Elecciones en Argentina: “No al poder de la asamblea”

¿Cuáles son las perspectivas para el poder popular en caso que les Fernández ganen las elecciones? Es un tema complejo, habría que profundizar en las características de esta relación durante 2003-2015, también repensar las posibilidades y límites para el nuevo escenario. Muchas empresas recuperadas y movimientos de trabajadores desocupados, al tiempo que desarrollaron notorias prácticas de autonomía y poder popular, tuvieron gran simpatía con el gobierno kirchnerista, pero habría que ver caso a caso si esta relación fue anecdótica o si terminó limitando o empañando la construcción de su lucha. Las experiencias embrionarias del poder popular enfrentarán desafíos múltiples, uno de ellos es participar en el campo de fuerzas políticas pero logrando evadir la cooptación, levantando sus demandas propias, a niveles coyuntural y estructural.

por Enzo Solano

Imagen / Bachillerato popular en el barrio Lago Del Bosque, Merlo Norte, Buenos Aires, Argentina. Fuente: Wikipedia.


Sorpresa para algunes, crónica anunciada para otres, hacia la quincena de junio el senador peronista Miguel Ángel Pichetto (del partido justicialista, presidente del bloque opositor) anunció que se postulará como candidato a vicepresidente junto con Macri, quién va por la reelección en medio de una desatada crisis económica y social. En la conferencia que ofreció para anunciar este “repentino cambio de lealtad[1], el candidato destacó uno de los móviles fuertes de su apuesta: “no volver atrás, a las visiones de todo el poder a la asamblea[2]. Nos preguntamos aquí: ¿por qué sale a colación el poder popular en el debate de las elecciones?. Intentaremos responder desde dos entradas: las estrategias electorales actuales y algunos apuntes de actualidad sobre tentativas de poder popular.

Si entramos a la frase desde las estrategias de la configuración actual de la derecha, el título sería la ya desgastada polarización “argentizuela o argentilemania”. Citemos como ejemplo al diario de negocios “El Cronista” del 29 de julio: “En esta elección se trata de tener sentido común, es así de simple. Si del otro lado disponemos del comunismo dictatorial como alternativa (…) la decisión se torna muy sencilla y evidente a la vez“. Esta clase de planteos se difunden con relativa facilidad gracias a la alta concentración de medios: el grupo Clarín (de reconocida posición derechista) cubre el 25% de la audiencia y de manera más amplia, 8 grupos comunicacionales concentran el 60% de la audiencia del país.

Hay dos exministros de economía de Cristina Fernández de Kirchner que protagonizan la escena, ambos actuales candidatos (senador y gobernador, respectivamente). Uno es Martín Losteau, quien al igual que Pichetto se cambió repentinamente de bando. El otro es Axel Kicillof, quién en su momento encabezó la negociación con los fondos buitres, programó planes sociales y otras políticas redistributivas, las que le valieron encendidas acusaciones de ser marxista, comunista, trotskista, etc., ampliamente difundidas en medios de comunicación ayer y hoy. La carga semántica de tales etiquetas parece ser suficientemente insultante, en la medida que no se acompañan más argumentos que la sola acusación. La cadena de significantes que opone la derecha son abstracciones como “posición racional” (la preferida de Pichetto), “no caer en extremismos” y “no aislarse del mundo”, por citar las principales. Losteau suele decir que las reformas “no son técnicamente factibles” y ahí la explicación se enreda en esoterismos.

El “no al poder de la asamblea”, cumple así dos funciones simultáneas. La primera es literal: tomar la mayor distancia posible de las prácticas de poder popular que surgieron especialmente en el 2001. No es casual, la crisis económica que azota al país desde el año pasado (“macrisis”) revivió fuertemente dichos fantasmas, los temores a un “corralito” volvieron a surgir en la clase media y los sectores populares han tenido que recuperar prácticas comunitarias de auto-organización básicamente para subsistir. La segunda función es más sutil, aunque bastante clara también: la frase plantea una dicotomía entre “el único camino posible” (frase reiterativa de Macri) y el izquierdismo que se endosa -falsamente- a la oposición peronista.

