Bernardo Salgado (seudónimo) es parte del grupo que promovió la candidatura de Cristián Cuevas en el movimiento que irrumpió en mayo pasado en las elecciones de convencionales constituyentes, y también de los que ha sido derrotado y marginado del grupo por la actual dirección. En esta extensa entrevista, repasa desde el proceso de formación del movimiento, el salto a la política en el último año y la crisis actual. Sin idealismos y sin elaborar respuestas cómodas, profundiza en las complejas razones de una aventura desde abajo y desde afuera, de un síntoma de la crisis que, chocando con todo tipo de dificultades, se atrevió a ser actor masivo, novedoso y radicalmente crítico.
por Luis Thielemann H. y Cristóbal M. Portales
Imagen / Presentación de la Lista del Pueblo. Fuente: Diario Universidad de Chile.
Bernardo Salgado (seudónimo) es parte del grupo que promovió la candidatura de Cristián Cuevas en el movimiento que irrumpió en mayo pasado en las elecciones de convencionales constituyentes, y también de los que ha sido derrotado y marginado del grupo por la actual dirección. En esta extensa entrevista, repasa desde el proceso de formación del movimiento, el salto a la política en el último año y la crisis actual. Sin idealismos y sin elaborar respuestas cómodas, profundiza en las complejas razones de una aventura desde abajo y desde afuera, de un síntoma de la crisis que, chocando con todo tipo de dificultades, se atrevió a ser actor masivo, novedoso y radicalmente crítico.
¿Cómo ocurre, antes de su formalización, el proceso de composición social y política de la Lista del Pueblo?
Durante toda la última década se observa un debilitamiento, casi una desintegración, de alguno de los dispositivos sociales de control sobre el mundo popular. Ese deterioro se fue expresando en diversos niveles de conflicto social y político. El principal mecanismo de control era en sí mismo la Concertación. Es posible desglosar este control en una serie de mecanismos subyacentes, más específicos, pero, en general, si se observa con atención, es el rol que juega la Concertación como manera de dominar lo social durante todo este tiempo reciente. Una cierta retórica, un cierto comportamiento fáctico de vinculación con ciertas clases sociales. Por otro lado, una actitud de desestructuración, de desarme de los sectores sociales emergentes. Esa capacidad, que fue bastante efectiva durante los 90 y bien efectiva durante parte de los 2000, empieza en la última década a sufrir las primeras dificultades. Los ciclos de movilización no duraban dos semanas o un mes, sino que podían comenzar a extenderse por mucho más tiempo y adquirir connotaciones de reivindicación nacional. Nos vamos topando con ese deterioro durante toda la última década y el espacio de la revuelta representa el punto máximo de eso. Claramente abre un momento donde queda reflejado que Piñera no era nada parecido a un gobierno de la Concertación, de partida; y, segundo, que la derecha no había desarrollado fórmulas de control orgánico de lo social.
Cuando esto explota, explota en sectores sociales con tradiciones de lucha. El mundo estudiantil sale a protestar desde 2006 y más claramente desde 2011. Ves una gran cantidad de estudiantes protestando. Una gran cantidad de organizaciones tradicionales como sindicatos de sectores medios. Y, con mucha potencia, también se observan ciertos movimientos sociales que habían sido la forma más masiva en la que se habían expresado las rebeliones durante la última década. Me refiero al movimiento feminista, el movimiento ambiental, y también a la pelea educacional y No+AFP. Todos esos grupos tenían como punto de caída organizativo la forma de coordinadoras. Pero también estas coordinadoras de nuevo tipo mostraban rasgos de burocratización, imitando parte de las prácticas de los partidos. Estaban resistiendo las prácticas de los partidos, pero, al mismo tiempo, reproduciéndolas. Y la gracia que tiene la revuelta, es que, al ser un momento de masas, no sólo irrumpen estos actores medianamente articulados en los movimientos sociales temáticos y en coordinadoras, sino que emerge una masa gigante que no tiene punto de articulación. Esa masa expresa todas las explosiones que el pueblo tiene de cierta manera en su memoria: la “Revolución de la chaucha”, la huelga de la carne, etc. Todos esos momentos en los que las masas salen, golpean y arrasan. Pero que también se descubren en posesión de un dispositivo tan débil para enfrentarlo, que esas masas, expresándose en las calles, empiezan a encontrar puntos de diálogo, puntos de coordinación, puntos de reconocimiento mutuo que no están ubicados en las identidades y organizaciones previas.
¿Y ahí en la revuelta de octubre de 2019, qué emerge?
