Nos encontramos con Javiera Toro, dirigenta política y abogada de la Universidad de Chile, formada en una época de movimientos sociales y políticos en las calles que cumple 10 años en 2021. Como impulsora del proceso constitucional en su rol de presidenta de Comunes (Frente Amplio) desde sus orígenes, tras la revuelta de octubre de 2019, la abogada eleva una candidatura referencial dentro de la lista Apruebo Dignidad en el distrito 11 en consecuencia con dicha trayectoria. Conversamos también sobre la crisis del modelo político de la transición y sus resistencias actuales: “La consigna de “no son 30 pesos, son 30 años” que molesta tanto a algunos, no fue algo que inventaron sectores de izquierda o ‘maquineó’ alguien para perjudicar a la Concertación, sino que surge de manera espontánea de la movilización social… La conquista del plebiscito fue contra la resistencia de esos sectores más tradicionales, y también el debate sobre la paridad”.
por Carolina Olmedo Carrasco
Imagen / Javiera Toro Cáceres, dirigenta política y candidata constituyente por el distrito 11. Cortesía candidatura Javiera Toro, 2020.
Como una apuesta importante de Comunes para disputar un cupo en la Convención Constitucional, Javiera Toro es una de las dirigencias políticas más fuertes dentro de la corriente autonomista que fundó este partido en 2019. Formada en una época de ascenso y expresión pública de un malestar social generalizado frente al modelo político y económico de la transición, con el que se sensibilizó como estudiante en 2011 y como mujer durante el “mayo feminista” de 2018, la abogada se siente parte de una generación que para emerger tuvo que desafiar todos los aspectos vieja política institucionalizada, y construir con manos propias las condiciones mínimas que permiten hoy cambios profundos a la constitución y al modelo de desarrollo heredado por la transición. Tras la revuelta de octubre de 2019 y en su rol de presidenta de un partido integrante del Frente Amplio (FA), Toro participó de las negociaciones que posibilitaron al Acuerdo por una Nueva Constitución. En coherencia con este compromiso, actualmente destina sus horas a la difusión del proceso constituyente y su propia candidatura en redes sociales, medios de comunicación y plataformas de organización, así como en la elaboración de acciones públicas a través de las cuáles -con todas las medidas de seguridad requeridas por la pandemia- retroalimenta un programa que busca redefinir los límites de un modelo de desarrollo país a escala humana.
Revista ROSA (RR): Percibimos que tu 2020 partió hace mucho, incluso antes de la revuelta del 18 de octubre, en los diferentes roles que tuviste como presidenta del partido Comunes (Frente Amplio) en 2019. Este año levantas una candidatura constitucional desde esa experiencia marcada por lo institucional y la calle, otorgando algunos de sus contenidos al actual proceso constituyente ¿Cómo ves ese “2020 largo” y sus relaciones con el momento actual?
Javiera Toro (JT): Evidentemente ese 2020 largo que destacas no es el inicio de mi participación social y política, sino la continuidad de un rol que me ha tocado jugar, pero que -en particular en el contexto de la revuelta social de 2019- fue especialmente intenso. Me tocó participar en las conversaciones y negociaciones para abrir el proceso constituyente y la posibilidad de un plebiscito, cuestiones que hoy están en vías de realización. Siendo parte de ese proceso, habiendo promovido ese acuerdo y también habiendo visto muy de cerca la resistencia de los actores más tradicionales para el avance de los cambios (partidos políticos de la derecha y la ex concertación); al mismo tiempo siento una gran responsabilidad con el proceso que se abrió. Para que el proceso constituyente sea efectivamente un camino de resolución institucional de la crisis social y política, tiene que poder consagrar cambios sustantivos. Desde esta responsabilidad, sustentamos una candidatura constituyente coherente con esos objetivos en el distrito 11 (La Reina, Peñalolén, Lo Barnechea, Las Condes y Vitacura). Una alternativa que se levanta desde Comunes, un esfuerzo colectivo mayor a mi rol individual, pero que se constituye desde mi propia responsabilidad.
