Jaime Guzmán y la derecha conservadora contrarrevolucionaria concordaban con una supuesta visión apolítica del mundo. Por lo tanto, cualquier gremio que se introdujera en política era tildado inmediatamente de no seguir su naturaleza y estar sometido al materialismo. El apoliticismo se convierte en una herramienta de lucha efectiva en contra de las ideas revolucionarias. Este instrumento lo comienzan a utilizar técnicamente en el periodo de la campaña de Alessandri Palma (Castro, 2014). Esta construcción antipolítica coincidía perfectamente con las características de su pensamiento individualista, ya que el apoliticismo asegura frente a cualquier temática en debate una superioridad moral e individual de características naturales. Ser apolítico es estar sobre las ideologías y, por lo tanto, fuera de ellas mismas, de sus defectos mundanos, sus influencias y el dominio de un grupo “demagógico”. Guzmán enfocaba este apoliticismo a toda clase de instituciones; Estado, Ministerios, la iglesia y Universidades, ya que si ellas se politizaran la libertad individual se vería destruida por las políticas que se hayan instalado dentro de las mismas.
por Gonzalo Jara Townsend
Imagen / Monumento a Jaime Guzmán, Las Condes. Fuente: Wikimedia.
Las sucesivas generaciones seducidas por el paraíso de la “sociedad sin clases” que algún día llegaría luchaban por una utopía era contraria a la naturaleza humana. Pero aun falsa en sus raíces e imposible en sus promesas. El comunismo a movilizado voluntades con su mística peseudo-religiosa de las antirreligiones se ha nutrido del odio, pero también de la sed de absoluto que late en el ser humano. Hoy asistimos al reconocimiento universal de la democracia pluralista y de la economía social de mercado, como las fórmulas más adecuadas en un mundo cada vez más interdependiente […] Como se lo dijo Juan Pablo II a la juventud chilena, debemos mirar a cristo y descubrir en ÉL al rostro mismo de Dios. No es una cuestión puramente religiosa. Ello compromete todo nuestro futuro personal y social. La hora actual de la humanidad lo hace especialmente patente.
Jaime Guzmán, Final del comunismo y urgencia cristiana.11/11/90
Introducción
La siguiente investigación tiene la intención de indagar en una parte del recorrido discursivo presente en la construcción de la Constitución Chilena de 1980, la cual parte de ideas completamente reaccionarias, las que se pueden pesquisar por medio de los textos de Jaime Guzmán, uno de los impulsores más representativos de dicha carta. En muchos de sus escritos se explicita el conflicto entre lo comunitario y lo individual, resaltando a la vez, la polémica teológica explicita en sus aseveraciones filosóficas y políticas que se desarrollan en su eterna pugna contra la Democracia Cristiana y el Marxismo-Leninismo, los que eran consideradas para él como ideologías depravadas, contrarias a la naturaleza humana. Sus líneas de pensamiento son enérgicamente de características hispanistas, antimarxistas, tomistas, autoritarias, conservadoras y tradicionalistas. Por este motivo, se puede comprender que la única manera de ver a Guzmán es desde una Óptica reaccionaria, no revolucionaria como algunos quieren ver su proyecto político y económico (Olguín, 2016). El artífice de la Constitución se fundamenta directamente en una exacerbada idea sobre el “miedo” y el peligro de la destrucción de la sociedad chilena-hispánica, frente a enemigos externos e internos que deambulan de manera espectral por todos los espacios políticos del país. El fin de este esfuerzo ideológico y doctrinario se puede observar en la construcción de la constitución de 1980, en donde logra camuflar sus intenciones ideológicas por medio del neoliberalismo, del que no se le puede considerar un ideólogo en ninguno de sus casos, ya que sus intenciones no fue el modelo en sí mismo, sino que la doctrina cristiana que podía sustentar en él. Guzmán utiliza sus principios unidos a lecturas de Hayek y Novak que había tenido durante y antes de la formación de la comisión constitucional en los años 80. El fundador de la UDI, políticamente era pragmático, crea artilugios para poder moldear sus ideas sin dejar su eje central de lado, el cual, es el principio de “libertad individual” como base de una política que apuntará a entes “relacionales” y “substanciales” que conviven en dimensiones distintas. Estas dos no deberían acercarse, ni menos fusionarse, sino que repelerse cada vez más, ya que ellas no tienen la misma naturaleza. Para Guzmán, esta idea será su brújula y guía, su discurso político pragmático pavimentará el camino para la creación de una nueva constitución, instaurando la idea de “subsidiaridad” que se manifiesta ya en la encíclica Mater et Magistra (1961). El Estado subsidiario es la propuesta principal para la construcción de un Estado con influencias católicas. La Constitución 80 guardará esa base doctrinal que la distinguirá de cualquier otra carta fundamental anterior. Se manifiesta en la carta el inicio de una cosmología individualista, anti pluralista y puramente reaccionaria que se encuentra un en combate eterno en contra del mal.
