecen un guion escrito por los asesores de Trump que se encontraban en ese momento en Chile) pifian su acometido. Las masas no aceptan ser instrumentalizadas por la táctica del miedo de Piñera. Las fuerzas unificadas comienzan a organizarse, primero en roles y tareas que asume la protesta y, unos días después, en el surgimiento de cabildos y asambleas autoconvocadas[1]. El gobierno despliega un plan cuadrante represivo a nivel nacional para contener policial-militarmente la ramificación de las manifestaciones que tempranamente convocan marchas hacia La Moneda y los sectores acomodados.

Si algo caracteriza al 180 respecto de las revueltas históricas por el alza de transporte, fue su masividad, cuya insignia fue la marcha del 25O. Antecedida por un tibio llamado a huelga de Unidad Social, la manifestación fue protagonizada por los sectores más populares (recuérdese el protagonismo de las alianzas entre barras bravas, la participación de adolescentes del SENAME, las numerosas familias llegando en auto a marchar y las activación nocturna en las periferias), y detrás de ellos la clase media y la pequeña burguesía. Con esta correlación de fuerzas se organiza la huelga del 12 de noviembre que constituirá uno de los principales hitos clasistas durante la coyuntura. Pese al compromiso del sector portuario y la coordinación con distintos sectores (minero, transporte, salud, educación, etcétera) el llamado de Unidad Social surgirá como medida de presión para dialogar con el gobierno, lo cual se concretó y posteriormente dio paso al acuerdo parlamentario por la paz y la nueva constitución (transmitido en directo como el espectáculo vergonzoso que fue).

Las asambleas y cabildos serán los modos principales de auto organización de masas por fuera de los sindicatos. Su labor será ineludible para caracterizar la activación política de masas durante la coyuntura y para definir su crecimiento intensivo (a nivel orgánico, de arraigo histórico-político-territorial) y extensivo (actividades abiertas, agitación y propaganda, incorporación interseccional de actores, comunicación y activación vecinal, solución a problemas inmediatos, recuperación ecológica de espacios comunes, alianzas y coordinaciones con otras auto organizaciones). Pese a su veloz surgimiento, las asambleas y cabildos no lograrán resolver antes de la pandemia algunas aporías que expresarán su deseo desde el inicio, como: (a) llamar a recuperar la confianza de la comunidad y al mismo tiempo alertar sobre la colaboración cívica con la policía; (b) alzar el poder popular y posicionarse contra toda forma de poder; (c) exigencia de democracia directa y cuestionamiento al marco democrático; (d) autonomía frente a la institucionalidad y apatía frente a todo poder instituyente; (e) dificultad para responder –en el calor de los acontecimientos– a problemas locales y nacionales. Si bien estas aporías plantean un deseo que no debiese ser reducido a la contradicción, expresan prioridades que imponen un límite a la velocidad de reacción y a la práctica del poder. Estas prioridades expresan principios comunitarios contrainstitucionales, fuertemente antipartidistas[2], pero no tácticas y estrategias de avance para la clase trabajadora. Es decir, expresan una identificación identitaria antes que un desarrollo de poder clasista que permita desarrollar el contenido proletario de la coyuntura.

Las discusiones dentro de la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT) para coordinar regionalmente las asambleas condensarán estas aporías sin lograr prosperar suficientemente. Es atendible que, dado el carácter inédito de las asambleas territoriales en el período neoliberal, y al contexto de represión y de estado de excepción continuado en pandemia, la autovaloración se imponga a la autocrítica de los propios desaciertos. Las asambleas serán un espacio de reconocimiento, confianza, apoyo, contención afectiva y solidaridad. Y por esta misma razón, la lógica social se impondrá dialécticamente a la lógica política, haciendo primar los acuerdos mínimos y las consignas radicales sin un alcance práctico. El rechazo a la conducción (antes presente en los movimientos estudiantiles y replicado ahora en el devenir grupal de las asambleas en pandemia) hará que las propias organizaciones descuiden al bloque de fuerzas como totalidad y se dispersen, no tanto por la inconmensurabilidad de los distintos lineamientos políticos, sino por la dificultad política para coordinar una práctica prerrevolucionaria de largo alcance.

