El coronavirus como síntoma del capitalismo

Estos enfermos habrán muerto de capitalismo y no tanto de coronavirus, al igual que tantos otros contagiados en países pobres africanos, asiáticos y latinoamericanos en los que las carencias médicas, infinitamente mayores, son también por causa del capitalismo y su lógica de saqueo, expoliación, comercio inequitativo, enriquecimiento de unas regiones a costa de otras, colonialismo y neocolonialismo, imperialismo y distribución desigual de la riqueza. El mismo capital hará que los contagios y las muertes por coronavirus se distribuyan desigualmente, injustamente, entre quienes pueden confinarse y quienes deben trabajar para sobrevivir, entre quienes van en automóvil y quienes deben usar el transporte público, entre quienes poseen amplios espacios para vivir y quienes viven hacinados en rincones estrechos e insalubres, entre quienes duermen en casa y quienes pasan la noche en la intemperie, entre quienes tienen y no tienen agua corriente, entre quienes están bien alimentados y quienes están desnutridos, entre quienes están sanos y quienes tienen alguna de las innumerables enfermedades ligadas con la pobreza, entre los que podrán y los que no podrán contar con atención médica, etc.

por David Pavón-Cuéllar

Imagen / La peste en Florencia descrita por Bocaccio, L. Sabatelli. Fuente: Wikicommons.


La peste del feudalismo y el coronavirus del capitalismo

Escribiendo en el año 2000, el historiador marxista francés Guy Bois no sólo describió con lucidez el mundo en que vivía, sino que predijo de algún modo la gran recesión global de 2008 y mucho de lo que vendría después. Lo más asombroso es que estas descripciones del presente y predicciones del futuro se realizaron a través de la investigación de un pasado remoto, el del final de la Edad Media, en el que Bois reconoció un reflejo de lo que vivimos actualmente. Bois, en efecto, era un medievalista, y la Edad Media fue para él como un espejo en el que miró nuestra época, descubriendo indirectamente, por un extraño efecto de óptica, mucho de lo que no podemos ver a simple vista.

Bois se percató de algunas de las similitudes entre la actual crisis del capitalismo y la crisis final del feudalismo entre los siglos XIV y XV. Ambas crisis presentan los mismos signos: violencia, desigualdad, precarización, desempleo, creciente inseguridad, marginación, agudización de las tensiones sociales, estallidos irracionales provocados por las clases dominantes y contradicción estructural entre la producción y la acumulación antes feudal señorial y ahora capitalista financiera.[1] El único ingrediente que faltaba hoy en día era una epidemia como la peste negra, la cual, propagada en Europa entre 1347 y 1352, acabó con aproximadamente la mitad de la población y desencadenó una larga serie de consecuencias como escasez de mano de obra, desabasto de alimentos, aumento del precio de los productos agrícolas, recrudecimiento del resentimiento social y las más importantes insurrecciones populares de la Edad Media, entre ellas la Grande Jacquerie de 1358 en Francia y la revuelta de los campesinos de 1381 en Inglaterra.[2]

La peste negra y sus consecuencias precipitaron el final del feudalismo. Nos preguntamos ahora si el final del capitalismo podría verse acelerado por los efectos de la actual pandemia de coronavirus. ¿Y si el virus fuera un aliado para los movimientos revolucionarios anticapitalistas?

Desde luego que el virus, como Byung-Chul Han lo advierte candorosamente, no es capaz de “hacer la revolución” y mucho menos de “vencer al capitalismo”.[3] ¡No es que seamos tan estúpidos como para imaginar que la pandemia suprimirá por sí misma el sistema capitalista! Lo que sí tenemos derecho a pensar es que los efectos sociales, económicos y políticos de la pandemia podrían apresurar una crisis terminal del sistema que tal vez ya empezó desde hace muchos años, desde los ochenta y noventa del siglo XX, desde los tiempos de introducción y expansión del neoliberalismo.