El periodo contrarrevolucionario es base para las ideas posteriores de Guzmán
Para comenzar el análisis debemos partir observando las ideas que Jaime Guzmán mantuvo con fervor en su juventud, las cuales profesaba con beligerancia y que tenían características propiamente contrarrevolucionarias. Durante los años ´60, en el país existían distintos grupos conservadores que se oponían a los “demoliberales” y a la “tercera posición” de los Demócrata Cristianos (Gonzales y Contreras, 2014). Guzmán inicia sus influencias conservadoras por medio de las ideas recibidas por Osvaldo Lira (1904-1996),[1] las que son de características tomistas e hispanistas. Luego se acopló a las que se podían encontrar dentro de la revista Fiducia (1962) que era el órgano en Chile del movimiento fundado por Plino Correa de Oliveira (1908-1995) llamado Tradición, Familia y Propiedad (FTP)[2]. Este movimiento político-católico, defendía el tradicionalismo, filosóficamente se unían de manera ortodoxa a las ideas tomistas y proponían como sistema político el corporativismo, entendido como el enfoque social de la iglesia. Esta corriente contrarrevolucionaria se aleja de los postulados de la Revolución Francesa, Igualdad, Fraternidad y Libertad[3]. Este movimiento podría relacionarse con el fascismo externamente, pero esencialmente se opone al mismo, ya que este último defiende al Estado como entidad primordial en lo económico y político. Fiducia veía al Estado solo como algo “accidental” y no apoya la movilidad popular que reivindicaba el Fascismo (Castro, 2014). Este grupo, concebía la idea de una elite católica gobernante que tomara decisiones entorno a la mantención de jerarquías sociales. Tenía fuertes ideales elitistas[4], motivaba a constituir cuadros civiles que lograran influencias en lo político, su meta era crear una elite tradicionalista sumamente parecida a la nobleza, pero políticamente activa. Plinio correa de Oliveira, desde la óptica del conflicto, describe esto de la siguiente manera en su texto Revolución y contrarrevolución (1950):
El factor masa, según muestra la visión objetiva de la Historia, es secundario; lo principal es la formación de las elites. Ahora bien, para esa formación, el contra-revolucionario puede estar siempre aparejado con los recursos de su acción individual y puede, pues, obtener buenos frutos, a pesar de la carencia de medios materiales y técnicos con que, a veces, tenga que luchar. (Correa de Oliveira, 2015: 48).
