Para nadie es una sorpresa el escuchar que falta supervisión y control civil hacia las instituciones armadas, policiales, y de inteligencia. Pero esto no se debe ver solamente como una falencia de estas hacia la sociedad civil, sino que también debemos verlo como una expresión del histórico desdén que un amplio espectro del mundo civil ha sentido hacia este mundo. Esto debe terminar, ya que es esta negativa a adentrarse y a hacerse cargo de la seguridad en sus diferentes dimensiones, la que permitió la inaceptable autonomía relativa que caracteriza al sector.
por Diego Ramírez
Imagen / Plaza de la Dignidad, 2 de octubre 2020, Paulo Slachevsky. Fuente.
En otra columna, junto a Vicente Ramírez[1], hablamos de cómo empezar a levantar un sistema de seguridad e inteligencia que pueda ser, al mismo tiempo, funcional y eficiente, y además respetuoso de los DD.HH. y sujeta al control civil. En esta ocasión quiero profundizar en cuanto al Ministerio de Seguridad del Estado y al Sistema de Inteligencia del Estado (en adelante SIE).
Pero antes de empezar, creo necesario referirme a la necesidad de este ejercicio de reflexión programática, en tanto se me ha hecho ver desde distintos espacios la incomodidad que surge por el pensar en torno a la seguridad y sus aparatos desde la izquierda. Mi respuesta más simple y sincera tiene que ver con que la seguridad es y será una necesidad, y que no desaparecerá ni se solucionará por arte de magia, como tampoco las problemáticas relacionadas con sus instituciones. Al mismo tiempo, el evitar el intervencionismo extranjero en nuestro país, combatir al crimen organizado, y el detener golpes de estado, deberían ser preocupaciones importantes para nuestro sector. A estas alturas del juego deberíamos tener claro que sólo a través de fuentes abiertas, o disolviendo los aparatos de seguridad, no detendremos a la CIA, ni a ningún otro aparato similar, ni a sus aliados nacionales. Simplemente el mundo real no funciona de esa manera. Lo importante es que estas distintas instituciones no se manden solas, exista una primacía civil y se respeten las leyes y los DD.HH. sin excepciones.
Un Ministerio de Seguridad del Estado
La propuesta es que este Ministerio se encargue de las tareas de seguridad del Estado de manera diferenciada a las de seguridad pública, y en tanto tal dirigirá al Sistema de Inteligencia del Estado, el símil de lo que en otros países se conoce como la “Comunidad de inteligencia”, y además a la institución encargada de garantizar esta seguridad, es decir Carabineros de Chile o la que sea su heredera. La idea es separar lo más posible las tareas de seguridad pública (y orden público) de aquellas que involucran a la inteligencia civil y la seguridad del Estado, con tal de que las distintas tareas y organizaciones no se confundan ni se interpongan entre sí.
En pocas palabras, este ministerio concentraría ciertas tareas que hoy tiene Carabineros, junto con la dirección de la inteligencia nacional bajo una institucionalidad y objetivos comunes, en el marco de la Constitución y las leyes respectivas. Más adelante explicaré a través de qué métodos se buscará garantizar el respeto al mando civil y al marco legal.
Carabineros y la Seguridad del Estado
Las tareas del “brazo armado” de este ministerio, sea Carabineros o la institución que la reemplace, serían las de guardia presidencial, guardia fronteriza, operaciones especiales en el combate al narcotráfico, al tráfico de personas, de armas, escolta de altos funcionarios y diplomáticos extranjeros, anti terrorismo, el combate al crimen organizado nacional e internacional, custodia de las instituciones del Estado, así como de infraestructura crítica, y el contrarrestar cualquier intento de sedición y subversión, pero no tendría funciones en torno al orden público, las que le corresponderían a las instituciones de seguridad pública, ni de investigaciones criminales.