De crisis en crisis: capitalismo, neoliberalismo, neofascismo

Bois parece haber presentido que el momento neoliberal es aquel momento de crisis en el que la irreversible descomposición de la lógica del capital intentaría compensarse mediante su desesperada intensificación. Este vano intento de compensación entra él mismo en crisis en políticas neoliberales neofascistas como las de Trump y Bolsonaro. El neofascismo podría ser la crisis del neoliberalismo, el cual, a su vez, constituiría la crisis de un capitalismo que siempre ha estado en crisis, que opera inevitablemente a través de las crisis, quizás porque él mismo debe ser concebido como la crisis de la sociedad de clases.

La historia del capitalismo es una historia de crisis incesantes. Esta historia empieza con la crisis del feudalismo elucidada por Bois. Luego avanza de crisis en crisis. Debe ser así porque la crisis es constitutiva del capitalismo.

Como lo ha mostrado Marx, la crisis es la reveladora irrupción periódica de las verdades más fundamentales del sistema capitalista. Es la inevitable revelación del carácter aberrante y disfuncional del sistema, de su lógica de empobrecimiento y destrucción, de su estructura intrínsecamente contradictoria y autodestructiva. Es la sintomática explosión, descarga y reducción de las tensiones que se crean en el sistema entre compra y venta, entre consumo y circulación, entre el valor intrínseco de las cosas y el valor que se expresa en su precio, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre los medios de vida y los del capital, entre el mundo y el dinero.[4]

Las tensiones, las crisis y las amenazas de crisis provocan la patológica normalidad capitalista que Marx y Engels han descrito, en un pasaje célebre del Manifiesto, como “una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes”.[5] Estos signos de patología y otros más, como las tensiones y las crisis, se han ido agravando progresivamente a medida que el capital se expande y se desarrolla, lo que resulta perfectamente comprensible, pues el problema no es que el capitalismo esté enfermo, sino que él mismo es la enfermedad, una enfermedad que no deja de expandirse, desarrollarse, agravarse.

El capitalismo como enfermedad

Al final hemos llegado a una situación paradójica de crisis tan aguda como crónica, de regularización de la mayor irregularidad, de estado permanente de excepción. Es algo que ha vislumbrado Jean-Luc Nancy al criticar a Giorgio Agamben por su concepción de la pandemia del coronavirus como una invención gubernamental. No es exactamente, como cree Agamben, que el gobierno haya inventado lo que ocurre para establecer y normalizar un estado de excepción con el que justifique más vigilancia y más control. Es más bien, como bien lo explica Nancy, que “la excepción se está convirtiendo en la regla”, y ante esta situación, “los gobiernos no son más que vergonzosos ejecutores, y desquitarse con ellos parece más una maniobra de distracción que una reflexión política”.[6]

Sin embargo, si la regla se ha vuelto la excepción, no es únicamente, como lo cree Nancy, por las intensivas interconexiones internacionales, el aumento de población o la prolongación de la esperanza de vida. La razón es más de índole estructural y tiene que ver con la ya mencionada enfermedad capitalista en la que todo tiende a ser irracional, errático, disfuncional, patológico, excepcional. Esta enfermedad, por cierto, podría explicar la “medicalización de la política” mencionada por Roberto Esposito en el mismo debate sobre el coronavirus en el que participan Agamben y Nancy.[7]

Si los gobiernos proceden médicamente en su relación con la sociedad, es porque la sociedad está cada vez más enferma, enferma de capitalismo, y porque las funciones de los gobernantes están cada vez más enfocadas a tratar la sintomatología del trastorno capitalista. La idea es, desde luego, aliviar los síntomas para no curar la enfermedad, para no transformar el sistema, para que el capitalismo continúe avanzando sin verse perturbado por sus consecuencias. Todo esto es bastante obvio y seguramente no es ignorado por intelectuales tan sutiles como los pensadores de la biopolítica. Lo que asombra es que tales pensadores se pierdan en sutilezas y olviden algo que no ignoran y que nos es tan insistentemente recordado por las más diversas acciones gubernamentales, desde los rescates bancarios hasta los controles migratorios, la represión policial o las políticas sociales o para el empleo.

