A nivel estratégico, lo que está en juego en el actual ciclo político es la capacidad de construir un bloque político-social que pueda conducir la superación del neoliberalismo, lo que hoy se traduce en el fortalecimiento y consolidación de “Apruebo Dignidad” ¿Quiere esto decir que una política de alianzas de la izquierda deba limitarse a este bloque? Por supuesto que no, existen actores claves para esta alianza que se encuentran hoy fuera de dicho pacto: Por un lado, fuerzas políticas emergentes como La Lista del Pueblo y otras organizaciones político-sociales, y, por otro lado, sectores de militancia de base socialista desalineados con la conducción neoliberal de dicho partido. No obstante, la consolidación de Apruebo Dignidad es clave para articular y conducir a los sectores que apuestan por la superación del neoliberalismo.
por Alexander Salin
Imagen / Urnas durante la elección del 2017 en la provincia de Cachapoal, Chile, 19 de noviembre 2017. Fuente: WikiCommons.
En menos de una semana se celebrarán las primarias presidenciales de las coaliciones “Chile Vamos” y “Apruebo Dignidad”, donde se destaca la ausencia de la ex concertación (hoy “Unidad Constituyente”) en este hito eleccionario. Desde una perspectiva de izquierda y militante, la importancia de esta elección radica en la definición táctica en torno a cuál será la candidatura que represente de mejor manera el naciente proyecto antineoliberal. Pero más allá de esto, la capacidad de convocatoria relativa de “Apruebo Dignidad” terminará siendo un antecedente que permita proyectar la fuerza electoral de este bloque y, por tanto, su resultado también va a tener repercusiones en un nivel estratégico.
Por otra parte, este hito electoral se enmarca en un proceso profundo de reconfiguración del sistema de político en Chile. Partimos de la base de que el 18 de octubre no solo reforzó una crisis de legitimidad y representatividad política, también evidenció la incapacidad de darle conducción al malestar expresado en las calles por parte de organizaciones sociales de izquierda. La emergencia de nuevos actores electorales en la convención constituyente, particularmente aquellos que reivindican liderazgos locales/territoriales; junto a la valorización positiva de la “independencia” política también son indicadores que apoyan esta tesis.
En este contexto, la claridad estratégica se vuelve clave tanto para Convención Constituyente como la coyuntura electoral de noviembre. Por eso, a nivel estratégico, lo que está en juego en el actual ciclo político es la capacidad de construir un bloque político-social que pueda conducir la superación del neoliberalismo, lo que hoy se traduce en el fortalecimiento y consolidación de “Apruebo Dignidad” ¿Quiere esto decir que una política de alianzas de la izquierda deba limitarse a este bloque? Por supuesto que no, existen actores claves para esta alianza que se encuentran hoy fuera de dicho pacto: Por un lado, fuerzas políticas emergentes como La Lista del Pueblo y otras organizaciones político-sociales, y, por otro lado, sectores de militancia de base socialista desalineados con la conducción neoliberal de dicho partido. No obstante, la consolidación de Apruebo Dignidad es clave para articular y conducir a los sectores que apuestan por la superación del neoliberalismo.
Entender las primarias desde este punto de vista, es decir, como una definición táctica dentro de una estrategia de consolidación de la unidad de izquierda; nos permite leer con preocupación algunas señales que amenazan esta unidad.
La primera de estas señales se relaciona con la reducción del debate en torno a la posición de ambos candidatos con respecto al acuerdo del 15 de noviembre. Mientras que a Gabriel Boric se le acusa de “salvar a Piñera” por haber firmado a título personal dicho acuerdo, a Daniel Jadue se le reprocha “apropiarse” del proceso constituyente sin asumir los costos, pese a que su partido ratifica el acuerdo posteriormente en el parlamento. Ambas posiciones se sostienen en base a interpretaciones forzadas de los hechos, y en algunos casos más extremos derechamente en mentiras o fake news. En este sentido, el debate sobre el acuerdo del 15/N no solo termina siendo estéril debido a que solo pueden resolverse en el ámbito de la política ficción, sino que también termine develando una mirada purista y moralina de la política desde la cual se justifica una crítica desleal. Si la izquierda no supera esta forma de hacer política, sectaria y mezquina, terminara reproduciendo nuevamente el patrón de fraccionamiento que la ha relegado a la marginalidad.
La segunda preocupación se relaciona con las señales políticas que se busca a dar hacia afuera de la coalición, especialmente aquellos guiños al mundo de la ex concertación. Leer estos gestos como una mera táctica electoral, sería un error porque se omitirían los acercamientos y negociaciones previas a la inscripción de primarias. Más allá de las acusaciones cruzadas y versiones encontradas, lo cierto que la incorporación del PS a las primarias presidenciales de Apruebo Dignidad, solo fue interrumpida tanto por la negativa del Convergencia Social y el PC de sumarse a un bloque con fuerzas abiertamente liberales (PPD, NT y PL) y la insistencia del PS de mantener su alianza con dichos partidos. ¿Por qué esto debiese preocuparnos? Porque da cuenta de que no existe un consenso en torno al alcance y definición del bloque, dada la presencia de partidos como Revolución Democrática (más algunos sectores liberales del Frente Amplio) que aún plantean la tesis de una coalición amplia y transversal pese a la fracasada experiencia de la Nueva Mayoría. Dicha tesis se justifica en la necesidad de “tensionar” a la ex concertación con el objetivo de quebrar el eje histórico PS-DC. Si bien, esta puede justificarse desde una mirada pragmática en donde priman las consideraciones sobre la “gobernabilidad”, dicha posibilidad termina reduciéndose a un mero voluntarismo que no considera las condiciones internas de un bloque caracterizadas por la ausencia de una militancia disciplinada que permita garantizar su propia unidad e identidad en el proceso; ni la imposibilidad de conciliar las diferencias programáticas que se desprenden de proyectos políticos divergentes.
La idea de enfatizar en ambas preocupaciones se relaciona con el peligro de que la polarización propia de una definición táctica que confronta a dos sectores que se disputan la conducción de un bloque o coalición, termine por socavar el sentido mismo de la primaria. El desafío para la izquierda es aprender a construir esta unidad para transformar, superando las miradas puristas y meramente instrumentales presentes tanto en “jaduistas” como “boricistas”. Solo así seguiremos, y solo así venceremos (y será hermoso).
Alexander Salin
Psicólogo de la Universidad de Chile y magíster (c) en Problemáticas Sociales Infanto Juveniles de la Universidad de Buenos Aires. Militante de Convergencia Social.