Ahí emerge algo raro que es como una sociedad que estaba callada, muy conectada con el Chile neoliberal. Estoy hablando de harto trabajador precario, harto profesional precario. No solamente gente sin contrato, sino que gente que rota en los trabajos. En plaza Dignidad, no era raro ver gente que en un rato estaba trabajando y en otro rato era cesante e iba a la plaza. Eso pasó en todas las plazas Dignidad de Chile. En algunas donde el movimiento ambiental era más fuerte, también ese carácter fue central; pero también algunos de esos movimientos sociales más “estructurados” adquirieron niveles de masividad que no responden al tema o especificidad de ese movimiento, que los superan y se transforman de verdad en movilizaciones de masas muy precarizadas, claramente situadas en una clase de la sociedad. Estoy pensando en Antofagasta, a propósito del rechazo al galpón de Luksic. Es un movimiento que parte con gente muy preocupada por el tema medioambiental, organizada en un movimiento bien armado y estructurado. Finalmente, deriva en una resistencia bien de masas y popular al asesinato que comete Luksic con el cáncer en la zona. Eso ya no es solamente sectores organizados por una preocupación medioambiental, sino que pasa a ser una lucha de masas populares por la vida. Esa masividad venía ocurriendo desde antes de octubre de 2019. Entonces, cuando todo estalla, Antofagasta se convierte en un peak de violencia también por ese tipo de cosas. Porque venían expresándose como actores que tradicionalmente no tienen un espacio de organización, no pueden tener sindicatos, algunos no tienen federación, algunos no tienen ni siquiera espacios de socialización más formales y se expresan, entonces, en esta forma que es la explosión. En este caso, como la explosión permaneció en el tiempo, dio pábulo a que muchos de esos actores comenzasen a construir vínculos entre ellos. Detrás de eso, empiezan a aparecer formas organizativas primarias. La Primera Línea es una de ellas. Están los cabildos y las asambleas territoriales. En el fondo, es una multitud de formas organizativas muy heterogéneas, muy variadas, en que se repite la misma gente, pero que logra movilizar a porciones no pequeñas de activistas. Estoy hablando de sistemas de “comprando juntos”, de huertos comunitarios, de grupos de solidaridad -que en la pandemia fueron bien activos, pero funcionaban incluso desde antes-, grupos de protesta -no solamente Primera Línea, sino que estructuras populares de agitación y propaganda como los cordones-. Si bien había presencia de militancia política (no necesariamente institucional, sino que también corrientes anarquistas, ex-PC), también había gente que venía de otras experiencias, con cierto grado de comprensión política, o bien que vivieron la expansión de la matrícula universitaria. No es raro que en la movilización de las poblaciones y villas te topes con muchos profesionales o personas con estudios profesionales truncados, que, sin embargo, pasó por la experiencia de la asamblea universitaria. Experiencia un poco emancipadora incluso, como son a veces esas asambleas, como construcción de una cultura.
Entonces, todas estas diferentes culturas que se han ido generado producto del asambleísmo universitario, de pequeños grupos de militantes, se van sumando con este nivel de activismo natural que surge en la revuelta y surgen formas organizativas basamentales que aspiran a algo político más grande, pero que no encuentran ni la experiencia ni las fórmulas para hacerlo. La CAT [Coordinadora de Asambleas Territoriales] tiene algo de eso, de esa mezcla de militancia y activismo, de intentos de hacer algo muy cuadrado que choca con este intento asambleísta que viene de las bases. Se produce un conflicto, no cuaja en nada y la CAT, que era una experiencia de organización de muchas asambleas territoriales, finalmente se frustra. No obstante, el hecho de que se frustre no mata los pequeños nodos y grupúsculos que siguen relativamente activos. Ahí hay una multitud de fórmulas que no adquieren un nivel de organicidad, pero sí existe una voluntad de sacarse de encima los parámetros culturales de la dominación y, por lo tanto, se crean resistencias culturales a dicha dominación. Eso es súper fuerte, porque justamente eso genera una suerte de espíritu emancipador popular, seguido de formas organizativas prácticas que todavía son chiquititas y débiles. Muchas ganas y poca sistematización, poca capacidad de gestión, pocos recursos. Con liderazgos muy unipersonales o, lo contrario, muy asambleísta, donde nadie ejerce liderazgo. Entonces, tienes esas dos contradicciones: o liderazgo muy autoritario, o ausencia de liderazgo. Esa existencia de este mundo social -embrionariamente organizado, politizado e ideologizado- comienza a construir un mundo independiente diferente al mundo que habitualmente era convocado por los partidos políticos, incluidos los partidos del Frente Amplio. Por cierto, también todos los partidos políticos tradicionales de izquierda (Igualdad, PH, PC). Entonces, ahí tenemos ese mundo y es uno de los componentes que confluyen en la constitución de la Lista del Pueblo. Por supuesto, ahí también confluye gente de los movimientos sociales, explícitamente, gente del MAT, gente ligada a MODATIMA, otros grupos ambientalistas regionales, movimientos autonomistas locales. Una fuerza importante son los movimientos constituyentes, quienes generaron dinámicas de cabildos, de asambleas, que también sobrevivió, se articuló para defender el plebiscito y que quería tener una continuidad hacia la convención constitucional.
Eso conforma otro conjunto de asambleas, cabildos y movimientos repartidos en las regiones. En general, estos últimos no tienen una perspectiva nacional y son expresiones de los debates locales, del actor popular en la unidad geográfica, pero que, en el contexto de la LdP, forman una especie de paraguas nacional. Entonces, el hecho mismo de la LdP otorga un segundo piso en el desarrollo de esa consciencia, que, todas esas demandas que están y no encuentran coordinación suficiente, de repente tiene un paraguas nacional. Y es un paraguas; no hay partido, no hay propuesta país. Es un paraguas, una marca. Eso empieza a operar rápidamente como una especie de identidad en la que se identifica la gente en la revuelta, en la lucha social, y que mezcla un componente fuerte del mundo de los cabildos constituyentes, del mundo rebelión de octubre y Primera Línea. Junto a eso, otros tantos frutos de las luchas anteriores como dirigentes sindicales y profesionales, que, en términos lógicos, son un poquito más cercanos a las lógicas de las coordinadoras típicas y, por lo tanto, que deberían haber funcionado como independientes dentro de listas de partidos. Sin embargo, los partidos siguieron comportándose como se comportaban antes, en el sentido de frenar la incorporación de actores sociales, y, como esa cerrada fue tan dura, se produjo un rebote. Eso se expresó en muchos lados. En gente que no era necesariamente de espíritu revolucionario de la revuelta, sino que gente desencantada de la cerrazón al mundo social que tiene el FA y parte del PC, que privilegia a sus propios militantes. Incluso, disfrazándolos de mundo social para opacar su condición militante. Ahí se produce un desencanto muy violento que venía desde hace rato, pero que se expresa en mucha gente que se le cae la candidatura y que termina yendo por la LdP o apoyándola, aun cuando no vaya de candidata. En definitiva, la LdP mezcla mundos. Hay gente dentro que tiene un ascendiente en el PC, en el FA, en coordinadoras sociales, en movimientos locales, de los cabildos, de la Primera Línea, en asambleas territoriales. Esa mezcla es la que se asienta y comienza a dibujar la idea de pueblo independiente que quiere comenzar a hacer política, partiendo por la Constitución.