Guzmán en esta época no pretendía convencer a las masas, sino que ser parte activa de cuadros elitista tradicionalistas que lucharan en contra de la revolución que estaba comenzando a manifestarse. Guzmán manifiesta su apoyo a estos movimientos que fueron significativos para él. escribió varios artículos en la revista Fiducia, pero uno del año 1962 titulado ¡Viva Franco!, ¡Arriba España! es en donde muestra su actitud política hacia el coorporativismo, en donde los “órganos intermedios” cobran relevancia frente al Estado. Habla positivamente del nacionalsindicalismo[5] que se acopla a las ideas de los corporativistas afirmando de él que lo siguiente:
Es partidario de una organización corporativa de la sociedad, basada no en partidos políticos, sino en la familia, el municipio y el sindicato, órganos intermedios entre la sociedad y el Estado, con derechos y deberes anteriores y superiores a él, de auténtico derecho natura. (Castro, 2014: 64)
En este fragmento podemos notar los principios esenciales cristianos y tomistas que se mantendrán en Jaime Guzmán dentro de su centro doctrinario el de “órganos intermedios” y los “derechos naturales”. Estos principios marcan una superioridad de las “personas” frente al Estado, no desde un punto de vista liberal, sino que desde una óptica teológica. Guzmán afirma en el texto anteriormente citado, que estos dos elementos se encuentran dentro de la encíclica Mater et Magistra (1961)[6] de Juan XXIII la cual trata de abordar la “cuestión social” desde una óptica cristiana (Castro, 2014). En el apartado 37 de la encíclica antes nombrada, podemos leer afirmaciones en donde se asevera que los “grupos intermedios” deben ser los que lideren la economía de un país cristiano, en donde no se encuentren las tendencias “socialistas” ateas y “liberales” laicas:
Esto exige, en primer lugar, según las enseñanzas de nuestro predecesor, la reconstrucción del orden social mediante la creación de organismos intermedios de carácter económico y profesional, no impuestos por el poder del Estado, sino autónomos […] (Juan XXIII, 1961)
Estos “grupos intermedios” son organizaciones que parten de la naturaleza humana anterior al Estado; la persona, la familia, el municipio, la región y la corporación (Gremios y sindicatos). Entonces desde estos órganos intermedios pasamos a analizar lo que se entiende como “auténtico derecho natural” o “ley natural” de los hombres, concepto propio del tomismo. Para Santo Tomas de Aquino (1983), los seres humanos son “substancias compuestas” es decir que mantienen materia y alma. El ser humano seria libre, racional e individual, cosa que puede argumentar desde los conceptos de libre albedrío y voluntad. Por lo tanto, como persona, se podría definir como una sustancia individual, que tiene una naturaleza racional de características trascendentales (Santo Tomas, 1983). Esto lo separa de otras entidades, ya que esta individualidad y la unificación personal con lo trascendental, lo hace un hombre libre de otros. Por esto, uno de los derechos naturales del hombre es la libertada individual que Santo Tomas (1959) la fundamenta desde San Agustin: “Dice San Agustin: Dios quiso que el ser racional, hecho a su imagen, fuese señor solo de los seres irracionales; no quiso que fuese señor el hombre del hombre, sino solo de las bestias” (Santo Tomas, 1959: 734) Con esto, les entrega una naturaleza libre a los hombres, un derecho natural que la Iglesia lo fomentará desde el punto de vista de su individualidad anterior al Estado, ya que este último no es una entidad de características divinas ni menos trascendentales. Según Miguel Rojas Mix en su texto El Dios de Pinochet (2007) esta construcción tomista se puede explicar de la siguiente manera:
La idea de persona humana, esencia anterior al Estado, es tomista. El Doctor angélico habla de una ley natural innata, que prologa todo tipo de organización; pero en él, persona humana se confunde con la ley natural, pues esta tiene carácter totalizador; abarca toda conducta humana. Dice el dominico que, si bien es cierto que todos los actos buenos no están mandados por la ley natural, al menos todos los actos malos si están prohibidos por ella. En la antelación de la persona humana al Estado, se funda la prioridad de los preceptos naturales sobre los positivos. (Rojas Mix, 2007: 117)
Desde este punto de vista, Rojas Mix (2007) destaca que la carta encíclica Mater et Magistra busca una solución al problema que existe entre un hombre libre frente al Estado; derechos naturales antes que derechos positivos. En el capítulo II de la encíclica, titulado Puntualidad y desarrollo de las enseñanzas sociales de los pontífices anteriores, en el apartado Iniciativa privada e intervención de los poderes públicos en el campo económico se puede apreciar lo siguiente:
51.Como tesis inicial, hay que establecer que la economía debe ser obra, ante todo, de la iniciativa privada de los individuos, ya que actúen éstos por si solos, ya se asocien entre sí de múltiples maneras para procurar sus intereses comunes.
52. […] como es debido, una producción creciente que promueve el progreso social y redunde en el beneficio de todos los ciudadanos.
53. Esta acción del Estado, que fomente, estimula, ordena, suple y completa, está fundamentada en el principio de la función subsidiara, formulada por pio XI […] (Juan XXIII, 1961).