Pese a que los partidos de izquierda llegan tarde a las autoconvocatorias de organización (en gran medida, a causa del antipartidismo)[3], tampoco los sectores revolucionarios tendrán una presencia autoformativa entre las masas. De este modo, pese a la transformación de los hábitos cotidianos producidos en la coyuntura, su fuerza y unidad inicial pierden proyección política, y la nominación de “estallido” comienza a imponerse –desde los medios de comunicación– como nombre propio de una excepción fugaz que aparece y se disipa de modo similar a las movilizaciones en contexto neoliberal (pingüina, estudiantil, No+AFP, etcétera). No hay articulación como para impulsar un pliego popular que se imponga a la agenda reformista y que reafirmando el “fuera Piñera” de las calles impulse una transformación política. No hay un objetivo histórico claro (anticapitalismo, comunismo, comunización, libertarismo, antiliberalismo), ni un apoyo popular a ideas precisas, debatidas y evaluadas.

Las autoorganizaciones populares se ralentizarán primero con la pandemia y luego con el año electoral. Los propios protagonistas de la coyuntura comienzan a devenir comentadores del relato mediático del estallido ante la segmentación que va produciendo la acogida institucional de los sectores más dialogantes del movimiento en el proceso constituyente[4].

Si el 18O logró desmentir internacionalmente al neoliberalismo, sus organizaciones no lograron articular un desarrollo del poder autónomo ni una propuesta transformativa. Y esta debilidad de articulación nos resulta, en términos de clase, más profunda que la posterior reaparición contrarrevolucionaria de Kast (viable por la inestabilidad de la situación y el poder organizado de la burguesía). En este contexto, el triunfo de Boric no representa tanto la victoria frente al fascismo[5], ni tampoco el fin del octubrismo, sino la continuación del estado de desarticulación de la izquierda y de la avanzada de clase[6].

En 1972, en un contexto mucho más avanzado en organización y orientación revolucionaria, con mayor concientización en las masas y mayor debate político en los cuadros que en el 2019, aún la desarticulación era profunda. La desarticulación entre partidos de izquierda frente al paro patronal llevó a las masas a articularse tardíamente para responder a través de los cordones industriales, los comandos comunales y los consejos comunales campesinos, elaborando alianzas intersectoriales por sobre las diferencias entre partidos de izquierda (se articulan MIR, PS, MAPU, IC, a excepción del PC). No obstante, en el primer semestre de 1973, con la avanzada contrarrevolucionaria se produce una desarticulación entre el apego legalista de la UP y las masas sin capacidad de conducción contraofensiva. En el relato autobiográfico del revolucionario mirista Guillermo Rodríguez se aprecia el estado dramático de desarticulación, cuando Aurelio, un comandante cubano que acompaña la visita de Fidel a Chile en diciembre de 1971, les pregunta a él y su compañero militante, ¿Ustedes están dispuestos a morir por una revolución a medias?, y luego:

…se pone triste y nos dice que no tenemos idea de lo que viene por delante y a lo que nos enfrentamos. De verdad el hombre está hablando desde lo más profundo de su alma. Y habla ya no importándole si le escuchamos o no. Habla casi para la historia: el proceso de ustedes es muy débil, no tienen unidad, no tienen una dirección única ni dirigentes de talla salvo algunos que no tienen la conducción global. Y vendrá la guerra, vendrá el imperialismo cayéndoles con todo y ustedes no saben que se enfrentarán a los que bombardean ciudades, arrojan napalm, asesinan y torturan sin piedad… (Rodríguez 60)

Para Rafael Kries (40), dirigente del cordón industrial Vicuña Mackenna, el golpe de Estado de 1973 no sólo desarticuló a los partidos de izquierda (la relación interpartidista ya se mostraba desarticulada), sino al movimiento social en su conjunto. El 18O fue la coyuntura de las masas. El protagonismo directo lo llevó a cabo contra una represión que costó vidas, traumas oculares y distintos daños colaterales que permanecerán en el tiempo. La inmensidad de la fuerza de masas no logró articularse en términos de un desarrollo autónomo del poder, sin embargo, más disminuida en tamaño, pero con igual intensidad, esa fuerza sigue manifestándose contra los intereses democrático-burgueses que sobrexpusieron a las masas en conflictos que no les competían. No hubo espacio para fatalismos dentro del autoaprendizaje consciente que esta fuerza desarrolló.