¿Cómo se llega de ahí a crear la Lista del Pueblo?
Esta cuestión surge como una mezcla bien espontánea, en el sentido de que hay una mezcla de intereses. En el equipo que impulsa la cosa, había un compañero más tipo autónomo, había un grupo de activistas agitadores de la Plaza Dignidad que después deviene en “piño”, y un grupo de ex-compañeros que han estado en otras experiencias de construir cosas electorales en la izquierda, tipo ME-O o Marcel Claude. Desde eso, se da una mezcla virtuosa que permite que la Lista exista en términos concretos. Se da una mezcla de gente de Primera Línea activa que quiere ser candidata, mezclado con este tipo de activistas más tipo PyME -más bien, productores de eventos ligados a los dineros electorales-, con un grupo de gente autonomista y otros con experiencias de logística electoral. Entonces, se genera este primer espacio organizativo para empezar el proceso de inscripción. Una decisión clave que se toma es la apertura, pues cualquiera puede postular. Tiene que llegar, poner sus datos y empezar a juntar firmas. Algunos distritos se conforman rápido con la cantidad de candidatos necesarios para formar una lista, por lo que había una oportunidad real de competencia. En ese proceso, se trabaja juntando firmas, llegando gente que era expresión clara de una organización o movimiento, pero también algunos sueltos. Un profesor por allá, una ama de casas por acá. Gente muy específica, pero no tanto. Algunos de ellos derivaron en microemprendimientos electorales o de otras cosas. Siempre hay un interés. Algunos de ellos venían con legítimo interés y lo hicieron muy bien. Ciudadanos con cero kilómetros en política, pero que, a partir de esta experiencia, empezaron construir organización social por primera vez. Otros jugaron no a construir organización social, sino que más bien a movilizar a su familia en la campaña y, después, para la casa. Lo interesante es que se abre la puerta, lo que permite que llegue todo ese público, esa heterogeneidad.
En ese proceso inicial de apertura, se dan fenómenos interesantes. Lo que empieza a llegar es una mezcla de Primera Línea, gente movilizada en distintas revueltas, y, en la medida que se van contactando, algunas asambleas y cabildos locales. También empiezan a contactarse las coordinadoras (por ejemplo, 8M, No+AFP, ambientales) para ver qué posibilidad había. Originalmente, ellas llegaron en una parada de que eran las legítimas organizaciones del pueblo y dudando de la LdP. Entonces, se juntaron en la LdP a mandar. Eso generó bastantes problemas. Y es que el mundo que se forma al calor de la revuelta no tiene ese nivel de madurez política ni de coordinación, pero sí tiene un alto nivel de consciencia de que ellos no son eso. Se sintieron pasados a llevar, hubo resistencias a que estas organizaciones tuvieran cupos de facto. Pasó con las coordinadoras feministas más orgánicas, pasó con No+AFP. Frente a eso, se privilegiaron formas de negociación o de favorecer a quien junte más apoyos. En varios lados, esas dos fueron las fórmulas: se llegaban a acuerdos y, si no era posible, se resolvía por competencia por respaldos. Eso hizo que varios de ese espacio no quisieran competir y fueran a formar su propia lista. Ahí están las otras listas de movimientos sociales constituyentes que también compitieron. Se nutrieron de gente que rebotó de acá, así como también lo hicieron la de Felices y Forrados e Independientes No Neutrales. Cuando se iban a estas últimas tras ser rechazados, la sensación era de relajo por aquello “de lo que nos salvamos”.
Ese fue el proceso de convocatoria y selección. Se hizo una campaña bien intensa de juntar firmas, que revela que el tema “independiente” tiene un elemento muy fuerte. En ese sentido, políticamente, nosotros vamos debatiendo en uno de los espacios en que empezamos a darle vuelta a este tema y nos vamos dando cuenta de que el concepto de “independiente” no era el de antaño, es decir, aquella persona a la que no le gusta la política o que solamente critica el Estado. También es un concepto de resistencia a la instrumentalización del sistema de partidos y control político. Es un rechazo a las formas antidemocráticas para dirimir problemas y elegir gente. Un rechazo a esa burocracia y su discurso vacío. Vacío desde el sentido más vulgar, de las promesas que nunca se cumplen, hasta el más sofisticado, o sea, independencia de una Concertación que promete enfrentar a la derecha y que termina trabajando con ella. O de una Nueva Mayoría que promete hacer reformas de fondo, pero que termina haciendo reformas neoliberales. Entonces, nos damos cuenta de que, después de la revuelta, el concepto independiente se nutre de una nueva politicidad popular. En ese sentido, es más cercano al viejo concepto de autonomía política que muchos manejamos, lo que da posibilidades de construir un diálogo que le dé nueva vida a esa tradición autonomista. La idea de pueblo independiente adquiere un carácter más político y no es tan raro que este grupo de independientes -que muchos dicen que no son ni de izquierda ni de derecha- se declaren antineoliberales, contrarios a un Estado subsidiario, que quieren un Estado democrático y ambientalista, que no quieren más AFP ni ISAPRES, que quieren derechos sociales, que validan la movilización social como herramienta de lucha, que reivindican a los presos políticos y a los luchadores sociales, que están activos contra la violación de DD.HH. Entonces, se conforma una identidad en la que algunos no se identifican con la izquierda, pero sí comulgan con todo este concepto antineoliberal. Se produce un proceso en el que esa politicidad original comienza a tener algunos contenidos, algunos aterrizajes y debates, fortaleciendo una idea de programa.