RR: Resulta interesante que tu candidatura surja de Comunes y del Frente Amplio, desplegada en un distrito muy marcado por una identidad electoral democratacristiana y de derechas. Sin embargo, y pese a que tres de sus comunas fueron emblemáticas del 22% obtenido por el rechazo en el plebiscito de octubre pasado, una parte importante de los locales de votación del distrito 11 tuvo un voto masivo por la opción Apruebo. Parece haber ahí una sociedad que desea sumarse al proceso constitucional de manera distinta a como se había involucrado en política hasta ahora ¿Qué debates proyectas en un distrito tan desigual y con estas posibilidades abiertas?
JT: Efectivamente, el distrito 11 le ha dado una sobre-representación política a la derecha, donde efectivamente parecen estar atrincherados los sectores más conservadores y los liderazgos más fuertes de la derecha, con candidaturas como la de Marcela Cubillos, Hernán Larraín Matte y Clemente Pérez, por nombrar algunas. Son candidaturas que hacen muy mal, porque han intentado frenar toda posibilidad de cambio en cada una de las etapas del proceso. Pero sabemos que en el distrito 11 también hay mayorías que quieren cambios y lo han expresado por medio de su voto. De hecho, aunque no sea muy comentado, el 55% de este distrito votó por el Apruebo. En algunas comunas como en Peñalolén o La Reina esa tendencia fue muy masiva, y no fue lo único. En Peñalolén hubo un aumento de la participación muy importante respecto de elecciones anteriores, lo que da cuenta de un creciente interés por participar, lo cual es una gran oportunidad que la sociedad le está dando a la política. Después de años de un sistema político sin mucho sentido para las mayorías, que ha excluido de la participación activa y ha ido desanimando a la gente de participar en elecciones; el proceso constituyente abre una oportunidad fundamental. Es por esto que, incluso en este distrito donde la derecha se siente cómoda, se hace urgente ir a disputar a las comunidades y ofrecerles una alternativa transformadora.
Junto con esto, es fundamental no dejar de lado las demandas por transformaciones profundas que ya ha impulsado la ciudadanía en años recientes. En esta candidatura hemos puesto el centro en ello, apelando fundamentalmente a la observación crítica y propuesta de un nuevo modelo de desarrollo. Necesitamos que la nueva constitución permita la apertura hacia un nuevo modelo de desarrollo que tenga la vida en el centro, e incorpore de manera protagónica a los cuidados y el respeto por la estabilidad de los ecosistemas en sus perspectivas productivas. Esto requiere, por un lado, de una nueva relación con la naturaleza, y al mismo tiempo de una democratización de las instituciones económicas que hasta ahora han taponado la posibilidad de una política productiva distinta a la instalada por el modelo neoliberal heredado de la transición. Este modelo ha traído, por un lado, una devastación ambiental sin precedentes, como bien sabemos por la constante denuncia sostenida por organizaciones sociales a lo largo de todo Chile, pero también ha consolidado una desigualdad social y económica enorme, que en el distrito no deja de estar presente pese a su identidad “acomodada”. Pese a ser un territorio no muy extenso, el distrito 11 reproduce groseramente estas mismas desigualdades, por ejemplo en relación al uso del agua. Esa agenda de transformación profunda del modelo de desarrollo tiene una dimensión ambiental, y también precisa de una perspectiva de género. El modelo actual se ha construido sobre la base de la subordinación de las mujeres, del no reconocimiento del trabajo reproductivo y de cuidado, con lo cual es urgente considerar las demandas de las luchas feministas por el reconocimiento del trabajo reproductivo y el fin a la violencia en el centro.
Por otro lado, también enfatizamos la protección a los derechos sociales en general, cuestión que junto a otras candidaturas de izquierda llevamos al menos 15 años peleando en las calles. Actualmente tenemos una constitución que no los consagra, pero son fundamentales para construir esa integración de la que hoy adolecemos. Como decía, a pesar de ser un distrito acotado, basta con cruzar una calle para observar el violento choque de realidades, en que se hace evidente la desigualdad y la no integración. La construcción de derechos sociales, aparejados a las históricas demandas por educación, salud, pensiones -fundamentales en pleno siglo XXI-, cobra relevancia junto al derecho a la vivienda. No es posible que el derecho de habitación en la ciudad siga estando mediado únicamente por los vaivenes del mercado.
