De esta forma, independiente a la posición y las orientaciones tradicionales de las administraciones demócratas, lo que ha hecho la administración Trump ha superado en la práctica la solución de dos estados, y los hechos sobre el terreno están impulsando una legislación para anexar asentamientos y el Valle del Jordán, la unidad de Jerusalén como capital de la entidad sionista y la abolición de la cuestión de los refugiados. La normalización árabe con la entidad sionista se ha convertido en una realidad existente que va más allá del tema de los derechos palestinos, y apunta a crear una alianza árabe-sionista contra Irán con la neutralización de Turquía, la cual tiene relaciones estratégicas con Israel, de seguridad, militares y económicas, a pesar de que alguna disputa política pueda surgir de vez en cuando.
por Nidal Abed Al Al. Traducción de Felipe Ramírez.
Imagen / Militantes del FPLP en un operativo de distribución de mascarillas y desinfección de espacios públicos en el Campo de Refugiados de Chatila, Beirut, El Líbano.
Este artículo es parte del Dossier: Medio Oriente a 10 años de la Primavera Árabe, una mirada desde la izquierda.
En la última etapa del año dos mil veinte, la causa palestina pasó por estaciones y articulaciones extremadamente complejas y peligrosas, donde le planteó serios desafíos al ser considerada un tema de liberación nacional a nivel palestino y un proyecto de unidad y avance nacional a nivel árabe, y también una causa de derecho y justicia a nivel humano universal en general.
Si estamos tratando de extrapolar los desafíos que nos esperan en el año 2021, tenemos que realizar un proceso rápido de revisión de lo ocurrido os durante los últimos años, donde descansa la base de lo que viene en el futuro.
En primer lugar, debemos asumir que el desastroso acuerdo de Oslo fue el resultado de una serie de a nivel internacional, árabe y palestino. Como opción política, este acuerdo representa la visión de las clases dominantes en la mayoría de los regímenes, estados y reinos árabes, con la que lamentablemente se coincide con el liderazgo de la Organización de Liberación de Palestina, lo que se intensificó tras la caída del sistema socialista y la transformación mundial al polo único dirigido por Estados Unidos. Estas condiciones resultaron en una severa debilidad de las fuerzas de izquierda palestinas y árabes, lo que las hizo incapaces de influir en el curso de los acontecimientos, convirtiéndose en una oposición verbal a la vía de asentamientos blindada por Estados Unidos y sus aliados árabes.
Debido a que el Acuerdo de Oslo se planteó desde un inicio como una etapa de transición, los sionistas y sus aliados estadounidenses idearon una fórmula adecuada a sus intereses como solución definitiva, que se plasmó en el llamado “Acuerdo del Siglo”.
Los últimos años han sido testigos de grandes transformaciones en el mundo y la región, en la región árabe en particular. Un conjunto de factores ha dado lugar al retraso de la posición representada por los Estados Unidos como el único líder del mundo, y quizás el crecimiento económico sostenido de China fue uno de los principales factores que hicieron que EE. UU. perdiera la capacidad de imponer su agenda al mundo, teniendo la crisis económica de 2008 un profundo impacto en las capacidades de Washington, debilitándose su agarre en todas las articulaciones del sistema global. Esto abrió el camino para que muchas potencias presentaran sus agendas a niveles regionales, convertidas en serios competidores de la tradicional influencia de Estados Unidos, que se dio cuenta de su incapacidad para continuar en el liderazgo unilateral del mundo y buscó proponer un proyecto de “liderazgo desde atrás” o “liderazgo por poder de otros”, donde las potencias regionales aliadas con ellos en todas las regiones del mundo asumen el liderazgo en interés de ambas partes.
Para los Estados Unidos de América, la entidad sionista es la principal potencia regional en Oriente Medio, en la que confía para asumir el liderazgo en la etapa de su retirada de su liderazgo directo. Sin embargo, esto solo se puede lograr reformulando toda la región sobre las ruinas de la causa palestina como un proyecto de unidad, liberación y progreso nacional árabe, y, por lo tanto, la ausencia del proyecto de unidad y reactivación árabe ha convertido a la región en un escenario de conflicto y disputa regionales e internacionales.
En este sentido, la llamada “Primavera Árabe” surgió desde 2011, para generar profundas transformaciones en diversos niveles políticos, económicos, sociales, de seguridad e incluso culturales y psicológicos en la región y el mundo árabe. Las justas demandas exigidas por las fuerzas demandantes de cambio, especialmente las de izquierda, fueron usadas para engañar a la opinión pública.
La democracia y la libertad de opinión y expresión se han convertido en herramientas para el desmantelamiento tanto de pueblos como de regímenes, cuando se requiere un cambio progresista que implica cortar con todo lo que es retraso y corrupción, y construir sobre lo positivo a partir de lo presente, desde las instituciones civiles, educativas, científicas y de cultura civil secular.
