La crisis sanitaria y los gobiernos locales: una oportunidad para transformarnos desde los territorios

He ahí el desafío de las fuerzas políticas de Izquierda de darle un valor en sí mismo a la inserción social en tanto riqueza pragmática de construcción política, el valor de la democracia participativa residirá en la colectivización de la producción material de nuestra existencia, y en la capacidad que generemos de resolver nuestras necesidades con una sociedad más politizada. Es fundamental democratizar las formas de hacer política hacia afuera y hacia dentro, es decir al interior de los mismos partidos también. De lo contrario, solo seguiremos en la senda de la vieja política, el clientelismo y el patriarcado.

por Natalia Mazú

Imagen / Santiago durante la pandemia. Fuente: Flickr.


El rol de los gobiernos locales en la administración y ejecución de políticas dentro de un territorio, resultan ser determinantes para la vida de las personas. Los municipios son la institucionalidad del conglomerado estatal que resulta ser más próxima a los ciudadanos. La administración y gobernanza de un territorio conlleva una directa relación con la realidad social de las familias de una localidad específica, que sin duda tendrán singularidades y particularidades ligadas a cada una.

Cuando nos enfrentamos a la crisis pandémica, la reacción local no solo ha resultado ser determinante, sino protagónica y fundamental, contrastando con la indiferencia y negligencia que el gobierno de turno ha demostrado. Es la comunidad organizada y los alcaldes, quienes han dispuesto medidas urgentes que han dado mayor rigurosidad a los esfuerzos para enfrentar la pandemia en nuestro país. El rol decisivo de los ediles para tomar decisiones rápidas e importantes, como cierres de establecimientos educativos, comercios, planificación de los servicios de salud local, entre otros, resultó una muestra de sensatez ante la celeridad que requiere el impedir la propagación del virus SARS-COV-2.

Frente a este escenario cabe preguntarse por la importancia que adquieren y tienen los gobiernos locales ante una situación de emergencia, y en general, sobre el impacto que tiene la acción de sus políticas en nuestra vida cotidiana, pese a la fuerte centralización de nuestro Estado y sus recursos.

Es pertinente tener en cuenta que el rol de los gobiernos locales en cuanto a articulación de fuerzas, vinculación e implementación de políticas conjuntas y coordinadas entre una comuna y otra, son una presión para el Ejecutivo, e incluso pueden llegar a definir de manera más consistente la política hacia arriba. Hay que entender al gobierno local como el espacio que permite la circulación, articulación, acción y práctica de la democracia participativa, en tanto lugar donde los actores sociales y ciudadanas/os comunes se pueden hacer presentes en definiciones políticas que determinan nuestra cotidianidad.

Otorgar protagonismo y delantera a los gobiernos locales desde el nivel central y a su vez fomentar la construcción de tejido social en pos de la participación ciudadana, es un ejercicio de desarrollo diferente, que conjuga democracia horizontal con verticalidad institucional. Entregar una corresponsabilidad y participación social en tanto aplicación de la democracia horizontal, participativa e inclusiva, permite definir nuestras vidas mediante un vínculo con la realidad inmediata.

Así, es posible ir delineando políticas que permiten institucionalizarse y formalizarse con un diálogo entre el mundo social y la política institucional, en una suerte de conjugación entre verticalidad y horizontalidad política. La mejor dialéctica de la política es cuando se logran considerar ambas esferas donde los ciudadanos y ciudadanas se hacen presentes de manera activa y tangible, desde sus organizaciones, logrando protagonismo en los gobiernos en tanto espacio de comunión con el mundo social y no de mera administración y clientelismo.

Expresiones materiales de ello son, por ejemplo, la Universidad Abierta de Recoleta, la Inmobiliaria Popular, las farmacias populares en distintas comunas. Iniciativas donde es posible ver cómo la articulación y proyectos con y desde los ciudadanos-as, acompañados de conocimientos técnicos y profesionales, permiten que se transformen en verdaderas políticas públicas que resuelven problemas cotidianos de nuestra gente.

Se hace fundamental la forma en cómo entendemos, cómo disputamos y cómo proponemos nuevos Gobiernos Locales, donde el eje y centralidad no debiese ser la disputa electoral para gobernar un territorio sino empoderar las comunidades: Levantar candidaturas de nuevas figuras de izquierda en un liderazgo territorial, amerita mucha disposición por involucrarse en la realidad cotidiana y vivencial del mismo territorio, siendo relevante hacer una reflexión conjunta de las militancias partidarias y sociales, con trabajos concretos que dispongan inserción social, por ejemplo, resolviendo problemas urgentes que en la actualidad se presentan: fomentar el desarrollo económico local, mediante proyectos de cooperativas, levantar iniciativas educativas y culturales en los barrios como bibliotecas ciudadanas, entre varias necesidades inmediatas más, que van de la mano con la contención de la vulnerabilidad social de los mismo barrios.