¿Cómo ocurre ese “momento independiente” y a la vez, politizado, que fue la inscripción, la campaña y la elección de mayo 2021?
Ahí ayudamos harto desde el grupo central para construir una caracterización más clara de cuál es el sujeto al que hablarle, de qué decir ahí, de cuáles son las peleas políticas por dar. Eso va obligando a que la LdP no sea solo una coordinación de independientes, sino que empieza a perspectivar un embrión de proyecto. Eso es lo que, finalmente, es la LdP. Sin ese embrión de proyecto, no habría tenido la votación que tuvo. Era imposible como coordinación de independientes, incluso como independientes de izquierda. No daba el ancho. Fue gracias a que identificamos ciertos conflictos concretos, por ejemplo, el conflicto por emparejar la cancha, en el sentido justamente de independientes contra un sistema político que se protege a sí mismo. Esa pelea marcó mucho y fue muy fuerte. Una resistencia a los mecanismos de construcción de clientela de los partidos, a las formas de captura de votos, a las firmas falsas mediante mentiras, a las fórmulas en que reciben más dinero y tiempo en televisión. Entonces, se consolida una épica de David y Goliat, en la que esté David mayoritario, pero con poco poder, se enfrenta a este Goliat minoritario, pero con dopping para seguir existiendo.
Eso empieza a conectarse con la autonomía política, pues enfrenta a un componente popular muy fuerte con la élite política. No solo son los “cuicos”, los que tienen más plata. Son también quienes operan políticamente y tienen dispositivos para evitar que los pobres se expresen. Eso va consolidándose en el proceso, al menos en el orden discursivo, y se expresa fuertemente en la campaña central. En los discursos de la franja, en los ejes de peleas por emparejar la cancha, y en el enfrentamiento radical a Piñera, junto con la reivindicación radical de los DD.HH, lo que conectaba fuertemente con el espíritu de la revuelta. Entonces, fuimos el único actor en la escena electoral del mayo que logra conectar estos puntos, que logra reivindicar el tema de DD.HH junto al tema de las demandas sociales, junto al tema constituyente, junto a la crítica al dictador Piñera, junto a este pueblo independiente que se enfrenta al mundo de partidos que se reproduce a sí mismo. Esa decisión ganó frente a otras alternativas internas y perspectivó un clivaje político diferente al que hemos estado acostumbrado en otras elecciones, lo que facilitó la votación que tuvo la lista.
Uno proyecta diversos escenarios (negativo, probable y exitoso). El exitoso no era tan distante al que se obtuvo (1 millón de votos). Lo que no teníamos en proyección es la cantidad de constitucionales, lo que dependía de cuánto perdía el resto. Ahí sí que no teníamos tan claro que los otros se iban a “caer” tanto. Las votaciones nuestras fueron buenas y cercanas al escenario ideal que buscábamos, pero la cantidad de constitucionales fue superior producto de la baja y descrédito del resto. Eso significa que franjas no fueron a votar por ellos. Tampoco fueron a votar por las nuestras, pero lo importante es que no fueron a votar por los otros. Eso cambió la correlación en la votación y, de la noche a la mañana, pasamos de ser los parias, los invitados nuevos, el hazmerreír de la izquierda (“¿Qué es eso de ser independiente?”), a ser un actor relevante. Todo el ninguneo y escepticismo que se vio en la campaña nos fue útil, pues evitó que entraran oportunistas que no confiaban en la emergencia de una franja política diferente; personajes que no recogían sectores populares que no habían logrado proyectarse a la política hasta ese entonces. En ese momento, se da este resultado y todo cambia. Alegría primero, pero, para los que habíamos estado más arriba del proceso, también angustia y pánico, pues sabíamos lo que se venía. Una reacción violenta, especialmente de parte del mundo progresista, que hoy tiene grandes niveles de influencia en las cúpulas del FA y también en algunos sectores más tecnócratas del PC. Ahí es donde esto produjo un dolor radical, miedo incluso, y dónde las tesis que salieron fueron cómo destruirnos, cómo desarticularnos, y, otras, cómo absorbernos. Rápidamente, estas orgánicas, estos grupos, este nuevo partido transversal del progresismo, que antes estaba ubicado al interior de la Concertación y que ahora ha desembarcado en otros lados, empieza a ejercer un nivel de influencia y de presiones a través de sus arcos de influencia que también estaban en la misma Lista. Esto nos deja en un escenario muy complicado para seguir avanzando.
Entonces, ¿es ahí cuando el choque real -ya no sólo discursivo o ideológico- con la política de la Transición, comienza?
El tema central es que nadie daba un peso porque este grupo heterogéneo de actores diera un salto a la política y eso es lo que ocurre finalmente. No es un salto orgánico, salvo excepciones. Hay un conjunto de gente, de dirigentes o de activistas, que saltan de la ciudadanía vacía, neoliberal, a la Convención Constitucional. Justamente por ser sectores nuevos y modernos, no existe esa organización social construida de manera orgánica y enraizada. Tampoco una cultura política tan enraizada. El salto que se produce es muy complejo, pues todos los convencionales electos entran a otro mundo, uno radicalmente diferente al que están acostumbrados. Un segmento está un poco más entrenado, pues proviene de un mundo más cercano al progresismo, más cercano al FA o al mundo de los partidos, y está un poco más preparado; pero otro mundo, absolutamente nada de eso.