Aunque los gobiernos estén haciendo su mejor esfuerzo, pero también precisamente porque lo están haciendo, la enfermedad capitalista no deja de agravarse y amenaza con destruir el planeta y aniquilar a la humanidad. Hay que entender bien que lo catastrófico, lo apocalíptico, es el capital y no el coronavirus. El agente viral, tal como ha brotado y se ha diseminado ante nuestros ojos, no es él mismo sino un revelador síntoma del sistema capitalista.

El capitalismo en el coronavirus

Como intenté mostrarlo en otro artículo, el capital está en el origen y en todo el desarrollo de la pandemia viral.[8] Todo ha sido lo que es por el capitalismo. Es por el capital, por su afán de lucro, que nos hemos adentrado en ambientes salvajes cada vez más recónditos, hemos destruido los ecosistemas en los que el germen pandémico se mantenía encapsulado, lo hemos extraído y lo hemos liberado en las redes comerciales y en las vías de transporte.[9] Es también por el capital, para no afectar excesivamente sus ganancias, que hemos diseminado el virus por el mundo entero primero al ocultarlo, después al minimizarlo y finalmente al retrasar demasiado tiempo las medidas para protegernos de él, sacrificando nuestra salud a la de los capitales de la gran industria china, los comercios británicos o estadounidenses y las compañías aéreas de todo el mundo.[10]

Es por el capital, por anteponerlo a la sociedad, que gobiernos neoliberales como el español y el italiano han diezmado la salud pública y han provocado así la muerte de miles de enfermos de coronavirus al privarlos de hospitales, camas, respiradores, medicamentos, médicos y enfermeros que hubieran podido salvarlos.[11]  Estos enfermos habrán muerto de capitalismo y no tanto de coronavirus, al igual que tantos otros contagiados en países pobres africanos, asiáticos y latinoamericanos en los que las carencias médicas, infinitamente mayores, son también por causa del capitalismo y su lógica de saqueo, expoliación, comercio inequitativo, enriquecimiento de unas regiones a costa de otras, colonialismo y neocolonialismo, imperialismo y distribución desigual de la riqueza. El mismo capital hará que los contagios y las muertes por coronavirus se distribuyan desigualmente, injustamente, entre quienes pueden confinarse y quienes deben trabajar para sobrevivir, entre quienes van en automóvil y quienes deben usar el transporte público, entre quienes poseen amplios espacios para vivir y quienes viven hacinados en rincones estrechos e insalubres, entre quienes duermen en casa y quienes pasan la noche en la intemperie, entre quienes tienen y no tienen agua corriente, entre quienes están bien alimentados y quienes están desnutridos, entre quienes están sanos y quienes tienen alguna de las innumerables enfermedades ligadas con la pobreza, entre los que podrán y los que no podrán contar con atención médica, etc.

La brecha social en la experiencia del coronavirus no es más que un efecto de la división de clases en la sociedad capitalista. El capital se manifiesta en la inequitativa repartición de las condiciones de salud e inmunidad así como también se ha manifestado en la aparición del agente viral, en su propagación y su distribución. La pandemia despliega las desigualdades y las injusticias del capitalismo, así como sus tensiones, contradicciones, destrucciones y aberraciones. La enfermedad capitalista, la misma que está conduciéndonos a la devastación del mundo y de la humanidad, es lo que se expresa por el síntoma del virus.

Virus y capital

El coronavirus tan sólo manifiesta el estado permanente de excepción en el que ya vivimos y que Nancy tiene razón de recordarle a Agamben. La pandemia revela, según la hermosa expresión de David Trueba, la “distopía nuestra de cada día”.[12] La crisis por el coronavirus no es más que una expresión, un síntoma, de la crisis tan aguda como crónica del capitalismo.