De estos “grupos intermedios” y estas leyes naturales se armonizan en los que llamará la carta encíclica un “Estado Subsidiario”. Este se preocupará de brindar ayuda e incentivar al ser humano individual y libre en sus haceres económicos y políticos, apuntando a mantener que los estos grupos medios tengan autonomía, protegerlos contra las fuerzas que quieran arrebatársela, y mantener el derecho natural individual, el que se resume en un plano económico en la propiedad privada. Ahí es donde el hombre puede ampliar sus aptitudes y desarrollar su voluntad siguiendo la tradición cristiana. El Estado debe respetar y hacer respetar el siguiente silogismo:
El derecho natural es anterior al derecho positivo e inmodificable por este.
La propiedad privada es el derecho natural.
Ergo. El derecho positivo no puede cambiar el estatuto de la propiedad. (Rojas Mix, 2007: 122)
Estos serán los principios puramente contrarrevolucionarios y reaccionarios que nacen del tomismo que Jaime Guzmán abrigará en su ideario político. El no responderá al principio de libertad, igualdad y fraternidad, sino que explícitamente atenderá a lo que es Tradición, Familia y Propiedad, principios netamente teológicos que serán rearticulados durante su vida para poder utilizarlos de manera pragmática en distintos escenarios dentro del país. Estos principios lo harán constituir una teoría de “amigo-enemigo”[7] permanente contra el marxismo, el catolicismo progresista y movimientos laicos. Guzman está muy acorde con la “filosofía política de la contrarrevolución”[8] afirmando que estos grupos buscan eliminar el derecho natural, la propiedad, al individuo y, en consecuencia, a los grupos medios como bases económicas.
El miedo como herramienta política
En febrero del año 1969 en la revista Portada, Jaime Guzmán escribe un texto titulado El miedo. Síntomas de la política-nacional chilena. Este artículo es de interesante análisis, ya que es de años posteriores de su activismo en los cuadros de elite de Fiducia y marca el momento de encumbrar su propio camino político. A lo largo del texto mantuvo su eje central, su brújula contrarrevolucionaria y, a la vez, es en donde marca otra de sus herramientas políticas que utilizará de manera constante en sus discursos e intervenciones, el concepto de “miedo”.
En el año 1964 había sido electo presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), llevando como bandera de su programa la consigna “Revolución en Libertad”. A través de él se destacan paulatinas reformas lideradas por el Estado para modernizar el país y detener de esta manera la avanzada de las izquierdas marxista-leninistas, que atemorizaba a la clase dirigente. Jaime Guzmán observa que en el “ciudadano medio” lo que existe es “temor” y “miedo” (Guzmán, 1991) frente a las fuerzas del Estado y los partidos que los gobiernan. Guzmán (1991) inicia su discurso hablando del hombre como un ser substancial y eterno, que está comenzando a ser dominado por este ser relacional y contingente. Existe un miedo frente a las operaciones reformistas que están eliminando las libertades individuales. Es el comienzo de la persecución en contra de los seres humanos que estén en desacuerdo con estas avanzadas del Estado, los que, según Guzmán, serán perseguidos por estar en contra de ellas (Guzmán, 1991). Para el autor, el hombre común vive de esta desconfianza, afirma que esta fuerza filosóficamente está representada por el “materialismo” que no ha logrado unir “teoría y práctica”, sino que las ha mantenido en dos polos opuestos, conservando la dicotomía moderna del cartesianismo y el idealismo. Para Guzmán (1991) los grupos materialistas han desarrollado una visión errada de la práctica y la teoría, al no percatarse de lo siguiente:
La verdadera teoría abstrae principios generales de la fiel observación de la naturaleza de todos los seres creados, y la “practica”, entendida como aquel contexto social en que los principios teóricos pueden y deben aplicarse. Y que, al hacerlo, condicionan no solo la vida institucional, sino la propia vida familiar e individual de los seres humanos que la integran. (Guzmán, 1991: 257)
El miedo viene del mal análisis de estos dos principios que han hecho los materialistas, los cuales han dejado de lado a la familia y las individualidades que integran un Estado. El miedo verdaderamente es hacia la posibilidad de que exista una fuerza que no permita el desarrollo de las individualidades, afirma el autor:
Desde hace un tiempo, Chile ha escogido el camino del estatismo. Con matices diferentes según el gobierno imperante, el Estado ha ido invadiendo y controlando progresivamente los mas variados campos de la actividad nacional. Subrepticia o desembozadamente, su función de coordinación y subsidio de la vida social ha cedido paso a una función rectora cada vez mas extendida; dotada para ella de un poder sin contrapeso, se ha convertido potencialmente en una especie de árbitro supremo del destino de cada ciudadano y de cada agrupación humana. Baste con aquilatar, por mera vía de ejemplos, las numerosas implicancias que se derivan de que el Estado controle, en la actualidad, más del 70% de las inversiones nacionales. (Guzmán, 1991:258)
Las personas tienen miedo de perder su libertad en manos de un Estado y de los partidos políticos que lo preceden, situacion que para Guzmán no apuntarían a construcción del individuo en su dignidad. El conflicto Estado-individuo nace del “miedo” de que ese poder destruya los “principios insondables de la metafísica” que sería mantener al hombre en su espacio ontológico natural. El miedo ostentara a los hombres actuar y pensar su propia naturaleza, llevándolos a combatir y disminuir al Estado, convirtiéndolo en un cuerpo mutable:
Ahora bien, del carácter objetico y cognoscible de la naturaleza humana se deriva la posibilidad de formular el fin del Estado, y de la inmutabilidad de a que ella fluye en cierto carácter permanente de éste (Guzmán, 2019: 22)
En conclusión, el miedo que estaba sintiendo el hombre frente a esta maquinaria estatal dirigida por cuadros de partidos progresistas, dará pie para responder a cada una de esas individualidades de manera natural, a través de su propia naturaleza metafísica, que se posicionaría en contra de los seres “relacionales” que tratan de someter su libertad. Desde este momento se deja claro quiénes son los enemigos de los hombres libres.
El enemigo político: cristianos progresistas y marxistas leninistas
Jaime Guzmán y la derecha conservadora contrarrevolucionaria concordaban con una supuesta visión apolítica del mundo. Por lo tanto, cualquier gremio que se introdujera en política era tildado inmediatamente de no seguir su naturaleza y estar sometido al materialismo. El apoliticismo se convierte en una herramienta de lucha efectiva en contra de las ideas revolucionarias. Este instrumento lo comienzan a utilizar técnicamente en el periodo de la campaña de Alessandri Palma (Castro, 2014). Esta construcción antipolitica coincidía perfectamente con las características de su pensamiento individualista, ya que el apoliticismo asegura frente a cualquier temática en debate una superioridad moral e individual de características naturales. Ser apolítico es estar sobre las ideologías y, por lo tanto, fuera de ellas mismas, de sus defectos mundanos, sus influencias y el dominio de un grupo “demagógico”. Guzmán enfocaba este apoliticismo a toda clase de instituciones; Estado, Ministerios, la iglesia y Universidades, ya que si ellas se politizaran la libertad individual se vería destruida por las políticas que se hayan instalado dentro de las mismas:
Por esta razón, y no por otra, es que las universidades ni deben adscribirse a ningún diagnostico de la realidad social, ni a ninguna ideología o partido político, Su papel consiste, pues, en suministrar los elementos científicos, para que los universitarios como individuos, los partidos o movimientos políticos, y los ciudadanos en general, adopten la line de acción que en conciencia les parezca más adecuada. Si la universidad también pretende abarcar este otro plano, no solo invade una zona que no le pertenece, sino que, al desviarse de su propio fin, instrumentaliza su trabajo e inicia la ruta para su propia autodestrucción que afecta a toda entidad que violente gravemente la naturaleza que le es propia y especifica. (Guzmán, 1991: 264)
Dos ejemplos de estos ideólogos pro-estatistas que estaban tratando de influenciar dentro de las instituciones y que tenía como intención, según Guzman, sofocar las libertades, son nuevamente el catolicismo progresista y el Marxismo-leninismo. Estas fuerzas políticas tratan de tomar cuadros dentro de estas instituciones y el fundador de la UDI concibe a estas potencias como no naturales debido que construyen un mundo artificial dentro de estas instituciones, las que que para él debían tener características neutrales.