Entonces, se produce claramente un momento de la Convención, donde llegamos como una fuerza que buscaba construir cierto liderazgo, marcar una diferencia, hacer una entrada ruidosa, que se note que entró pueblo y no cualquier cosa, pero la capacidad que tiene el Estado para enrielar en su cultura y forma es brutal. Por Estado me refiero a todo: partidos políticos, la institucionalidad, los formalismos, el lenguaje y los modos, el espacio físico. Por un rato, logramos que un sector de pueblo irrumpiera en la Convención Constitucional, pero por ahí también pasa que un sector de pueblo es capturado por la lógica de la Convención, que es parlamentaria. Ahí se pone en evidencia las dificultades de organización, de proyecto, las debilidades orgánicas y de expresiones sociales que existen detrás de cada uno de estos convencionales y de la propia LdP. Este escenario de muchos constituyentes -ahora capturado o sometido a un proceso de captura progresiva por parte de las lógicas estatales promovidas por otros partidos, particularmente por partidos de izquierda y progresistas- va construyendo una cerca. En vez de profundizar la apertura que instalamos, se empieza levantar un cerco entre los constitucionales de la LdP y la LdP, y también entre los constitucionales y sus propias bases territoriales. Un proceso de levantamiento de cerco que está en la esencia de cómo funciona el Estado. Todos los que han sido “diputados buena onda”, los nuevos diputados de izquierda, lo han vivido o lo siguen viviendo.
Entonces, en la LdP empezamos un proceso de reformulación que buscaba darle un mayor grado de organicidad, tratar de que este espacio embrionario, que estaba teniendo un contenido político y una expresión social de esta diversidad pudiera ordenarse. No solamente responder a esta multitud de tribus tan extraña y contradictoria. Sobre todo, buscando un nivel de democracia interna, de estructuras, de debates y principios, que permitiera controlar los esfuerzos de la política tradicional no solo de capturar los constitucionales, sino que también de despedazar nuestra organización. Algo que intuimos que venía, pues lo habíamos visto varias veces antes en diversos lados. Se vivió en Izquierda Autónoma, en los libertarios y en otros grupos de la nueva izquierda, y en más de una historia de fragmentación en la que la lógica concertacionista penetró e hizo lo suyo. Acá empezó a ocurrir lo mismo. Hay varios arcos de influencia desde fuerzas políticas tradicionales que comenzaron a operar. Primero, cortando los vínculos entre los convencionales y la LdP, sembrando desconfianza, habilitando rumores, cortando niveles de comunicación, construyendo nuevas amistades adentro, buscando que los constitucionales del pueblo trabajaran juntos, pero separándolos de la Lista. Como si adquiriesen un carácter de electos con independencia de su lista, incluso de su base. En algunos casos extremos, la independencia a sus bases significa que los constituyentes informan, pero rara vez realizan procesos participativos y no muestran disposición a someterse a las deliberaciones de sus bases. Ahí hay una adopción rápida de mecanismos dominantes de la política que, si bien fueron criticados, comienzan a ser naturalizados frente a la dificultad de una política de base deliberativa. Eso no pasa con todos, pero algunos sí caen en eso por inexperiencia o lo que sea.
Es un primer nivel de la metida del mundo estatal y de la lógica progresista de captura de constitucionales. Estos van a seguir trabajando por la LdP, por los conceptos que se plantearon originalmente. Sin embargo, todos sabemos que una cosa es lo que uno plantea como concepto y otra es cuando lo logras articular en propuestas concretas. Es en esas propuestas que ellos comienzan a ser más conducidos que conductores. La LdP comienza a recibir distintos tipos de bombardeos y sabotajes para poder construir esa conducción propia. Primero, está la resistencia a construir un vínculo más fuerte con las constitucionales. Después, está la resistencia a que la LdP siga en una próxima elección, la de fin de año, levantando una lista parlamentaria propia. Hay una resistencia eso que la expresan los constitucionales. Esta idea de que “ya, cumplimos la meta, ganaron los constitucionales, ahora la LdP para la casa o, a lo más, prestando apoyo”. Cuando la LdP decide seguir en la política, muchos dicen que “se están desvirtuando, que no es lo que queremos”. Actores tanto dentro de la Lista como dentro de los constitucionales diciendo que “nosotros debimos haber llegado hasta acá”.
De ahí hacia la crisis actual ¿Esta es una crisis de maduración política o simple descomposición?