Como lo muestra Daniel Tanuro, la pandemia no es más que un “amplificador específico de la crisis económica y social”.[13] Esta crisis del capitalismo, esta crisis que es ella misma el capitalismo, es lo que se exterioriza de modo amplificado en el coronavirus. Lo exteriorizado, como hemos visto, es la exacerbación neoliberal de las desigualdades y las injusticias propias del sistema capitalista, pero es también, como lo explica Tanuro, la fragilidad de este sistema y los peligros que representa para la humanidad entera.

La pandemia no provocará nuestra extinción como especie, pero sí que es una pequeña señal de alarma que nos alerta sobre la devastación capitalista del planeta y de la humanidad. Este fin del mundo, que ya empezó desde hace mucho tiempo, se intuye a través de la situación apocalíptica provocada por la pandemia. El síntoma nos hace pensar naturalmente en la enfermedad.

El capital no podía encontrar mejor expresión que el coronavirus. El virus, al igual que el capital, no es exactamente algo vivo, sino más bien algo muerto, inerte, que vive de la vida ajena. Como lo ha enfatizado Slavoj Žižek, el virus es como un “muerto viviente”.[14] Es como un zombi, como un vampiro, como el vampiro del capital de Marx.

Mientras que el virus vive de las células que infecta, el capital vive de los seres humanos que reduce a su fuerza de trabajo. El capital nos explota de modo parasitario exactamente como el virus es explotador y parásito de las células. En ambos casos, lo muerto vive de lo vivo, pero no por ello está plenamente vivo. Lo único aparentemente vivo del virus, como del capital, es esa irresistible propensión a reproducirse, multiplicarse y expandirse a costa de lo vivo hasta el punto de causar la muerte.

Miles de humanos mueren por los efectos del coronavirus así como la vida vegetal y animal del mundo se extingue imparablemente por los efectos del capitalismo. El mismo capital, como hemos podido apreciarlo, resulta indiscernible de la pandemia viral. Esta pandemia es una catástrofe más del capitalismo. Hay que entender bien que el capital, el capital y no el humano, es el verdadero virus, la verdadera enfermedad que subyace al síntoma del coronavirus.

Quienes piensan que el problema es la humanidad y desean ahora su extinción viral están confundiendo al enfermo con la enfermedad. Esta confusión, aún más peligrosa que la del síntoma viral con la enfermedad capitalista, puede hacer que nos demos la espalda, nos dejemos atrás y así perdamos nuestra última oportunidad para detenernos y salvarnos al salvar al mundo. En lugar de reconciliarnos con lo que somos, escaparemos de nosotros mismos. Es lo que siempre han hecho quienes personifican el capital, huyendo incesantemente de nosotros, de sí mismos, cuando tendrían que huir de aquello que encarnan a expensas de todo lo que son, de todo lo que somos.

El Decamerón como espejo de nuestra época

Innumerables aristócratas abandonan las ciudades infectadas, huyen en aviones privados y se refugian en playas, islas, yates, bosques, montañas y hasta bunkers.[15] Un ejemplo escandaloso es el del rey de Tailandia, Rama X, quien alquiló entero un hotel de lujo en los Alpes alemanes para confinarse ahí con sus veinte concubinas.[16] ¿Cómo no recordar aquí El Decamerón de Boccaccio con sus personajes Pánfilo, Filostrato y Dioneo, patricios que se recluyen con siete jóvenes mujeres en una villa para huir de la peste negra que hace estragos en Florencia?

Boccaccio abre su Decamerón con una crónica estremecedora de la peste de 1347 y de sus consecuencias en la sociedad florentina. Vemos ahí a las mismas personas que nos rodean ahora. Están las que “huyen y esquivan a los enfermos”, las que “se recogen y encierran en sus casas”, las que “no quieren oír noticia de fuera ni de muertos ni de enfermos”, las que “se ríen y burlan de todo lo que sucede”, las que exhiben “comportamientos de fieras”, las que “se abandonan a sí mismas” o las que “no cuidan sino de sí mismas”, las que desatienden a los demás y así provocan “la muerte de muchos que, por ventura, si hubieran sido ayudados se habrían salvado”.[17]