 

Aprendizaje ante el desafío de articulación

Señalaba Lukács al terminar su Consciencia de clase (109) que, “el proletariado no debe retroceder ante ninguna autocrítica, porque solamente la verdad puede traer su victoria, y la autocrítica debe ser, por tanto, su elemento vital”. Ahora bien, podemos decir que lo que prevalece del 18O en las masas es el aprendizaje de la capacidad de lucha y de organización de las masas. Y digamos que prevalece aun cuando las organizaciones se hayan disipado. Estas capacidades permiten: coordinar la protesta (recordemos la labor fundamental de brigadistas y observadores de DDHH), hacer durable la ocupación de calles, convocar y organizar al territorio, distribuir tareas organizativas, reestablecer el contacto entre vecinos, coordinar actividades con distintos grupos, promover talleres de autoformación y autodefensa, fomentar la discusión política, etcétera. Debemos ser conscientes que sin una articulación que discuta políticamente la orientación clasista del movimiento de masas estas capacidades quedarán relegadas al olvido. Y que incluso, si logran ser desarrolladas, será en una nueva coyuntura con una composición distinta de masas, donde habrá que volver a recomenzar el círculo de lo político (Latour 329). En este punto resulta irrelevante (o al menos improbable) considerar un avance histórico de la clase en la agudización objetiva de la crisis capitalista, más bien, como expresa Lenin en su notable Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, son los períodos “revolucionarios” los que enseñan a los dirigentes y sobre todo a las masas “con una rapidez y una profundidad que parecen increíbles en los períodos pacíficos de desarrollo político” (Lenin, 2013: 220). Es decir, no se trata de desarrollos ni de ciclos, sino del protagonismo directo que adoptan las masas en la coyuntura. Las masas recomienzan lo político limitadas por la sujeción a la realidad burguesa, pero llevando de forma latente –dice Lenin– el aprendizaje de las coyunturas pasadas y sus respectivos resultados para la clase. Estos aprendizajes se activan en la repetición de escenarios y disposiciones coyunturales.

Uno de los momentos más notables de la coyuntura fue durante el período noviembre 2018-febrero 2019. Coincidían las ocupaciones durante el día en Plaza Dignidad con la participación masiva en actividades territoriales autoorganizadas. Durante este período se compartía la idea de que la política se definiría por el trabajo colectivo y no por el superyó revolucionario de cada cual. Las diferencias que se presentaban sobre la dirección coyuntural no aparecían como divergencias tácticas ni se abordaban como diferencias ideológicas, sino como perspectivas de análisis que permitían enriquecer la apreciación clasista de la situación para el protagonismo de las autoorganizaciones y su desarrollo autónomo.

En este punto podría resultar relevante volver a la frase de Rosa Luxemburgo (2014): “El poder de la organización radica en su comprensión de cómo perfilar a los no organizados en las acciones en el momento adecuado”. La clave de la organización no está tanto en su poder de convocatoria para la movilización de las masas, sino en la maduración de la acción directa de masas en la coyuntura. Lo central es desarrollar la capacidad de acción de las masas, dando lugar al aprendizaje de sus aciertos y a la autocrítica de sus infortunios. “La política no debe ser formulada de tal manera que las masas siempre se enfrentan a hechos consumados” (Luxemburgo, 2014). Es decir, la política no puede plantearse coyunturas que no sean activadas por el protagonismo de las masas. Este aspecto es central para prevenir la segmentación ideológica y para evitar instrumentalizar el pasaje ideal del “en sí” de la masa explotada por el capital al “para sí” de la clase con conciencia de su rol histórico. Las masas deben ser abordadas en su protagonismo, reduciendo en lo posible las reacciones a las provocaciones del adversario circunstancial (Cfr. Marx 81) y desarrollando sus propias capacidades entre los organizados y los no organizados. Es aquí donde la profundidad de la articulación transversal entre actantes intersectoriales de la clase trabajadora (pobladores, militantes, sindicatos, cesantes y distintos grupos sociales) deja de ser forzada. Ya no responde a alianzas tácticas ni a objetivos partidistas, sino a la articulación de la experiencia compartida, ausente en el discurso liberal burgués, y que no puede manifestarse individual ni suponerse de modo transindividual, ya que implica una práctica de poder que no está dada a la manera reivindicativa sindical ni a la manera conmemorativa social, implicando un desarrollo autónomo.

 

Referencias

Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia (Buenos Aires: Paidós, 2013)

Friedrich Engels, “Carta a Mehring”, Friedrich Engels y Karl Marx, Obras Escogidas, vol. II. (Moscú: Instituto Marx-Engels-Lenin 1952)

  1. W. F. Hegel, El joven Hegel. Ensayos y esbozos, (Madrid: FCE, 2014)

Gabriel Salazar, Conversaciones con radio plaza dignidad (2020), https://fb.watch/awDfgWE8ue/

Guillermo Rodríguez, De las brigadas secundarias al cordón cerrillos, (Santiago: Escaparate, 2017)

______________, Presentación de “De las brigadas secundarias al cordón cerrillos” (2018), https://youtu.be/gSvPPe4y5Uo

Guy Debord, La Sociedad del espectáculo. (México: Naufragio, 1995)