Una mezcla de todo. Mientras pasaba lo anterior, otro grupo trataba de politizar esto para ir más allá. De esta forma, se acuerda la lista de constitucionales y después se acuerda, colectivamente en un congreso, llevar un candidato a presidente. Se entiende que esto tiene que ver, entre otras cosas, con un aspecto de marketing, de poder construir una referencia unitaria, recuperar la idea que teníamos antes de una imagen única. No solamente un grupo de candidatos, sino que un concepto central, un clivaje. Para eso es importante un candidato a presidente, pero, además, para la posibilidad efectiva de construir una candidatura que le hiciera el peso a lo que estábamos viendo en escena: básicamente un Boric o alguien de la Concertación, copando toda la escena electoral popular y progresista. Ahí se da un nuevo paso. Tomando decisiones internas y votando, donde la mayoría estuvo por llevar listas de diputados y candidatura presidencial. En cada una de esas votaciones, la minoría que había iba creciendo. Se iban articulando diversos intereses de estas “tribus”, buscando rebajar el espíritu político. Obviamente, la mayor parte de esto tiene que ver con intereses externos. Gente que no quiere que compitamos, que existamos, que ocupemos ese vacío. Pero también se mezclan intereses más pequeños. Las PyMES electorales, por ejemplo, quieren seguir compitiendo en un nivel en el que no hagamos ruido, porque eso les permite tener control del dinero. Mientras más ruido haces, mientras más importante es el candidato, menos posibilidades tienes de “jugar” con la cosa. Eso lo hemos visto en Chile y sabemos que hay varios partidos pequeños que también han tenido este mismo problema. Es un problema de la cultura política institucionalizada en Chile. Se construyen “piños” en esos pequeños partidos. Por muy críticos y de izquierda que sean, no tienen una aspiración real de transformar el poder, pero sí de subsistir y mantenerse como un espacio de recaudación de recursos en el que está programado obtener cierta cantidad de votos para seguir funcionando. Ese espíritu emprendedor, tan extendido en el neoliberalismo chileno y que ha calado tan fuerte en el mundo partidario, también ha calado en algunas organizaciones sociales. Sabemos que ese estilo de hacer cosas existe en JJ.VV., en algunos sindicatos, en varios lados donde genera problemas éticos y también opera acá. Gente que opera construyendo PyMES. Algunas chiquititas, individuales, como oportunidad para pasarle boletas a la familia. Otras más elaboradas, donde se juntan 2 o 3 y quieren prestar servicios cruzados entre sí, optando ya no solamente a repartir boletas en la familia, sino que construir una pequeña productora que venda servicios a la interna de la LdP y comenzar a facturar cifras de varios millones. El caso más terrible es el del productor de videos que termina facturando 30 millones de pesos entre boletas que le tira diferente gente. Hay una mezcla de intereses, de gente que quiere armarse una PyME más grande, otras que son microemprendimientos, y eso no tiene una aspiración política mayor. Solamente aquella que pueden controlar mientras el negocio sea rentable.
Entonces, empieza a construirse una comunidad de intereses entre esos sectores PyME, los sectores más proclives al FA o al PC que buscan negar la aspiración política de la LdP, mezclados con un estilo de sectores asambleístas, muy formados en el asambleísmo estudiantil y de coordinadoras, que pretende construir una democracia interna constante que lentifica las decisiones políticas, que va restando potencia. Un poco como la experiencia del asambleísmo universitario, el cual termina ahogado por un exceso de basismo y peleas tribales, sin capacidad de construir liderazgos y coordinaciones reales. Finalmente, las oportunidades políticas les pasan por el lado. Y cuando las organizaciones no aprovechan esas oportunidades, terminan disolviéndose, diluyéndose y perdiendo sentido para quienes participan ahí. Acá comienzan a aparecer distintas tribus, distintas fuerzas que proliferan y, obviamente, candidatos que buscan reproducir su propia elección. Candidatos que no salieron electos para la Convención, pero que quieren asegurar su propia candidatura. Algunos ya le tomaron el gusto a la posibilidad de sacar lucas, otros les gusta para ser famosillos o porque ahora sí podrían ser electos, ganando poder real. Entonces, ahí comienza una nueva pugna entre un grupo burocrático interno de solo candidatos, que no quiere abrir los espacios, contra otro grupo que postula que las elecciones venideras deben ser igual que las anteriores, con procesos abiertos y que llegue gente de afuera. Gente organizada, de movimientos, que debe cumplir ciertas condiciones, pero que ese proceso debe responder a una convocatoria abierta y transparente. Frente a esto, el otro grupo insiste que deben ser los distritos que elijan, pero ¿quiénes son los distritos? Ellos mismos, los candidatos y asambleas pequeñas de 5 o 6 personas. O también espacios más grandes, pero que están controlados e impiden la ampliación a nuevos grupos. Se produce un nuevo momento de pugna y nuevamente gana la perspectiva de hacer algo amplio.
Esto lo hago gráfico porque hay distintos momentos de deliberación y de votación entre la elección de mayo recién pasado y el día de hoy. Se van consolidando posiciones mayoritarias que favorecen un posicionamiento político de la lista, un carácter más democrático y abierto, y también mantener este vínculo entre lo social-independiente y el espacio político. Al mismo tiempo, hay un sector que, en esta mezcla de tribus, empieza a construir vínculos entre sí mismo para defenderse y construir una posición de resistencia más fuerte a la apertura. Que asegure cuotas de poder para los candidatos, cuotas de poder para algunos grupos, cuotas de poder para algunos microemprendimientos y, también, un sector que no defiende cuotas de poder, pero que busca que el espacio no se constituya en un actor político y lo hace atacando a los políticos.
Me quiero detener un poco en ese discurso anti partidos, pues igual es relevante en la manera en que opera el progresismo en los esfuerzos de izquierda más autónoma, de una izquierda que quiere construir su propia capacidad de lectura. El progresismo no se acerca por la puerta diciendo “Hola. Quiero que te sumes a nuestra propuesta donde unas pocas reformas construidas desde arriba, desde el Gobierno, nos harán felices”. No te dice eso, pues sabe que tu perspectiva es opuesta. Sabe que pretendes incluir sectores sociales a la política e invertir el orden de cómo se hace política en el país. Lo que aspiras, al cambiar el carácter social de la política, es que haya áreas, hoy en día vetadas del escrutinio público, que se transformen en posibilidades reales de cambio. Por lo tanto, hay un espíritu transformador de aspectos estructurales, no solamente cosméticos. El progresismo no entra por ahí, seduciéndote para ser “amarillo”. Con lo que juega es que se te mete por la izquierda, alegando un mayor asambleísmo, exigiendo una mayor participación de las bases, buscando fórmulas discursivas que nieguen tu propia fórmula de lo político. Disfrazando eso, por ejemplo, de un antipartidismo. Esa es la contradicción más grande, pues justamente quienes son los voceros más grandes del antipartidismo, son quienes más tiempo han estado en partidos y que tienen más vínculos con estos en su vida cotidiana. Incluso, algunos candidatos recibieron apoyo de militantes partidistas y mantuvieron contacto activo con sectores del PC y del FA. Entonces, hay una manera en que el progresismo entra para acá, presionando por la izquierda, y dejándote como el jamón del sándwich. Al hacer eso, se impide que el espacio construya conducción propia, se politice, encuentre su propia politicidad. Por el miedo a esa otra politicidad, termina despolitizándose. Por el miedo a ser manipulado por los partidos, termina en una posición basista y autorreferente, perdiendo justamente lo que se había abierto con la Lista. Esa es una de las líneas políticas más fuertes y que provienen de afuera de la Lista, que hoy observo.