Boccaccio también despliega un cuadro terrorífico de la sociedad de clases de su tiempo, la cual, tan injusta en el feudalismo como ahora en el capitalismo, hacía que la misma peste negra no fuera la misma para todos. Por un lado, estaban los privilegiados, los ricos de siempre que se confinaban tranquilamente, que se entretenían “con el tañer de los instrumentos y con los placeres que podían tener” y que disfrutaban “con gran templanza de comidas delicadísimas y de óptimos vinos”.[18] Por otro lado, estaba “la gente baja” y la “mediana”, los pobres de siempre que “ofrecían un espectáculo lleno de mucha mayor miseria”, pues “enfermaban a millares por día, y no siendo ni servidos ni ayudados por nadie, sin redención alguna morían todos”.[19] Era el caso, en particular, de los mejores depositarios de la nuda vida en la Edad Media, los “labradores míseros y pobres con sus familias”, que “sin trabajo de médico ni ayuda de servidores, de día o de noche indiferentemente, no como hombres sino como bestias morían”.[20]

La crónica de Boccaccio es un espejo que nos muestra nuestra experiencia de la más atroz injusticia en pandemias como el SIDA, el Ébola y ahora el coronavirus. Así como Guy Bois descubrió la crisis terminal del capitalismo al verla reflejada en la crisis terminal del feudalismo, así nosotros podemos vislumbrar el reflejo de nuestra pandemia viral en la de peste negra de 1348. Una y otra pandemia son a su vez factores y signos reveladores de las dos crisis equiparadas por Guy Bois.

Desde luego que debemos distinguir claramente lo histórico de lo biológico. Tanto la bacteria de la peste como el coronavirus constituyen ciertamente gérmenes responsables de enfermedades físicas, pero son también, como lo hemos apreciado aquí en el caso del coronavirus, una especie de síntomas de otra clase de males como los que el pensador novohispano Hipólito Villarroel llamaba “enfermedades políticas” en 1785, estableciendo un “paralelo formal de las enfermedades del cuerpo político con las que padece el cuerpo humano”.[21] Los trastornos corporales pueden llegar a destruir nuestra existencia orgánica individual tal como las enfermedades políticas feudal y capitalista provocan efectos destructivos en el tejido social y cultural que nos forma internamente a todos como comunidad humana y a cada uno de nosotros como individuo.

El capital, que se mantiene vivo al devorar nuestra vida, resulta particularmente nocivo y devastador para lo que somos. No debería sorprendernos, pues, que se esté manifestando sintomáticamente a través de algo tan letal como la pandemia de coronavirus. Lo único esperanzador es que el síntoma lo sea no sólo de la enfermedad capitalista, sino de su crisis terminal, como lo fuera la peste de aquella otra crisis que terminó con el feudalismo.

Quizás la pandemia viral esté anunciándonos el final del capitalismo. Puesto que no podemos conocer el futuro, tampoco sabemos todavía si el coronavirus nos favorecerá o perjudicará en el combate a muerte entre nuestra vida y el capital. El desenlace dependerá de nosotros mismos, lo que no significa, desde luego, que las condiciones y circunstancias sean totalmente desdeñables. Como lo señalé en otro lugar, la crisis en la que estamos “podría ofrecernos una oportunidad irrepetible para destruir el capitalismo justo antes de que el capitalismo termine de aniquilarnos”[22].

[1] Guy Bois, La grande dépression médiévale: XIVe–XVe siecles: le précédent d’une crise systémique (París: PUF), 207-211.

[2] Ibíd., 80-102.

[3] Byung-Chul Han, “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín”, El País, https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

[4] Ver Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista (Moscú: Progreso, 1990), 32-33. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1 (Ciudad de México: Siglo XXI, 2009), 74-75. Marx, El Capital I (Ciudad de México: FCE, 2008), 73.

[5] Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista (Moscú: Progreso, 1990), 30-31.