Georg Lukács, Historia y conciencia de clase. (Habana: Instituto del libro, 1970)

Jacques Lacan. Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud. (Buenos Aires: Paidós, 1981)

Jaime Navarrete, Movimiento Campesino Revolucionario, (Santiago: Escaparate, 2018)

José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, (Madrid: Revista Occidente, 1960)

Karen Barad, “Posthumanist Performativity: Toward an Understanding of How Matter Comes to Matter”, Signs: Journal of Women in Culture and Society. N°3, vol. 28 (2003)

______________, “Agential realism”, Lorraine Code (ed.), Encylopedia of feminist theories, (Nueva York: Routledge, 2000)

Karl Marx. Salario, precio y ganancia. (Madrid: Centro de estudios socialistas, 2010)

León Trotsky, Programa de transición, (Santiago: Espartaco, 2014)

______________, Alemania, la clave de la situación internacional (2014), https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1931/noviembre/26.htm

Miguel Enríquez (2019). ¡A construir la revolución chilena! Tesis político militar-MIR-1967. Santiago: Escaparate

Nelson Gutiérrez, “El MIR nunca fue militarista” Entrevista con Rodrigo Ruiz, El desconcierto, https://www.eldesconcierto.cl/nacional/2014/10/06/nelson-gutierrez-el-mir-nunca-fue-militarista.html

Rafael Kries, “Confiar en sí mismos”, Nueva Sociedad, N° 64 (1983)

Rosa Luxemburgo, Huelga política de masas (2014), https://www.marxists.org/espanol/luxem/1913/7/s.htm

San Agustín, “Del maestro”, Obra Filosófica (Madrid: Editorial católica, 1947), pp 526-601

Shoshana Felman (2012). El escándalo del cuerpo hablante. Don Juan con J. L. Austin (y J. Lacan) o la seducción entre lenguas. México: Ortega-Ortiz.

V. I. Lenin. “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”. Obras selectas Vol. I. (Buenos Aires: CEIP, 2019).

Varilarguero, “¿Lucha de masas para qué?”. En Punto final, N° IV (1970), 103: 2 y 3.

 

Notas

[1] Pese a las justificables críticas al bloque sindical de Unidad Social, cabe valorar como un logro excepcional de su formulario de preguntas a partir del cual comenzaron a organizarse distintos cabildos y asambleas territoriales. Por una vez, se produjo una sincronía a nivel de discusión política entre lo nacional y local.

[2] El antipartidismo, como tendencia presente desde el inicio del estallido social, no se equivoca al criticar el consenso, verticalismo e incapacidad de respuesta de los partidos, sino al tomar una crítica a la capacidad de respuesta de la clase política por una crítica a la orgánica de los partidos, precisamente en el momento en que se hacía necesario discutir de orgánica para autorganizarse y no replicar el estado de inercia de los partidos, impermeables a la autocrítica y al contacto de masas.

[3] La izquierda se activará con notoriedad en las calles ad portas de las elecciones del plebiscito y posteriormente el año hiper-electoral 2021. Por otra parte, el reformismo de centroizquierda adherirá a un proceso constituyente en el que no cree, confiando en que una vez caiga la acción espontaneísta de las masas, este sea llevado a cabo por los acuerdos disciplinados de un grupúsculo ciudadanista.

[4] Sin ahondar en los errores de la lista del pueblo ni en el análisis detallista de los ciclos electorales, podríamos decir que el proceso constituyente ha acentuado su desarraigo popular como se comprueba en el desarrollo de consignas tácticas usadas por los independientes de izquierda. Desde “saltar los torniquetes” durante la recolección de firmas para las candidaturas, a “rodear la convención” (luego de las elecciones), y finalmente “defender la constituyente” (durante el proceso mismo).

[5] Resultan apropiadas en este contexto las palabras de Trotsky (2014): “En ausencia de un potente partido revolucionario del proletariado, la combinación de seudorreformas, frases de izquierda, gestos todavía más de izquierda y medidas de represión puede rendir a la burguesía más servicios reales que el fascismo”. Estas palabras de Trotsky retratan teóricamente la activación de las masas por encima de su conducción consciente.

[6] En este sentido nos parece bastante realista el diagnóstico de Jadue tras conocer su derrota en primarias: “todas las organizaciones llegamos tarde y asumimos esta unidad sólo por la presión que nos pusieron los y las independienteshasta hace sólo 6 meses todos los que estábamos aquí nos tratábamos como adversarios”.

Rodrigo González O.

Filósofo, Magíster en Pensamiento Contemporáneo por la Universidad Diego Portales y doctorante en Psicoanálisis por la Universidad Andrés Bello.