Y todo eso explota con la definición presidencial…
Finalmente, esto decanta en este último momento que ha quedado graficado en lo que todos han podido ver. Un momento en el que se hace todo un intenso proceso de búsqueda de un candidato presidencial, entrevistando a mucha gente de todo tipo, donde, al final, se decanta por un candidato como Cristián Cuevas, que no era parte de la LdP, pero que se le convoca para postularse. Se presenta la opción frente a una asamblea, donde él compite con una candidata interna. Una candidata que representa este segmento de compañeros que ya fueron candidatos y que se consideran con derecho a mantener su puesto, que lo hicieron bien y le agarraron el gustito, que no creen que es “tan malo” entregar boletas familiares por millones. De hecho, la candidata de este grupo que compite con Cuevas es justamente una de las candidatas que salen cuestionadas éticamente en la interna de la LdP y después publicada en CIPER. Se da esta convivencia de intereses, donde la LdP está en un proceso de auditoría, enfrentando a algunas de estas PyMEs, dialogando con estos microemprendimientos. Está en ese proceso de revisión de boletas, ya echada alguna gente de Concepción por falta a la ética. Incluso se expulsó a una constituyente que se fue porque no podía dialogar supuestamente, pero fue porque estaba siendo cuestionada éticamente.
Estábamos justamente en eso, emitiendo las primeras resoluciones, haciendo los procedimientos evaluadores desde el punto de vista ético, y, entonces, se producen estas resistencias y enfrentamientos entre Cuevas y alguien que viene de ese mundo. Detrás de esa candidata, se alinean las PyMEs, los asambleístas, los pro-FA que no quieren un candidato como Cuevas, las cúpulas tecnocráticas del PC que tampoco lo quieren por representar el espíritu más de base del PC. Se enfrenta el mundo de las Coordinadoras y de grupos temáticos, tanto del grupo ambiental como del mundo feminista, que también son más cercanos a ese grupo, y resisten, entonces, una llamada a apoyar a Cristián Cuevas. La victoria de Cuevas en la primera elección interna levanta alarmas en todo ese mundo. Esta alianza de tribus tenía el convencimiento de que iba a ganar la elección a quienes proponían una alternativa política y, sin embargo, ganamos. Eso genera una crisis interna. Estoy convencido de que ahí hubo telefonazos, gritos y mucha gente movilizándose para generar un golpe interno, que es lo que finalmente se produce. Ese golpe interno logra desbancar a gente de la directiva mediante “bullying” y presión. Y esa directiva, con cierto grado de inexperiencia, cede un poco a esa presión violenta, muy agresiva y descalificadora, lo que lleva a una segunda votación para dirimir nuevamente entre los mismos. En la segunda votación, la candidata de las PyMES se ve más expuesta por los cuestionamientos éticos y desiste de participar en la segunda elección. Eso hace que la votación de Cuevas sea un plebiscito y gana nuevamente con cerca del 65%. Nuevamente, las alarmas se prenden y llegan presiones telefónicas desde afuera. Algunas PyMES sienten que a Cuevas no lo pueden controlar y ven que se les puede acabar el negocio, lo que los lleva a un proceso de rebelión brutal. Estas “tribus” comienzan a controlar espacios de asambleas, a echar gente, a construir lógicas conspirativas contra quienes levantaron a Cuevas. Se genera un ambiente intolerable, antidemocrático, y eso es lo que conduce a esta situación.
¿De ahí, a la descomposición?
Cuando ya ellos se quedan con una asamblea pequeña -treinta y tantas personas, básicamente una mezcla de esas tribus-, comienzan a abandonar la cosa quienes, sin ser parte del mundo PyME, habían luchado por la despolitización del espacio. Entonces, el espacio se reduce cada vez más a gente autoritaria, PyME, algunos candidatos que quieren su derecho asegurado, amigos del videógrafo que maneja las redes sociales. Se transforma ya en algo que no es la LdP. Una mayoría silenciosa, la que oficialmente había votado por Cuevas, queda muy golpeada por esto, no sabe en qué creer tras este proceso de acusaciones, no entiende dónde está el problema. Mucha inexperiencia, mucha inocencia. Cuesta creer dentro de la Lista, por ejemplo, que haya gente que robó plata. Muchos tratan de disculpar a la gente y las barreras morales se borran un poco, pero la gran mayoría se da cuenta de que eso estuvo mal. No obstante, esa mayoría queda con algo así como un “estrés postraumático”. Es parte de la estrategia de fracturar a la Lista, la cual genera cierto inmovilismo y una reacción en la que no quieres enfrentarte a quienes eran tus amigos. Quedas dañado, porque tus relaciones sociales, tu moral y tus emociones quedan dañadas. Eso implica que todo el esfuerzo que habíamos hecho por construir una conducción propia, de empezar a construir una columna de gente al interior, se vio muy diezmado.
