Dispersión electoral: la amenaza inminente en la recta electoral final del proceso constituyente

Considerando lo señalado anteriormente, es un hecho que la carencia de acuerdos definitorios en el marco de la tercera lista abre una coyuntura donde, en el peor de los casos (electoralmente hablando), podría surgir una cuarta lista autoconvocada por el mundo de los movimientos sociales, aumentando así el fenómeno de la dispersión, alejando la probabilidad matemática de conseguir superar los 2/3 de constituyentes, y de paso sepultando a la tercera lista en cuanto se refiere a escapar de las lógicas netamente partidistas. Sin duda, este caso representa un escenario adverso probable del período, el cual día a día toma más forma al tiempo que persisten las indefiniciones desde el mundo de la tercera lista.

por Gonzalo Díaz Martínez

Imagen / Plebiscito Chile 2020, octubre 2020, Renato Pizarro. Fuente.


El acuerdo del 15 de noviembre del año pasado estableció una serie de limitantes para el proceso de cambio constitucional, de manera tal que se ofreciera una alternativa electoral que destrabara la crisis social en el país, pero cuyo resultado final no alterara las bases del modelo social, político y económico impuesto en la constitución de 1980. Una de sus principales trabas, junto al requerimiento de 2/3 del total de convencionales constituyentes para materializar todo tipo de transformación estructural en una nueva constitución, es el uso del sistema electoral D’Hondt para la elección de los constituyentes en abril próximo, privilegiando el rendimiento de listas electorales antes que rendimiento electoral individual.

Lo anterior no solamente significa que a nivel nacional se necesita un mínimo de 104 constituyentes electos de un total de 155 (cifras a modificar en caso de legislarse los escaños reservados para pueblos originarios), sino que también exige un máximo de unidad posible en las fuerzas que pretenden extirpar hasta el último resabio del neoliberalismo en nuestro país. Esto, puesto que a mayor cantidad de listas de constituyentes, aumenta la dispersión del electorado y eso disminuye significativamente las probabilidades de conseguir un número suficiente de constituyentes como para derribar el cerco de los 2/3.

De este modo, en un noviembre marcado de sobre manera por la exacerbación del plano electoral por sobre el programático, la coyuntura constituyente ha encontrado un escenario post plebiscito caracterizado por una lluvia de autodenominados candidatos a constituyente, asegurando cada uno reivindicar los principios que el país necesita en una nueva constitución, configurando de esta manera un claro retroceso en la necesidad de cambiar la forma de hacer política más allá del cliché; desterrando los personalismos y privilegiando las apuestas electorales nacidas desde el sentir colectivo, haciendo carne la máxima principal nacida del estallido social: la soberanía debe volver a los pueblos y los movimientos sociales.

Frente a este fenómeno, resulta preciso volcarnos a la dimensión electoral de lo que nos va quedando de proceso constituyente, asumiendo posiciones estratégicas desde la vereda antineoliberal que nos permitan evitar estas actitudes político-paternalistas que podrían conducirnos directamente a un harakiri político en abril. Quizás el elemento más importante en esta materia consista en ilustrar el escenario más favorable para el conato electoral de abril: tres listas a nivel nacional (era una utopía ya descartada de plano una sola lista desde el arco de la oposición, por no garantizar una base programática en común); una lista única del rechazo, otra lista del viejo partido del orden más sus nuevos aliados (ex-Concertación, ex-Nueva Mayoría más el Frente Amplio), y una tercera lista levantada desde Unidad por el Cambio, en la cual se asegure un proceso de democratización de cupos para integrar a los movimientos sociales y donde el paraguas programático sea una salida al neoliberalismo para el país.

Considerando lo señalado anteriormente, es un hecho que la carencia de acuerdos definitorios en el marco de la tercera lista abre una coyuntura donde, en el peor de los casos (electoralmente hablando), podría surgir una cuarta lista autoconvocada por el mundo de los movimientos sociales, aumentando así el fenómeno de la dispersión, alejando la probabilidad matemática de conseguir superar los 2/3 de constituyentes, y de paso sepultando a la tercera lista en cuanto se refiere a escapar de las lógicas netamente partidistas. Sin duda, este caso representa un escenario adverso probable del período, el cual día a día toma más forma al tiempo que persisten las indefiniciones desde el mundo de la tercera lista.

El ciclo post-plebiscito se caracteriza en términos generales por lo acotado de sus tiempos, y las excesivas postergaciones de alianzas político-electorales para la elección más importante desde el retorno a la democracia puede pasar la cuenta; no puede haber cabida en esta pasada para infantilismos y mezquindades en el arco antineoliberal chileno, de lo contrario se terminará hipotecando la única posibilidad real de cambiar el rol del Estado en los últimos 50 años.

Gonzalo Díaz Martínez
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Seminarista de Pedagogía en inglés en la Universidad de Los Lagos sede Osorno y ex Presidente de la Federación de Estudiantes de la misma universidad.