RR: En esa misma línea, ¿cómo observas el impacto de un programa que tiene claras influencias ecologistas, feministas y de izquierda en términos de la reivindicación de derechos sociales, en un sector social identificado con la política más tradicional, incluso conservadora? ¿Se puede movilizar un cambio en estos lugares del país?
JT: Creo que es importante su impacto. No sólo porque hay mayorías invisibilizadas en el distrito 11 que igual quieren transformaciones, sino que también porque esas personas no están ajenas a las contradicciones existentes a lo largo de todo Chile. Por ello resulta fundamental ir a disputarles incluso este lugar donde se sienten más cómodos, desde donde han podido estar digitando los destinos del país durante tanto tiempo, y abrir el diálogo en esos sectores. Esperamos que todos los sectores democráticos estén disponibles a dar estas discusiones, no porque lo mandate la izquierda, sino porque la realidad lo está pidiendo a gritos: el modelo de desarrollo instalado y regente los últimos 40 años está agotado. Tratar de tapar el sol con un dedo, negando la posibilidad de cambios, sólo profundiza aún más la crisis social y política en lugar de buscar su resolución. Es por eso que apostamos a poder abrir el diálogo incluso con sectores más conservadores, pues creemos que todos los esfuerzos democráticos debieran estar abiertos a ello en este proceso.
RR: Tu candidatura, como las demás de Comunes -ya sean partidarias o independientes-, forman parte del gran pacto Apruebo Dignidad. Añorado por algunos, criticado por otros, este conglomerado reúne en su seno diversas identidades políticas de izquierda en una apuesta que busca representar políticamente, como dijiste antes, a un bloque histórico formado por las luchas de los últimos 30 años, formadas en la defensa y conquista de derechos sociales transados por el neoliberalismo. ¿Cómo crees que tu visión y propuesta se relaciona con esa trayectoria política?
JT: Sin duda, creo que la alianza Apruebo Dignidad es un paso fundamental al lograr reunir a distintos sectores de la izquierda que venimos luchando hace décadas por conseguir las transformaciones que hoy se abren en el proceso constituyente. Fuerzas que encarnan un proyecto antineoliberal histórico como apuesta fundamental, y que pueden lograr la alianza antineoliberal más amplia posible: un desafío táctico del período. En ese sentido, creo que interesante la configuración de esta alianza donde está el FA y sectores más heterogéneos como Comunes, que representan una parte importante de las izquierdas más nuevas que surgen al calor de las movilizaciones estudiantiles de la última década; pero también sectores de izquierda más tradicional, como el Partido Comunista. Por ahora, es una alianza electoral, pero podría comenzar a configurar un proyecto en términos históricos.
¿Por qué se hace tan necesario esto? Porque la única posibilidad de resolución de estos conflictos históricos es la configuración de un polo político antineoliberal, cuestión que se expresa hoy en día en la formación de la lista Apruebo Dignidad. También es visible en las candidaturas de muchos dirigentes sociales que, sin ser militantes de estos partidos políticos, son igualmente representativos de un nuevo Chile que surge y se ha formado en las contradicciones del neoliberalismo. Es desde estas mismas contradicciones de donde proviene la posibilidad de su superación. Pienso que ahí hay una esperanza, un germen de esa construcción más larga. Por supuesto que lo que tenemos actualmente aún no abarca todas las dimensiones posibles de esta necesaria alianza antineoliberal, donde también debiesen ingresar algunos sectores que hoy están ausentes, y que están en muchas de las listas independientes. Aún así, este es un buen paso y un muy buen camino de inicio que, independientemente de los resultados electorales, debemos continuar proyectado. Lo fundamental no es quedarse sólo con los aliados más cercanos dentro del pacto electoral, y disputar la construcción de una estrategia de salida al neoliberalismo con todos los sectores que compartan esta visión y estén disponibles a ello. Algunos de ellos están en nuestra alianza, otros en otras, y con ellos también hay que trabajar.