Carabineros vendría a ser una especie de Gendarmería, y mantendría una relación directa con el SIE también dependiente de este ministerio, con tal de apoyarse mutuamente en la búsqueda del cumplimiento de los objetivos ministeriales. Es importante que el rol del Ministerio se vea en conjunto, más allá de que se vea expresado en dos organismos diferenciados, por lo que Carabineros sería al brazo armado formal del Ministerio, listo para intervenir cuando se necesite el empleo de los medios de fuerza, por ejemplo, contra el crimen organizado, contra intentos de golpe de estado, o en contra de la injerencia extranjera directa.
El Sistema de Inteligencia del Estado
La inteligencia es una tarea indispensable para cualquier estado, y es vital para que los gobiernos puedan ir cumpliendo los objetivos que se van definiendo en pos de su desarrollo. Por ejemplo, la inteligencia exterior debe ir de la mano de los objetivos internacionales que el gobierno defina, dotando de la información y análisis indispensables para la toma de decisiones a los altos niveles de decisión política, e identificando y neutralizando a las diversas amenazas que se puedan encontrar.
En vista de lo anterior, vemos que hoy en día la estructura del SIE no da abasto, está excesivamente militarizada y no tiene un control civil suficiente. Lo que propongo es que se lleve adelante una reestructuración total del sistema, que permita mejorar la cooperación entre sus distintas instituciones, refuerce la primacía civil, y establezca claramente las responsabilidades y tareas de cada una de las partes.
En primer lugar, se crearía una Dirección Nacional de Inteligencia, que coordinará a toda la comunidad y le responderá al Ministro de Seguridad del Estado. Esta oficina dirigirá, coordinará y supervisará el cumplimiento de los objetivos de la inteligencia nacional; sintetizará los materiales de las distintas áreas de inteligencia y preparará los informes multidimensionales para las autoridades que se defina deben recibirlas: Presidencia, principales Ministerios, etc. La idea es que esta Oficina sea la que defina, junto a las distintas instituciones que integrarán el SIE, y el Ministro de Seguridad del Estado, un Plan de Inteligencia anual, y se lo presente a la Presidencia, y a los ministros de Interior, RR.EE. y al eventual ministro de Seguridad Pública.
De esta oficina dependerá directamente el director de la Agencia Nacional de Inteligencia, principal integrante del SIE, y encargada de toda la inteligencia civil, tanto exterior como interior. La idea que está detrás de mi propuesta es que mientras más se refuerce el sistema de inteligencia civil, menos dependiente estará el SIE de la inteligencia militar, que hoy tiene un peso notable (y exagerado) dentro de la ANI. De esta manera, al aumentar la capacidad, importancia y facultades de la primera, se mantiene a los organismos militares centrados en su función profesional: La inteligencia militar estratégica para el caso de la Dirección de Inteligencia de Defensa del Estado Mayor Conjunto, y la inteligencia táctica para el caso de las inteligencias de las distintas ramas de las FF.AA. Cualquier información residual que éstas capten deberá ser entregada de inmediato a la ANI, con tal de que pueda ser analizada e integrada al trabajo realizado por aquella.
Será tarea de la ANI llevar a cabo todas las tareas de inteligencia y contrainteligencia, tanto a nivel exterior como interior, considerando los niveles de análisis y de operaciones. Pero un aumento en las facultades y tareas debe traer consigo un reforzamiento de las medidas de control civil y judicial, con tal de evitar que se pase de una institución de inteligencia en democracia a un organismo tipo Gestapo o CNI. En ese sentido, las medidas propuestas por el Ejecutivo en su proyecto de “modernización” del SIE son claramente insuficientes, si no derechamente contraproducentes. A lo que debemos apuntar es a un sistema que permita una adecuada supervisión civil, una protección de los DD.HH. adecuada y al mismo tiempo, organizaciones de inteligencia que cumplan sus funciones de manera óptima. Un sistema de inteligencia que se limite a tener a un grupo de “expertos” leyendo fuentes abiertas simplemente no sirve de nada, y es algo que no existe en ninguna parte del mundo. La inteligencia siempre, y no hay excepciones, involucra el uso de fuentes cerradas, que necesitan algún tipo de intervención siempre y cuando se esté en el marco de la ley.
