Luego de años de descomposición social, nuestra ciudadanía ha comenzado un proceso de reencuentro a partir del 18 de octubre que se ha visto acelerado por la crisis económica que ha despertado diversas iniciativas solidarias al interior de nuestras poblaciones. Es nuestro deber estar ahí, reconstruyendo el tejido social, recomponiendo la confianza del pueblo con las organizaciones sociales y políticas, sobre todo cuando esperamos profundizar nuestra democracia abriendo el poder hacia las comunidades locales.
por Alondra Arellano
Ha pasado un año desde el 18 de octubre y es difícil encontrar una imagen que logre sintetizar el sinfín de emociones que estallan al recordar aquella jornada histórica que nos abrió las puertas hacia un nuevo ciclo en la vida política, social y económica de nuestro país.
Podemos buscar cientos de metáforas o anécdotas, pero sin lugar a dudas todas nos llevan a reflexionar acerca del protagonismo del pueblo.
Seguramente, cada una de nosotras y nosotros guardamos diferentes momentos dentro de la lucha social que vamos a atesorar eternamente, pero nada se compara a la movilización popular, esa energía infinita cargada de rebeldía que hace un año se levantó para decir basta, de injusticias, abusos y exclusión.
Así, el pueblo trabajador, compuesto por diversas capas de la población, dejó al descubierto 30 años de democracia imperfecta, frente a una elite que pareció asombrarse con la precarización de nuestras vidas, pero que en menos de un año se encargó de traspasar todos los costos de la peor crisis en los últimos 40 años, justamente a las familias trabajadoras del país.
Han sido estos meses los más difíciles para la ciudadanía, acosada por la pandemia y el fantasma del desempleo, la población ha podido comprobar los estrechos márgenes de nuestro sistema político que le ha cerrado las puertas a aquellas medidas que han intentado ir en apoyo de quienes hoy más lo necesitan.
De esta manera, el pueblo ha vuelto a tropezar con una piedra que estamos a punto de derribar. Una Constitución que ha frenado todos los cambios que han exigido los diferentes movimientos sociales que han surgido en el país durante la última década y que la próxima semana será sometida a un plebiscito nacional en el que esperamos decidir acabar con esta institucionalidad a la medida de los poderosos.
Este es el primer paso dentro de un largo camino que debemos enfrentar las organizaciones políticas y sociales que esperamos una transformación completa del modelo neoliberal. Luego de años de lucha política hemos comprendido que en las actuales condiciones el modelo es irreformable por sí mismo y que necesitamos abrir los candados institucionales que hoy frenan nuestros deseos.
El punto que hoy quiero recalcar es que dentro de esta disputa estratégica necesitamos conjugar de forma virtuosa diferentes elementos que nos permitan efectivamente avanzar hacia una sociedad diferente.
Estos los podríamos resumir en la unidad de las fuerzas transformadoras bajo un programa político que tenga como prioridad la superación del estado subsidiario y la profundización radical de nuestra democracia, junto la construcción de un movimiento social estratégico que ponga al pueblo como protagonista de la disputa constitucional y se haga cargo de décadas de destrucción del tejido social.
Evidentemente estas son condiciones que la izquierda ha reflexionado durante varios años, pero es este el momento en el que debemos poner los esfuerzos para permitir que se concreten.
Hoy corremos el riesgo de que esta crisis sea una vez más clausurada por las elites. Una amenaza que la institucionalización y la disputa electoral siempre trae consigo, pero justamente el desafío que tenemos por delante es evitar el cierre de este conflicto y la pregunta es cómo.
En primer lugar necesitamos que los partidos políticos y las organizaciones sociales de izquierda o de corte antineoliberal comencemos un proceso de construcción programática y social que vaya más allá de las posibles alianzas electorales que se puedan formar al corto plazo y que estarán marcadas por las particularidades propias de cada elección.
Lo más relevante es que hoy logremos construir un bloque amplio antineoliberal que sea capaz de empujar cambios que para nosotros son imprescindibles, como la superación del estado subsidiario, la profundización de nuestra democracia, la protección de la mujer frente a la violencia machista, junto a la defensa del medioambiente y de los derechos laborales.
Pero hay que tener ojo y hemos repetido hasta el cansancio que la suma de las siglas no va a garantizar ni un triunfo electoral, ni la identificación por parte de la ciudadanía con nuestras organizaciones y liderazgos políticos. Hoy necesitamos la urgente territorialización de nuestras organizaciones y es por eso que no solo necesitamos un acuerdo programático, sino que hace falta que esa unidad se manifieste en nuestro barrios.
Luego de años de descomposición social, nuestra ciudadanía ha comenzado un proceso de reencuentro a partir del 18 de octubre que se ha visto acelerado por la crisis económica que ha despertado diversas iniciativas solidarias al interior de nuestras poblaciones. Es nuestro deber estar ahí, reconstruyendo el tejido social, recomponiendo la confianza del pueblo con las organizaciones sociales y políticas, sobre todo cuando esperamos profundizar nuestra democracia abriendo el poder hacia las comunidades locales.
Si logramos estos objetivos, podremos avanzar hacia un movimiento social en Chile mucho más maduro del que hoy nos encontramos, que sea capaz de mantener la movilización social y la disputa del proceso constituyente poniendo en el centro la participación de la gente.
Actualmente el llamado que hacemos desde Convergencia Social es a agotar todas las instancias que estén a nuestro alcance para generar esa unidad político y social que se haga cargo del desafío histórico con el que nos enfrentamos. Esperamos estar a la altura, pues una salida autoritaria por parte de la derecha fascista también se encuentra a la vuelta de la esquina.
La tarea es urgente y está sobre nuestros hombros, pero nunca antes tuvimos la posibilidad tan cercana de tomar la historia con nuestras manos y avanzar de una vez por todas hacia el país que soñamos, un Chile en el que nadie sobre, donde las mujeres, las disidencias, los pueblos originarios, la tercera edad, junto a las y los trabajadores podamos crecer con dignidad y libertad.
18 de octubre 2020, Alondra Arellano.
Presidenta de Convergencia Social.
Alondra Arellano
Presidenta de Convergencia Social.