Los ejemplos abundan y configuran un juicio irrecusable: la culpa por la situación VIH/SIDA en Chile es transversal. Desde el conocimiento de los primeros casos, los gobiernos no han enfrentado el problema como una crisis en salud pública, y únicamente han respondido a la influencia de prejuicios y presiones tanto políticas como religiosas.
por Loreto Carvallo
Imagen / recorte de noticias sobre Sida en Chile, parte de la exposición The Day After de Maryam Jafri.
Esta semana ONUSIDA (Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA) entregó un nuevo reporte sobre la situación del VIH/SIDA en el mundo. Chile, como ha sido la tónica en los últimos años, aparece liderando la tasa de nuevas infecciones en Latinoamérica. El informe da cuenta que en el periodo 2010 y 2018, la cifra de nuevas infecciones por VIH en Chile aumentó en un 34%. Actualmente viven más de 71 mil personas con VIH en el país.
Al respecto, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, apuntó: “Me parece que no hubo una sintonía con los tiempos. A pesar que toda la evidencia decía claramente que la estrategia fundamental, como lo había dicho ONU Sida, era lograr que la gente supiera que vivía con el virus, se siguió insistiendo en campañas añejas, anticuadas, que no apuntaban a lo fundamental, cosa que recién empezó a pasar hace un año y medio” (Radio Universidad de Chile, 16 de julio de 2019).
¿Por qué es tan relevante esta crisis del VIH? El Virus del VIH ataca al sistema inmunológico, debilitándolo progresivamente. Sin el tratamiento antirretroviral, las personas con VIH desarrollan SIDA, quedándose sin defensas ante cualquier tipo de infección, provocándoles la muerte. Actualmente no hay una vacuna que prevenga la infección por VIH. La terapia antirretroviral no cura la enfermedad, sin embargo es eficiente mientras se siga el tratamiento, y requiere por lo tanto un uso de por vida. La prevención del VIH es la base para la contener y disminuir las nuevas infecciones alrededor del mundo. Desde ONUSIDA y la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han implementado numerosas recomendaciones de políticas públicas para contener el aumento de nuevas infecciones, fomentando principalmente la educación sexual y el uso de preservativos, entre otras estrategias. Según los datos de ONUSIDA, desde el 2010 las nuevas infecciones cayeron en un 16% en promedio a nivel mundial.
¿Qué pasa en Chile? Chile muestran una relación inversa a la tendencia mundial, generando una situación alarmante. Según datos de la misma ONUSIDA, Chile es uno de los países donde las nuevas infecciones por VIH va al alza de manera sostenida, siendo el país de América Latina con los porcentajes más altos de nuevas infecciones. Esta es una crisis que partió mal desde el inicio. Vamos por parte. Los primeros diagnosticados en Chile por VIH/SIDA (6 casos) datan de 1984. Desde esa fecha a 1991 el número de casos reportados superó los 1.200. No fue sino hasta ese momento, es decir, 7 años después de los primeros casos notificados a nivel nacional, que se dio inicio a la primera campaña de prevención de VIH en Chile. Conviene recordar que esa oportunidad dos canales de televisión se restaron de la transmisión de la campaña, hubo resistencia de algunos grupos dentro de la Iglesia Católica y del mismo partido político del entonces Presidente de la República, quienes se opusieron a hablar de temas como las vías de transmisión y prevención del VIH. Desde esa fecha y con el pasar el tiempo hubo otras campañas (que nunca tuvieron duración anual, extendiéndose por solo un par de meses) y en cada oportunidad hubo canales de televisión se negaron a transmitir los spots, mientras la Iglesia Católica y los partidos conservadores se resistían a hablar de sexo, condón y prevención.
Ya en este siglo, el año 2003, el asesor de la Conferencia Episcopal en Chile, Fernando Chomalí declaró que “la abstinencia y la fidelidad son la única forma de evitar el contagio del VIH”, postura compartida por muchos miembros del Vaticano, pero abiertamente criticada por ONUSIDA y la OMS, siendo considerada “una falta grave que cuesta vidas humanas”. El spot de la campaña del año 2010 fue ampliamente criticado desde varias organizaciones por su tono moralista y homofóbico, dado su foco en la fidelidad, en la mantención de pareja única, y la nula mención a otras medidas de prevención. Bajo el lema “Morir de viejo es más divertido que morir de SIDA”, mostraba a una pareja de ancianos morir a consecuencia de un infarto cardíaco, sin aludir al aumento de nuevos casos de infección por VIH, que ya venían en crecimiento. Se podría recordar también el terremoto de 2010, cuando desde la ONU se enviaron kits de emergencia de primera necesidad para ser repartidos entre la población, y que contenían cepillo y pasta de dientes, cuatro rollos de confort, un alcohol gel, dos paquetes de toallas higiénicas, 12 condones y un informativo sobre violencia y prevención de embarazos no programados. Un texto gubernamental criticó el actuar de la militante de la UDI y entonces Intendenta de Concepción, Jacqueline Van Rysselberghe, ya que los kits fueron abiertos, sacaron los preservativos y se volvieron a sellar, esto en la zona más afectada por el sismo. Otro ejemplo data de 2015, cuando varios diputados de derecha se abstuvieron de repartir condones femeninos, o el de tiempo después, cuando el alcalde de Santiago se opuso a la entrega del libro 100 Preguntas de Sexualidad Adolescente, calificándolo de “incitador”.
Los ejemplos abundan y configuran un juicio irrecusable: la culpa por la situación VIH/SIDA en Chile es transversal. Desde el conocimiento de los primeros casos, los gobiernos no han enfrentado el problema como una crisis en salud pública, y únicamente han respondido a la influencia de prejuicios y presiones tanto políticas como religiosas.
Loreto Carvallo
Bioquímica y doctora en Ciencias Biológicas. Científica asociada estudiando el deterioro neurocognitivo asociado al VIH en la Escuela de Medicina en Mount Sinai Hospital, Nueva York.