RR: Es interesante cómo se produce una alianza de este tipo, que no responde sólo a una formación orgánica, sino que también a una consistencia política e incluso cultural en torno a la formación de un bloque antineoliberal. El proceso constitucional también ha movilizado a diversos sectores de la “vieja política” transicional. ¿Cómo ves este revival de la “política de los treinta años”? ¿A tu juicio, como dirigenta que ha debido dialogar con estos referentes políticos durante la última década, qué posibilidades tienen estas fuerzas en el ciclo político actual?
JT: Una de las cuestiones que ha demostrado este proceso y largo ciclo de movilizaciones que se remonta a principios de los 2000, es la persistencia de las estructuras más tradicionales de la concertación, incluso en su variante más burocrática. Una y otra vez vemos que, si bien es indudable que son un agente protagónico de la crisis de la política, logran resistir sin adaptarse. Algo problemático, pues el desafío que tenemos es la configuración de un bloque y un actor nuevo que pueda superar la política de esos 30 años. La demanda de la calle durante la revuelta de octubre fue muy clara en ese sentido: la consigna de “no son 30 pesos, son 30 años” que molesta tanto a algunos, no fue algo que inventaron sectores de izquierda o “maquineó” alguien para perjudicar a la concertación, sino que surge de manera espontánea de la movilización social. Es la experiencia que hemos tenido, la de una democracia restringida y heredada incapaz de dar resolución al conflicto abierto en la sociedad. Pienso que todas las personas que venimos de experiencias más largas de movilización lo sabemos bien. Nos levantamos el 2006, en un esfuerzo tremendo por iniciar la movilización más grande que se había visto en la postdicatdura, para terminar con el acuerdo de los brazos arriba y ningún cambio sustantivo en la educación. El 2011, nuevamente un movimiento que no tenía parangón una vez más es frustrado en sus anhelos de cambio y democratización. Para qué hablar de las luchas ambientales, que también han integrado la movilización social todos estos años, las luchas regionalistas, las luchas feministas, las luchas del pueblo mapuche y los pueblos originarios que solo han recibido represión como respuesta. Entonces, tenemos esa experiencia muy a flor de piel.
No se trata de excluir a quienes provengan de sectores concertacionistas. Sin duda, hay muchas personas valiosas que quizás podrían ser parte del ciclo nuevo, pero sí es fundamental que eso sea con una evaluación crítica de lo que fueron esos treinta años y una perspectiva de futuro. Pareciera ser que la reflexión sobre qué falló en este tiempo falta en los sectores de la ex concertación e impide pensar una salida al neoliberalismo. No solamente es un tema de confianza, sino que también frente a quienes promueven las mismas recetas con las que ya gobernaron veinte años. Si bien es claro que son un actor de la política chilena, hay sectores ahí que tienen más disposición de cambios que otros, los que, esperamos, terminen imponiéndose, siempre y cuando estén a disposición de una reflexión y construcción de un nuevo proceso. Si no, van a arrastrar o dificultar la posibilidad de emergencia de algo nuevo.
RR: Eso es algo que se refleja en distintas candidaturas a lo largo de Chile. Y claro, en el distrito 11 la ausencia de ese pacto pulverizó una serie de otras candidaturas que tienen un sello muy individual, aunque busquen lo colectivo. Observando la participación de figuras, como Patricio Fernández Chadwick o Hernán Larraín Matte, liberales o de derechas “descolgadas”, “centristas”, “estadistas” y menos tradicionales como la de Evópoli, ¿cómo crees que es recibida esa “balcanización” de los antiguos pactos políticos de la transición por los y las votantes en Chile? ¿Observas diferencias entre las propuestas de una política más sustancial desde un bloque que se está articulando, frente a uno que se está descomponiendo?