Abramos aquí un paréntesis para describir la vuelta que recorrió el peronismo, de cara a construir la candidatura para las próximas elecciones. Desde el día uno tras haber perdido la elección anterior, Cristina Fernández se perfiló como la candidata natural del peronismo para la presidencia, porque lideraba las encuestas a pesar del enérgico lawfare. Comunicacional y judicialmente se le vinculó con casos de corrupción, digamos que hasta el hartazgo en la pauta de los medios y sin resultados ni civiles ni penales todavía. No es de interés aquí exculparla de los cargos, lo que sí, comentar que la construcción de la guerra jurídica parece especialmente enrevesada y precaria, digna hasta de una novela de César Aira[3]. Así las cosas, la primera dupla de candidates que se anunció (puertas adentro de los movimientos sociales y políticos involucrados) fue la de Cristina presidenta y Juan Grabois vice, este último referente del movimiento de trabajadores de la economía popular, que es un agrupamiento de sectores excluidos del trabajo formal: cartoneros, vendedores ambulantes, feriantes, trabajadores desocupados, sectores pobres en general. Sin detenernos en un perfil de Grabois o del movimiento al que representa, bastará decir que su discurso encarna posturas más clasistas, reclamos más estructurales y el empleo de métodos de acción directa que provienen de la tradición piquetera.

Contando ya con la adscripción del “capital político” de Grabois, entiendo que el paso siguiente fue descartarlo como vice y anunciar, en cambio al diputado justicialista Felipe Solá como vice, de quién solo comentaremos que es el responsable político de la “masacre de Avellaneda”: el asesinato de los piqueteros Darío Santillán y Maxi Kosteki a manos de la policía en 2002. Me parece que si había sospecha de una “piqueterización” de Cristina, este gesto aclara bastante la cuestión. La peregrinación continuó después, cada vez con un lenguaje más moderado, tomando distancia incluso explícita de la izquierda. Todo decanta en la fórmula que finalmente va a las elecciones: Alberto Fernández (ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner) como presidente y Cristina como vice. “Cristina es el centro político de la Argentina” dice Alberto Fernández en una conferencia el 20/05/19. En la recta final de campaña, Kicillof empieza a esforzarse por aclarar que no tiene nada que ver con el marxismo ni el izquierdismo. La decena de encuestas locales coinciden en que oficialismo y oposición están casi empatados, copando entre ambos el 80% de la intención de voto.

Desarrollemos ahora algunos apuntes sobre las tentativas de poder popular. La historia reciente del país atestigua importantes luchas sociales, las ciudades y provincias mantienen hoy distintas expresiones embrionarias de poder popular, algunas de ellas herederas del “laboratorio” del 2001[4]. Varios centenares de empresas quebradas en dicho año fueron revitalizadas por les trabajadores, quienes constituyeron cooperativas y tomaron el control directo de la producción, en lo que se conformó como un movimiento de alcance nacional. La mayor parte continúa resistiendo, aunque en las condiciones de dificultad propias de la macrisis. A esto hay que sumar que la administración Macri apostó por disolver derechos conquistados, por ejemplo en el caso del hotel Bauen, cooperativa que (tras 15 años de autogestión) consiguió en 2016 que el congreso nacional aprobara una ley de expropiación en favor de sus trabajadores, a lo que rápidamente Macri respondió con un veto presidencial que habilitó nuevas tentativas de desalojo.

Continúan también funcionando ciertas asambleas locales que nacieron en el conflicto del 2001, no exentas de presiones y conflictos, entre otras el caso de la asamblea de Villa Urquiza, recientemente desalojada para vender el terreno de su sede a empresas inmobiliarias. En el escenario de macrisis, tanto asambleas, centros culturales, merenderos y todo tipo de espacios sociales autoconvocados han tenido grandes dificultades para pagar los gastos de electricidad, gas y agua, en una escalada de alzas que llega a superar el 1600% (desde 2015 a la fecha). Estos “tarifazos”, evidentemente, suponen una cara doméstica y trágica de la avanzada neoliberal.

En el campo de la educación, varias decenas de “bachilleratos populares” continúan existiendo, otros tantos surgen y algunos cierran. Se trata de iniciativas surgidas desde abajo, que se auto-convocan y autogestionan, que deciden y organizan íntegramente el espacio (incluyendo los contenidos y el currículum), y que luchan por su reconocimiento oficial (por parte del ministerio de educación) como modos alternativos de educación secundaria. Previo a la gestión de Macri, gran parte de los bachilleratos populares habían logrado ser reconocidos y emitir títulos oficiales de educación secundaria. Entiendo que recientemente surgieron un sinfín de obstáculos y dificultades para su funcionamiento, además de no reconocer a los nuevos bachilleratos y menos aún destinar algún tipo de financiamiento para sus gastos básicos.