En un texto llamado La iglesia chilena y el debate político (1972) Guzmán se encarga de tomar por las astas esta problemática. La Falange, al convertirse en La Democracia Cristiana comienza a adquirir una actitud política de “tercera posición”, la cual era criticada, tanto por el Partido Comunista[9] como por los conservadores de derecha. La Democracia Cristiana chilena adquiere los postulados filosóficos del neotomismo de Jacques Maritain (1984) quien en su filosofía versada en la idea de un “humanismo integral”, compromete a Tomas de Aquino con una filosofía existencialista[10]. Estos pensamientos comienzan a tomar fuerza después de la II Guerra Mundial en donde debía existir una tercera vía entre el Capitalismo y Socialismo. Los DC Trataban de ver la utilidad de la “atribución personal de la propiedad” y la “utilidad común” para de esta manera llegar al mal menor. Respecto a esto escribía Maritain:
El mal menor debe ser aceptado para evitar el mal mayor; y el mal mayor consiste en que los valores evangélicos, los valores de la verdad y de la justicia y de amistad fraternal únicos que por su elevación pueden asegurar el bien común de las ciudades y de las civilizaciones y la esperanza terrestre de los hombres. (Maritain, 1984: 239)
Para los Demócratas Cristianos que habían adquirido estas posiciones de “tercera posición” y la postulación al “mal menor” en favor de los “valores evangélicos”, provoco que lograran pactar en muchos de sus postulados con movimientos de izquierda marxista y esto fue lo que comenzó a criticar Guzmán del progresismo católico, que él podía resumir en la frase de Frei Montalva “hay algo que es peor que el comunismo y es el anticomunismo” (Guzman,1991). Estas posiciones, tolerantes, pluralista y humanistas eran el meollo del asunto para Guzmán, ellas estaban provocando el “miedo” en la sociedad civil, ya que, a través de estas mismas, es como estaban entrando las ideas marxistas proestatistas en las instituciones que debían ser apolíticas. Para Guzmán, los comunistas eran especies de entidades que se fructificaban de los Estados débiles y así poder conquistarlos, eran oportunistas, totalitarios y trabajaban aprovechándose de estos grupos pluralistas y tolerantes como lo era la Democracia Cristiana, todo esto con la intención de tomar posiciones dentro de la sociedad. Guzmán (1991) cita a Alessandria para explicar el método del marxismo que utilizaba para aprovecharse de estos partidos democráticos
El comunismo jamás se ha impuesto por la convicción, por el valor de su doctrina; siempre se a validado de la debilidad de los Estados y partidos llamados “democráticos”, y ha escalado el poder para poder constituirse en el amo implacable de todos los que no piensen como él […]la iglesia y todos sus hijos no pueden esperar sino persecución, lágrimas y sangre (Guzman,1991: 275)
Guzmán, en su afán de creación de un antagonismo antimarxista utiliza este argumento vulgar para desmerecerlo, pero al parecer el más esencial es su “ateísmo”, el cual es incompatible con la doctrina cristiana en todo su ámbito. Al ser el marxismo una posición atea es difícil pensar que está en algún momento tenga una apertura hacia Dios, ya que esta misma se funda en principios materialistas que están en contra de la naturaleza del ser humano. La colaboración con los cuadros del marxismo que planteaban los cristianos progresistas era absurda en sus principios. Esta idea de unión entre marxistas y cristianos para Guzmán es la contradicción política y teológica eminente. Guzmán debate abiertamente con Raúl Silva Enrique, quien tenía una posición distinta y abierta en lo relacionado a trabajar con el movimiento socialista. Afirmaba el cardenal:
Hoy queremos comprometernos y comprometer a la iglesia, no solo con la palabra, sino también con nuestro acto en la lucha del campesinado y del obrero por la liberación y bienestar (Silva Enrique, 1976: 230).
Esta clase de posiciones eran totalmente contrarias a la tradición católica a la cual inscribía Guzmán desde su juventud. Él estaba convencido de que el marxismo no tenía intenciones de unificación, sino de división nacional y estaba utilizando a la Iglesia Católica para lograr la “dictadura del proletariado”, posicionándose en las bases, y así, de esta forma llegar a cabo su cosmología del “hombre nuevo” (Guzmán, 1991).
Para Guzmán evidentemente estas dos posiciones antes nombradas se convierten en el enemigo por antonomasia, ellas dos hablaban de revolución una de manera directa y la otra de una “Revolución en Libertad”. Esencialmente estos eran los representantes del mal, ya que trataban de usurpar la libertada natural del ser humano por medio de la opresión del Estado. Entonces ¿Qué solución da Guzmán frente a esta posición proestatistas?