JT: Creo que la sociedad chilena ya tiene una larga experiencia y aprendizaje de las vueltas que se han dado esos actores políticos. Creo fundamental entender que no se trata solamente de una nueva política en el sentido de ponerle caras jóvenes o más “manos limpias”. Estas cuestiones son fundamentales, pero insuficientes. Los últimos años nos han demostrado eso. No basta con un simple ejercicio de renovación política de las propias estructuras existentes en los sectores más tradicionales. Si siquiera quiero hablar de partidos, pues, en tanto estructuras burocráticas, no son quienes determinan claramente los proyectos en este momento. Hemos aprendido a un costo bastante alto que lo que hace falta es un proyecto nuevo, y por mucha renovación que traigan algunas de esas figuras, que pueden ser interesantes y algunas con trayectorias incluso relevantes en algunas disputas específicas, lo cierto es que es muy difícil imaginar su condición de representantes de algo nuevo u ofrecer nuevas alianzas para posibilitar esos cambios. La política no es solamente personalidades, no es ganar elecciones por tener más popularidad, sino que es también construir alianzas sociales y políticas para empujar ciertas cosas. Por mucha juventud o novedad que puedan traer algunas candidaturas, veo difícil la posibilidad de transformación cuando tus aliados son los mismos que han frenado todo cambio. Esto lo sé y lo vi muy de cerca. La conquista del plebiscito fue contra la resistencia de esos sectores más tradicionales, también el debate sobre la paridad. No habría sucedido si no fuese por la movilización social. No basta con la novedad: lo que se necesita es encarnar un proyecto distinto y eso es un contenido propuesto fundamentalmente por el pueblo chileno que se ha movilizado.
RR: En relación a la preparación de este proceso e inicio de tu candidatura, ya has tenido encuentros con las comunidades, y te has involucrado in situ con ciertos contextos y problemáticas específicas, como el Día Nacional Contra la Violencia Femicida (19 de diciembre), las fiestas de fin de año y el “Día de los enamorados”, en que propusiste actividades públicas con perspectiva de género. Eso ha sido un sello de tu candidatura, el salir a la calle a pesar de la dificultad sanitaria, y tener esa interacción con la gente y el entorno urbano a través de la cultura: algo que no necesariamente es bien recibido en los barrios más acomodados del país, enormemente privatizados. Mientras hay lugares de la ciudad que son muy abiertos, otros son sumamente restrictivos, incluso al punto de una biopolítica del poder local. Es esperable que en el distrito 11 prime esa restricción y privatización del espacio público. ¿Qué valor le otorgas a hacer actividades públicas como parte de un proceso político que busca convocar a la mayor cantidad posible de personas? ¿Qué valor crees que tiene en un territorio como el distrito 11?
JT: Hemos querido que esa sea una característica de la campaña. Si bien estamos en un período electoral que tiene sus lógicas y sus formas particulares que son ineludibles, también queremos que esta campaña represente en sí misma una acción política y social. A veces las campañas políticas se reducen a presentar un nombre, un programa -que es una promesa, y ya sabemos que el papel aguanta todo-, pero la acción política y social es la que va a transformar el mundo, no las campañas políticas. En ese sentido, nos parece fundamental esta intervención política y también social en la calle, porque el sentido de esta propuesta también es abrir espacios de participación. Pensar que, si llegamos a la constituyente, no es solo Javiera Toro o no es solo Comunes quien llega, sino que también es una vocación de representación de todos aquellos sectores sociales que han estado excluidos de la toma de decisiones. En particular, de aquellas mayorías que están subrepresentadas en el distrito 11, que es el que estoy apostando a representar. Por eso nos parece fundamental la intervención social y callejera. Representar eso mismo en la candidatura, porque es también lo que yo voy a representar si es que llego a la convención constitucional: una vocación de movilización y transformación permanente.
Como muchas otras personas de mi generación, tengo una experiencia formativa en el movimiento social bien larga, donde hemos aprendido con muchos costos la necesidad de la organización política propia. Aprendimos que no bastaba la movilización, pues sucede que, si uno no se hace presente en la política, son otros los que terminan decidiendo por nosotros. De esa manera es que hemos sido excluidas, o hemos asistido a ejercicios gatopardistas en que “todo cambia para que nada cambie”. Cuestiones que han sido responsables de la profundización de la crisis social. Pero también en este esfuerzo largo por construir organización política me he dado cuenta de que, sin movilización social, la política no se mueve. Tenemos una política ensimismada, alejada de la ciudadanía, muy impermeable a lo que sucede en la calle, y que sólo ha podido ser removida, sólo se pudieron correr ciertos límites, porque ha habido movilización social en las calles. Eso hemos querido mostrar en las intervenciones callejeras de la campaña, queremos que sea un sello de esta propuesta y que persista más adelante. Es fundamental la articulación política, la representación, pero basada en la organización y la movilización social. Si no, arriesga convertirse o caer en esta inercia de la política ensimismada.
