Emergían en esta jornada inaugural de la Convención Constitucional los primeros signos de lo que será la trama política de este proceso: una derecha parapetada en su condición minoritaria y que, al parecer, optará por mantener su lugar antes que salir a ganar batallas en terreno ajeno; una ex Concertación que desaparece como actor político relevante, salvo las señales dadas por una bancada socialista aparentemente más cercana al FA que a sus antiguos socios; un Frente Amplio intentando actuar -hasta ahora con éxito- como bisagra para la construcción de mayorías; una alianza PC-FA que no garantiza unidad de acción en todos los planos; una Lista del Pueblo que, en general, tenderá a actuar en coordinación y un mundo independiente diverso y no asimilable a ninguno de los bloques en formación.
por Carlos Durán Migliardi
Imagen / Manifestación durante la inauguración de la convención constitucional, 4 de julio 2021. Fuente: Mediabanco Agencia.
El reloj marcaba las 15.27 en Santiago de Chile cuando Elisa Loncon, constituyente electa en representación del pueblo mapuche, subía al pequeño escenario ocupado hasta entonces por la secretaria relatora del TRICEL Carmen Gloria Valladares. Con un total de 96 votos, la profesora formada en la UFRO y académica de la USACH asumía la presidencia de la Convención Constitucional en segunda votación y dirigía sus primeras palabras en mapudungun. Junto a ella se encontraba la machi Francisca Linconao, autoridad ancestral y constituyente electa por el pueblo mapuche que hace pocos años atrás había sido procesada por ley antiterrorista, sometida a prisión preventiva y posteriormente absuelta. Sosteniendo una rama de canelo, la machi escuchaba las palabras con que la Presidenta Loncon convocaba a la larga lista de excluidos y excluidas de nuestra historia política y constitucional.
Esta imagen, inédita en la historia constitucional de Chile, constituye probablemente la expresión más rotunda de todo lo que ha significado y significará este proceso constituyente formalmente iniciado ayer 04 de julio de 2021 luego de casi dos años del 18 de octubre de 2019: una mujer mapuche, acompañada por una machi que hace muy poco tiempo había sido imputada como terrorista, luego de algunas horas de manifestaciones callejeras y represión, con ruido de sirenas y olor a gases lacrimógenos, en medio de una ceremonia ruidosa y desordenada, dando inicio al proceso de redacción de la primera Constitución democrática y participativamente generada en toda la historia de Chile.
Junto a esta imagen, emergían en esta jornada inaugural de la Convención Constitucional los primeros signos de lo que será la trama política de este proceso: una derecha parapetada en su condición minoritaria y que, al parecer, optará por mantener su lugar antes que salir a ganar batallas en terreno ajeno; una ex Concertación que desaparece como actor político relevante, salvo las señales dadas por una bancada socialista aparentemente más cercana al FA que a sus antiguos socios; un Frente Amplio intentando actuar -hasta ahora con éxito- como bisagra para la construcción de mayorías; una alianza PC-FA que no garantiza unidad de acción en todos los planos; una Lista del Pueblo que, en general, tenderá a actuar en coordinación y un mundo independiente diverso y no asimilable a ninguno de los bloques en formación.
Así las cosas, esta primera jornada de la Convención Constitucional se mostró no solo como una instancia cargada de símbolos de un Chile diverso que comienza a divisarse como actor institucional e incidente sino que también como un espacio de reposición de aquella política desterrada durante décadas de los espacios institucionales. Una política, primero que todo, imprevisible y sometida a los vaivenes de la deliberación más que a los diseños partidarios que volvía predecible todas y cada una de las votaciones y decisiones parlamentarias; una política que oye el ruido de la calle, que se vincula y se confunde con ella; una política “desordenada” y a viva voz en que el protocolo y la forma abren paso a la improvisación y la contingencia; una política de la diferencia, en donde la minoría social es una minoría política y las mayorías sociales son diversas.
En fin, una política que desde el espacio institucional de la Convención Constitucional vuelve a reponerse tras décadas de simulacro, consenso y tecnocracia. Una política de micrófonos abiertos y gritos a viva voz. Una política expresiva de la naturaleza incompleta y en permanente construcción del orden deseado.
Ayer 4 de julio fue un buen día para la política. Y me atrevo a pensar que fue el día cero de la nueva democracia que, lenta pero decididamente, los pueblos de Chile han comenzado a edificar.
Carlos Durán Migliardi
Investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud en la Universidad Católica Silva Henríquez.