Continúa en la Parte 2
[1] Osvaldo Lira en su libro La vida Entorno (1949) que es un texto que se divide en varios ensayos, en donde muestra su pensamiento filosófico y estético. En él podemos encontrar tres escritos que no pueden guiar por medio de su pensamiento. El primero es Introducción a la monarquía dantesca en donde relaciona la monarquía planteada por el poeta con el Estado ecuménico cristiano el cual se presentaría como un Estado universal al igual como debía ser el de Cristo. El segundo es el texto Pensamiento y medida de Mariatian, en donde pone en discusión el tomismo del filósofo francés, acusándolo de tener una visión política sesgada y crear un confucionismo en los cristianos especialmente en el continente que comenzaron a hablar de un existencialismo y un humanismo. Y el tercero, Titulado Visión de España, En la muestra la grandeza del pensamiento Hispánico y sus tradiciones que han transitado por medio de los siglos y su balarte como fuerza política cristiana, la cual debe recuperar a como dé lugar (Lira, 2014). Estos tres artículos muestran su concepción conservadora frente a un mundo que postulaba al progreso humanista. Lira responde desde el cristianismo monarquista e hispanista frente a un mundo que pretendía avanzar a la revolución. Estas lecturas evidentemente cautivaron a Guzmán durante su formación por su fuerza y oposición al avance de las fuerzas no cristianas.
[2] Este grupo se autodenominaba como “contrarrevolucionario”. Operó durante muchos años en Chile, hasta los años 90. Podemos observar la ideología dentro de la organización, su anti igualitarismo y su aprecio por la nobleza que es vista como una clase atacada por las fuerzas progresistas con la siguiente cita de Oliveira: “Los TFP y bouraux TFP difundidos por Europa, las tres Américas, Oceanía, Asia y África son muy favorables a que se hagan de la clase trabajadora todas las mejoras oportunas; pero no pueden hacer ser suya la idea de que dichas mejoras impliquen la desaparición de las demás clases, o a una tal mengua de su significado, deberes derechos y funciones en favor del bien común que equivale a su virtual extinción. Empeñarse en resolver la cuestión social achatando todas clases en ilusorio veneficio de una sola, supone provocar una autentica lucha de clase, ya que suprimirlas todas en beneficio exclusivo de la dictadura de una sola -el proletariado- supone reducir a las demás a la alternativa de aceptar su legitima defensa o la muerte […] Si la iglesia se interesa por la cuestión social no es porque ame exclusivamente a los obreros: no es Ella un partido laborista fundado para proteger a una sola clase social ; Ella ama a las diversas clases considerada cada una aisladamente y sin nexo con las demás, la justicia y la caridad que se empeña en hacer reinar entre los hombres; y por eso ama a todas las clases sociales…incluso a la Nobleza, tan combatida por la demagogia igualitaria” ( Correa de Oliveira, 1993: 24).
[3] Esto principios se oponen directamente con los del catolicismo contrarrevolucionarios los cuales eran: “Monarquía”, “aristocracia” y “democracia” (Correa de Oliveira, 1993).
[4] La contrarrevolución coincide con León XII que decía que las elites eran propulsoras del progreso y guardianes del tradicionalismo. Para la contrarevolución solo hay progreso en la tradición: “la tradición evita a las sociedades el estancamiento, así como el caos y la rebelión […] los nobles prolongan en la tierra la existencia de los grandes hombres del pasado” (Correa de Oliveira, 1993: 72-73). No parece extraño que dentro del conservadurismo chileno contemporáneo se mantengan esta idea de que las grandes familias son vistas como benefactores de la sociedad en su conjunto.
[5] El Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista fue un partido político en Chile recién en el año 1963 y en 1965 se unen al Partido Nacional. Tenían tendencias fuertemente anticomunistas y, a la vez, tenían un carácter totalitarista. (Cortes-Fuentes, 1967).