En rigor, se requiere una militancia realmente involucrada con el territorio que se pretende trabajar, no pensándolo como una disputa electoral, sino más bien como un involucramiento, un conocimiento y una identificación con la comuna. La disputa electoral, si se aplica con el método de la vieja política, no se impregna con el territorio en un sentido amoroso, solidario y de empoderamiento de la gente que lo vive.  Se basa más bien en una construcción política patriarcal de poner la política por arriba de las personas, instalándola de una manera paternalista, sin involucrar a quienes viven la realidad territorial en los procesos, reduciendo a la gente a una mera base electoral, es una política violenta y patriarcal de la que hoy es urgente desprenderse.

He ahí el desafío de las fuerzas políticas de Izquierda de darle un valor en sí mismo a la inserción social en tanto riqueza pragmática de construcción política, el valor de la democracia participativa residirá en la colectivización de la producción material de nuestra existencia, y en la capacidad que generemos de resolver nuestras necesidades con una sociedad más politizada. Es fundamental democratizar las formas de hacer política hacia afuera y hacia dentro, es decir al interior de los mismos partidos también. De lo contrario, solo seguiremos en la senda de la vieja política, el clientelismo y el patriarcado.

Si no fuera por la mano firme de los gobiernos locales y de las comunidades organizadas, donde son los mismos vecinos y locatarios quienes desarrollan acciones concretas para hacer valer sus cuarentenas y medidas de resguardo, como cortes de entradas a balnearios y localidades que son destino tradicional para días de descanso, trabajadores de comercio demandando medidas de resguardos y cierres de locales, alcaldes que determinan de manera localizada políticas de cierres de establecimientos educacionales, malls, diversos comercios, entre otras, las cifras de contagiados y muertes que lamentamos podrían ser mucho peores.

Esto porque los ministerios y el gobierno no han sido capaces de enfrentar con disciplina y prioridades claras la crisis sanitaria. También otras instancias políticas y sociales -como el mismo Colegio Médico- han sido claves a la hora de tomar determinaciones responsables ante la pandemia, por ejemplo, postergar la fecha de plebiscito, acciones que han resultado no menores para mitigar la crisis, y darle celeridad a las medidas de emergencia y prevención que el Gobierno se resistía a ejecutar. De esta forma, ha quedado en evidencia que la fuerza social y la institucionalidad local, unidas, no son espacios de bajo perfil para determinaciones políticas que impactan en nuestras vidas.

Con el estallido social de octubre y esta Emergencia Sanitaria Mundial se hace explicita la centralidad de la riqueza territorial, del mundo social, su articulación y su protagonismo político. Administrar y gobernar una localidad debiese tener como primer desafío escuchar e involucrarse en los territorios, considerando su composición humana y ambiental, fortaleciendo la riqueza local en tanto humana y natural.

Sobre todo, hoy que la economía capitalista entra en recesión y con la crisis medioambiental como telón de fondo, se abre la oportunidad para preguntarnos cómo configuramos una nueva propuesta donde no solo se enriquezca la vida humana sino también la natural, los ecosistemas. El cambio de paradigma y mentalidad que conlleva la transformación de nuestra sociedad tiene que ser completo.

Tenemos la oportunidad de fomentar el desarrollo económico local, bajo economías circulares y solidarias donde se considere la vida humana como una más dentro de un ecosistema más amplio. Convivamos con nuestros territorios en comunión con la vida, la humanidad y la naturaleza e invitemos a fomentar y proponer nuevas formas de hacer política con la gente y desde la gente, desde los territorios y considerando la riqueza natural en una relación dialéctica para con nuestra tierra y con nuestros pares. Levantando territorios organizados, feministas e inclusivos, politizados y participativos, retribuyendo el entorno donde nos situamos. La crisis mundial, hoy, nos abre una oportunidad para profundizar una transformación de nuestras vidas y para proyectar un cambio de paradigma de la humanidad. Como diversas izquierdas, el desafío queda abierto por hacer la política un ejercicio ciudadano que convoque y que reencante a las mayorías y despojarla de la cuna y el privilegio de unos pocos. Los Gobiernos locales, hoy, son un punto central para generar verdaderas propuestas de transformación y cambio.

Natalia Mazú
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Socióloga, diplomada en gobierno local y administración municipal, trabajadora honorario programas fosis.