Al contrario, vimos cómo fueron movilizadas hordas de mercenarios del oscurantismo religioso islámico de todos los rincones del mundo, para ser la campaña por el proyecto de cambio deseado por ellos, herramientas para destruir todo lo positivo de los estados árabes basados en constituciones y sistemas civiles seculares. Esto se realizó con el apoyo de los regímenes más atrasados y reaccionarios, los reinos y emiratos del Golfo Árabe, que durante décadas han estado bajo el control de las potencias imperialistas globales, lideradas por los Estados Unidos.
Así, hemos visto un proceso en el que se combinó el desenlace de 1) el colapso de la Unión Soviética y la primera Guerra del Golfo que desembocó el Acuerdo de Oslo, que destruyó los componentes de la causa palestina con sus cimientos, la unidad de la tierra, el pueblo y la causa, y la vació de su contenido de liberación anticolonial y la convirtió en un conflicto limitado dentro de sectores y áreas A, B y C. Y, 2), el resultado de lo que se llamó la Primavera Árabe, que comenzó en 2011, y que destruyó entidades, estados, pueblos e instituciones civiles, desmanteló la asamblea civil nacional y difundió la cultura de sectas religiosas y oscurantistas. En este sentido, el “Acuerdo del Siglo” es el resultado de la integración de estas dos fases con toda la destrucción sistemática a los niveles palestino y árabe.
El próximo desafío
Este proyecto está vinculado a la administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pero eso no significa que con su derrota electoral y la instalación de Joe Biden sea su fin. Mientras la orientación estratégica estadounidense en el Medio Oriente continúe, es decir, el proyecto de liderazgo por el poder, se mantendrá su esfuerzo por permitir que la entidad sionista tenga el liderazgo en la región. Y no olvidaremos aquí, que este liderazgo sionista se enfrenta a dos grandes potencias regionales: Turquía e Irán, por lo que la administración Biden seguirá consolidando las bases de estabilidad para la entidad sionista y desarrollando sus elementos de poder, por esto no permite la existencia de una entidad palestina al lado de la entidad sionista en Cisjordania.
De esta forma, independiente a la posición y las orientaciones tradicionales de las administraciones demócratas, lo que ha hecho la administración Trump ha superado en la práctica la solución de dos estados, y los hechos sobre el terreno están impulsando una legislación para anexar asentamientos y el Valle del Jordán, la unidad de Jerusalén como capital de la entidad sionista y la abolición de la cuestión de los refugiados. La normalización árabe con la entidad sionista se ha convertido en una realidad existente que va más allá del tema de los derechos palestinos, y apunta a crear una alianza árabe-sionista contra Irán con la neutralización de Turquía, la cual tiene relaciones estratégicas con Israel, de seguridad, militares y económicas, a pesar de que alguna disputa política pueda surgir de vez en cuando.
El gobierno de Trump destacó por su lenguaje arrogante y por tomar medidas que provocaban a sus opositores, exponiendo el papel y las políticas de Estados Unidos. Durante la administración de Biden escucharemos muchas palabras de paz, pero sólo cosecharemos guerra. La diplomacia que se activará nos cegará los ojos a cómo continuarán lo que comenzó su antecesor.
En consecuencia, la construcción de la alianza sionista con los Estados y reinos del Golfo Árabe contra Irán continuará y significará obligatoriamente la ruina de la causa palestina. Por lo tanto, el proceso de recuperación en la región es tarea de las fuerzas de liberación árabes, las que lamentablemente se han debilitado y colapsado en varios lugares, comenzando en Palestina. Todas las tareas, desafíos y grandes peligros que enfrentamos a nivel palestino y árabe se condensan en la necesidad de un proyecto de confrontación integral del proyecto colonial, que en el sentido histórico significa recristalizar el proyecto de liberación palestino y nacional árabe, y esto requiere la existencia de una herramienta capaz, poderosa y eficiente.
Si hay algo positivo de la administración de Trump, incluso en un sentido indirecto, fue que ha planteado claramente cuáles son las metas y objetivos sionistas y estadounidenses, tal como están planteadas en el “Acuerdo del Siglo”: el fin de la existencia de un proyecto árabe unitario y de liberación que busca el progreso, la prosperidad y la independencia de los pueblos árabes, incluida la liberación de Palestina y del pueblo palestino.
La tarea este año es comenzar un trabajo serio para revivir el movimiento de liberación palestino y árabe, de modo que sea capaz de enfrentar el Acuerdo del Siglo, que significa para los palestinos la anexión israelí de partes de Cisjordania y todo el Valle del Jordán, y para el mundo árabe la normalización con la entidad sionista y la construcción de la alianza sionista con los países del Golfo en una OTAN del Oriente Medio.