[6] Vuskovic y Fernandez (2014) ponen hincapié en esta encíclica, ya que en ella están la cuestión social desde un punto de vista cristiano. Pero ellos creen que verdaderamente esta tiene finalidades apologéticas al capitalismo y un anti-socialismo explicito. Escriben lo siguiente: “Sobre ella el Washinton Post a dicho que se le debería considerar como el manifiesto del nuevo capitalismo y que su objetivo es hacer aceptable este régimen a la conciencia humana […] la encíclica sigue insistiendo en los lineamientos generales de las jerarquías eclesiásticas en relacion a la propiedad privada de los medios de producción […] no alude el problema de la coexistencia pacífica” (Vuskovic-Fernandez, 2014:71-72)
[7] Guzmán mantiene constantemente la lógica dicotómica de; buenos-malos, amigos-enemigos y Estado-persona. Esta es propia de los movimientos reaccionarios, ya que ellos no pretenden llegar a ninguna síntesis, sino que perpetuar el conflicto, y así manera mantener los principios autoritarios que versan en el miedo al “otro”. Schmitt en su texto el concepto de lo político (1928) escribe sobre esta lógica de definición del enemigo: “simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinta y extraño en un sentido particularmente intensivo” (Schmitt, 1998: 57)
[8] Esta filosofía tiene como principios el romanticismo a las situaciones medievales, eran conservadores y reaccionarios. Ellos creían que se debía utilizar al Estado como medio en contra de sus enemigos y de todo intento revolucionario de ir en contra de la tradición. Es por este motivo que ellos no creen en las construcciones modernas de un estado racionalizado, sino que, muy por el contrario, aceptan que este sea solo un medio para poder utilizar la “decisión”. Para esto hombres de espíritu medieval, los humanos no son educables, ya que su naturaleza no puede cambiar, ellos son solamente gobernables, dado que son malos por naturaleza. Todo lo que sea contrario a la “decisión” es considerado como laico y ateo, por lo tanto, anticristiano. En resumidas cuentas, un contrarrevolucionario solo ve posibilidad de “autoridad y anarquía” (Schmitt,1950). Es evidente que Guzmán participaba de este pensamiento y que lo mantuvo hasta su muerte.
[9] Una de las críticas más relevantes en los años 60 fue la hecha por el partido comunista por medio de Sergio Vuskovic y Osvaldo Fernández. Estos dos intelectuales porteños critican en dos partes a la democracia cristiana en su texto La teoría de la ambigüedad. Bases ideológicas de la democracia cristiana (1964). La primera es una crítica a la ambigüedad de las encíclicas papales y su poco compromiso social. Primero ninguna encíclica habla de un cambio revolucionario ni popular, como segundo niegan la sociedad comunitaria creen en las “reformas de las reformas”, como tercero, creen todavía en un derecho natural el cual se interpone al bien común, postula a un bien individual, el cual concuerda con el capitalismo y sus constituciones. La jerarquía social católicas se mantienen por lo tanto las reglas son divinas y los que conocen esas reglas gobiernan. Como último, niegan la existencia de las clases sociales poniendo en cuestión la liberación de una clase oprimida optan por el ideológico equilibrio social. En su segunda parte se critica las bases filosóficas de la democracia cristiana en especial el “intelecto agente” de Tomas y el neotomismo de Mariatian que agrandes rasgos su implica la protección de la propiedad privada, la democracia y la igualdad que para este último no puede superar las jerarquías cristianas (Vuskovic, Fernandez, 2014).
[10] En el texto de Maritain titulado El humanismo de Tomas de Aquino (1941) hace una explicación del existencialismo y, la ves, de lo que considera como su humanismo. A este último lo llama “el humanismo de la Encarnación” que lo define citando a Tomas: “Ser humano, decía, es tener para el hombre un sentimiento de amor y piedad” este mismo amor es lo que lo convierte al filósofo según Mariatian en un existencialista “porque el amor no se dirige a esencias se dirige a existencias reales”, en consecuencia hay una comprensión entre los hombres que son todos un “único hombre”: “los hombres todos, nacidos de Adan, escribe Sato Tomas, pueden ser mirados como hombre único, en cuento comunican en una misma naturaleza, que han recibido de su primer padre” (Maritain, 1983: 245) todos ellos conviven en el mismo amor que apunta a la existencia concreta que es para todos los hombres por igual. Esto es completamente al tomismo ortodoxo que niega la unidad de los hombres y que el amor se enfoque en el reconocimiento de una existencia.
Gonzalo Jara Townsend
Profesor de filosofía, Magíster en Filosofía por la Universidad de Valparaíso y estudiante del Doctorado en Filosofía de la Universidad de Chile.