[6] Jean-Luc Nancy, “Viral Exception”, European Journal of Psychoanalysis, http://www.journal-psychoanalysis.eu/coronavirus-and-philosophers/

[7] Roberto Esposito, “Cured to the Bitter End”, European Journal of Psychoanalysis, http://www.journal-psychoanalysis.eu/coronavirus-and-philosophers/

[8] David Pavón Cuéllar, “El coronavirus del capitalismo”, Revolución 3.0, https://revolucion.news/coronavirus-del-capitalismo/

[9] Rob Wallace, “Notes on a novel coronavirus”, Climate and capitalism, https://climateandcapitalism.com/2020/01/29/coronavirus-a-deadly-result/ Ver también del mismo autor: “Capitalist agriculture and Covid-19: A deadly combination”, Climate and capitalism, https://climateandcapitalism.com/2020/03/11/capitalist-agriculture-and-covid-19-a-deadly-combination/ Para una visión global: Ángel Luis Lara, Causalidad de la pandemia, cualidad de la catástrofe, El Diario, https://www.eldiario.es/interferencias/Causalidad-pandemia-cualidad-catastrofe_6_1010758925.html

[10] Reporters Without Borders (RSF), “If the Chinese press were free, the coronavirus might not be a pandemic,” argues RSF, Reporters Without Borders, https://rsf.org/en/news/if-chinese-press-were-free-coronavirus-might-not-be-pandemic-argues-rsf Katherine Dunn, U.K. government promises to do ‘whatever it takes’ to protect economy from coronavirus as it pledges billions in loans, Fortune, https://fortune.com/2020/03/17/boris-johnson-business-loans-coronavirus/

[11] Giorgio Trucchi, “Coronavirus: capital versus salud”, Rel-Uita, http://www.rel-uita.org/italia/coronavirus-capital-versus-salud/ Oier Zeberio, “Recortes en sanidad y coronavirus, una peligrosa combinación”, Eu Lixe, https://www.eulixe.com/articulo/reportajes/recortes-sanidad-coronavirus-peligrosa-combinacion/20200306012549018705.html

[12] David Trueba, “La distopía nuestra de cada día”, El País, https://elpais.com/elpais/2020/03/09/opinion/1583761497_924258.html

[13] Daniel Tanuro, Eight theses on Covid-19, https://socialistresurgence.org/2020/03/15/eight-theses-on-covid-19/

[14] Slavoj Žižek, “Monitor and punish? Yes, please!”, The Philosophical Salon, https://thephilosophicalsalon.com/monitor-and-punish-yes-please/

[15] Alex Williams y Jonah Engel Bromwich, “Así se preparan los ricos para el coronavirus”, The New York Times, 6 de marzo 2020, https://www.nytimes.com/es/2020/03/06/espanol/estilos-de-vida/bunker-coronavirus-proteccion.html Ver también: Dmitry Kostyukov, “Los europeos ricos huyen del virus a sus casas de descanso y propagan enojo y temor”, The New York Times, 31 de marzo de 2020, https://www.nytimes.com/es/2020/03/31/espanol/mundo/casa-campo-ricos-coronavirus-playa.html

[16] Andrés Guerra, “En los Alpes y con 20 concubinas: así se ha confinado el rey de Tailandia”, La Vanguardia, https://www.lavanguardia.com/gente/20200330/48161791847/alpes-tailandia-concubinas.html

[17] Giovanni Boccaccio, El Decamerón (1353) (Madrid: Verbum, 2019), 17-20.

[18] Ibíd., 17-19.

[19] Ibíd., 20.

[20] Ibíd., 21.

[21] Hipólito Villarroel, Enfermedades políticas (1785) (Ciudad de México: Planeta, 1994).

[22] David Pavón Cuéllar, “Políticas del coronavirus”, Revolución 3.0, https://revolucion.news/politicas-del-coronavirus/

David Pavón-Cuéllar

Profesor de filosofía y psicología en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Algunos de sus libros publicados son Marxisme lacanien (2009), From the Conscious Interior to an Exterior Unconscious: Lacan, Discourse Analysis and Social Psychology (2010), y Elementos políticos de marxismo lacaniano (2014).

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