Más allá de los tres tipos referidos -empresas recuperadas, asambleas locales y bachilleratos populares-, distintas organizaciones y luchas surgen desde abajo en el vasto territorio. Da la impresión que muchas de ellas se encuentran en un “desarrollo hacia adentro”, generando prácticas orientadas a fortalecer su propia economía, identidad y modos de organización. A pesar de la cruda situación de 2018 y 2019, la protesta social no ha sido protagonista en la escena, aunque ello también puede relacionarse con el crecimiento exponencial de la criminalización de la protesta, que últimamente tomó las vidas de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado, sumadas a cientos de casos de “gatillo fácil”. El propio ministro de hacienda de Macri, Nicolás Dujovne, destacó en 2018 (14 de noviembre) que “nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno”. ¿A confesión, relevo de pruebas?

Las dos candidaturas de izquierda (Manuela Castañeira y Nicolás del Caño) no tienen cobertura en los medios de comunicación, de hecho tampoco las estamos mencionando aquí. Hay muchos temas que han sido virtualmente ignorados por el debate electoral: todo el problema Mapuche y de otros pueblos originarios, las nocividades y limitaciones del modelo extractivista, las poblaciones intoxicadas con glifosato, la enorme cantidad de agrotóxicos en la comida[5], los replanteos feministas, por mencionar algunos.

¿Cuáles son las perspectivas para el poder popular en caso que les Fernández ganen las elecciones? Es un tema complejo, habría que profundizar en las características de esta relación durante 2003-2015, también repensar las posibilidades y límites para el nuevo escenario. Muchas empresas recuperadas y movimientos de trabajadores desocupados, al tiempo que desarrollaron notorias prácticas de autonomía y poder popular, tuvieron gran simpatía con el gobierno kirchnerista, pero habría que ver caso a caso si esta relación fue anecdótica o si terminó limitando o empañando la construcción de su lucha. Las experiencias embrionarias del poder popular enfrentarán desafíos múltiples, uno de ellos es participar en el campo de fuerzas políticas pero logrando evadir la cooptación, levantando sus demandas propias, a niveles coyuntural y estructural.

Por lo pronto, ya que les Fernández se plantean como una alternativa al macrismo y que llegan a las elecciones apoyados por sectores populares autónomos, deberían conducir un rotundo “sí al poder de la asamblea”, al menos y aunque fuera acotadamente en políticas como: expropiación de todas las empresas recuperadas en favor de sus trabajadores, reconocimiento oficial para todos los bachilleratos populares, también medidas concretas para disminuir la criminalización de la organización y de la protesta social, generando mecanismos jurídicos y políticos destinados a proteger dichas experiencias. Por lo pronto, la derogación inmediata de la resolución 956 de 2018 que habilita a las fuerzas de seguridad para disparar sin agresión previa y sin dar voz de alto.

Notas

[1]Los giros, los repentinos cambios de lealtades, no requieren justificaciones ideológicas de ningún tipo (…) la “flexibilidad estratégica”, especialmente del Partido Justicialista, favorecen esta modalidad“. Miguel Mazzeo, “Piqueteros”. (Buenos Aires: Quadrata, 2014). p. 84

[2] Ver min. 25´30´´ del video: https://www.facebook.com/Pagina12ok/videos/703837350035730/

[3] Llama la atención el parecido de su novela “Váramo” (Anagrama, 2002) con la causa judicial: en ambas la clave es un chófer que apunta todo lo que escucha en un cuaderno…

[4] Ríos de tinta se escribieron sobre el tema. Entre los que cabe destacar, hay un par de libros de la editorial Tinta Limón, quienes acaban de poner casi todo su catálogo en pdf en la web: http://tintalimon.com.ar/

[5] Según cifras oficiales, más de la mitad de la verdura inspeccionada queda descartada para consumo humano por su exceso de agrotóxicos, con lo que se procede a su quema. Obviamente, la mayor parte de la verdura que se comercializa no pasa por inspección, por lo que sí es consumida por la población. Ver nota de diario Infobae del 11 de febrero de 2019.

Enzo Solano
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Investigador y académico, residente en Buenos Aires, Argentina.