RR: Me parece interesante esta salida, que es bien atípica. En general, cuando un candidato o candidata irrumpe en lo público, sale a comunicar su programa, a dar su nombre, en qué lugar del voto va a estar. En cambio, la intervención urbana te permite hacer una actividad “de ida y de vuelta”. La gente también expresa lo que le parece o los anhelos que pueden tener frente a una candidatura que es diferente, o depositaria de una imagen que está fuera de ese 22% de apoyo al rechazo que tanto estigmatiza a ese sector del país. ¿Qué cosas han aparecido, o qué cosas interesantes has escuchado en esa interacción con las personas? ¿Qué elementos rescatarías entre las cuestiones a veces “invisibles” para quienes no habitan esa realidad?
JT: Justamente, una de las gracias de este tipo de intervenciones es que son una manera de convocar a la ciudadanía, a la gente que va pasando, a la construcción del programa y de las ideas que se van a defender. Hemos hecho, hasta ahora, intervenciones feministas y socioambientales que han impactado mucho a nivel de recepción, y nos han mostrado la enorme disposición que hay en las personas comunes de participar en este proceso. Hemos interactuado con muchísimas personas, nadie que no haya tenido unas ganas y gran interés de participar, poniendo en común una experiencia que a veces se queda atrapada el un plano más personal. Una de las dimensiones importantes que ha tenido esta interacción es, por supuesto, los relatos e ideas en torno a la violencia de género en el país. A través de intervenciones, la ciudadanía nos ha permitido ver cómo también en este distrito existe la violencia contra las mujeres y está presente de manera muy dramática, sobre todo la violencia física, pese a su invisibilización. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta de su expresión en todos los rangos etarios, desde las generaciones más jóvenes a la tercera edad; y de cómo la movilización feminista ha permitido abrir estas discusiones en la esfera pública, creando incipientes espacios de contención y cuidado colectivo que permiten superar socialmente estas lógicas. También hemos visto cómo las distintas expresiones de la violencia se dan en otros niveles que, a veces, son menos expresados o explicitados, como las cargas de los cuidados, los estereotipos de género, la marginación de las personas mayores. Vemos que ese va a ser un tema fundamental en la nueva constitución como una condición de base para la ciudadanía de las mujeres.
RR: Eso demuestra sin dudas las ganas de las mayorías de participar en el proceso constituyente. Para finalizar, una pregunta abierta: ¿Qué le dirías tú a esas personas que pueden apoyar esta candidatura, con su voto y su opinión dentro de sus comunidades del distrito 11?
JT: Es fundamental para todas las personas que creen en las transformaciones democráticas -que quieren fortalecer la democracia, pero además darle resolución a estos conflictos-, votar en abril por una alternativa transformadora, y seguir participando del proceso constituyente. Este no se acabó el 25 de octubre, y no se acabará con la elección de constituyentes. Será una lucha ardua, pues los sectores conservadores están organizados para frenar los cambios. Por eso es fundamental la unidad de todos los sectores democráticos y su compromiso con las transformaciones. Esta candidatura va intentar representarlos, llevando también esa fuerza que se ha expresado en las calles, con un compromiso de participación de todos los sectores sociales para que lleguen a la constituyente y no solo sea una reunión de 155 convencionales, sino que sea un espacio en que participen todas y todos los habitantes del país. Pero también con una disposición de diálogo y acuerdos que son fundamentales. No basta ver el proceso constituyente como un espacio en el que cada uno va con su petitorio a negociar de manera independiente, sino como un necesario espacio de articulación de posiciones políticas que permitan hacer transformaciones reales. Esa es la vocación de esta candidatura.
Historiadora feminista del arte y crítica cultural, integrante fundadora del Comité Editorial de Revista ROSA.