De esta manera, serían funciones de la ANI la búsqueda, obtención, recolección, evaluación, integración, análisis, tratamiento y almacenamiento de datos e información, necesitando, por tanto, absoluta autonomía operacional. La implicancia directa de esto es que la ANI debe, al igual que cualquier organismo de inteligencia en el resto del mundo, tener sus propios agentes, entrenados por ella misma, sin depender de agentes provenientes de otros organismos ni ministerios. Debe ser, en ese sentido, una agencia autosuficiente.
La eterna deuda de la supervisión civil
Para nadie es una sorpresa el escuchar que falta supervisión y control civil hacia las instituciones armadas, policiales, y de inteligencia. Pero esto no se debe ver solamente como una falencia de estas hacia la sociedad civil, sino que también debemos verlo como una expresión del histórico desdén que un amplio espectro del mundo civil ha sentido hacia este mundo. Esto debe terminar, ya que es esta negativa a adentrarse y a hacerse cargo de la seguridad en sus diferentes dimensiones, la que permitió la inaceptable autonomía relativa que caracteriza al sector.
En mi opinión hay tres sectores urgentes en los que los civiles debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad, aparte de la dirección política correspondiente a las máximas autoridades de la República: El buen uso de los recursos, así como la eficiencia y eficacia de los organismos armados y de seguridad; el respeto a los DD.HH. de los integrantes de estas instituciones; y el apego a las leyes y la Constitución. La existencia de oficinas diferentes para tratar cada una de estas aristas me parece un exceso, por lo que creo que se debería crear una oficina que se encargue de la supervisión civil, con un departamento específico para cada una de las temáticas aquí mencionadas. El nombramiento del/la encargada/o de esta debería ser aprobada por el Congreso, y a aquel le debería rendir cuenta, así como trabajar junto a los ministerios involucrados.
Pero también creo necesario reforzar los conductos a través de los cuales los/as integrantes de las instituciones puedan realizar denuncias de delitos o faltas cometidas en su interior. Debería formalizarse un conducto regular por fuera de la jerarquía militar, ya sea a través de la Comisión Legislativa respectiva, de la oficina civil ya mencionada, o a través de algún legislador, con tal de evitar defensas corporativas y represalias internas. En cuanto a las comisiones del Congreso, debería reforzarse su rol sobre todo en cuanto a la comisión encargada de revisar los temas de inteligencia, podría reforzarse la llamada “comisión de control del sistema de inteligencia del Estado”, para que abarque todo el quehacer del Ministerio de Seguridad del Estado, o podría ampliarse sus funciones para que tratara todo lo relacionado al SIE, evitando que sus reformas y discusiones se traten en comisiones como las de Defensa.
En conclusión, las FF.AA. y de Seguridad están para servir al país y a toda su población, pero, así como ellas tienen una responsabilidad hacia nosotros, como civiles también tenemos una responsabilidad hacia la defensa y la seguridad. Una manera de hacernos cargo es dejar de renegar de esta situación, e involucrarnos en tanto civiles en ellas, sin por esto intervenir en las funciones profesionales de las instituciones. El involucramiento civil, y la necesaria y vital supervisión, deben crear una nueva cultura en estas instituciones, una cultura democrática y respetuosa de los DD.HH. que evite violaciones internas y nefastas experiencias como el golpe de Estado de 1973.
Notas
[1]https://www.revistarosa.cl/2020/11/02/policia-e-inteligencia-un-proyecto-para-la-desmilitarizacion-de-la-seguridad-publica/
Diego Ramírez
Licenciado en Historia, especialista en Seguridad, Defensa e Inteligencia.