Es importante aclarar que la crisis se desata en medio de tres procesos en los que estábamos: un proceso de democratización interna, que buscaba que los distritos eligiesen representantes y que estos distritos tuvieran una dinámica de asamblea distrital. Estas asambleas del pueblo eran un punto de contacto con la sociedad. No solo con la gente de la Lista, sino que con la sociedad. Me refiero a asambleas de decenas de personas que ya habían comenzado a ocurrir en algunos distritos, como el 8, el 9 y en algunas regiones. Entonces, hay un proceso de democratización que quedó trunco, producto de gestiones internas con tal fin. Eso permitía mantener por más tiempo una asamblea interna compuesta por candidatos, por resabios del proceso anterior y por el conjunto de “tribus” que mencioné. Un segundo proceso fue el de auditoría interna, en el que se estaba revisando las rendiciones económicas, identificando ciertos comportamientos fraudulentos y de PyME. Un segundo proceso interno de remezón y limpieza. El tercer proceso, ya netamente político, es el paso a la candidatura presidencial. Estos tres procesos generan niveles progresivos y acumulativos de resistencia. Lo que detona la situación es la elección de Cuevas, que transforma todas estas resistencias en una oposición activa con respaldo externo para realizar el golpe interno.
Finalmente ¿qué queda ahora para su sector de la Lista del Pueblo?
Lo que representa Cristian Cuevas, en tanto alternativa presidencial, en ese proceso de politización marca lo que nos queda. En términos inmediatos, estamos en una carrera porque Cuevas junte las firmas y sea un candidato independiente. Nosotros creemos que solamente un candidato independiente puede construir ese plus de alianza entre ese mundo social que no se siente representado por los partidos políticos, pero que quiere un cambio radical y que fue activo de la revuelta; y el mundo que sí ha estado vinculado a los espacios más politizados de las coordinadoras y de la izquierda social, como las bases honestas del FA y del PC. Bases que se opusieron a Boric como presidente en las primarias. Entonces, construir ahí una alianza entre ese mundo independiente y ese mundo un poco más integrado, más organizado, es un desafío y una oportunidad. Eso solo puede hacerse a través de un candidato independiente, porque si no, pierdes todo ese volumen que se abrió a partir de la LdP y que expresa toda esa sociedad que hemos descrito antes. Ahí está una clave: necesitamos un candidato independiente, pero obviamente no podemos compartir ese casting que impulsó la otra gente que quedó ahí en la Lista. Algunos tienen dudoso origen, en términos de que tienen bastantes vínculos con el mundo del progresismo concertacionista y una historia larga de años en experiencias progresistas concretas.
Nosotros no somos parte de eso, pues creemos que Cuevas representa una oportunidad de politización, mientras que este trío de fulanos representa lo contrario. Representa una mezcla entre el suicidio y la despolitización, la vereda chica y marginal. O, para no ser tan lapidario, una politización de menor impacto, una seudopolitización identitarista. En cambio, Cuevas representa la oportunidad de salir del identitarismo e ir más allá. De cruzar esos límites y construir un espacio de encuentro, de diálogo, que no se ha producido desde el FA y no se va a producir tampoco desde AD, pero que en este espacio sí podría empezar a generarse. Detrás de la carrera para conseguir las firmas, que corran todos los actores sociales habidos y por haber. Desde los sectores nuevos expresados en la revuelta, lo que logró concertar la LdP, los movimientos sociales o izquierda social, las experiencias alternativas o desmembramientos que ha habido en el FA, como Victoria Popular o la experiencia de Jorge Sharp con el TER. Creo que el desafío es construir un espacio político nuevo, independiente, que vaya planteándose qué significa construir política sin estar sujeto al conjunto de trabas y cargas que representan los partidos del sistema hoy en día, los cuales representan, además, la política estatal. Un instrumento abierto que nos permita acceder a espacios institucionales, con una cultura de resistencia a lo que esos espacios terminan haciendo con los representantes sociales que llegan ahí, que es capturarlo. Creo que hay que ser muy consciente de eso, por lo que es importante construir una cultura de resistencia en esos espacios. Esa es la alternativa hoy. Esto permite mantener tanto la apertura electoral, el vínculo electoral entre lo social y lo político, y, al mismo tiempo, abrir un espacio en esta mezcla de gente experimentada con gente nueva para construir una organización social y política de nuevo tipo. Profundamente abierta a la democracia y a estas experiencias cotidianas y basamentales que hay en la ciudadanía. Movimientos que en otras ocasiones les dirían “parciales”, otros “territoriales” o “temáticos”, pero que sean muy porosos a ese mundo. Además, el estilo de liderazgo de Cristian ofrece un estilo -si bien tiene raigambre en partidos de izquierda- antipatriarcal, más dialogante, muy diferente al que uno está acostumbrado en ese mundo de izquierda más machista.
Como dijo una feminista en los setenta “cuando no hay organización, hay desorganización”. Critican tanto a los partidos políticos que creen que el problema de los partidos no es que sean corruptos sino que están organizados, entonces ellos no pueden organizarse y representar porque entonces serían igual que ellos.
Otra cosa llamativa es que el entrevistado dispara constantemente contra el PC y el FA como si ellos fueran el enemigo y el origen de todos los males: A la derecha en cambio no la nombran niuna sola vez en ese tremendo articulo. A Boric lo detestan, cuando boric ha sido capaz de organizar mucho más que ellos, partiendo por lograr institucionalizar el camino a una nueva constitución, cuando ellos no son capaces ni de tener opiniones concordantes en sus propias redes sociales. Por último, comenten los mismo errores históricos y propios de la izquierda infantil: autoabanderarse de verdadera izquierda, ser puritano y en definitiva dividir, y acabar favoreciendo a la derecha. O crecen o acabarán desapareciendo